El rompehielos Polarstern (Estrella polar) regresó a Alemania. La mayor expedición científica jamás realizada en el Polo Norte volvió a Bremerhaven tras un año de investigación sobre el calentamiento global. Los investigadores regresaron a casa para dar la voz de alarma sobre el deshielo en el casquete polar y todo lo que recogieron en ese año que duró la expedición.
Antje Boetius, directora del Instituto alemán Alfred Wegener, expresó su alegría por la llegada de los exploradores. «Esperé tanto este momento, es genial que nuestro barco y toda su tripulación a bordo estén de vuelta en casa y que todo fue bien», dijo.
Una investigación sinigual
La embarcación, que alberga el Observatorio Multidisciplinar para el Estudio del Clima Ártico (MOSAiC, por sus siglas en inglés), partió el 20 de septiembre de 2019 desde la ciudad de Tromso, Noruega, en el Círculo Polar Ártico.
Durante el tiempo que estuvo navegando sobre las aguas del ártico, cientos de científicos recogieron datos del hielo, el océano y la atmósfera. El Ártico es una de las regiones más hostiles e inhabitables del planeta, pero muy importante para el ecosistema global.
Markus Rex, el jefe de la expedición, afirmó que vieron «cómo muere el casquete». Agregó además que si el cambio climático sigue avanzando como hasta ahora, en pocas décadas «el Ártico se quedará sin hielo en verano». Calificó de «impresionante» todo el proceso de recolección de muestras. Encontraron hielo fundido, fino, frágil, durante el verano. También describió grandes «superficies de agua hasta donde alcanza la vista».
Un diagnóstico que confirman las observaciones de los satélites de Estados Unidos. Durante el verano el casquete polar se fundió hasta alcanzar la segunda superficie más pequeña de la que se tenga registro desde 2012.
Los expertos también pudieron constantar temperaturas mucho más altas que hace décadas durante el invierno. En ese periodo se enfrentaron a una noche absoluta que duró varios meses.
El equipo tuvo que levantar un campamento amarrado a un pedazo de banquisa para poder realizar la investigación en mejores condiciones. Lo componían cuatro estaciones científicas en un radio de 40 kilómetros alrededor del barco.
La expedición, dotada de un presupuesto de 140 millones de euros, recabó un billón de bytes de datos y varias muestras de hielo y agua. Con estos elementos esperan obtener valiosa información para entender los procesos que están ocurriendo en el Polo Norte.
Los avances de la expedición
De acuerdo con Rex, pudieron observar un centenar de parámetros durante el año que duró su viaje. Esto permitió «un avance en la comprensión del sistema climático del Ártico». Sin embargo, el análisis completo del material recabado y su difusión tardará uno o dos años.
El objetivo de este estudio es poder actualizar los modelos de predicción del clima. Se podrá saber cómo serán las olas de calor, las lluvias diluvianas o las tormentas durante los próximos 20, 50 o 100 años.
Radiance Calmer, investigadora de ciencia atmosférica de la Universidad de Colorado, en Boulder, explicó que para crear estos modelos se necesitaban observaciones in situ. Calmer estuvo en el Polarstern desde junio hasta septiembre.
Los científicos tuvieron que soportar temperaturas que bajaron hasta los -39 grados Celsius. Además, recibieron la visita de aproximadamente 60 osos polares.
El cambio climático en el Ártico
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) sugiere que las actividades humanas están afectando el sistema climático. El Ártico y sus cambios son una muestra alarma de la situación.
Aumento global de las temperaturas y del nivel del mar, incremento en la intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos son algunas de las pruebas que recolectó el IPCC. Sin embargo, señalan que el Ártico es el termómetro para el cambio climático. Este fenómeno se conoce como amplificación polar. Consiste en el transporte de calor desde latitudes bajas y cálidas hacia las altas y frías, junto con otras retroalimentaciones del sistema. Esto hace que las temperaturas en los trópicos sean más frías y en los polos más cálidas.
Durante los últimos 30 años se ha perdido la mitad del hielo marino y también se ha acelerado la pérdida del casquete glaciar en Groenlandia. Además de las proyecciones climáticas que alertan sobre posibles veranos sin hielo en el océano Ártico, como mencionó Markus Rex, el jefe de la expedición alemana.
Hasta no hace mucho el Ártico estaba cubierto por una gruesa y sólida capa de hielo marino que persistía todo el verano. Que además reflejaba de vuelta al espacio parte de la luz solar. Un efecto que se conoce como albedo. Pero las pérdidas de grandes masas de hielo y nieve le restan eficiencia a este efecto, ocasionando que las superficies más oscuras del océano absorban mayor radiación solar y también el suelo continental.
Esta modificación en el efecto albedo polar resulta en una retroalimentación positiva para el cambio climático. Se potencia el incremento de la temperatura a través de la amplificación polar.
Otras investigaciones, como la de la expedición del Polarstern, seguramente arrojen más luz sobre los mecanismos que funcionan en el sistema climático. Más de 70 institutos de investigación de casi una veintena de países participaron en este proyecto cuyos resultados ahora el mundo espera con ansias.
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