Josep Bosch
La que fue una de las economías más boyantes del mundo se debate hoy al borde del abismo asfixiada por la crisis política y social y la pobreza extrema. No obstante, la receta de Milei –motosierra y licuadora, recortes y sufrimiento– parece que comienza a dar sus frutos entre la esperanza y el desencanto. Cien días es un periodo corto de tiempo para extraer conclusiones, pero suficiente para establecer tendencias y aventurar pronósticos.
De momento, Argentina parece haber salido del default. Este artículo es fruto de tres semanas de visita a Buenos Aires, entre febrero y marzo de 2024, y de entrevistas con una docena de personas de distintos ámbitos sociales y políticos.
Hace 2.000 años, en la arena del Coliseo Romano, un gladiador llamado Javier Milei se estaba enfrentando a un perro transformado en león, llamado Conan, en una lucha brutal que era el deleite de miles de espectadores ávidos de emociones fuertes y de sangre. En plena pelea, cuando el gladiador estaba a punto de matar al fiero león, la voz clara y contundente de Dios intervino y le advirtió que no debía acabar con el indefenso animal porque ambos iban a ser partícipes de una misión que iba a materializarse al cabo de dos milenios: salvar a la Argentina de una deriva populista, izquierdista y empobrecedora que estaba llevando al país a una gran catástrofe.
Milei perdonó la vida a Conan y así fue como se inició entre ambos, gladiador y animal, una intensa relación mística, paterno-filial, que sigue en la actualidad y que está en el epicentro de la batalla política por salvar de la quiebra y la devastación a una nación culta y orgullosa que hace un siglo estaba entre las primeras economías del mundo y que ahora no encuentra su rumbo en un contexto de globalización donde los países no pueden permitirse el lujo de la complacencia o la indolencia o corren el peligro de quedar marginados.
Milei llama a Conan literalmente “mi hijo”, a veces “mi hijo de cuatro patas”. El problema es que Conan ya no existe. Murió hace tiempo y sus cenizas fueron echadas al mar. Solo vive en la fértil y alterada imaginación de aquel gladiador, ahora presidente de la República Argentina, que no se resignó a aceptar la pérdida del animal, con el que siguió “comunicándose” y del que durante mucho tiempo buscó consejo a través de un médium, alguien capaz de comunicarse con el espíritu de un ser muerto, aunque sea un perro.
Pero es que, además, Milei usó su comunicación con Conan para recibir mensajes del UNO, es decir de Dios Todopoderoso, que le encargó la misión de salvar a la Argentina logrando vencer en las elecciones de 2023 y convirtiéndose, el 10 de diciembre de aquel año, sin experiencia política previa, en el presidente de la nación, con el mayor porcentaje de votos (55,69%) en una elección presidencial argentina.
La historia del gladiador no la cuenta en su libro el periodista argentino Juan Luis González, autor de una biografía de Milei titulada El Loco. La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina, pero asegura que se la ha oído contar a media docena de personas que conocen bien al presidente. No la cuenta porque le pareció excesiva. Pensó que nadie iba a creerla, al igual que otras de índole muy personal que prefirió dejar en el tintero.
Se puso al frente blandiendo una motosierra para recortar, a lo bestia, a un abultado Estado, engordado por la burocracia, los impuestos, los excesivos reglamentos y los intereses empresariales y sindicales.
Lo que sí cuenta González es que tras la muerte de Conan —nunca aceptada públicamente por Milei— en octubre de 2017, el dirigente político y economista, gravemente afectado por la pérdida, activó la clonación del animal en Estados Unidos (sus células habían sido ya congeladas tres años antes) y, al año siguiente, le entregaron cinco Conan, todos, por supuesto, de la misma raza que se distingue por su gran tamaño: mastín inglés.
Uno de los clonados, el que él considera el auténtico, es el que le permite seguir comunicándose con Dios, tarea en la que le ayuda su hermana Karina, la secretaria general de la Presidencia, la mujer ahora más influyente en la política argentina, a la que el presidente considera su mano derecha y a la que llama “el jefe” (no “la jefa”, porque su gobierno ha prohibido el uso del lenguaje inclusivo).
Escuchar a González hablar de Milei, al que investigó para el libro durante casi dos años, da escalofríos. Hay mucha gente chiflada en el mundo, pero pocos con una responsabilidad como la de dirigir los destinos de un país de 46 millones de habitantes, casi 15 millones de los cuales le votaron frente a Sergio Massa, un exministro de Economía y respetable candidato del establishment, en octubre de 2023.
El hombre al que el votante argentino escogió para enderezar el país, el hombre al que, según él, Dios le aseguró que iba a ser presidente, aturde por su personalidad inestable, vociferante, insultante, despectiva y peleona, es decir, lleno de violencia verbal. “Yo no vine a guiar a corderos, vine a despertar a los leones de este país”, ha dicho en más de una ocasión, “y a patear el hormiguero”.
Es decir, a despertar su furia, a lanzarles contra un sistema de privilegios, corrupción, malversación y despilfarro que ha empobrecido uno de los países más ricos del pasado –no el más rico, como él a veces insiste– que fue Argentina. En eso, Milei emula a otros destructores del sistema como Trump, en Estados Unidos, o Farage, en el Reino Unido.
Y para lograrlo se puso al frente de ellos blandiendo —como un moderno gladiador—una motosierra para recortar, a lo bestia, a un abultado Estado, engordado por la burocracia, los impuestos, los excesivos reglamentos, los intereses empresariales y sindicales y al que culpa de todos los males económicos del país.
Un utópico proyecto mesiánico-político basado en la infalibilidad del mercado —como si este fuera un dios— que incluye ajustes económicos brutales y que ya han empezado a lanzar a la gente a las calles para protestar.
González define a Milei como alguien con una personalidad humanamente rota, un hombre solitario, víctima de una vida dura en la que sufrió abusos y violencia física y psicológica por parte de sus padres y en la escuela por parte de sus compañeros que empezaron a llamarle “el Loco”.
Hay quien sostiene que el odio a su padre, que lo maltrataba física y psicológicamente y le decía que era una basura, un inútil y un incompetente y que lo iba a ser toda su vida, lo transforma ahora en odio al Estado, que él define como una organización violenta, mafiosa y criminal.
“Terminé empatizando con él —asegura González—. No es mal tipo, no es corrupto y realmente piensa que le va a hacer un bien a Argentina. Está convencido de que va a hacerlo y se le va la vida en eso. Es un adicto al trabajo y, en definitiva, lo mueven buenas intenciones. De hecho, es amable y es cordial, el problema es que está desequilibrado y que es muy difícil de tratar y no le gusta que le lleven la contraria. Estoy seguro de que está convencido de que yo y muchos que lo hemos investigado somos enviados del ‘maligno’, así es como él llama al diablo”.
González no siente desprecio por la persona de Milei. Le inspira algo que está mucho más cerca de la lástima por la vida muy difícil que ha tenido, porque además de que le golpearon la familia y los compañeros de escuela, no tuvo amigos o novias, por su nivel de soledad muy profundo que tiene su expresión más gráfica en el hecho de que durante trece navidades y trece años nuevos no tuvo otra “persona” con la que brindar que su perro Conan.
Así salió este personaje que es como un “nene” que no puede reconocer errores, que no puede pedir perdón, (aunque pidió disculpas a su antecesor, el abstemio Alberto Fernández, del que había dicho que almorzaba y cenaba con champagne francés) el que piensa que siempre tiene la razón, que no sabe relacionarse con otros seres humanos, desconfiado, que se pasea por dentro de la Casa Rosada, la Casa de Gobierno, con un chaleco antibalas.
¿Cómo es posible que una persona así, que está convencida de que fue elegida por Dios para la misión mesiánica de salvar Argentina, que presume de economista, experto en crecimiento económico, pero al que algunos califican de mediocre, que ha plagiado a otros autores, que no sabe explicar sus teorías económicas más que con argumentos complicados y que siente un apego bastante tibio por la democracia haya conseguido llegar a lo más alto de la jerarquía política del país?
González es tajante: “No tiene nada de extraño que un país que después de décadas de malos gobiernos ha enloquecido por la inflación, las crisis económicas, el deterioro del nivel de vida, la corrupción y tantos otros males acabara eligiendo a un loco como Milei”.
Mercedes, una exempresaria de clase media, confiesa que votó por el “liberal, libertario anarco-capitalista” porque “ese chiflado es el único capaz de arreglar esto. Ya lo hemos probado todo. Yo no creo en los políticos, pero, ¿sabes por qué creo en este? porque este va a arreglar las cosas”.
Otros, menos empáticos, dicen que los argentinos no es que votaron, sino que “vomitaron” a Milei, para quitarse de encima toda la porquería política acumulada durante años. Los argentinos no están locos, están hartos.
LA MOTOSIERRA Y LA LICUADORA
Tras cumplir sus primeros cien días, Milei aseguró en una entrevista que ambos conceptos —la motosierra y la licuadora— son los pilares de su ajuste y son innegociables. Y este ajuste quiere conseguir el déficit cero en las cuentas del Estado porque, cuando se llegue a él y el Banco Central deje de imprimir dinero para tapar agujeros, empezará el rebote de la actividad económica.
La idea de la motosierra no es nueva en la política argentina. Ya se utilizó en el pasado. Pero esta vez fue el principal mensaje político de Javier Milei durante el proceso que le llevó a la presidencia: los debates televisivos broncos y simples, las redes sociales que se han convertido en el nuevo método de debate político-espectáculo con sus frases cortas y su lenguaje provocativo, los insultos y las descalificaciones.
Él lo supo manejar a la perfección y así llegó a una amplia capa social incluida la juventud que captó su mensaje contra un sistema económico social excluyente que no funcionaba.
La motosierra la utiliza para reducir drásticamente el gasto público, cortando a lo bruto los brazos del Estado. Eliminó la mitad de los ministerios, como los de turismo y deportes, cultura, medio ambiente y desarrollo sostenible, de obras públicas y educación, de transportes, de salud, total ocho de los 18 que había.
Además, abolió institutos de ayuda a las artes, programas sociales, subsidios de transporte y alimentación u organismos como los que promueven igualdad o luchan contra la violencia de género, la discriminación o la xenofobia que él define como “nidos de zurdos”.
En uno de sus primeros balances, pasados 2 meses de gobierno, Milei dijo haber echado a 50.000 empleados públicos, no renovado el contrato de otros 10.000, eliminado 200.000 programas sociales concedidos de forma irregular y suspendido las obras públicas que calificó de ser fuente de corrupción. Con la licuadora, Milei saca jugo, en forma de ahorro fiscal, de la reducción de los programas sociales, los gastos en jubilación y pensiones y los salarios. El resultado es un ajuste que ha producido un empobrecimiento brusco de la población. El nivel de pobreza está en al menos un 45% de los argentinos y el nivel de indigencia en el 10%.
“Es cierto que hay que arreglar un grave problema de ineficacia y de gastos insostenibles y hay que emprender muchas reformas necesarias, pero el problema es que Milei lo está haciendo a lo bestia. La clase media y los jubilados son los que pagan el ajuste, no la “casta” como él prometió, y mucha gente poco antes de llegar a final de mes tiene que decidir entre remedios (medicinas) o alimentos.
He oído comentarios de gente arrepentida de votar a Milei que dicen: “qué bien estábamos cuando estábamos mal”. En dos meses habrá problemas”, vaticina Gustavo Béjer, diseñador gráfico.
El descontento ha producido huelgas de trenes, de docentes, de personal sanitario, de empleados aeronáuticos, de pilotos… “Cuál es hoy nuestra huelga de cada día”, comenta la gente.
A finales de febrero, un mes antes de cumplirse sus primeros cien días de gobierno, Milei celebró eufórico una reducción de la inflación mensual a algo menos del 15%, después de un nivel del 30% solo el mes de diciembre, y casi 25% en febrero con más del 300% acumulado en un año. “La inflación se va a desplomar como un piano”, aseguró.
El problema es que la tajante reducción de la producción industrial, de la construcción y en general de la economía ha producido tal recesión y reducido tanto la capacidad adquisitiva de la población, que no hay “plata” en el bolsillo de los consumidores y los supermercados y gasolineras acusan una gran disminución en sus ventas.
“Es la paz de los cementerios. Nadie tiene plata para comprar nada”, comenta sarcástico Alejandro Bercovich, economista y periodista, articulista en un programa de radio de referencia en la izquierda: Radio con vos. “La sociedad está desesperada.
Hace varios años que la situación no mejora y por eso tomó una decisión que parece extrema: haber elegido a un loco, evidentemente desequilibrado, y fanático de unas ideas que no solo se probaron fracasadas en Argentina, sino que nadie levanta de forma tan extrema en todo el planeta y que nadie levantó en el pasado. Pero la gente se hartó y en lugar de salir a la calle a romperlo todo como hace 25 años (en la crisis de 2001) lo hizo mediante las urnas.
Bercovich opina que Milei es un virus en la política, que todo lo está destruyendo, no solo burocracia e instituciones estatales, sino también los derechos, la solidaridad, los lazos sociales. Es el mundo del sálvese quien pueda.
Para dar una idea de la inestabilidad económica basta señalar que el dólar , la moneda favorita de los argentinos, en la que ahorran los que pueden, cotizaba a 80 pesos por dólar en 2020, a 660 pesos en agosto de 2023 y a alrededor de 1000 desde octubre de 2023.
Milei sabe que su credibilidad depende de que se controle la inflación, el gran tormento de los argentinos desde hace años. A nadie le gusta ir a comprar unas empanadas, uno de los alimentos más populares en el país después de la carne, y cuando prepara los pesos para pagarlas se encuentra que su precio ha aumentado un 30% en comparación con el día anterior. Algunos restaurantes ya no ponen el precio en sus menús, solo la oferta de platos. Los comensales tienen que comprobar el aumento de cada plato en los lectores “QR” que cambian regularmente de acuerdo con el precio de los insumos.
“La inflación no solo te destroza la cartera sino también la mente, porque estamos todo el día haciendo cálculos: cuánto dinero gano, cuánto gasto, cuánto he perdido con el aumento de precios, cuánto necesito para llegar a final de mes, debo gastar ahora antes de que vuelvan a subir los precios, cambio ahora mis dólares ahorrados…”, explica Florencia Carbone, experta en comercio internacional y consultora en comunicación.
Héctor Torres, ex representante de Argentina ante el Fondo Monetario Internacional, cree que esta institución está ahora satisfecha con la orientación del gobierno porque algunas de sus propuestas políticas no solo las recomendó el FMI hace tiempo, sino que también son de sentido común: terminar con el déficit fiscal, acumular reservas, unificar el tipo de cambio, reforma laboral y otras reformas estructurales.
Torres opina que lo que preocupa al FMI es la forma en que se desarrollen estas propuestas y su impacto si el presidente Milei no consigue aumentar su apoyo político que le falta en el Congreso y entre los gobernadores de las distintas provincias. “El tejido social de Argentina está muy deteriorado. Tenemos una pobreza alarmante y el súbito empobrecimiento de la clase media, que se está acelerando, es políticamente explosivo”, dice.
El mundo de las artes está revuelto. María Alché, actriz, guionista, directora y profesora de cine, cuya película Puán logró el premio al mejor guion y al mejor actor en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, que ella codirigió, y de la que escribió el guion, lamenta que el corte radical a las ayudas a las artes está paralizando el funcionamiento de la industria del cine y está produciendo paro de actores, técnicos y actividades paralelas.
«Los argentinos no votaron, “vomitaron” a Milei para quitarse de encima la porquería política acumulada durante años. Los argentinos no están locos, están hartos»
Es, asegura, una política que se hace desde la ignorancia y que ni siquiera responde a una ideología derechista: “Es una política de odio y de destrucción, es un genocidio cultural contra un pueblo que tiene derecho a la cultura porque la cultura es la esencia de una sociedad”.
“Hay una crueldad muy grande en lo que está haciendo este hombre (Milei). Cortar las comidas en los comedores sociales y la pensión a los jubilados es el cóctel para un estallido social. Es muy poco inteligente. Pero no le va a ser fácil destruir todo. Hay también un entusiasmo por defender y reconstruir nuestras instituciones. Quizá con la destrucción que provoca este hombre se pueda volver a arar esta tierra para que crezca algo mejor”.
LA CASTA
Este es el término vago que usa Milei para definir a la élite político-empresarial “parasitaria y ladrona” a la que él culpa de la decadencia y el empobrecimiento del país por haber alimentado un capitalismo prebendario, de favoritismos, subsidios, exenciones fiscales, despilfarros, corrupción impune y de pagar todo esto con la solución más peligrosa: el endeudamiento del Estado y con la máquina de imprimir dinero del Banco Central.
Roberto Lavagna, dos veces candidato presidencial, exministro de Economía y exembajador de Argentina en la Unión Europea y en los organismos internacionales con sede en Ginebra, es un peronista moderado, al que quizá en Europa calificaríamos de socialdemócrata, y que asegura que su línea política se ubica en el centro.
Él no habla de ninguna casta, pero califica los últimos 14 años (con gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y de Alberto Fernández hasta hace poco) de “fracaso total”. Fueron gobiernos que no fomentaron la inversión y aumentaron el gasto público con programas sociales muy activos mientras la economía estaba estancada, sin crecimiento del producto interno bruto.
A la pregunta de adónde va Argentina, el veterano y afable político responde: “Mientras Argentina se siga moviendo en los extremos no va a ir a ningún lado. Pasar del kirchnerismo a Milei no agrega absolutamente nada”. Él, como la mayoría de argentinos, cree que el actual gobierno debe hacer cosas absolutamente necesarias, como el equilibrio de las cuentas públicas.
“Lo que sí es discutible es el mecanismo utilizado para lograrlo. La forma extremista en la que se está haciendo no es el camino. No creo que esta situación actual sea sostenible sin muy serias consecuencias si sigue esta tendencia de deterioro de la sociedad argentina: el nivel de pobreza era del 4% en 1974 y ahora es del 40%. Pero, bueno, ya lo hemos probado todo”.
Lavagna ve un intento por parte de Javier Milei de doblegar, de destruir los partidos políticos y los sindicatos, como ya quisieron hacer en su día los militares. “Milei es fruto de los movimientos pendulares de este país acompañados de una tendencia internacional muy fuerte hacia la extrema derecha”. Argentina, según él, no es un Estado fallido, pero corre el riesgo de serlo.
Como muestra de que Milei no va a abandonar, al menos por ahora, sus principios políticos típicos de la extrema derecha, podríamos citar el ejemplo de que el 8 de marzo, mientras una multitud celebraba en las calles el “día de la mujer”, reivindicando mantener los logros de igualdad alcanzados tras años de lucha, en el Salón de Mujeres de la Casa de Gobierno, la llamada Casa Rosada, se quitaron los retratos de mujeres históricas, entre ellos el de Evita Perón, y se sustituyeron por otros de hombres.
El de Evita fue sustituido por el del expresidente Carlos Menem. El portavoz del gobierno dijo que el salón se iba a llamar a partir de ahora “Salón de los Próceres” ya que tener un salón dedicado a las mujeres era una forma de discriminación para los hombres.
EL ESTILO
En algún momento de sus primeros cien días de mandato, Javier Milei visitó la escuela donde realizó sus primeros estudios. La prensa entrevistó a una de sus profesoras, que confesó que el joven Milei era muy estudioso y también muy activo. En un momento de la entrevista, la maestra mostró sin embargos su candidez: “Ah, y se peleaba mucho con sus compañeros”.
La imagen de un Milei a la greña con todo el mundo ha cambiado muy poco en esos 40 años. Por esas fechas, la prensa destacaba, en algunos casos a grandes titulares, una frase pronunciada por el presidente al denunciar que su propuesta de centenares de leyes para reformar radicalmente el país y anular muchas regulaciones burocráticas no hubiera sido aceptada en el Parlamento:
“El Congreso es un nido de ratas. Son una mierda”, dijo refiriéndose a los diputados entre los que su partido está en gran minoría. Y en televisión añadió, casi a gritos, “la gente detesta, desprecia a los políticos, siente asco por ellos”. Él está convencido de que su elección, en octubre de 2023, no hizo más que demostrarlo ya que la gente le votó porque él no es un político, es un outsider, y porque el anterior Gobierno, uno de cuyos ministros, Sergio Massa, era su contrincante en la elección presidencial, “fue un gobierno de delincuentes”.
Milei es un producto de las redes sociales. Está constantemente agarrado al teléfono. “Nosotros (se refiere a él) nacimos en estas redes y sabemos cómo comunicar con la gente sin intermediarios, de forma directa, algo que los demás políticos nos envidian”. Le gusta la comunicación electrónica con el público hasta el punto de que ha descuidado la comunicación directa —de persona a persona— con los demás. Políticos afines o no, miembros de su gabinete y periodistas le han aconsejado que haga un esfuerzo por la comunicación directa en lugar de a través de las redes porque así su imagen no será tan mala. Él da la sensación de estar sorprendido por esta idea y parece que no va a dejar de lanzar sus mensajes abruptos, a veces poco meditados e hirientes.
Un sábado le contabilizaron casi cinco horas pegado al teléfono durante las que retuiteó 618 mensajes y dio el “me gusta” a 1048 textos. Él maneja su propio perfil en X, Facebook y en Instagram, aunque no en TikTok.
“Milei hace un uso excesivo de los adjetivos”, escribió en un comentario el diario conservador La Nación. Y añadió que las palabras violentas como las que usa el presidente en las redes, en las que descarga su furia, pueden terminar en hechos violentos. Milei es incapaz de contenerse y da la sensación de estar en campaña permanentemente.
En el mismo periódico, uno de sus asesores de comunicación, Carlos Reymundo Roberts, también advertía que un Milei políticamente correcto no es Milei. “Milei es un hombre con pésimos modales que insultando y a codazos se hizo un lugar en la historia”. Según este comentario, Milei en eso imita a su gran rival político Cristina Fernández de Kirchner para la que gobernar era dividir, confrontar, señalar a los malos y condenarlos al fuego eterno.
A los que creen que el poder va a moderar a Milei, que será más presidencialista, más estadista, menos agresivo, el propio Milei les replica que no le conocen bien. Su falta de templanza, su lenguaje claro, directo y agresivo es su estilo político. “Milei no tiene una doble imagen. No hay dos Milei, Hay un Milei y es el que es, y no se moderará porque es incapaz de moderarse”, asegura su biógrafo, Juan Luis González.
“Sus cambios de ánimo y su enojo puede más que la cordura que debería tener alguien que está en ese cargo”, opina Florencia Carbone. “Sus formas van todo el tiempo al choque, a destruir al otro. Es el estilo de la confrontación hasta con sus propios aliados. Es incapaz de generar respaldos o de lograr consensos. Quema todos los puentes”.
Por su parte, Inés Capdevila, vicedirectora ejecutiva de La Nación, mantiene que el presidente va tirando sus propias pieles de plátano al suelo. “Está construyendo su propia ciénaga. No sé si su caída, pero sí su ciénaga. Si sigue como estamos ahora, no creo que pueda continuar. No veo dónde va a sacar aliados para gobernar”.
Y el diario británico Financial Times, tras entrevistarle, lo resumía así: “ Está esparciendo gasolina por todas partes. En cualquier momento puede explotar”.
Al hablar de este estilo de comunicación tan agresivo y a veces descortés, el gobernador de la provincia de Chubut, Ignacio Torres, el primero en denunciar la retirada de fondos federales para su provincia, lamentó el ejemplo que Milei da a las nuevas generaciones: la burla, el insulto, el odio. El presidente había dicho públicamente de Nachito que no sabía ni leer contratos. Y Nachito no es parte de “la casta”, es un político joven con estrella ascendente. Milei tilda a los que le acusan de su estilo bronco y antipático de hipócritas: “Lo importante es el fondo, no la forma. Si yo te doy el mejor vino del mundo, ¡qué te importa la etiqueta!”, argumenta.
Pero lo que está claro, y muchos argentinos reconocen, es que para dar un giro decisivo y necesario a la política de este país después de dos décadas de inflación, falta de crecimiento y de política paternalista, de despilfarro en subsidios y clientelismo, en definitiva, para terminar con cien años de decadencia, Argentina necesita alguien con mucho coraje y él —aseguran— lo tiene.
Más coraje que prudencia, y más determinación que experiencia política. “No se puede cambiar la Argentina con los mismos de siempre”, dice Milei. “Es imposible cambiar la realidad haciendo las mismas cosas”. Y él va a cambiarlo todo.
Para terminar con cien años de decadencia, se necesita alguien con mucho coraje y él —aseguran— lo tiene. Más coraje que prudencia, y más determinación que experiencia política. “No se puede cambiar la Argentina con los mismos de siempre”
El lenguaje que usa sigue siendo radical: “La justicia social es un robo, es injusta y es violenta. Es robar a una persona y dar el fruto de su trabajo a otra”. Y no tiene reparo en mostrarse utópico: “La segunda generación de las reformas va a abandonar los planes sociales, porque la gente ya no los necesitará más.
Y en cuanto al Estado “mafioso” que él ahora preside asegura que si de él dependiera lo privatizaría todo, ¡todo! No debería quedar nada en manos del Estado porque “todo lo que hace el Estado lo hace mal”.
Aunque por el momento se conforma en bajar su tamaño del actual 45% del Producto Interno Bruto al 25%. “El Estado es peor que los ladrones porque los ladrones son aleatorios pero el Estado es un robo sistemático ya que se nutre con el dinero de la gente a través de los impuestos y lo hace con coacción”. Y hace un gesto poniéndose la mano en forma de pistola en la cabeza.
HUMOR NEGRO
Una mañana de este pasado verano argentino, Radio Mitre, una de las principales emisoras de radio, abrió sus informativos con una habitual letanía de problemas: inflación, devaluación del peso, subida de precios en luz, gas, colegios, alimentos y alquileres, reducción de planes sociales, falta de seguridad, hambre, despido de funcionarios y una espectacular plaga de mosquitos en Buenos Aires y dijo: “Bienvenidos al país más loco del mundo”. Siguió con sus ráfagas de humor, a veces negro, que intercala en sus informaciones y debates:
Pregunta: “¿Que hay que hacer para tener una pequeña empresa en Argentina? Respuesta: tener una empresa grande y esperar”. O este otro: “He visto en internet una página web que te informa de los platos más famosos de cada país. En Argentina, el del futuro va a ser… el plato vacío”.
Por la noche, el canal de televisión de uno de los principales diarios bonaerenses, La Nación, abrió su sección informativa de la noche con una composición fotográfica del edificio del Congreso en llamas y con el rótulo “Un Estado en ruinas”.
PRIORIDADES
En sus tres primeros meses de gobierno, Milei mostró cuáles son sus prioridades en política exterior: tienen una vertiente ideológica, al margen de los intereses económicos y comerciales del Estado.
En enero, fue a la reunión anual del Foro Económico Mundial, en Davos (Suiza). Quizá confundió el Foro con un organismo internacional, no como un club privado de empresarios que se esfuerzan en mostrar su rostro humano y su preocupación social y medioambiental y que incluso se declaran dispuestos a una carga impositiva más equilibrada quizá para defender y mantener el sistema capitalista que tanto les beneficia.
Milei dedicó su tiempo a antagonizar a su audiencia defendiendo un capitalismo aventurero, descontrolado y salvaje más propio del siglo XIX que del actual. En lugar de tratar de convencerles de que invirtieran en su país donde él iba tomar medidas decisivas para arreglar las cuentas y la economía y atraer a inversores dijo que el Foro estaba contaminado por la agenda socialista, proclamando que Occidente está en peligro, y se dedicó, de forma despectiva y provocadora, a meter en el mismo saco a fascistas, socialistas, democratacristianos, socialdemócratas, ecologistas y todo el que no piense como él.
Un diplomático holandés citado por la prensa argentina dijo que “los enemigos de Milei somos todos aquellos que defendemos algún modo de regulación de las brutalidades del mercado”.
Hasta en la propia cancillería argentina reconocieron que Davos fue una oportunidad perdida para Argentina. “Le faltó añadir un párrafo a su discurso en el que estimulara la inversión en una Argentina nueva y económicamente saneada que él se propone construir”, reconoce un alto cargo diplomático que pide el anonimato.
El problema es que Milei no escucha a nadie. Bueno sí, escucha a su hermana Karina, “el jefe”, de la que aseguran que no sabe nada de política internacional y sí mucho de tarot y espiritismo. Otro viaje fue a Israel, donde lloró ante el muro de las lamentaciones y en su entrevista con el primer ministro Netanyahu.
En Italia también fue a ver al papa, el argentino Francisco, del que había dicho que era un imbécil, un impresentable, promotor del pobrismo y de la justicia social, defensor de dictadores y violador de los diez mandamientos, jefe de un sistema que mata a la gente, el representante del maligno (el diablo) y, por supuesto, comunista.
En la audiencia, una reunión que el presidente calificó de “maravillosa”, lo primero que hizo fue abrazarle efusivamente y pedirle perdón por sus exabruptos del pasado. Francisco se mostró comprensivo, según Milei explicó, diciendo: “quién no cometió errores en su juventud”. Pero el Papa no respondió de forma inmediata a la invitación de Milei de que visite Argentina como jefe espiritual de los católicos.
Inmediatamente después de una visita a Buenos Aires de Anthony Blinken, secretario de Estado de Estados Unidos, país que tiene una de las llaves que puede desbloquear un nuevo préstamo del Fondo Monetario Internacional, Milei se fue a Washington a un acto conservador donde pronunció un discurso soporífero lleno de tecnicismos y se dio efusivos abrazos con Donald Trump al que deseó que se convierta de nuevo en el próximo presidente de Estados Unidos. Trump elogió “la gran labor” que está haciendo en su país el líder argentino y aseguró que su objetivo es también “MAGA” pero en este caso “Make Argentina Great Again”.
A pesar de todo esto, Marcelo Cima, secretario de Estado de Relaciones Económicas Internacionales, asegura que “la ideología no va a ser la prioridad en las relaciones económicas. Vamos a ser muy pragmáticos”. El diplomático recuerda que el primer socio comercial de Argentina es Brasil y el segundo China. Y que eso es una realidad que hay que tener en cuenta a pesar de las críticas de Milei, durante la larga campaña electoral, que dijo que no quería relaciones con los comunistas chinos o el “comunista” Lula da Silva, presidente de Brasil.
A finales de febrero viajó a Argentina la número dos del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath. En nombre del Fondo, Gopinath pidió que las autoridades argentinas no carguen todo el peso de los ajustes en las clases más vulnerables y que mantenga el poder adquisitivo de las pensiones, y dijo que es absolutamente crítico que Argentina evite un gran aumento de la pobreza manteniendo sus programas de asistencia social. También pidió a Milei que busque consensos políticos y sociales para llevar a cabo su duro programa de reformas y que reparta el coste de las mismas también entre los ricos. Un mensaje que contrastó con los propósitos de Milei de no aumentar impuestos.
Pocos esperan que el fiero león se transforme en gatito mimoso. Y aunque él presume de que no va a cambiar de tono ni renunciar a ninguno de sus principios hay cierta evidencia de que la presidencia ha moderado un poco al autoconfesado anarco-capitalista tanto en la forma como en el fondo. Para Carlos Bruno, analista político y exsecretario de Relaciones Económicas Internacionales en el Gobierno del presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), Milei, aunque no quiere reconocerlo, está escuchando el mensaje del FMI “y esto es una buena señal porque muestra que está aprendiendo rápido”.
En su discurso del Estado de la Nación, pronunciado en el Congreso el 1 de marzo, que Bruno califica de “sorprendentemente equilibrado”, Milei abrió una puerta al diálogo, quizá incluso a la negociación, proponiendo a los gobernadores de las provincias federadas un nuevo pacto fundacional, una nueva política de Estado para la República Argentina con la defensa de la propiedad privada (a pesar de que ya está en la Constitución) como primer punto, sus amplias reformas estructurales con la disminución del déficit público y el equilibrio fiscal, y una apertura al comercio internacional.
Bruno también ve positivo que Milei esté dispuesto a restituir un impuesto a las ganancias, a los sueldos más altos, algo que está en línea con lo que le pidió el Fondo. “Va a sacar plata a los que la tienen, no lo dice, pero ya lo hace”, cree Bruno. De hecho, Milei ya no habla de destruir y quemar el Banco Central, “esa máquina perversa de imprimir dinero que roba al argentino honesto”, como hizo en campaña, sino solo de “un proceso de saneamiento”.
Pero en el nuevo decálogo político que él propuso no hubo ni una referencia a la producción, al desempleo, al poder adquisitivo de los trabajadores y de los jubilados, que se ha desplomado, a los que padecen hambre o necesitan medicamentos, destacó el diario Página 12: “Solo habla de economía de mercado y de lo que interesa a las grandes corporaciones”.
Cuando algún entrevistador presiona a Milei sobre estos puntos él contesta vagamente asegurando que Argentina solo puede salir de su situación actual con trabajo duro, ahorro y más productividad y por supuesto con más capitalismo y libre empresa:
“Solo abrazando las ideas de libertad, la sociedad prospera. Y esta vez hacer el esfuerzo vale la pena. El sacrificio tiene sentido. Pido paciencia y confianza. Argentina lo ha probado ya todo, no quedan opciones. Pasado este mal trago hay luz al final del camino. Una Argentina mejor es posible y la estamos haciendo”.
Él les argumenta que todos los problemas se resuelven con el libre mercado, con el respeto a la propiedad privada, con la libertad de precios y sin que el Estado intervenga para nada. En definitiva, con el grito de barricada de su partido que lanza a cada momento con la voz estridente y desafiante de un hooligan: “Viva la libertad ¡carajo!”
PACIENCIA
Milei repite que la realidad es simple: la plata no alcanza. Declara saber y tener muy claro que siete de cada diez argentinos sufren en la actualidad los ajustes brutales a los que ha sometido a la sociedad, pero insiste en pedirles que sean pacientes. ¿Hasta cuándo van a tener paciencia los argentinos después de tres meses en los que todos los precios suben y el poder adquisitivo baja? Y al final, ¿va a conseguir el libertario anarco-capitalista sus objetivos?
“Los próximos dos meses son cruciales —opina Carlos Bruno— porque en abril entrarán los dólares de la cosecha de cereales y eso le dará un respiro. Y en cuanto a las preguntas de si estas reformas solo las puede hacer alguien como él y si va a conseguir hacerlas, mi respuesta es sí”.
Florencia Carbone también cree que los próximos meses son definitivos: “A nivel macroeconómico las exportaciones de cereales, gas y petróleo podrían darle un respiro y deberían ayudarle. El temor es la gente que no llega a fin de mes, ¿cómo hace para sobrevivir y cuánto tiempo más va a aguantar? Porque está claro que el ajuste ahora lo están pagando la clase media y los pobres y los niveles de pobreza se han disparado”.
El problema es el tiempo, porque en sus discursos él empezó asegurando que los resultados se van a ver después de un duro y amargo periodo de ajustes “y que nuestros hijos y nuestros nietos vivirán en una Argentina mejor”.
“El Estado es peor que los ladrones. Los ladrones son aleatorios, pero el Estado es un robo sistemático que se nutre con el dinero de la gente a través de los impuestos y lo hace con coacción”, dice mientras hace un gesto con la mano en forma de pistola en la cabeza.
Antes hablaba de cinco, quince, treinta años para que Argentina vuelva a ser una potencia. Ahora prefiere hablar de plazos más cortos y pronostica que a mediados de este año Argentina volverá a despegar. ¿Pero cuál es el plan de despegue? Esa es otra gran incógnita porque parece que Milei sostiene que reducida la inflación y logrado un hipotético déficit cero la economía va a crecer automáticamente como por arte de magia.
¿Aguantará en los próximos meses su actual apoyo social aún sólido? Si ello no ocurre, si hay que seguir esperando años y años, ¿estará la gente dispuesta a esperar? Los más pesimistas auguran una explosión social de proporciones bíblicas.
El comentarista Héctor M. Guyot, destaca “la gigantesca tarea de desmontar la intrincada red de privilegios y curros (chanchullos) que el populismo clientelista construyó durante décadas”. En eso hay amplio consenso.
Para Inés Capdevila, “en Argentina, el universo de cosas que están mal y a punto de pudrirse es tan grande que uno no sabe por dónde empezar. Tenemos un Estado gigantesco pero muy poco eficiente. El sistema fiscal está totalmente distorsionado”.
Y en cuanto a la salida de la crisis, ella se muestra escéptica: “¿Cuál es su plan de crecimiento? Yo creo que no lo tiene. Y por eso pelea tanto con todos”. Pero Capdevila quiere dar una nota de optimismo en un ambiente casi general de pesimismo:
“Yo soy una ferviente institucionalista y creo que las instituciones aún funcionan. Hay un estado de confusión en la Argentina de hoy, pero en este país hay un espíritu de supervivencia activo, seguimos generando riqueza, es un país que sigue innovando y hay un capital humano importante. Yo no creo que acabemos siendo un Estado fallido. No sé si Milei va a durar o no, pero espero que sí porque sería un trauma gigantesco para Argentina tener algo como lo que pasó en la crisis del 2001 cuando tuvimos cinco presidentes en poco tiempo. Pero tiene que consensuar las cosas y buscar aliados o si no, no veo como puede continuar gobernando ni cómo puede ser capaz de solucionar los problemas”.
De todas formas, triunfe o no Milei en su rigurosa política de saneamiento económico, volver a los tiempos del desprestigiado populismo peronista y kirchnerista parece algo descartado. Así al menos lo vaticina el economista y diplomático Renato Carlos Sersale, actual director del Instituto de Capacitación para el Servicio Exterior: “Aunque no salgan las cosas que Milei está promoviendo, va a generar una agenda que va a ser difícil de parar, porque todas las otras cosas que se han probado ya sabemos que no funcionaron”.
Hay una imagen curiosa del presidente que se repite en sus apariciones televisivas. Cuando algún canal va a entrevistarle, él se sitúa frente a frente con el entrevistador sentado en el borde delantero de una gran silla de la que parece que va a resbalar. No da la sensación de estar cómodo. Es como si no quisiera que le acusen de estar apoltronado.
¿O será una muestra de que el cargo le cae grande?