El Museo Guggenheim Bilbao presenta Yayoi Kusama, de 1945 hasta hoy, una ambiciosa retrospectiva dedicada a una de las más figuras más influyentes del arte contemporáneo e icono cultural del siglo XXI. La exposición, que cuenta con el patrocinio de Iberdrola, sumerge al visitante en el universo obsesivo, singular y vanguardista de Yayoi Kusama, que ha ido desarrollándose y evolucionado a través de siete décadas de extraordinaria trayectoria artística.
La obra de Yayoi Kusama se articula en torno a los grandes temas y preguntas que han guiado sus exploraciones creativas: Infinito, Acumulación, Conectividad radical, Lo biocósmico, Muerte y La fuerza de la vida.
Desde los primeros dibujos que realizó siendo una adolescente durante la Segunda Guerra Mundial hasta sus obras inmersivas más recientes, esta retrospectiva de Yayoi Kusama (n. 1929, Japón) reúne una selección de doscientas pinturas, esculturas, performances, imágenes en movimiento, instalaciones de grandes dimensiones y material de archivo.
Organizada según criterios cronológicos y temáticos, la producción creativa de Kusama se muestra en torno a los grandes temas y preguntas que a lo largo de su vida han guiado sus exploraciones creativas: Infinito, Acumulación, Conectividad radical, lo Biocósmico, la Muerte y la Fuerza de la vida, situando asimismo las obras en las realidades políticas y sociales diversas que le ha tocado vivir.
AUTORRETRATO
La obra de Kusama se basa en la autoafirmación y lo auto referencial, por lo que la exposición incluye un espacio dedicado al género del autorretrato, que constituye una práctica relevante a lo largo de toda su carrera y sirve como introducción a la artista y la muestra.
El recorrido empieza con Autorretrato (Self-Portrait, 1950), un cuadro oscuro con un girasol color rosa carne que flota sobre una boca humana, y sigue con los collages surrealistas de la década de 1970, un grabado de la década de 1990 y los lienzos con pintura acrílica de vivos colores del siglo XXI. Termina con Retrato (Portrait, 2015) una composición realizada a modo de collage que combina el característico patrón de lunares de la artista, con las también recurrentes redes y formas tentaculares.
La exposición muestra a través de pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones y material de archivo de sus happenings y performances la manera en que Kusama aborda las preguntas existenciales que impulsan su práctica artística.
INFINITO
La primera exposición individual de Yayoi Kusama en Nueva York, celebrada en la Brata Gallery en 1959, presentaba cinco pinturas de enormes dimensiones tituladas Redes del infinito (Infinity Nets), en las que minúsculos arcos pintados en blanco cubrían toda la superficie de un fondo negro. Esta práctica constituyó una novedad para el público artístico neoyorquino, aunque fue especialmente reconocida en los círculos vanguardistas europeos.
Sin título (Recorte de una Pintura de red de infinito) [Untitled (Off Cut of Infinity Net Painting)], 1960, es un fragmento de la pintura Infinity Net de 10 metros de largo que creó para su primera exposición individual en la Stephen Radich Gallery de Nueva York en 1961.
Inicialmente inspiradas –como es el caso de El mar (The Sea, 1959)– por lo que vio durante el vuelo sobre el océano Pacífico en su viaje de Japón a Estados Unidos en 1957, estas obras exploran el infinito a través de redes y puntos que sugieren dimensiones galácticas, con lunares que representan estrellas, planetas y la propia Tierra como “un lunar entre un millón de estrellas”.
(Silla) [Untitled (Chair)], 1963
(Souls That Flew in the Sky), 2016
Esta dualidad del infinito y la nada constituye la base de la característica trama de redes y lunares de Kusama, que los concibe como partes recíprocas: los lunares son espacios negativos dentro de la red, y viceversa. Las Redes del infinito de las décadas de 1990 y 2000 establecen relaciones con las fuerzas naturales que inspiran a la artista, asemejándose a nubes ondulantes o campos de estrellas sin fin.
En cambio, Transmigración (Transmigration, 2011), con sus cuatro paneles de vibrantes colores, alude a la visión de Kusama de un ciclo de vida continuo a través del renacimiento de la naturaleza y el océano, como en sus primeras pinturas de redes.
ACUMULACIÓN
La idea de acumulación y repetición en el arte de Kusama puede interpretarse, más allá de como una tendencia obsesiva, como una expansión lógica de su visión creativa, que aplica tanto a una serie de dibujos en el suelo de su estudio como al corpus global de su obra artística.
El collage Acumulación de letras (Accumulation of Letters, 1961) es una de las obras de acumulación más tempranas de la artista, realizada con recortes de su propio nombre procedentes de las tarjetas de invitación impresas para una exposición. Un año después, este impulso se desborda haciéndose tridimensional. La artista cubre objetos y mobiliario doméstico, prendas de ropa, zapatos, maletas y otros elementos con cientos de protuberancias de tela con relleno.
El resultado es una serie de objetos misteriosos, como Sin título (Silla) [Untitled (Chair), 1963] que presenta complejas e insólitas asociaciones orgánicas y eróticas. Además de resultar extremadamente laborioso, este método muestra límites a su visión del crecimiento, por lo que la artista comienza a incluir en sus obras espejos que virtualmente multiplican su trabajo.
Poco a poco, el deseo compulsivo de multiplicar estas formas suaves llevó a Kusama a expandir su visión a través de sus salas de espejos infinitos a principios de 1965, y en telas plateadas o estampadas en los años 1970 y 1980, como Acumulación de manos (Accumulation of Hands, 1980), donde un sofá y sillas están envueltos por cientos de guantes de plata.
Pionera en el ambiente contracultural de finales de los 1960, Kusama denuncia las discriminaciones raciales y de género, critica la guerra y el militarismo y llama la atención de los medios con sus happenings públicos
CONECTIVIDAD RADICAL
A finales de la década de 1960 Yayoi Kusama desarrolla una práctica artística alejada de lo material, centrada en la participación del público y la performance. Inmigrante en Estados Unidos, adopta una postura inconformista y abiertamente provocadora manifestándose a favor de los derechos de los gais, denunciando las discriminaciones de raza y de género, parodiando y criticando la política estadounidense y protestando contra la guerra de Vietnam a través de su arte de instalación y multimedia.
Debido sobre todo a los desnudos que se mostraban en público en estas performances, sus actuaciones recibieron gran atención por parte de la prensa, que las calificaba de manera diversa: como manifestaciones de la contracultura o como ardides publicitarios de mal gusto. Hoy en día vemos en esta práctica el núcleo de una estrategia artística más amplia que podría denominarse de “conectividad radical”, coherente con la relación que Kusama ha mantenido con los medios de comunicación durante toda su vida. Sus creaciones de este periodo incluyen el diseño de moda, espectáculos de luces y audiovisuales, manifestaciones políticas, instalaciones y cine expandido. En todas incluye performances de pintura de los cuerpos, en las que la artista cubre de lunares pintados la piel de los participantes desnudos.
Kusama denomina este acto “autoobliteración”, un concepto que implica la liberación por parte del individuo, a través de la destrucción del “yo”, de las limitaciones que le impone la sociedad, incluidos los modelos femeninos imperantes. Ejemplo de ello es la instalación Auto-obliteración (Self-Obliteration, 1966–74), consistente en una serie objetos cubiertos de pintura de vivos colores, entre ellos seis maniquíes, sillas y una mesa de comedor con elementos cotidianos.
En la década siguiente, la práctica de Kusama se vuelve introspectiva, aunque la autoobliteración reaparece como tema predominante de su trabajo a partir de 1975.
LO BIOCÓSMICO
Yayoi Kusama se cría rodeada de un vivero de plantas, en la finca y negocio familiar, y desde temprana edad siente una estrecha conexión con la vida orgánica. Además de la conexión visual de estas plantaciones “infinitas” con su tendencia a la repetición, la artista observa la anatomía de las plantas y sus ciclos de vida y muerte, tal y como se aprecia en Sin título (Bocetos de flores) [Untitled (Flower Sketches), ca. 1945], procedente de su cuaderno de dibujo de tiempos de la guerra.
En obras como Brote (The Bud, 1951) utiliza bolsas de semillas de yute en lugar de lienzo, lo que denota su riqueza de recursos en una época en la que escaseaba el lienzo, y transmite la fuerza de la naturaleza a través de los materiales y del contenido.
El término “biocósmico” o “naturaleza cósmica” pretende ilustrar el concepto ilimitado de “cosmos” que tiene la artista y su particular noción de la vida orgánica. Constituye una especie de lente a través de la cual contemplar toda la filosofía y producción artística de Kusama. Cuando a finales de la década de 1960 Yayoi Kusama explica por primera vez sus lunares y los compara con cuerpos celestes o símbolos cósmicos, pretende conectar el cielo y la tierra, lo macroscópico y lo microscópico, con el fin de “revelar el misterio” de la propia vida. Sin embargo, este acercamiento de Kusama a la naturaleza cósmica no es solamente místico, sino también íntimo y literal.
Un ejemplo son las calabazas que aparecen en su léxico visual a principios de la década de los ochenta y ofrecen una identificación inmediata con la naturaleza. Las calabazas dan fe del animismo –la creencia de que el “espíritu” es una energía común a todos los seres vivos– de la artista, que las identifica como una especie de espíritu vegetal benévolo y también como un reflejo de su propia alma.
Otra muestra de la actitud de Kusama frente a la naturaleza son sus esculturas y pinturas biomorfas de las décadas de 1980 y 1990, como Obsesión sexual (Sex Obsession, 1992) cuyas formas serpenteantes evocan raíces y tentáculos que oscilan entre la alienación del mundo y la sensación expansiva de hacerse uno con el cosmos.
MUERTE
Probablemente influida por una infancia rodeada de vida vegetal, efímera, y sin duda marcada por sus vivencias de la guerra y la posguerra en la adolescencia, la obra de Kusama aborda constantemente el umbral entre la vida y la muerte, un tema ya presente en sus apuntes y cuadros florales más tempranos. Ejemplo de ello es su pintura Hojas muertas de maíz (Dead Leaves of Corn, 1945).
A mediados de la década de los setenta, Kusama tiene que hacer frente a la muerte de dos personas importantes en su vida: su padre, Kamon, con quien había tenido una relación complicada, y Joseph Cornell, el artista norteamericano que fue amigo íntimo de Kusama en Nueva York. Según la propia artista, tuvo una depresión y un deseo de morir profundos en aquella época.
Las esculturas blandas que la artista crea por entonces, como La muerte de un nervio (Death of a Nerve, 1976), constituyen sus propios símbolos de la vida y la muerte. Kusama expresa el punto de vista de que la muerte no es el destino final, sino otra fase de la vida que puede dar lugar a una nueva forma, en consonancia con la creencia oriental de la reencarnación.
Hacia 1988 el arte y la psique de la artista experimentan un giro. Kusama trabaja con la misma dedicación de siempre en su estudio en Tokio, pero por fin su carrera empezaba a despegar. Las ocasiones de exhibir su obra se multiplicaban durante y las novelas que había publicado fueron bien acogidas en los círculos literarios vanguardistas.
LA FUERZA DE LA VIDA
A partir de este año los temas clave de su obra pasan a ser la fuerza de la vida y el poder sanador del arte. Concibe su papel artístico como un sufrimiento sanador en beneficio de otras personas y de sí misma. En 1999 declara: “Creo arte para la sanación de toda la humanidad”, y su obra en el nuevo milenio amplifica este mensaje.
Cumplidos los 80 años de edad, Kusama se embarca en la serie más amplia de su carrera, Mi alma eterna (My Eternal Soul, 2009-21), formada por más de 900 pinturas alegres y coloridas que destacan tanto por sus novedosos motivos y paleta de colores como por su formato cuadrado, apenas empleado anteriormente. En los últimos dos años, y debido a ciertas limitaciones derivadas de la pandemia, Kusama sigue pintando, pero lo hace en escalas más pequeñas, en una nueva serie denominada Ruego todos los días por el amor (Everyday I Pray for Love).
Este último corpus es la continuación de su decidida celebración del amor y la vida, al tiempo que también se enfrenta a la oscuridad de la muerte o a los pensamientos suicidas, como ha ocurrido a lo largo de muchos años. Debido a la desolación sufrida por la humanidad durante la pandemia, las últimas pinturas de Kusama adquieren una resonancia aún más poderosa. El arte siempre ha sido una cuestión de supervivencia para Kusama y ahora, también sostiene su vida:
“Oh, tiempo. Detente todavía un momento. Tengo mucho más trabajo que hacer. Hay tantas cosas que quiero expresar”.
En conexión con la muestra, el museo también expone Sala de espejos del infinito – Deseo de felicidad para los seres humanos desde más allá del universo (Infinity Mirrored Room –A Wish for Human Happiness Calling from Beyond the Universe, 2020).
Dentro de las habitaciones con espejos, la obsesión continua de la artista con los efectos de profundidad y de reflejos sin fin crea estructuras luminosas, que nos recuerdan a lo imposible, lo mágico, lo galáctico, lo que resulta difícil encontrar en ningún otro lado. En esta instalación, solo expuesta anteriormente en el Museo de Yayoi Kusama en Japón, la artista transforma sus inquietantes alucinaciones en visiones místicas, como si se sumiera en el polvo de estrellas de un universo infinito.