Ha transcurrido un año desde que el Mar Menor amaneció con sus aguas llenas de miles de especies marinas asfixiadas en una crisis de anoxia sinigual. La falta de oxígeno conllevó una crisis de mortandad de la que la región todavía no se ha recuperado.
El 12 de octubre de 2019 en la playa de Villananitos, en San Pedro del Pinatar, toneladas de peces y crustáceos muertos se acumulaban en la orilla. Una tragedia sin precedentes en la historia del Mar Menor y que ocasionó la entrada masiva de agua dulce.
Numerosos camiones tuvieron que cargar con los cadáveres marinos para limpiar la playa en aquel momento. Pero todavía hay fango. Algas y veraneantes que no quieren acercarse al lugar.
Un año después de la tragedia
Ya han pasado doce meses desde que las imágenes de aquel desastre recorrieron el mundo. La albufera ha presentado leves mejoras, aunque mantiene su estado crítico. Iniciativas legislativas intentan protegerla más y mejor. Sin embargo, los desencadenantes de su grave estado siguen estando presentes. La agricultura intensiva y la instalación de miles de desalinizadoras ilegales han aumentado. Como consecuencia de la pandemia, la explotación agraria se incrementó por la demanda de productos hortofrutícolas.
Durante noviembre de 2019 y abril de 2020 el Mar Menor recibió hasta 1.600 toneladas de nitratos. Todos procedentes solo una de las ramblas que desembocan en sus aguas, producto de los fertilizantes que usan en la actividad agrícola.
Si bien la justicia murciana investiga las desalobradoras que instalaron fuera de la ley, la falta de coordinación entre la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) y el Gobierno regional ha ralentizado los procesos. Además, las Danas amenazan con aumentar el nivel del agua dulce en la laguna salada. Algo que contribuiría, nuevamente, a la muerte masiva de especies marinas.
La vulnerabilidad de la fauna del Mar Menor tras la anoxia
La crisis ecológica que ocurrió en 2019 tuvo un gran impacto en las poblaciones de especies marinas que residen en el norte de la laguna. El pejerrey, el pez aguja y el pez gobio fueron los que más se vieron afectados por la capa anóxica. Son especies bentónicas que viven en el fondo marino y tienen escasa capacidad de movimiento. Hasta ahora, no han presentado signos de recuperación en las zonas más impactadas por la anoxia.
Investigadores del Laboratorio de Conservación y Biología de Vertebrados Acuáticos, asociado al Departamento de Zoología y Antropología Física de la Universidad de Murcia, ha llevado a cabo un informe técnico desde octubre de 2019 hasta febrero de este año. Evaluaron el estado de las comunidades de peces que habitan en aguas someras del Mar Menor y los efectos de la DANA en las zonas.
La DANA es una depresión atmosférica aislada en niveles altos que se produce por el choque de una masa de aire frío en altura con el aire caliente de la superficie. Este fenómeno, tradicionalmente denominado «gota fría», da lugar a chubascos y tormentas intensas.
El seguimiento ha demostrado que las especies marinas migrantes han tenido una capacidad de recuperación importante y han incrementado su presencia. Peces como los espáridos, el fartet o el mújol no mostraran cambios notorios en su población tras la mortandad.
«Las especies estacionarias sí sufrieron un fuerte decrecimiento», dijo Francisco Oliva, biólogo y miembro del grupo investigador. Las áreas afectadas por la muerte masiva han incidido en la estructura funcional de la comunidad de peces de esta zona, lo que podría ocasionar una posible «pérdida de servicios y funciones ecológicas esenciales».
La situación podría implicar la disminución de las poblaciones fijas como el chirrete, el pez aguja o el pez gobio. Un hecho que puede comprometer la actividad pesquera de la zona y extender el problema a toda la laguna.
El estudio se realizó evaluando el estado de poblaciones marinas en tres zonas someras afectadas por la mortandad: playa de Villananitos, Molino de Calcetera y las Encañizadas. Además de tres sectores que no resultaron afectados: Punta Seca en la Manga, playa del Arsenal y en Los Urritas.
El equipo pudo determinar que por la crisis de anoxia de 2019 hubo varios efectos que se traducen en reducciones de población en las zonas más afectadas.
Las causas de la anoxia
Antonio Luengo, consejero de Medio Ambiente, declaró en una entrevista para elDiario.es que las DANA causaron la anoxia. «La comunidad científica destaca la gran capacidad de recuperación del ecosistema, capaz de revertir la completa situación del año pasado y mostrar una evolución durante los últimos meses», dijo.
De acuerdo con Luengo, los niveles de oxígeno son los adecuados para el ecosistema. Detalla que la clorofila se encuentra en niveles bajos, la transparencia media supera los cinco metros y la salinidad se sigue recuperando. Los expertos consultados por la Consejería no creen que pueda ocurrir otro caso de anoxia, aunque no descartan ninguna posibilidad, sobre todo por los elementos climatológicos que pueden influir en el ecosistema.
Sin embargo, otros expertos y ecologistas aseguran con datos científicos en la mano que el Mar Menor continúa en un estado extremadamente delicado.
Otras consecuencias de la tragedia
Regentes y trabajadores de la playa de Villananitos se vieron afectados por el episodio de anoxia. Días después de que se llevaron a los peces muertos, todavía el ambiente olía a podrido y las personas no se acercaban. Una situación que empeoró con la llegada del confinamiento por la COVID-19.
Las personas tampoco desean meterse al agua. Ramón Pagán, portavoz de Pacto por el Mar Menor, explica que el fondo marino se vio muy afectado y hay lugares donde solo hay fango, aguas turbias y materia orgánica en descomposición: «No te puedes bañar porque da asco meterse».
Ángel Pérez Ruzafa, portavoz del comité de seguimiento del Mar Menor y catedrático de Ecología, explica que la albufera está en una situación inestable. Señaló que el nivel de la salinidad sigue bajo y no mejorará mientras no haya una infraestructura en la cuenca de drenaje que sea capaz de regular el agua y darle un tratamiento para que sea reutilizable. «Entiendo que el Gobierno regional trabaja en esa línea, pero no lo puede hacer sin la colaboración del Estado, y no consiguen plantear soluciones conjuntas», aseguró.
Medidas de protección
En el mes de julio la Asamblea Regional de Murcia aprobó la Ley de Protección Integral del Mar Menor. Fue una iniciativa que tuvo el apoyo de todos los partidos, menos de Podemos, que lo tildó de «pacto del nitrato».
La ley introdujo 130 medidas. Entre ellas, se estableció una franja de protección en un perímetro de 1.500 metros alrededor de la albufera, además de una moratoria de tres años para nuevos desarrollos urbanísticos, instalación de nuevos invernaderos y ampliación de cabaña ganadera.
La Consejería de Medio Ambiente asegura que, desde entonces, se aplican las medidas que recoge el texto y se regulan las actividades agrícolas, pesqueras, ganaderas, turísticas, urbanísticas, mineras y de navegación.
Ante esto, Julia Martínez, científica y exmiembro del comité de expertos del Gobierno regional, cree que se debe optar por «medioambientalizar» el Campo de Cartagena. Una de las principales zonas de explotación agraria que desemboca en el albufera.
Martínez pide aumentar los humedales, bajar la tasa de fertilizantes y que haya un control real del cumplimiento de las medidas. Además, criticó que en la nueva normativa para controlar la actividad no haya espacio para biólogos y ambientólogos, solo para ingenieros agrarios.
Para Pérez Ruzafa, esta ley es insuficiente. Hace énfasis en buscar soluciones de origen, mejorar en el drenaje. Defiende que debe haber una viabilidad económica en las medidas.
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