El eslogan de la página web Ashley Madison, que anima a tener relaciones extramatrimoniales, es La vida es corta: ten una aventura. En su página de inicio, se muestra la imagen de una mujer con un dedo sobre sus labios en gesto de silencio, dando a entender la promesa de guardar secretos. En julio un grupo de hackers llamado Impact Team robó la base de datos de los usuarios y el historial de transacciones hasta 2007. Fueron publicadas en internet en agosto. Los nombres de más de 30 millones de usuarios, direcciones y detalles personales, junto con las coordenadas GPS y sus preferencias sexuales, quedaron al descubierto.
*Mapa creado por la startup Tecnilógica con los usuarios registrados en Ashley Madison
Aunque descargar y buscar información desde este tesoro oculto de datos resulta muy incómodo, los datos de los usuarios de la web han sido revelados permitiendo a periodistas y activistas husmear entre los historiales buscando a famosos, empresarios y políticos. Todo apunta un diluvio de revelaciones a medida que van emergiendo portales de internet que permiten una búsqueda más fácil.
Las motivaciones de los hackers no están muy claras. En sus declaraciones denuncian “fraude, engaño y estupidez”, tanto de la casa matriz de Ashley Madison, Avid Life Media, como de los usuarios de la web. Argumentan que Avid Life se basa en una estafa porque la gran mayoría de usuarios son hombres que tienen que comprar créditos para acceder a los servicios.
Sin embargo, la supuesta simpatía de Impact Team por estos ingenuos difícilmente encaja con la decisión de los hackers de publicar la información y con la exhortación moralizante a los allí expuestos: “Aprende la lección y cambia”. Parece que lo más probable es que Impact Team, igual que otros, simplemente lo haga por diversión.
Algunos piensan que los usuarios de Ashley Madison tienen lo que merecen. Sin embargo, esta filtración puede traer consecuencias mucho más públicas y visibles que otras anteriores, como puede ser el robo de datos de clientes de tiendas, registros fiscales del Servicio de Rentas Internas de EEUU o, inclusive, datos de seguridad.
Se acabarán matrimonios, se destruirán reputaciones y se revelarán hipocresías. La gente puede perder su trabajo. Las revistas del corazón y los cazadores de chismes harán su agosto. Se debatirá mucho sobre el concepto actual del matrimonio y la fidelidad. Pero lo más destacado de este episodio es que ilustra, más que nunca, el deplorable estado de la seguridad de internet.
No estaría bien culpar a la tecnología de los fracasos humanos, pero eliminar el trato físico en las actividades cotidianas, como llamar a un taxi con la aplicación Uber, comprar un libro en Amazon, buscar una canción vía Spotify o citarse con alguien por medio de Tinder, puede acabar modificando sutilmente el comportamiento de las personas.
La estrategia de ventas de Ashley Madison, engalanada con carteleras gigantes, era que el anonimato de la red facilitaría tener una aventura libre de riesgos. Su página web (“¡Con más de 38.920.000 miembros anónimos!”) ofrece una garantía de reembolso de tres meses y está adornada con logos e iconos que hacen énfasis en la fiabilidad, seguridad y discreción. Estas promesas resultaban irresistibles para los millones de usuarios –y para los hackers que revelaron lo vacíos que eran estos anuncios-.
Sin duda, algunas personas se suscribieron por un impulso, mientras atravesaban una situación difícil o estando ebrias. En el pasado, la mera contemplación de la infidelidad no dejaba rastros físicos. Pero ahora están expuestos al escrutinio público.
Internet no es bueno guardando secretos. El robo de información personal de varias compañías y agencias del gobierno se ha vuelto tan rutinario que la mayoría de esas violaciones se olvidan rápidamente. Para la mayoría, es simplemente un inconveniente ocasional. Si roban el número de su tarjeta de crédito, puede conseguir otra; si su contraseña se ve comprometida, puede cambiarla. La usurpación de identidad y el fraude son un poco más problemáticos. Pero la decisión de las compañías de no dedicar más atención a la seguridad de los datos queda reivindicada al ver que la única reacción de la gente es encogerse de hombros cada vez que se le da espacio a otra violación.
El ataque a Ashley Madison es diferente, ya que amenaza con destruir familias y acabar con carreras profesionales. La seguridad de Avid Life no parece ser peor que la de otras compañías, pero sus bases de datos contienen información mucho más delicada. Si este robo termina siendo una advertencia que motive a las empresas a tomarse la seguridad más en serio, entonces, al menos, algo bueno habrá resultado de este lamentable episodio.