Pareciera que entre la política y la ciencia hay un puente roto. Una encuesta entre centenares de científicos del mundo reveló que la mayoría están descontentos con los sistemas que proporcionan asesoría científica a los responsables políticos
En momentos en los cuales noticias de virus mortales, digitalización, ciberataques, inteligencia artificial, computadoras cuánticas, fenómenos meteorológicos extremos y microplásticos invaden los medios de comunicación y las redes, se supondría que los políticos deberían contar con sólidos equipos de asesoría científica. La encuesta realizada por Nature demuestra que nada hay más lejos de la realidad.
Tradicionalmente la política se ha nutrido de hombres de leyes, negociantes, militares y dirigentes de movimientos sociales. No abundan en la política mentes científicas. No hay en el escenario actual un equivalente a Benjamin Franklim, John Adams o Thomas Jefferson. Políticos con sólidos conocimientos de la ciencia de su época. Ni siquiera de Angela Merkel, formada como físico.
En más de una ocasión ha quedado en evidencia el desconocimiento de los políticos en temas científicos. El ejemplo más patético es Estados Unidos, quizás la mayor cantera de producción científica del mundo. En donde, tanto en las comparescencias de los líderes de las industrias tecnológicas ante los parlamentos, como en la desestimación por parte magistrados del Tribunal Supremo de causas judiciales con bases científicas, ha quedado en evidencia su ignorancia y pobre manejo de los temas.
En la cima de las paradojas, con un Jefe de Estado que prefería tomar decisiones con base en información errónea y descalificar la científica. Como pasó con Trump durante la pandemia del COVID. Pero el mundo hoy día no funciona, ni se comprende sin la ciencia. Las políticas deben ajustarse a sus principios. Tomar las mejores decisiones es de vida o muerte. Como lo demostró precisamente la pandemia.
Científicos responden a Nature
Pero cinco años después de que la pandemia de COVID-19 expusiera la importancia de los vínculos sólidos entre científicos y formuladores de políticas, los desafíos para brindar asesoramiento han aumentado. «Todos los países se preguntan cómo podemos hacer ciencia y brindar asesoramiento científico», dice Jeremy Farrar, científico jefe de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, Suiza.
En un mundo hiperconetado la creciente espiral de información errónea y desinformación corre el riesgo de enturbiar el asesoramiento científico. A lo que se suma el sentimiento anticientífico que está erosionando la confianza en los expertos y en la ciencia. Fenómenos que preocupan a los científicos. Temen que empeore bajo la segunda presidencia estadounidense de Donald Trump, quien ha ignorado o distorsionado repetidamente la evidencia científica.
Según una encuesta de Nature a unos 400 especialistas en políticas científicas de todo el mundo los sistemas que conectan a los científicos con los políticos no están funcionando bien. El 80% afirmó que el sistema de asesoramiento científico de su país era deficiente o irregular. El 70% dijo que los gobiernos no recurren a ese asesoramiento de forma rutinaria.
La encuesta de Nature, realizada antes de las elecciones estadounidenses de noviembre y complementada con más de 20 entrevistas, reveló algunos de los mayores obstáculos para brindar asesoramiento científico. El 80% de los encuestados cree que los responsables políticos no comprenden lo suficiente la ciencia, y el 73% dijo que los investigadores no entienden cómo funcionan las políticas.
«Es una tensión constante entre los analfabetos científicos y los políticamente desorientados», afirma Paul Dufour, especialista en políticas de la Universidad de Ottawa en Canadá.
Muchos expertos afirman que los sistemas de asesoramiento científico necesitan más cambios. Para Peter Gluckman, exasesor científico jefe del primer ministro de Nueva Zelanda, abordar cuestiones como la desventaja intergeneracional, salud mental de los jóvenes, inmigración y respuestas al cambio climático, requieren formas diferentes de operar.
Del «Rolls Royce» al «taxista»
Desde los tiempos de Solly Zuckerman, el primer asesor científico jefe del Reino Unido, la figura del científico asesor ha evolucionado de manera significativa. A pesar de décadas de experiencia, su eficacia sigue siendo objeto de debate.
Hay quiene se preguntan si los asesores científicos son los ‘Rolls Royce’ de la política. Capaces de guiar a los gobiernos hacia decisiones basadas en evidencia O, por el contrario, son simplemente figuraa decorativas con poca influencia real.
Los sistemas de asesoramiento científico tienen algo en común: mucha gente piensa que no están a la altura de su tarea. Según la encuesta de la revista Nature, el 78% dijo que los asesores científicos carecen de influencia en el gobierno. Mientras que el 68% opinó que los gobiernos carecen de la investigación pertinente para responder a las preguntas políticas. «No creo que ningún país haya acertado en este aspecto, y no sé cómo sería hacerlo», afirma Kathryn Oliver, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
La definición misma de asesoramiento científico no está clara. Para algunos, se limita a los mecanismos formales. Otros lo usan de manera imprecisa para referirse a cualquier forma en que la investigación fundamenta las políticas. Incluidos los centros de estudios y burócratas que buscan datos en Google. «Los taxistas son buenos para dar asesoramiento científico», comenta con ironía Rémi Quirion, científico jefe de Quebec en Canadá.
Herencia de Zuckerman
Cuando surgía una crisis científica en el número 10 de Downing Street, en Londres, Solly Zuckerman, llegaría, diría lo que tenía que decir y se marcharía sin problemas. Una vez superada la polémica, no habría ninguna señal de que hubiera estado involucrado. El legado de Zuckerman son los asesores científicos jefes (GCSA, por sus siglas en inglés) que muchos países de la Commonwealth y otros tienen hoy en día.
El sistema a veces se conoce como «el Rolls Royce del asesoramiento científico», pero es tan complejo que se necesitaron 93 páginas para explicarlo en un informe. En otros países, las academias nacionales de ciencias desempeñan un papel más central. Mientras que en Estados Unidos los científicos informan a las distintas ramas del gobierno a través de múltiples vías.
«No hay una solución única para todos en materia de asesoramiento científico», dice Chagun Basha, asesor científico de la Oficina del Gobierno de la India. Cada país ha desarrollado su propio sistema, moldeado por la historia, la cultura y las crisis que ha enfrentado. Japón tiene el Consejo de Ciencia, Tecnología e Innovación, China, la Academia China de Ciencias. Chile utiliza comités ad hoc.
Lecciones de la COVID
La encuesta de Nature, enviada a unas 6.000 personas de todo el mundo, arrojó resultados mixtos sobre el éxito del asesoramiento científico durante la pandemia de COVID-19.
Casi el 60% de los participantes dijo que el asesoramiento científico se tuvo en cuenta con éxito en la formulación de políticas ante la pandemia en su país. No obstante, una cuarta parte de este grupo también atribuyó los fallos en el asesoramiento científico al exceso de muertes por COVID-19. Ascendió a más de 21 millones en 2021-22.
Para el investigador de políticas científicas Roger Pielke, de la Universidad de Colorado, la primera lección fue que «nadie lo hizo bien». La segunda que Estados Unidos quedó particularmente mal parado.
La falta de un mecanismo asesor de expertos de alto nivel en Estados Unidos, algo equivalente al Grupo Asesor Científico para Emergencias (SAGE) del Reino Unido, quedó en evidencia cuando el entonces presidente Donald Trump hizo declaraciones que la ciencia no respaldaba. Como la efectividad de la hidroxicloroquina para tratar la COVID-19. Anthony Fauci, asesor científico de la Casa Blanca, tuvo que salirle al paso y corregirlo.
«Nadie sabía quién estaba a cargo» del asesoramiento científico en materia de salud pública, dice Marcia McNutt, presidenta de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. La academia estaba publicando consejos, pero varias agencias de salud y ciencia los estaban interpretando de manera dispar. La mayor victoria después de la pandemia sería determinar quién debería tomar la iniciativa la próxima vez, afirma McNutt.
A nivel mundial, la rápida evolución de la pandemia puso de relieve que muchos sistemas de asesoramiento científico son simplemente demasiado lentos en una crisis. El Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos, normalmente tarda 18 meses en producir sus informes de referencia. Durante la pandemia, produjo algunos en apenas semanas.
Asesores a la sombra
La pandemia de COVID-19 alimentó un fenómeno que el investigador Roger Pielke llama «asesoramiento científico en la sombra». Es cuando los científicos se unen y ofrecen asesoramiento fuera de los canales establecidos. Durante la crisis, este asesoramiento «se volvió problemático en muchos lugares, (…) porque había científicos que se organizaban para desafiar a los gobiernos o a los mecanismos oficiales de asesoramiento científico».
Un ejemplo destacado fue el SAGE independiente del Reino Unido. Para el virólogo clínico Deenan Pillay cumplió una función complementaria al interactuar con el público y presentar opciones de políticas basadas en la ciencia. Pillay presidió el SAGE independiente. Pielke está en desacuerdo. En su opinión, al cuestionar el asesoramiento del gobierno, el SAGE independiente a menudo «deslegitimaba al SAGE y, al propio asesoramiento científico».
En Filipinas, un grupo de expertos llamado OCTA Research se convirtió en una fuente importante de asesoramiento científico durante la pandemia. Según uno de sus miembros, Benjamin Vallejo Jr., el grupo tuvo éxito porque contaba con una amplia gama de expertos y se comunicaba con los políticos «de una manera que no amenazara su credibilidad pública».
Tanto Pillay como Pielke coinciden en que el asesoramiento científico necesita un mecanismo que incorpore una mayor diversidad de expertos. Más del 60% de los encuestados por Nature respondió que el asesoramiento científico no incorpora una diversidad de personas o puntos de vista.
McNutt opina que una forma de presentar las diferentes opiniones de los científicos a los responsables de las políticas es ofrecer una serie de opciones de políticas y exponer lo que la investigación dice sobre cada una de ellas. Enfoque que gana terreno como una manera de mejorar el asesoramiento científico en lugar de lograr los siempre complicados consensos.
Los ministros deciden
La famosa frase de Margaret Thatcher, ‘los asesores asesoran y los ministros deciden’, encapsula la tensión existente en la relación entre ciencia y política. Aunque muchos científicos consideran que su papel se limita a proporcionar evidencia, otros abogan por una participación más activa en la definición de las políticas públicas.
Según la encuesta de Nature, aproximadamente la mitad de los encuestados está de acuerdo con esta idea: los científicos proporcionan resultados de investigación, pero no expresan una opinión sobre las decisiones políticas, dejando a los responsables políticos la tarea de sopesar la investigación junto con los costos, la política y otros factores. Pero más de un tercio de los encuestados expresaron su desacuerdo.
Para Susan Michie, investigadora del comportamiento en el University College de Londres, cuando los asesores científicos se mantienen demasiado alejados de los responsables de las políticas, surge un problema. «Por supuesto que los responsables de las políticas deciden», dice, pero eso no significa que los científicos deban asesorar en un «vacío político». «Es mucho mejor que los científicos y los responsables de las políticas desarrollen una relación continua en la que puedan hacer y responder preguntas».
Equipos rojos
En Finlandia, la Science Advice Initiative probó nuevos enfoques, como la «síntesis de conocimientos de respuesta rápida». Cuando un tiroteo escolar sacudió al país, el equipo de Jaakko Kuosmanen, en lugar de apresurarse a buscar soluciones, sintetizó investigaciones y opiniones de expertos sobre los vínculos entre el acoso escolar y la violencia. Luego de lo cual sugirió posibles acciones.
Otro enfoque prometedor que han probado es el de los «equipos rojos» para la formulación de políticas. En el cual los científicos trabajan de forma confidencial con los responsables de las políticas para examinar los primeros borradores desde una perspectiva científica. «Este examen en un entorno confidencial y de confianza es algo que no se había hecho antes», explica Kuosmanen.
La Comisión Europea también ha abordado la tensión entre «asesorar y decidir» a través del Mecanismo de Asesoramiento Científico (SAM). Divide el proceso en dos: primero, los expertos recopilan la investigación pertinente. Luego un grupo de asesores científicos principales lo resume y formula recomendaciones de políticas para los políticos.
“Hay un cortafuegos deliberado” entre la síntesis de evidencias y las recomendaciones políticas», puntualiza Toby Wardman, jefe de comunicaciones de SAM en Bruselas. Es lo que garantiza que “los científicos que trabajan en el campo no sean quienes definan las políticas en las áreas en las que trabajan”.
Un mundo de diferencias
La capacidad de los países para aprovechar el conocimiento científico varía significativamente. Los países de altos ingresos cuentan con sistemas de asesoramiento científico relativamente sólidos. En cambio, muchos países en desarrollo carecen de las instituciones y los recursos necesarios para integrar la evidencia científica en la toma de decisiones políticas
La encuesta de Nature reveló que los encuestados de países de ingresos bajos y medios tenían muchas más probabilidades de responder que el asesoramiento científico no es una parte rutinaria de la toma de decisiones del gobierno. Y que su sistema de asesoramiento era deficiente.
Según Zakri Abdul Hamid, exasesor científico del primer ministro de Malasia, en algunas partes de Asia «no hay conciencia sobre el papel clave que los científicos pueden desempeñar para los líderes gubernamentales». Duan Yibing, de la Academia China de Ciencias dice que no es el caso de China, donde los líderes políticos «conceden gran importancia al asesoramiento científico».
Mobolaji Oladoyin Odubanjo, de la Academia Nigeriana de Ciencias reconoce que en los países africanos, los responsables de las políticas a menudo carecen de interés por la ciencia. Dependen más de las relaciones personales. Pero esto está cambiando con el crecimiento de las academias africanas de ciencias.
Según los especialistas, uno de los mayores problemas es la impermanencia de los mecanismos de asesoramiento científico. Soledad Quiroz sostiene que en América Latina, «los sistemas políticos son demasiado inestables». Una relación de confianza u otra vía de asesoramiento establecida bajo un gobierno desaparece con el siguiente.
Otro problema es la falta de evaluación rutinaria de los sistemas existentes. Dificulta extraer lecciones sobre qué funciona mejor. Peter Gluckman señala que el impacto también es difícil de medir, cuando el asesoramiento entre bastidores suele llevar al abandono silencioso de una idea de política.
Nuevos retos
Ante la interrogante sobre cómo debe evolucionar la asesoría científica en la próxima década. Los encuestados por Nature respondieron que la mayor prioridad es la capacitación y educación avanzada para los investigadores. El crecimiento de la asesoría científica en los gobiernos ha generado la necesidad de «intermediarios del conocimiento» profesionales.
«La gente cree que con un doctorado se puede brindar asesoría científica y eso no es cierto», afirma Alma Cristal Hernández Mondragón del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional en Ciudad de México. «Se requiere capacitación y habilidades adicionales».
Es un tipo de trabajo está despertando interés entre los científicos más jóvenes. Shobita Parthasarathy, quien enseña política científica en la Universidad de Michigan en Ann Arbor, señala que las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial (IA), están “realmente impulsando a la gente” a considerar cómo podrían influir en la dirección de la ciencia y la tecnología. No es accidental que la IA sea uno de los primeros temas del Consejo Asesor Científico de la ONU, que incluye científicos jefes de agencias de la ONU y siete científicos externos.
La IA es uno de los mayores desafíos que enfrentarán los asesores científicos en el futuro. Cuando se les preguntó sobre la IA, el 41% de los encuestados sugirió que los asesores científicos deberían centrarse en combatir la desinformación generada por la IA. El 59% cree que deberían usar la IA para ayudar a sintetizar la evidencia. Mientras que 75% opina que deben brindar asesoramiento sobre los posibles beneficios y daños de la IA.
Combatir la desinformación
La proliferación de información errónea y desinformación es otro problema crítico. Rémi Quirion, presidente de INGSA, señala que estar en el asesoramiento científico ahora “a veces es un poco aterrador”. Las noticias falsas y la desinformación pueden eclipsar el asesoramiento científico. “Incluso si los científicos hacen una recomendación al gobierno, alguien puede simplemente decir ‘No lo creo’”, comenta.
El resultado de las elecciones estadounidenses plantea nuevas preocupaciones. Durante el primer mandato de Trump, se necesitaron casi dos años para nombrar a un asesor científico de la Casa Blanca. “Las cosas no pintan bien en este momento con [la] lista temprana de nombramientos”, advierte Quirion.
Peter Gluckman y otros expertos sostienen que uno de los mayores desafíos es abordar problemas de largo plazo que involucran múltiples departamentos gubernamentales y requieren ciencias naturales y sociales sólidas.
Jeremy Farrar, científico jefe de la OMS, argumenta que hay que comenzar con la creación de sistemas de asesoramiento científico sólidos y confiables capaces de enfrentar problemas cotidianos. “No creo que se establezca un asesoramiento científico sólo para abordar problemas complejos. Creo que es fundamental, por ejemplo, para el funcionamiento de los sistemas de transporte y educación en el futuro”.
Gluckman sugiere que el asesoramiento científico del futuro requerirá personas bien capacitadas que puedan ser honestas y directas. “Sigo pensando que es la clave del asesoramiento científico. Se necesitan personas que puedan decir: ‘Primer ministro, eso es lo más estúpido que he oído en mi vida’”, comenta Gluckman.
Pero incluso con un sistema sólido de asesoramiento científico, el elemento más importante es un primer ministro, o presidente, dispuesto a prestar atención. “Son ellos los que formulan las políticas, las estrategias. Si no comprenden la conexión con el asesoramiento basado en la evidencia, entonces su impacto será limitado”, afirma Zakri Abdul Hamid.