El 20 de julio se cumple medio siglo de una huella histórica. Este día, el módulo de la misión Apolo 11 se posó sobre la Luna. El astronauta de la NASA Neil Armstrong caminó sobre el satélite natural de nuestro planeta.
Este acontecimiento ha sido uno de los mayores logros científicos y tecnológicos de la humanidad. Sin embargo, también está llena de controversia y ha sido objeto de debates desde entonces.
La fecha es propicia para recordar algunos hechos conocidos (y no tanto) que rodean este significativo hito de la carrera espacial.
Entre los aspectos más conocidos, están la inspiración que el presidente Kennedy le dio al programa espacial y los niveles de audiencia récord de la transmisión del alunizaje.
Mucho menos difundidos han sido los aportes de un ex nazi, de una mujer afroamericana y de España, para el éxito de Estados Unidos en la carrera espacial.
El reto de JFK
El objetivo principal del Apolo 11 era completar una meta establecida por el presidente John F. Kennedy. El 12 de septiembre de 1962, el mandatario aseguró que EEUU lograría ir a nuestro satélite antes de que terminara la década.
La misión Apolo 11 logró el objetivo en julio de 1969, pocos meses antes de que «expirase» el plazo que JFK se había dado.
La ruta del Apolo 11
El Apollo 11 se lanzó desde Cabo Kennedy el 16 de julio de 1969, impulsado por un cohete Saturno V. La nave llevaba al Comandante Neil Armstrong (1930-2012), al Piloto del Módulo de Comando, Michael Collins (n. 1930), y al Piloto del Módulo Lunar, Edwin «Buzz» Aldrin (n. 1930).
El 20 de julio, se realizó el alunizaje. Armstrong y Aldrin pasaron 21 horas, 36 minutos en la superficie de la luna. Posteriormente, el módulo lunar abandonó el satélite y permaneció en órbita lunar.
Los procedimientos de reingreso se iniciaron el 24 de julio, 44 horas luego de abandonar la órbita lunar. Después de un vuelo de 195 horas, 18 minutos, 35 segundos, el Apolo 11 se posó en el Océano Pacífico, a 13 millas de la nave de recuperación USS Hornet.
Un nazi en la Nasa
Una de las páginas controversiales de la carrera especial fue el aporte de Wernher von Braun en el desarrollo de los cohetes Saturno para el programa Apolo. Este científico fue el encargado de diseñar cohetes para la Alemania Nazi. Su mayor «logro» fue el desarrollo de los temibles V2.
Los daños causados por su impacto eran mayores a los de sus antecesores, los V1, a causa de la falta de aviso. Esto se debía a que, al estrellarse a velocidades supersónicas, no se percibía ningún ruido de aproximación. Su objetivo era matar y fue construido con mano de obra esclava, en campos de concentración.
La invención de von Braun dio muerte a entre 8.000 y 12.000 personas, especialmente en los bombardeos nazis de Londres y Amberes (Bélgica). Se estima que entre 10.000 y 20.000 trabajadores forzados murieron en condiciones miserables en los túneles subterráneos.
Después de la guerra, von Braun, junto a 500 científicos de su equipo, fue trasladado a Estados Unidos. Allí acordaron trabajar para las Fuerzas Aéreas. A cambio de ello, quedaron exonerados por su pasado nazi, las muertes ocasionadas y el uso de mano de obra esclava.
En 1960, el científico alemán se convirtió en el director del Centro Marshall de Vuelo Espacial de la NASA y responsable del diseño del cohete Saturno V utilizados en las misiones Apolo.
En esa época, von Braun, quien se nacionalizó estadounidense en 1955, era muy popular en Estados Unidos. Intervenía en programas de TV, producidos por Disney, en los que hablaba sobre el espacio y la exploración espacial. Además, actuaba como portavoz de la NASA y publicó una serie de artículos.
De Verne al Apolo 11
En su obra más emblemática, «De la Tierra a la Luna» (1865), Julio Verne predijo de manera extraordinaria lo que sucedería en la misión del Apolo 11 que la NASA lanzó un siglo más tarde.
En el libro hay tres astronautas (igual que en la realidad). Viajan en un proyectil llamado «Columbiad» (el módulo de la Apolo se llamaba Columbia).
La nave descrita en libro despega desde Tampa, Florida. El Apolo 11 partió de Cabo Kennedy, en el mismo estado norteamericano, a tan solo un centenar de kilómetros del sitio escogido por Verne.
El Apolo 11 tenía forma de cono, una longitud de 3,65 metros y un peso total de 5.621 kilogramos. En la novela, la nave tenía forma cónica, con la misma longitud (3,65 m) y un peso de 5.345 kilogramos (sólo 276 kg. de diferencia).
La velocidad alcanzada por la nave real fue de 40.000 kilómetros por hora. En la ficción, se desplazaba a 38.720 kilómetros por hora.
El tiempo de viaje hasta el alunizaje del Apolo 11 fue de 97 horas. En la obra, la travesía fue de 83 horas.
Además, el lugar donde alunizan en ambos casos es la región conocida como Mar de la Tranquilidad. Así mismo, el exitoso regreso de ambas tripulaciones se produce en la misma zona del Océano Pacífico.
La vigilancia del viaje del proyectil se realiza en la novela desde un imaginario telescopio gigante, con lente de cinco metros de diámetro, situado en las Montañas Rocosas. Estas son las dimensiones y ubicación real del gran radiotelescopio de Monte Palomar.
Audiencia récord
Se calcula que más de 600 millones de personas siguieron en directo el alunizaje de la Misión Apolo 11, a través de la televisión. La cifra fue récord de audiencia absoluto durante 12 años. El nuevo récord no llegó hasta 1981, fecha en la que la boda de la Princesa Diana de Gales convocó a 750 millones de personas ante el televisor.
Doce hombres han caminado sobre la luna. La última misión fue en 1972 con el Apolo 17.
Menos capacidad de cómputo que un smartphone
La tecnología de la década de 1960 jugó un rol clave en llevar a los primeros hombres a la luna. Sin embargo, los equipos eran menos poderosos que un smartphone corriente de hoy. De hecho, se parecerían más a una calculadora. El computador responsable de las misiones Apolo fue el Apollo Guiding Computer (AGC).
El equipo tenía 2.048 palabras de memoria RAM y 36.864 de memoria ROM. La longitud de las palabras era de 16 bits. Corría a alrededor de 1 mhz. Un procesador de smartphone de 1000 mhz y 512 MB de RAM, tiene 100.000 veces más RAM que el AGC y es mil veces más rápido.
Hasta los sistemas más sencillos de hoy superarían técnicamente los que usó el Apolo 11.
Apolo 11 comunicado gracias a España
En la misión Apolo 11 participaron 400 mil personas, a lo largo y ancho del planeta Tierra. De ellas, más de 400 fueron españoles. Su papel fue esencial en la comunicaciones.
De hecho, este logro científico y tecnológico fue posible en gran parte gracias al trabajo que se realizó desde la estación de Fresnedillas, en Madrid. Esta junto a otras dos estaciones más, la de Goldstone (en el desierto de Mojave, California) y la de Honeysuckle Creek (en Camberra, Australia), coadyuvó en las comunicaciones aeroespaciales en el programa Apolo.
Las estaciones estaban ubicadas, con una separación de aproximadamente 120 grados longitudinalmente sobre el globo terráqueo. De esta manera pudieron obtener la cobertura de comunicación con la luna durante las 24 horas del día.
Las calculistas del Área Oeste
El nombre de Katherine Johnson puede que no resulte familiar a la gran mayoría de las personas. Sin embargo, su papel fue esencial para el éxito de la misión Apolo. Esta mujer afroamericana trabajó más de catorce horas diarias en el programa de retorno de la misión, conocido como Lunar Orbit Rendezvous.
Johnson se encargó de calcular el momento en el que el módulo lunar Eagle debía abandonar el satélite para que su trayectoria coincidiese con la órbita que describía el Columbia. Ello era indispensable para que ambos pudieran acoplarse y así regresar a la Tierra.
Esta mujer, extraordinariamente dotada para las matemáticas, había sido desde 1953 una de las “calculistas del Área Oeste”. Este era un grupo de mujeres afroamericanas que la NASA empezó a contratar en la década de los 40, para que realizaran las tareas de cálculo requeridas por los ingenieros del programa espacial.
Su historia fue apenas conocida por el público en 2016, tras el estreno de la película «Figuras ocultas» (Hidden Figures), que narra este capítulo de la conquista del espacio.
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