Meteorólogos del mundo, científicos del clima y varias agencias de Naciones Unidas, aprobaron una iniciativa que permitirá a los países acelerar su lucha contra el calentamiento global que producen. Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero, como se denomina esta nueva infraestructura, recibió el apoyo unánime de los 193 estados miembros de la OMM, reunidos en Ginebra.
Los asistentes al congreso mundial de meteorología reconocieron los crecientes volúmenes de emisiones de gases perniciosos para la vida en el planeta. Y, consecuentemente, valoran la actuación científica en las mediciones y en la mitigación de la crisis climática.
Actualmente, la mayor parte del monitoreo de estas emisiones realizado a nivel global depende en gran medida de las capacidades de investigación y la financiación de la investigación. La naturaleza intermitente de la mayor parte de este soporte financiero y los procesos competitivos utilizados para su asignación dificultan el logro de un seguimiento mundial sostenido de los gases de efecto invernadero.
La iniciativa facilitará que la OMM acceda a un amplio conjunto de datos globales y permanentes sobre las concentraciones de dióxido de carbono, gas metano y óxido de nitrógeno en la atmósfera.
También colmará lagunas de información críticas y proporcionará un marco operativo integrado que reunirá en una sola infraestructura todos los sistemas de observación espaciales y de superficie. Así como las capacidades de modelización y asimilación de datos.
El secretario general de la OMM, Petteri Taalas, elogió la nueva iniciativa y alertó de que “las concentraciones de gases de efecto invernadero están en niveles sin precedentes. Y son más altas que en cualquier otro momento de los últimos 800.000 años”.
Esta Infraestructura se basará y ampliará las actividades de larga data que ha desplegado la OMM en la vigilancia de GEI.
Mayor vigilancia a los gases de efecto invernadero
Taalas sostuvo que “el aumento de los niveles de dióxido de carbono de 2020 a 2021 fue superior a la tasa media de crecimiento del último decenio. Y las concentraciones de metano experimentaron la mayor subida interanual desde que comenzaron las mediciones”.
Los más perniciosos gases de efecto invernadero son el dióxido de carbono, principalmente originado en las emisiones desde combustible fósiles y la producción de cemento. El metano (CH4), abundante en humedales y arrozales, y el óxido nitroso (N2O), que proviene de océanos, suelos, incendios o industrias.
“El aumento de los niveles de CO2 de 2020 a 2021 fue superior a la tasa media de crecimiento del último decenio. Y las concentraciones de metano experimentaron la mayor subida interanual desde que comenzaron las mediciones”, precisó Taalas. No obstante, dijo, que sigue habiendo incertidumbres. Sobre todo en lo que respecta al papel que desempeñan el océano, la biosfera terrestre y las zonas de permafrost (el suelo congelado cerca del Ártico) en el ciclo del carbono”.
Por ello, destacó la urgencia de un sistema de vigilancia mundial de los gases de efecto invernadero dentro de un marco integrado del sistema Tierra. A fin de poder contabilizar las fuentes y los sumideros naturales, a medida que evolucionen a raíz de un clima cambiante. “Esto proporcionará información y apoyo que serán vitales para la aplicación del Acuerdo de París”, señaló.
La OMM ha señalado que el calentamiento del clima provocado por los gases de efecto invernadero aumentó casi un 50 % entre los años 1990 y 2021.
Compromiso con el planeta
La decisión de impulsar la vigilancia mundial de los gases de efecto invernadero implica el compromiso de compartir, de modo abierto, gratuito y sin restricciones, la información compilada por los principales organismos y sistemas de observación espacial y de superficie. Así como las capacidades de modelización y asimilación de datos.
Se emplearán y compartirán, por ejemplo, trabajos del Sistema Mundial de Observación Climática de las Naciones Unidas. Y del comité que reúne a 34 agencias nacionales de observación espacial, en el que participan entidades de la mayoría de las potencias industrializadas.
En su configuración inicial, se prevé que la Vigilancia Mundial de los Gases de Efecto Invernadero conste de cuatro componentes principales. El más destacado incluye un conjunto global y permanente de observaciones en superficie y por satélite de las concentraciones de CO2, CH4 (metano) y N2O (óxido nitroso o gas hilarante). Las cantidades totales y parciales de sus columnas, perfiles verticales y flujos.
También tomarán en cuenta las variables meteorológicas, oceánicas y terrestres de apoyo, intercambiadas internacionalmente lo más pronto posible. En espera de la disponibilidad de capacidad y de acuerdos con los operadores del sistema.
De manera insistente el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) indica que el mundo necesita recortar a la mitad sus emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2030. Para limitar el calentamiento global a 1,5 grados este siglo.
En un nuevo informe de marzo de este año revela que en la década 2011-2020 el planeta ya se ha calentado 1,1 grados con respecto a los niveles preindustriales (1850-1900). «La temperatura global de la superficie se ha calentado desde 1970 a mayor velocidad que en cualquier otro periodo de 50 años de los últimos dos milenios», advierte.
Emisiones, altas temperaturas y desastres
Al actual ritmo de reducción de emisiones, los científicos de IPCC advierten que es «probable» que se alcance en este siglo un calentamiento de 1,5 grados. El límite por encima del cual los expertos consideran que las consecuencias en forma de fenómenos meteorológicos extremos serían especialmente catastróficas. De allí el impulso de potenciar la vigilancia mundial de los gases de efecto invernadero.
IPCC calcula que si se mantienen las actuales emisiones el calentamiento global este siglo sería de 3,2 grados, un aumento insostenible. E incluso con los actuales compromisos de reducción de emisiones, que los expertos piden aumentar, la subida media de las temperaturas sería de 2,8 grados.
Esto supone olas de calor más fuertes y frecuentes: sequías, impacto en los cultivos y ganadería y por tanto, inseguridad alimentaria. También lluvias e inundaciones calamitosas para la población y vida en el planeta.
Por ejemplo, la subida del nivel del mar, uno de los efectos del calentamiento global y posible fuente de desastres ecológicos y humanitarios. Es «inevitable para los próximos siglos o milenios», alertan los científicos del clima.