Andrea Bastidas decidió un día escapar de la locura cotidiana de Nueva York, donde ejerció como animadora sociocultural y manager de imprenta y publicidad de artistas, y dejar de buscar la Madre Tierra y su propia luz interior en la Gran Manzana, para encontrarse consigo misma y con los demás en los Llanos Orientales de Colombia, donde nació. Allí impulsa Makú Project, un espacio para la salud, el bienestar y el conocimiento de las tradiciones de los indígenas que habitaron esta selva y que supieron conectarse con la naturaleza y convivir en armonía
Fotografía: Oscar Aponte / Diseño y Estilismo: Vitorio Pérez / Accesorios: Erika Lasso
Los Nukak-Makú son un pueblo nómada que tradicionalmente ha habitado entre el medio río Guaviare y el curso alto del río lnírida en el Departamento del Guaviare, en la Amazonia colombiana. Han visto reducido casi a la mitad el número de sus miembros en los últimos veinte años debido a la adquisición de enfermedades por contacto con los colonos.
Su población actual se estima en 450 habitantes. Habitan solo en campamentos estacionales, luchan arduamente por no sedentarizarse ni jerarquizarse, son los grandes conocedores de la selva y posiblemente sus más antiguos pobladores. Han acumulado conocimientos científicos, especialmente zoológicos y botánicos, que la sociedad actual desconoce.
Andrea Bastidas es una de sus principales valedoras a través de Makú Project, un espacio de salud y bienestar cuyo fin es que las personas sean más felices. El nombre es un homenaje a las últimas tribus nómadas de Sudamérica, que están desapareciendo porque no tienen comida y se les ha obligado a asimilarse a las ciudades para sobrevivir. Los indígenas tienen conocimiento y respeto por la naturaleza.
Bajo la palma de moriche, en un entorno sereno, con los sonidos de la naturaleza, es posible meditar, practicar yoga, navegar en plena selva (a una hora de Makú) por el río Arcoíris, caminar por sendas andinas en los parques nacionales de Chingaza y El Cocuy, avistar especies de aves espectaculares, aprender de las tribus indígenas su tradición ancestral y vibrar con la cultura del vaquero, su música tradicional, la comida criolla y el baile del joropo.
Masajes, meditación, yoga, talleres de yoga, meditación y reiki, rituales de cacao, hierbas medicinales, ceremonias de fuego y mucho más de la mano de Andrea Bastidas, la esencia de Makú, el amor por la madre tierra, una vereda pequeña con una tienda de pueblo en la entrada, la conexión con los animales, los cuatro elementos: agua, fuego, aire y tierra.
Usted impulsa en los Llanos Orientales, en la localidad de Villavicencio, entre la Cordillera Oriental y las selvas de la Orinoquia de Colombia, un proyecto –Makú– que considera como su gran obra de arte. ¿En qué consiste?
Makú Project es un pequeño lodge o casa de campo que encarna la representación de un sueño en un lugar olvidado, perdido en la memoria, ubicado en una vereda a 20 minutos de Villavicencio, que está rodeado de naturaleza y fauna. Desde el principio, de la mano de profesionales muy cualificados –la arquitecta Angélica Soler, del estudio Neutra Arquitectura & Diseño, a cargo del diseño, y el arquitecto Luis Eduardo Arteaga, a cargo de la construcción– pusimos mucha cabeza y corazón en esta iniciativa.
Makú en sí es una propuesta vital que está enfocada al bienestar, yoga, meditación, arte, música y exploración del ‘yo’ interno por medio de la naturaleza. No se trata de un paraje campestre ubicado en medio de la nada, sino más bien un espacio multidisciplinar para la dinamización cultural y antropológica que muestra cómo viven los vaqueros y campesinos de la región, cuáles son sus costumbres, sus tradiciones y sus ritos. Sin duda, se trata de uno de mis proyectos más importantes hasta el momento.
Además de concienciar sobre los indígenas, persigue que las personas sean más felices y saludables. ¿De qué forma?
A medida que maduro, entiendo cada vez mejor que la salud empieza por la mente y nuestro estilo de vida. Makú respeta y admira los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas de Colombia y, por extensión, de todo el mundo. Crea conciencia y sana a través de las plantas y otros remedios naturales que pueden curar no solo los males físicos, sino también los mentales. Creemos que prácticas milenarias como el yoga, la meditación, la alimentación consciente y la combinación de los conocimientos milenarios de los indígenas constituyen una forma holística perfecta para generar salud y felicidad.
Los indígenas vivían en conexión con la naturaleza. ¿Es posible desarrollar este modo de vida en un entorno urbano?
Creo que no es imposible, pero sí complejo. Debido al aumento de la población humana, el planeta está sufriendo: se necesitan más animales para el consumo del ser humano, estamos talando más árboles y arrojando más residuos plásticos a los ríos y mares. Es difícil crear un entorno armonioso en medio de tanto caos urbano, pero sí se puede empezar a actuar desde nuestro hogar, y asumir que hay que sembrar más árboles, más plantas, que hay que reciclar más y elevar nuestro nivel de conciencia y respeto desde nuestros propios hogares.
Le da mucha importancia al conocimiento ancestral, a los valores que le han inculcado sus padres. ¿Por qué?
Porque sin esos conocimientos mi existencia sería muy incierta y, además, porque como ser humano estoy ligada tanto al sufrimiento como a la felicidad: es la condición humana. Siento que los conocimientos ancestrales me han ayudado a plantar los pies en la tie rra y mi espíritu en el universo. Al tener esos dos polos opuestos bien arraigados, experimento más ganas de vivir, de entender esta existencia y comprender el propósito que tengo en la vida.
Su infancia transcurrió en plena efervescencia del narcopoder. ¿Qué le enseñó la violencia?
La violencia me enseñó que crecemos con heridas y traumas. Para algunos, la guerra y la violencia pueden llevarnos al crecimiento interno, pero para otros crean raíces tan hondas que simplemente transforman a las personas en seres humanos violentos, infelices, dependientes de las drogas. La guerra deja secuelas muy profundas y no se puede jugar con las cicatrices que dejan tanto en el cuerpo como en el espíritu ya que en cualquier momento pueden reabrir y volver a ser heridas, lesiones que causan estragos. De aquí la importancia del mindfulness, de buscar la sanación desde el espíritu, de entender nuestras heridas, nuestras cicatrices, nuestros traumas, nuestra tristeza… y de entender que podemos florecer desde el dolor.
La ceremonia de ayahuasca le ayudó a descubrirse a sí misma y a conectarse con la naturaleza. ¿Cómo fue este proceso?
Pienso que ha sido uno de los momentos más importantes de mi vida. Me llevó a un despertar de la conciencia, a mirarme al espejo y enfrentarme honestamente con quien soy. A ver la vida desde otra perspectiva, a no sentir temor por lo que no veo, lo misterioso. Sigo en mi proceso de aprendizaje. Como ser humano continúo cometiendo errores, pero la diferencia entre antes de la ayahuasca y después es que ahora trato de ser más consciente de mis fallas y procuro cambiar. Este proceso de autoconocimiento no es fácil: es un viaje con unos caminos marcados y otros desconocidos.
La ayahuasca es una medicina cuando te acercas a ella desde tu corazón, con respeto, con la intención de que te cambia la vida y su percepción. Te aproxima de manera extraordinaria a la madre de todas las madres: la Madre Tierra, y es allí donde se halla el amor más puro.
¿Cómo encontrar el equilibrio en plena pandemia con el planeta amenazado por el cambio climático?
Esta pregunta es muy difícil ya que una parte de mi ser entiende que la madre tierra está entrando en un modo de limpieza, y esto es fenomenal, pero la otra parte es la cantidad de vida arrasada por el virus. La madre tierra necesita un break, un descanso de tanto perjuicio como causamos los humanos. Todo ese daño ha generado el calentamiento global, que afecta de manera desmesurada a todas las especies vivas en el planeta. Quizás la respuesta a esta pregunta es que el equilibrio se encontraría cuando como seres humanos podamos elevarnos a estados más profundos de conciencia, cuando empecemos a respetar el planeta y absolutamente a todos sus seres vivos.
¿Cree que la medicina hoy está preparada para combatir amenazas como la COVID-19? ¿No acabará siendo la vacuna el gran negocio de los laboratorios farmacéuticos?
Como dicen acá, en Colombia, no hay mal que por bien no venga. De alguna manera la COVID-19 vino a estrujarnos fuerte, pero también a acercarnos a la naturaleza. En esta era en la que vivimos todo es negocio. Quizás los laboratorios farmacéuticos tal vez se enriquezcan con el sufrimiento del pueblo. Con el coronavirus nos damos cuenta de que la medicina no lo sabe todo. Ya vamos para un año de pandemia, de millones de muertes, de grandes índices de desempleo, pobreza y hambre. ¿Y estaba o está la medicina preparada? En mi opinión, ¡no! Este es un claro ejemplo que evidencia que los seres humanos no somos omnipotentes.
¿Es posible encontrar la pachamama en Nueva York, donde ha vivido? ¿Se puede ser feliz en medio de esa locura?
Me pregunté esto mismo los últimos cinco años de mi vida. Es más, traté de hacer de mi hogar una pachamama chiquita con plantas, cultivando el patio del lugar donde vivo. La pachamama es tan sabía que donde tú plantes y des amor, ella te da frutos. Si siembras una mata de tomates en una matera, ella te da tomates. Esa es la sabiduría de la tierra. Obviamente el caos existe, y tenemos que utilizar herramientas como la meditación y el yoga para seguir conectados con la tierra y con nuestra esencia. La felicidad nace dentro de nuestro corazón independientemente de nuestro entorno.
Se ha definido en alguna ocasión como una facilitadora de sueños. ¿Qué quiere decir?
Recuerdo haber dicho esto hace tiempo para un artículo de artistas en New York. Tal vez era mi ego hablando entonces. Lo que pienso ahora, después de un tiempo de crecimiento, es que todos tenemos talentos. Mi talento fue llevar a cabo los sueños de los artistas y su traslado a las artes gráficas para la impresión en la compañía Duggal. Organizaba, asimismo, eventos de arte, música, conciencia y amor a la tierra. Yo era el vehículo para ese sueño. Hoy, me veo como una persona que simplemente trata de realizar lo que tengo en mente, bien sea para mi bienestar o para el de terceros, o sea, me gusta decir y hacer porque es importante que las ideas no solo se queden en palabras.
Ha desarrollado su actividad profesional en el ámbito del arte. ¿No es un colectivo desconectado de la realidad que no entiende conceptos como dinero o negocio?
El arte es algo muy intrigante para mí. Siento que todos necesitamos del arte para poder tener una vida menos cuadriculada y con más fantasía. Como tal, los artistas viven cada uno en una burbuja de su propia realidad, en un mundo fantástico, y la mayoría de ellos están desconectados del dinero y de los planes de negocios. Por eso, necesitan un consejero que los ayude a llevar sus finanzas porque realmente el verdadero arte está lleno de emociones y energía intangible, y el dinero es una emoción y/o energía tangible. Para mí, es el medio para subsistir y pagar las facturas. No creo que ser rico te haga feliz.
La felicidad es un estado mental. En la cuarentena realicé un curso en Harvard University bajo el epígrafe “La ciencia de la felicidad”. Los maestros explican que la verdadera felicidad radica en actos de amor, compasión y altruismo. Estoy completamente de acuerdo con esto. En New York es fácil conocer a gente con mucho dinero y la mayoría no son tan felices y dependen de drogas o antidepresivos para no hundirse. Este es un claro ejemplo de que ser millonario, famoso o tener todos los lujos del mundo no te hará ser más feliz que alguien que tiene lo necesario para vivir –casa, empleo, comida y familia–. La felicidad fluye desde dentro hacia fuera, no de fuera hacia dentro.
Afirma que Makú es un proyecto de amor. ¿Qué significa? ¿Qué lugar ocupa el amor en un mundo tan materialista?
Makú es la representación de “mi amor”. Siento que mi primer amor en la vida fue el olor de esta tierra. Tenía tal vez ocho años cuando experimenté, la primera vez que vine a estas tierras, como un sinfín de mariposas, un hormigueo. No sé cómo explicarlo, pero Makú es la representación de ese primer amor. Fue creado con muchas sonrisas, lágrimas, miedos, incertidumbre, retos… Tal cual es el amor. Amo a los animales. Tengo un pitbull llamado Roca al que educo con amor para mostrar a cada visitante que a veces hacemos juicios muy extremos ante ciertas razas de animales que resultan ser animales llenos de amor, extraordinarios e inteligentes.
Rescatamos un gato, al que llamamos Polar, pocos días después de nacer. Estaba tirado en la vereda. Cuento todo esto con el propósito de concienciar a las personas sobre la importancia de rescatar animales. Amo a todos los animales y me conecto de manera muy profunda con ellos. En consecuencia, en un mundo tan materialista y frío es importante tener la mente clara sobre el respeto a la naturaleza y su entorno. Makú es un proyecto de amor en un mundo materialista. De alguna forma tenemos que materializar nuestros sueños, nos guste o no el término. Lo contrario solo quedaría en “sueños” o estado subconsciente. Es importante visualizar y manifestar, crear con el corazón y dejar que la energía del universo realice el resto.
¿No cree que vivimos volcados hacia el exterior en lugar de procurar entendernos a nosotros mismos?
Desafortunadamente, esa es nuestra realidad. Es triste cómo la dinámica de las redes sociales y la falta de amor propio nos han llevado a desconectarnos de la esencia y originalidad que tenemos cada uno de nosotros. En lo personal, he tenido un arduo trabajo con las redes sociales. Sin darnos cuenta, nos volvemos esclavos de ellas. Es como una droga que poco a poco te seduce y te hace sentir que tienes que estar en constante competencia y siempre luciendo “perfecto”.
¿Cómo es posible esa introspección en un mundo donde las redes sociales imponen la moda y la tendencia?
No lo sé. Si el sistema educativo desde muy temprana edad adoptara el mindfulness como materia obligatoria, tal vez seríamos más conscientes de que las redes sociales tienen el poder de manipular nuestra mente, valores y principios, pero si se utilizan inteligentemente son beneficiosas para los negocios, las ideas y el emprendimiento.
Apunta que todos deberíamos ser más egoístas. ¿Por qué?
El egoísmo puede ser beneficioso cuando lo asumimos desde la madurez y el amor propio. Es importante darle valor a nuestra existencia. Amarnos sanamente cuando actuamos conforme a nuestros sueños y ser mejores con los seres que nos rodean, pero si damos todo por la felicidad propia, ¿qué sentido tiene nuestra existencia? El amor propio es fundamental, es tan importante como el oxígeno para la vida, como el agua para las flores, un poco de egoísmo nos acercaría más a nuestra esencia y a vivir al máximo nuestros sueños.
¿Qué es necesario para que nuestra luz interior brille e ilumine a los demás?
Como acabo de mencionar, el amor propio, que nos hace sonreír desde el corazón, y esa sonrisa tiene un brillo y una calidad muy especial. La luz interior se alimenta de la felicidad, los buenos hábitos, la conexión con la tierra, la humildad, la compasión, el amor, la tranquilidad, aceptando el paso de tiempo y sus líneas en nuestro ser. Esa es la luz de la sabiduría, que brilla tanto que otras personas se contagian inmediatamente con ella. Esa belleza es eterna. Por contra, la belleza física es efímera.
¿Cuáles son los retos y desafíos más importante que afronta hoy la sociedad?
Son tantos… En realidad, no sé ni por dónde empezar. Creo que el más importante es el calentamiento global y, también, el estar gobernados por líderes que de una u otra manera incitan al narcisismo, al racismo, a la anarquía, al terrorismo y, obviamente, la pandemia, pero en general, con todo lo malo, también tenemos que agradecer a la ciencia la investigación para encontrar soluciones a enfermedades y virus, en este caso la COVID-19, y por acercarnos al universo y entender que tal vez existe algo más allá de esta Tierra.