En el documental Iberia, naturaleza infinita, el biólogo y cineasta Arturo Menor muestra que la conservación del patrimonio natural en la península ibérica no es un reto menor ante el cambio climático. La variedad y el esplendor de la fauna y la flora no están a salvo de instalaciones eléctricas, cebos envenenados y vertidos residuales en los ríos y costas.
La península ibérica posee, en buena medida, la mayor biodiversidad de Europa. Sirve de puente con el continente africano y sitio de reproducción y sirve como sitio de encuentro de múltiples especies del norte y del sur, así como de la fauna y flora autóctonas.
Arturo Menor (Talavera de la Reina, 1970) lleva años combinando la investigación medioambiental con el mundo del cine y de la divulgación. Es el autor del libro Doñana, espacio natural, espacio de futuro y a través de la gran pantalla proyecta sus inquietudes ecológicas. Sus películas encuentran WildMed, el último bosque mediterráneo y Barbacana, la huella del lobo, que constituyen un fuerte llamado a la defensa del patrimonio natural.
¿Por qué observa la península a través de un águila real y no de otro animal?
Me propuse que la película representase las dos vertientes de la naturaleza ibérica: la atlántica y la mediterránea. Ya había trabajado los bosques del norte de la península en Barbacana (2018), pero quería estar por igual en el norte y en el sur. Mi idea era una historia que tuviese un hilo conductor y no una serie de historias inconexas.
Se me ocurrió plantar una secuencia, una historieta, una película o un viaje de algún protagonista. Elegimos el águila real porque está distribuida por toda la península. Un ave de gran tamaño y con una enorme capacidad de desplazamiento.
¿Qué importancia tiene el área de distribución de águila real?
Su distribución enlaza muy bien con los objetivos conservacionistas de la película. Queríamos plantear los problemas que tienen algunas especies como el águila real con la electrocución en tendidos eléctricos, con los parques eólicos o con los cebos envenenados, que todavía siguen vigentes en España.
Algunas películas como As bestas, recogen problemáticas en el paisaje de la energía eólica y la fotovoltaica. ¿Cuál es su punto de vista como biólogo y cineasta de estas instalaciones?
El futuro de la humanidad depende de los aerogeneradores y las plantas fotovoltaicas que muchas veces por mala planificación se ubican en zonas donde habitan especies en peligro de extinción y a las que pueden afectar. No podemos hacer un cambio energético tan importante a costa de la biodiversidad. A menudo se pretende que este tipo de instalaciones se ubiquen en el campo sin que haya una planificación de evaluación previa del impacto ambiental. Un grave error. Estamos retrocediendo. Teníamos una legislación muy buena para evitar estos estropicios y ahora nos la vamos a saltar. Totalmente inconcebible.
¿De qué manera podemos afrontar este conflicto?
Estoy a favor de la energía eólica, pero en sitios donde no destruyan la biodiversidad ni el paisaje. Las plantas fotovoltaicas también son muy necesarias, pero hay que hacerlo con cabeza y no pensando en ganar la mayor cantidad de dinero posible. Estas construcciones destruyen el hábitat de especies en peligro de extinción cuando se podrían montar perfectamente en los tejados de centros comerciales, parkings, naves de polígonos. En España existen suficientes superficies para todas las instalaciones.
¿Qué otros factores disminuyen la biodiversidad en la península ibérica?
Nuestros ríos y las poblaciones autóctonas de peces ibéricos están en muy malas condiciones. Todavía, en 2023, con lo que hemos avanzado en algunos ámbitos, se siguen vertiendo aguas residuales a los ríos tanto por municipios, como por industrias. Es el agua que bebemos. Los animales que los habitan sufren un gran maltrato. Muchas especies fluviales se han extinguido y continúan haciéndolo. Es triste. Mantenemos la pesca del salmón y permitimos que pueda desaparecer, muy grave e inconcebible. Es como cazar osos pardos para comerlos. Tenemos que dar una moratoria al salmón para que las poblaciones crezcan de nuevo y recuperen el territorio que han perdido en los ríos de la cornisa cantábrica.
¿Podrán los humanos coexistir con las demás especies y los sistemas ecológicos que les son ajenos?
El ser humano es la creación más maravillosa de la naturaleza. Somos y hacemos cosas maravillosas que ninguna otra especie es capaz de pensar. Representamos lo mejor del planeta con el arte, la cultura y la música, creaciones increíbles. Pero también representamos lo peor: contaminación, destrucción del propio hábitat y el de otras especies. Somos una especie muy contradictoria.
¿Contribuyen los documentales a proteger la naturaleza?
Siempre digo que la principal acción de conservación que se ha realizado en la historia de España fue El hombre y la Tierra (1974). Los españoles nos enamoramos de nuestra propia fauna. La desconocíamos. Cambió la mentalidad del país y su legislación. Muchas especies que se podían cazar se protegieron. Es necesario que se siga habiendo producciones que enamoren a las nuevas generaciones para que encaminen su futuro profesional hacia la conservación del patrimonio natural.
¿Por qué salvar unas especies y otras no? La belleza y su utilidad privilegian a unas, ¿y las otras?
Todo es bello. El público desconoce las imágenes de las águilas peleando que aparecen en la película. Quizás hemos errado al centrarnos en mostrar los bosques y las montañas, pero también hay belleza en las zonas esteparias, en el alzacola y los viñedos. Hay que buscar esa belleza para que el público se enamore. Todos los seres vivos son igual de relevantes. Un alzacola es tan importante como un lince ibérico, un urogallo o un oso. A mí me gustó mucho rodar la secuencia del urogallo. Fascinante. Escuchar los urogallos alrededor me retrotraía un poco. Me hacía pensar cómo se habían sentido los romanos o los cartagineses cuando cruzaron los Pirineos y escucharon esta ave con ese canto tan particular en el bosque.
También me ha gustado mucho trabajar con el alzacola. Me ha sorprendido lo bonita y desconocida que es. El canto que tiene es precioso, puede rivalizar perfectamente con un ruiseñor. Además, es un ave muy confiada y hemos podido filmar imágenes muy bonitas, con gran angular, algo extraordinario.
¿Cómo consigue captar y rastrear animales de los que no hay mucha presencia?
El trabajo de preproducción es muy importante. Hay que investigar. El naturalista Jorge Chachero, por ejemplo, lleva 12 años investigando los ríos cantábricos para conocer dónde se encuentran los frezaderos a los que acuden los salmónidos que aparecen en la película, así como la época más favorable para grabar.
Hay un trabajo de campo muy minucioso. Con el lince ibérico, se ha contado con los equipos de seguimiento del Proyecto Live para la conservación de esta especie. Los especialistas y expertos son los que están todo el día allí, saben en qué lugar están los linces y, lo que es más relevante, qué ejemplar es mejor para filmar. Algunos tienen un comportamiento esquivo, mientras que otros son más tolerantes a la presencia humana.
¿Está contento con la labor de los montadores y sonidistas?
Mucho. Han mejorado muchísimo lo que hice con la cámara. Los montadores José Moyano y Manuel Terceño cada día me sorprendían con algo nuevo que mejoraba la película. Por ejemplo, en los paisajes que se grabaron los drones no estaba el águila, sino que la integraron ellos digitalmente con efectos visuales. Los sonidistas igual. Ha captado los sonidos del campo, lo que realmente se escucha en estos parajes. El sonido del alzacola es muy específico y particular en cada momento. El registro lo hizo Carlos de Hita y la mezcla de sonido Jorge Marín, ganador de un Goya por Tres días.
Hemos logrado una experiencia inmersiva. Al ver los urogallos sientes que estás en un bosque de la cordillera Cantábrica o de los Pirineos. Escuchas las aves a tu alrededor y las estás viendo delante de ti. Queremos que el espectador lo sienta así, como el vuelo de una golondrina, y que llegue un momento en el que se sienta esa golondrina volando.
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