Los misiles que cayeron en el este de Guta, en Siria, el 21 de agosto por la noche de 2013 fueron distintos. No tenían el impacto explosivo que acompañaban los ataques en esas zonas controladas por la oposición ¿La razón? Eran cohetes cargados con sarín. Un agente nervioso al que el tiempo fresco le permitió permear los niveles más bajos de los edificios mientras se extendía por todo el bastión rebelde.
Eman F., enfermera y madre de tres hijos, cuenta que «fue como el juicio final». Una imagen parecida a la que se observa cuando se rocía insecticida sobre un montón de hormigas. Pero no eran hormigas, sino personas. Muchos cadáveres quedaron sobre las carreteras, coches con personas apiñadas dentro. Parecía que intentaron escapar pero no lo lograron. El arma química también los alcanzó.
Al principio no hubo dolor. Pero la presencia del sarín se hizo notar cuando sus efectos comenzaron a paralizar el sistema respiratorio de las víctimas. En la mayoría de los casos, las personas murieron de asfixia, así sin más.
En busca de justicia en Alemania por ataque con sarín
El gas sarín es una sustancia neurotóxica, inodora e invisible que se descubrió en Alemania en 1938, casi por casualidad, por un equipo de químicos que trabajaba con pesticidas. Ahora tres organizaciones no gubernamentales interpusieron una demanda ante la Fiscalía germana contra varios integrantes del poder del régimen sirio por tanques con sarín en Guta, en 2013, y en Jan Sheijun, en 2017.
Alemania en 2002 el país promulgó el principio de justicia universal para delitos internacionales, como genocidio y crímenes de guerra. Una medida que extiende su jurisdicción para abarcar «los más grandes delitos que afectan a la comunidad internacional en su totalidad». Sin importar que no se hayan cometido en territorio alemán o contra sus ciudadanos.
Las organizaciones Open Society Justice Initiative, el Syrian Archive y el Syrian Center for Media and Freedom of Expression interpusieron una demanda criminal en octubre pasado en la Fiscalía en Karlsruhe. La unidad de crímenes de guerra confirmó que recibió la demanda y está investigando las pruebas.
La evidencia apunta al presidente Assad y a su hermano menor
Las pruebas que se presentaron incluyen declaraciones de testigos, personal militar de alto rango y científicos del Centro de Investigación y Estudios Científicos de Siria. El organismo responsable del desarrollo y mantenimiento del programa de armas químicas.
Parte de la evidencia indica que el hermano menor del presidente Assad, Maher Assad, considerado por muchos como la segunda persona más poderosa de Siria, comandó directamente el uso del sarín en el ataque de Guta en agosto de 2013. Sin embargo, algunas declaraciones de testigos adjuntadas en la demanda señalan que un despliegue de armas como el sarín solo se puede ejecutar con la aprobación del jefe del Estado.
De acuerdo con documentos a los que Deutsche Welle tuvo acceso, el propio presidente Assad autorizó al hermano que dirigiera el ataque. Maher Assad dio la orden a nivel operativo y a partir de allí un grupo de élite llamado Brazo 450 del Centro de Investigación y Estudios Científicos de Siria habría cargado cabezas explosivas con agentes químicos. La brigada 155 de misiles los lanzó bajo supervisión directa de Maher.
Un paso más cerca de la justicia
Hasta ahora, los testimonios que describen la cadena de órdenes son la prueba más fehaciente de la vinculación directa del presidente Assad en el uso de armas químicas en Siria. Respecto a si esto basta para que la Fiscalía alemana impute al presidente sirio, expertos internacionales apuntan que no es necesario tener en mano una prueba humeante para que la demanda salga adelante.
El director del Foro Gieskes de Derecho Internacional Humanitario en la Universidad de Leiden, Robert Heinsch, explicó el contexto. Detalla que en los crímenes de guerra que se perpetran dentro de un sistema de fuerzas armadas, la ley internacional reconoce que son las jerarquías superiores las que hacen posible las violaciones de derechos humanos y leyes de regulación de la guerra.
Heinsch indica que quienes han dado órdenes a soldados rasos o a cualquiera que tenga a su cargo de lanzar ataques con gas sarín u otra arma prohibida pueden ser imputados por dar las órdenes. «Incluso, si la misma persona no dio la orden, pero era consciente o tendría que haber sido consciente de estos ataques tiene un grado importante de responsabilidad», agregó.
Ataques con con gas sarín
El de Siria no es el único uso del mortífero gas del que se tiene registro. Fue usado en el metro de Tokio en el atentado terrorista del grupo Aum Shinrikyo (verdad suprema) el 20 de marzo de 1995. En cinco ataques coordinados, liberaron gas sarín en varias líneas del transporte masivo subterráneo.
Como resultado 13 personas murieron, 50 quedaron gravemente heridas y casi 1.000 presentaron problemas temporales de visión. El ataque fue dirigido contra trenes que pasaban entre Kasumigaseki y Nagatacho, sede del Gobierno y la policía de Japón.
El grupo terrorista ya había realizado varios asesinatos y ataques con sarín, incluido el denominado incidente de Matsumoto, nueve meses antes, que acabó con la vida de ocho personas. La propia organización creó diversos agentes nerviosos e intentaron producir toxina botulínica para perpetrar actos fallidos de bioterrorismo.
En una redada posterior al ataque, la policía arrestó a varios miembros del culto. Durante todo ese verano más de 200 miembros fueron arrestados y trece de los altos directivos del grupo fueron condenados a muerte; mientras que otros recibieron cadena perpetua.
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