El gobierno de España se comprometió en ofrecer a los jóvenes diversas oportunidades, garantías e incentivos en el desempeño profesional y personal. El objetivo es impulsar la independencia de ese segmento de la población en edades tempranas y de manera segura. Los jóvenes españoles observan una amplia distancia entre el discurso y las políticas reales de vivienda, específicamente en los alquileres: opciones, facilidades, financiamientos para dar ese salto en la sociedad.
“Vamos a apoyar a los jóvenes que quieren y pueden y deben independizarse a edades más tempranas. Por eso les anuncio que vamos a aumentar el bono para el alquiler”, señaló Pedro Sánchez en su discurso de investidura ante el Congreso de los Diputados. “Ojalá los gobiernos autonómicos del Partido Popular con Vox desarrollen esta política”, emplazó. “Crearemos una línea de avales que les permitirá cubrir hasta el 20% de su hipoteca, como ya anuncié durante la campaña electoral. Y vamos a acometer la habilitación de 183.000 viviendas públicas para alquiler asequible que prometimos también hace unos meses”.
A la vuelta de ocho meses o más crece la preocupación de los jóvenes por querer alcanzar sus sueños y no encontrar las ayudas prometidas.
En España solo el 16,3% de los jóvenes menores de 30 años, alrededor de 7 millones, puede vivir de manera independiente fuera del hogar familiar. Un porcentaje que se sitúa muy lejos del 31,9% que registra de media la Unión Europea, según el último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud.
Jóvenes españoles en busca de vivienda
Tener empleo no es suficiente para poder acceder a una vivienda en España. El precio mediano del arrendamiento fue de 944 euros al mes en el primer semestre de 2023, el más alto desde que hay registros. Mientras tanto, el salario mediano neto de un joven subió ese año 5%, hasta alcanzar los 12.062,59 euros al año. Esto significa que los inquilinos menores de 30 tienen que destinar el 93,9% de su salario al pago de la vivienda, al incluir el paso de los servicios básicos como agua, luz, agua.
Luego de sacar esas cuentas, a los jóvenes españoles se les reducen el entusiasmo por lograr el alquiler de una vivienda. No le quedaría dinero para adquirir alimentos, comprar ropa y gastar en ocio, algo completamente inasumible, observó el Observatorio.
Además, advierte que una de cada cinco personas de menos de 30 años con un puesto de trabajo se encontraba en pobreza o riesgo de exclusión social en 2022. Este fenómeno, el de personas jóvenes que siguen siendo pobres, aunque trabajen, debería ser una de las prioridades de la clase política. La imposibilidad de acceder a unas condiciones que permitan poder vivir de forma digna e independiente causa problemas materiales y de salud mental en los jóvenes.
Andrea González Henry, presidenta del Consejo de la Juventud se refirió a los hallazgos contenidos en el informe. “Siguen viendo cómo año tras año disminuye el porcentaje de emancipación por una pérdida de poder adquisitivo. Situación que se solapa con la subida ininterrumpida de los precios de alquiler y compra de vivienda”.
El Banco de España ha alertado de esta situación. Los jóvenes sufren el precio desorbitado de la vivienda mientras que su poder adquisitivo se ha visto mermado.
La independización, una tarea difícil
“Es injusto que a los que tenemos que emanciparnos forzosamente porque donde vivimos no hay oportunidades laborales para nosotros, el Gobierno no nos dé ayudas. O algún tipo de incentivo para poder afrontar todos los gastos, que son muchos”, dijo Denise a El Mundo. Ella emigró de Tarragona a Barcelona para estudiar Teatro musical.
Una decisión que según contó, ha condicionado y limitado su vida. Primero, por la precariedad laboral, que se traduce en poco trabajo y mal pagado. Y segundo y no menos importante, la odisea que supone encontrar un piso asequible y en el que no se vaya la mitad del sueldo.
“Me encanta mi trabajo, soy profesora de baile, además de bailarina, pero he llegado a un punto en el que sólo trabajo para sobrevivir».
El primer año lo hizo en una residencia de estudiantes. “Los padres prefieren gastarse un pastizal para que los hijos estén más atendidos, antes de soltarles solos a la vida”, dijo al diario. Después empezó la guerra del alquiler, los compañeros de piso, habitaciones sin ventanas y un largo sinfín que describe un poco el drama para los jóvenes españoles y la vivienda.
Ahora vive en Madrid igualmente agobiada de deudas. Comparte piso con tres personas y paga por una habitación 340 euros, es decir, destina casi la mitad de lo que ingresa en el alquiler. Precisa que en el último año le han subido tanto el alquiler que no pueden poner la calefacción en invierno porque es carísima. Pero tienen que pagar el mantenimiento de la caldera. “He pedido las ayudas al alquiler, sin éxito. Sólo he conseguido la ayuda del verano joven. Es injusto que el gobierno no nos ayude y que tengamos que pedirle dinero a nuestros padres, aun teniendo un trabajo”.
Sin opciones
La vivencia de Denise se replica en miles de jóvenes españoles que buscan vivienda para estudiar o trabajar y emprender una vida de adulto. Es el caso de Laura, que con 31 años sigue viviendo en la casa de sus padres.
“Es una situación que a mí me causa mucho malestar emocional. El sistema en el que vivimos nos ha enseñado que con mi edad debería tener una casa, un trabajo y un hijo”, señaló a El Mundo. “Y lo único que tengo a mi nombre es un coche; me da vergüenza decirlo. Siento que voy tarde a todo”. Estudió y trabajó durante muchos años como esteticista. Luego estudió tanatoestética (restauración estética del cuerpo de difuntos).
Durante cinco años estuvo intentando irse a vivir con su pareja de entonces a un piso de alquiler, pero finalmente fue imposible. “Mi novio tenía contratos semanales y mi salario, que era irrisorio, nadie nos alquilaba nada”. Y después de cinco años mirando y encadenando rechazos de agencias inmobiliarias y propietarios, se resignó.
La última Encuesta Financiera de las Familias que publica el Banco de España señala que el porcentaje de hogares con propietarios jóvenes ha caído 37 puntos desde 2011, pasando del 69,3% al 31,8%.