Por Benito Guerrero
04/03/2018
Le Brassus es uno de los pueblos que forman el Vallée de Joux en Suiza. Este lugar accidentado y aislado ha visto nacer a los relojeros de Audemars Piguet. Hay un dicho en el valle que reza que en él “no crecen nada más que rocas”. Sus inviernos largos; su desconexión del resto del mundo durante esa temporada y la abundacia de recursos naturales como el hierro sirvieron de caldo de cultivo para dar lugar a artesanos del metal que han ido desarrollando habilidades hasta convertirse en exquisitos artesanos. Los relojeros han trabajado siempre rodeados de naturaleza y con un sentido del tiempo muy diferente del que se tiene en el resto del mundo.
Para hacer estas máquinas del tiempo es necesario tener “paciencia y pasión”; tal y como cuenta Francisco Pasandín; uno de los maestro relojeros de Audemars Piguet; gallego y afincado en Suiza desde hace años. A medida que ha pasado el tiempo; estos profesionales se han ido superando para conseguir piezas que ofreciesen no solo horas; minutos y segundos, sino otros datos como días, meses y fases lunares.
Dos familias unidas
Cuando Jules Louis Audemars y Edward Auguste Piguet llegaron al mundo de la relojería; en 1875, el sector estaba cambiando mucho. Incluso en Le Brassus; donde seguían apegados al modo de trabajar tradicional; vieron como apareció la primera maquinaria industrial para producir grandes cantidades. Sin embargo; ambos dieron la espalda desde el primer momento a los mercados masivos y pusieron su corazón en la producción de relojes complicados y únicos.
En 1889 la firma consiguió una medalla en la Exposición Universal de París con una Gran Complicación; y el valle suizo cobró todo el protagonismo. Hoy en día; la casa relojera es consciente de que “Le Brassus es intrínseco a la marca; sus raíces más profundas les mantienen unidos a ese lugar; haciendo objetos hermosos que durarán muchas vidas”; tal y como cuenta Olivier Audemars; biznieto de Edward Auguste Piguet. Sorprende cómo; a pesar de venir de la familia de los Piguet; hoy en día lleva el apellido de los Audemars, dado que ambos son muy comunes en esta zona de Suiza.
Jules Louis Audemars y Edward Auguste Piguet
Ambos tenían poco más de 20 años cuando fundaron la compañía. Ambos eran relojeros de cuarta y quinta generación, respectivamente. Por eso, la firma puede presumir de ser especialista en mecanismos de sonería, cronógrafos y complicaciones astronómicas. Por ejemplo, de los 1.500 relojes producidos por la compañía entre 1882 y 1892, los datos muestran que más del 80% de ellos incluyen al menos una complicación. Esto no ocurre en el resto de casas dedicadas a la fabricación de relojes de alta gama. Así; el espíritu de independencia es uno de los valores fundacionales que perduran hasta el presente; dado que es el fabricante de relojes suizos más antiguo que sigue en manos de sus familias fundadoras.
La alta relojería
En la actualidad, la compañía se encuentra inmersa en el gran proyecto que supone la renovación de su nuevo museo: la Maison des Fondateurs. Este edificio; diseñado por el arquitecto danés Bjarke Ingels; albergará una de las mejores colecciones de relojes clásicos y contemporáneos del mundo, así como la historia de la firma.
En la historia de la relojería, solo hay unos pocos relojes que han adquirido el estatus de icono. Uno de ellos es el Royal Oak de Audemars Piguet. Su diseño es inconfundible a primera vista, a pesar de que cuenta con decenas de variantes. Todas ellas mantienen las características originales, residiendo las diferencias en los colores y materiales. La historia de este modelo comienza en 1972, cuando Audemars Piguet encarga al diseñador Gérald Genta un diseño para el reloj de una nueva generación de hombres. En aquel momento se trataba de un modelo ultra contemporáneo que podía usarse todos los días y que surge en un momento en el que los deportes extremos comienzan a ser populares. El primer diseño para mujer lo desarrolló en 1976 Jacqueline Dimier.
La situación actual
Cincuenta años después, es complicado hacerse una idea de lo que significó la llegada de este modelo al mercado, pero su vigencia en el tiempo y el deseo que genera su diseño octogonal pueden ayudar a comprenderlo. Genta se sirvió del acero inoxidable para elaborar una armadura que protegiera el mecanismo.
Se trataba de un material poco convencional para un reloj de lujo, ya que requería de nuevas herramientas debido a que su manejo es mucho más complicado que el del oro. La llegada de un reloj extremadamente grande, que cuenta con un diseño frontal que emula a un traje de buceo, supuso en aquel entonces un gran impacto. Entonces, el resto de las firmas ofrecían relojes finos, extra planos, con diseños clásicos y hechos con materiales preciosos. Muchos se atrevieron a predecir que Audemars Piguet no sobreviviría a un enfoque tan rompedor, algo que ha quedado completamente olvidado con el paso del tiempo.
Una respuesta ingeniosa
Después de 1929, la fabricación de relojes complicados fue una respuesta ingeniosa a la crisis económica, ya que suponía una forma de ocupar el tiempo de los maestros relojeros y realizar un trabajo que, en momentos de máxima demanda, hubiese sido imposible.
Otra de las situaciones más complicadas de la historia de la alta relojería fue cuando, en los años 70 y 80, se produjo una crisis del cuarzo que redujo los puestos de trabajo en un 70% en una década. Audemars Piguet supo adaparse a las dificultades y a la demanda de aquellos momentos siguiendo innovando a pesar de la crisis.
Éste logro se consiguió gracias a la pasión y el ingenio de sus maestros relojeros. El resurgimiento de la compañía se produjo en 1978 con el nacimiento del movimiento de calendario perpetuo más delgado del mundo. Otros logros de la firma son la llegada del primer cronógrafo que mostraba la maquinaria, en 1980, y el nacimiento del primer reloj de pulsera con tourbillon, en 1986.
El papel de las mujeres
Todo esto no hubiese sido posible sin la ayuda de grandes mujeres, que siempre han tenido un papel fundamental en la historia de Audemars Piguet y en la alta relojería en general. Por ejemplo; los primeros relojes de pulsera fueron diseñados para mujeres, ya que los fundadores vieron que ellas podían sentir interés por los aspectos técnicos de las piezas tanto como los hombres.
Uno de los hitos más destacados de la relación entre las mujeres y la compañía suiza fue la llegada del primer Royal Oak diseñado para ellas. Dimier, su creadora, cuenta que “no fue fácil, ya que se trataba de un reloj esencialmente masculino”. Años después; este modelo ha seguido conquistando a las mujeres más poderosas del mundo.
Para celebrar este éxito; la diseñadora florentina de joyas Carolina Bucci recibió el encargo de reinterpretar el modelo femenino para conmemorar sus cuatro décadas de existencia. Así nació el efecto Frosted; un acabado que emula el polvo de diamante y que lo convierte en un reloj que; a pesar de su diseño; puede utilizarse cada día, una de las premisas para las que se construyó el Royal Oak.
La realidad de Audemars Piguet
Hoy en día, Audemars Piguet sigue buscando nuevas ideas e inspiración; particularmente en el mundo del arte contemporáneo. Es en esta destreza en la que la firma cuenta con un programa específico. Ambas disciplinas; las bellas artes y la relojería; se unen de una manera creativa que beneficia a las dos. Cada año; como asociado global de Art Basel; la compañía exhibe el trabajo de los artistas seleccionados por su Comisión de Arte anual. Estos creadores visitarán posteriormente Le Brassus para sumergirse en el mundo de la relojería y dar vida a un nuevo proyecto.
Para la firma; el beneficio de este intercambio es profundo ya que los artistas logran transmitir año tras año lo que este lugar supone para la compañía. Así; los valores de Audemars Piguet arraigados en la empresa ven en los artistas un altavoz necesario para la compresión púbica de los mismos. La historia de esta casa no se entiende sin el Valle del Joux y la evolución de este lugar no hubiera sido igual sin la presencia de los miles de artesanos que han pasado por la manufactura durante estas décadas.
El corazón de Le Brassus
Viajar a Le Brassus es transportarse a los orígenes de una familia que sigue poniendo toda su pasión en cada pieza, que se crea con un mimo sorprendente. Es ser testigo del trabajo que esconden los relojes para comenzar a valorar el tiempo de manera distinta; supone más que el descubrimiento de las entrañas de la marca de relojería más importante de la actualidad y significa ser testigo de cómo se puede llegar a controlar el tiempo de manera exquisita y conseguir que los sueños despeguen a tu alrededor.
Es, también, empezar a formar parte de una familia que ha sabido mantener los valores fundacionales a lo largo de la historia. Viajar a Le Brassus es hacer un pacto con el tiempo para comprender lo que de verdad importa.