Joe Biden prometió reducir para 2030 las emisiones de gases de efecto invernadero de Estados Unidos en un 50 a 52%, por debajo de los niveles de 2005. En el camino se ha tropezado con políticos que bloquean decisiones, empresas petroleras e industriales que incurren en desinformación y “greenwashing”. También con ineficiencias del gobierno en la medición y supervisión de las emisiones.
Rhodium Group y S&P Global elaboraron por separado informes que presagian vientos en contra para alcanzar los objetivos climáticos no solo de Estados Unidos, sino también del resto del planeta.
La firma de investigación Rhodium Group ha calculado que los estadounidenses están en camino de disminuir las emisiones entre 24 % y 35 % para 2030. Significativamente inferior, la mitad del objetivo climático de Biden. Sin duda se requieren acciones adicionales
El otro estudio, publicado por la potencia de datos financieros S&P Global, advierte que la inminente escasez de cobre pone en peligro los esfuerzos globales para reducir las emisiones a cero a mediados de siglo. El metal es imprescindible en la mayoría de las tecnologías ecológicas.
“Las reducciones actuales son insuficientes para cumplir con el objetivo climático que se impuso Estados Unidos. Todavía hay una gran brecha que compensar”, dijo Ben King, director asociado de Rhodium y coautor del análisis, a Climate2022.
Las estimaciones del informe representan una perspectiva más optimista que en 2021, cuando la empresa pronosticó una reducción de emisiones del 17 al 30% para 2030. Sin embargo, el cambio se atribuye en gran medida a proyecciones de crecimiento macroeconómico más lentas y precios más altos de los combustibles fósiles por la guerra en Ucrania. No a grandes cambios en la política y las acciones
Los objetivos climáticos de Estados Unidos y el mundo
Rhodium señala que en el campo de las políticas estadounidenses para alcanzar los objetivos climáticos ha habido un movimiento en el último año. Por ejemplo, la aprobación de la ley de infraestructura bipartidista y la promulgación de nuevos estándares de emisiones del tubo de escape para automóviles y camiones ligeros. «Pero reina la incertidumbre cuando se trata del proyecto de ley de reconciliación presupuestaria de los demócratas, estancado desde hace mucho tiempo. Y la regulación de las centrales eléctricas por la Agencia de Protección Ambiental», añade.
Rhodium Group espera que el sector industrial supere al sector del transporte como la mayor fuente de emisiones de gases de efecto invernadero a principios de la próxima década. Las emisiones del sector eléctrico probablemente seguirán disminuyendo, pero el precio del gas natural y la energía renovable será un importante impacto en el resultado de 2035. Las mejoras en el millaje de gasolina y más ventas de vehículos eléctricos impulsarán la disminución de las emisiones del sector del transporte.
S&P Global subrayó que los objetivos globales netos cero dependen en gran medida del suministro de cobre. Esencial para las baterías de los vehículos eléctricos, las turbinas eólicas en alta mar, las células solares y otras tecnologías ecológicas.
El informe establece dos escenarios: uno de «camino rocoso» en el que continúan las tendencias actuales; el otro de «gran ambición» en el que las minas de cobre aumentan la producción se incrementa el reciclaje del metal.
Entre dos aguas: autos eléctricos y petróleo
En el «camino rocoso», S&P Global pronostica un déficit anual de cobre de casi 10 millones de toneladas métricas en 2035. También, en el escenario de “alta ambición”, proyecta un déficit de casi 1,6 millones de toneladas métricas.
“La gente habla mucho sobre el litio y el cobalto, pero el cobre es el metal de la electrificación”, señaló a The Climate 202 Dan Yergin, vicepresidente de la firma y coautor del estudio. “E incluso en un escenario optimista, vemos un déficit significativo».
La inminente escasez de cobre pone en peligro no solo los objetivos climáticos de EE UU y otros países, sino también los compromisos de los fabricantes de automóviles de vender más vehículos eléctricos, indicó el estudio. El vehículo eléctrico promedio usa aproximadamente 2½ veces más cobre que un automóvil con motor de combustión interna existente, según el análisis.
«Los vehículos eléctricos son, definitivamente, los grandes impulsores del aumento de la demanda de cobre en la transición a energía limpia», anota Olivier Beaufils, director de consultoría de transición energética de S&P Global Commodity Insights.
En el artículo que publicó en The Washington Post la semana pasada, Biden justifica su decisión de visitar Arabia Saudí, pesar de sus promesas de convertirlo en un “paria” por las violaciones de los derechos humanos. El texto tiene pocas referencias a la energía, pero obviamente busca más petróleo. Arabia Saudí podría ayudar a estabilizar el mercado y a reducir los precios de la gasolina.
Sin embargo, los expertos destacaron que el presidente probablemente no logre que el reino saudí impulse la producción petrolera. Lo máximo que logrará son algunos modestos acuerdos con el resto de la OPEP para subir la producción.