Por Gustavo Palomares*
12/02/2017
*Catedrático europeo en la UNED, presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos
y profesor de política exterior de Estados Unidos en la Escuela Diplomática de España
Son muchas las inquietudes sobre la profundidad del cambio en la casa Blanca y la capacidad de la nueva administración para “devolver el poder al pueblo”, según la retórica demagógica del nuevo presidente, borrando de una vez al viejo establishment en Washington. Para conocer verdaderamente las tripas de ese dream team del trumpismo encargado de tamaña empresa es imprescindible conocer la nueva anatomía de ese poder en manos de esos hombres y mujeres del presidente.
En su entorno más cercano, junto con su yernísimo Jared Kushner –casado con su hija Ivanka–, la voz detrás del trono, el rostro inevitable detrás del presidente es Stephen Bannon, Steve para los más cercanos: su último director de campaña y la persona que supervisa el tono y contenidos de sus palabras y de sus políticas. Un verdadero estratega que aprendió el oficio de su experiencia al servicio de la fuerza naval y, sobre todo, de su actividad propagandista a través de documentales, películas y series B de marcado tinte anticomunista. Su consagración en los ambientes más ultraconservadores vino de la mano de dos documentales, uno dedicado a la historia del Tea Party que ensalzaba las virtudes sureñas y confederadas del movimiento y el otro, con el sugestivo título de In the Face of Evil (En la cara del mal) en donde ensalzaba la angelical lucha de Ronald Reagan contra los “movimientos diabólicos revolucionarios” en el mundo.
El portal de noticias Breitbart News que dirige, ha sido una de las principales plataformas mediáticas en aglutinar a la nueva derecha antitética, Alt-right, para plantear una revolución alternativa conservadora desde propuestas que intentan enlazar el viejo racismo confederado con los nuevos planteamientos de gestión empresarial exitosa en donde Trump es el máximo referente: un nuevo dios conservador moderno al servicio del individualismo posesivo.
Steve Bannon no solo es la expresión racista, fascista y sensacionalista frente a las ideas progresistas de las nuevas generaciones de la extrema derecha, también está detrás de la batalla del que fuera candidato y del actual presidente contra los musulmanes y latinos –los denominados panchitos– como origen de todos los males. Para prueba el artículo central de su plataforma que llevaba por título: Los musulmanes traerán costillas de cordero, yogur y violaciones masivas a América. A todo ello, por si fuera poco, Bannon incorpora un componente misógino y homófobo como excusa fácil para los chistes recurrentes que deleitan las veladas de la Trump Family o, incluso, para titulares como el de Breitbart, cuando preguntaba: ¿Preferirías que tu hija fuera feminista o que tuviera cáncer?
También en primera fila se encuentra Rex Tillerson. El nuevo Secretario de Estado, encargado de gestionar el interés nacional de Estados Unidos en el mundo, es el representante del poder petrolero y de los intereses rusos a él vinculados –como director ejecutivo que ha sido de Exxon, su casa matriz– y puede dar un giro desde una diplomacia multilateral en el ejercicio del soft power, como la de Clinton-Kerry, hasta una flamante bussines diplomacy entre potencias globales para esta nueva era. Una lectura principalmente económica y financiera del interés nacional en la búsqueda permanente del reparto de dividendos entre aquellos accionistas que invirtieron en la era Trump y en las posibilidades de su candidatura.
Otro de los espacios que mejor reflejan el nuevo ADN del poder en la Casa Blanca es también, sin lugar a dudas, el más decisivo para la supervivencia de los Estados Unidos y del propio ser humano. La llegada del denominado por sus compañeros de armas perro furioso Mattis, el nuevo Secretario de Defensa –un experto en esa visión clásica de la contención militar a toda costa–, complace de forma especial a los chicos del club del cohete del entorno del American Enterprise Institute que son amamantados ideológicamente por los Rumsfield´s boys del pensamiento neoconservador.
Y dentro de ellos, destaca Richard Perle, conocido por el sobrenombre del príncipe de las tinieblas por su permanente tendencia a la intriga que ha sido uno de los principales valedores del perro furioso y de sus agresivas tácticas. En conclusión, Mattis es como ese personaje poco amable y agresivo tan propio de la cinematografía más chusquera de buenos y malos –da lo mismo el conflicto o que el enemigo a batir sea ruso, chino, norcoreano o liberal comunista– para hacer las delicias de un público entregado de antemano.
Un perfil de estas características deberá administrar la política de defensa en escenarios tan complejos como Siria, Afganistán, Irak o la lucha global contra el yihadismo; escenarios y riesgos todos ellos poliédricos y de gran complejidad, que requerirán mucha cintura y un buen dribling militar, político y diplomático que no resiste simplismos o lugares comunes de la contención militar como única respuesta. Por cierto, se han conocido algunos de los tuits de su hijo: Michael Mattis, miembro destacado en la Comisión de Traspaso de Poderes entre ambas administraciones, que como respuesta a la multitudinaria marcha de protesta de mujeres en Washington por la llegada de Trump el día después de su toma de posesión, tuiteaba: ¿Qué MÁS queréis? ¿Manicura y pedicura gratis?”
Un perfil profesional e ideológico similar es el del Asesor de Seguridad Nacional, el también general retirado Michael Flynn; un radical islamófobo que defiende la existencia de un componente enfermizo dentro del islam y que apareció sorprendentemente sentado en una gala de la televisión Russia Today al lado del presidente Vladímir Putin. Este exmilitar tan próximo al frío glamour moscovita será la persona que asesore a Trump en temas de tanta transcendencia como los riesgos de la seguridad nacional y las comunidades musulmanas, la lucha contra el Daesh, las ambiciones expansionistas rusas en Europa, la crisis en Ucrania con la anexión rusa de Crimea o también el control de los grupos nazis, racistas y de la extrema derecha en alza en Estados Unidos y en todo el mundo.
Otro hombre destacado en la nueva estructura de poder, figura emergente dentro del Tea Party, es el director de la CIA, Mike Pompeo. Fue presidente de Sentry International, una compañía de equipos de campo petrolíferos antes de convertirse en uno de los congresistas más queridos por el grupo que comparte ideología en torno al Tea y al American Pay, por sus radicales posiciones antiabortistas, sus dudas sobre la teoría de la evolución, su negativa del cambio climático y del efecto invernadero y, sobre todo, por ser miembro vitalicio de la Asociación Nacional del Rifle (NRA).
Sin embargo, incluso por encima del negacionista Scott Pruis, nombrado director de la Agencia Nacional de Medio Ambiente o de Jeff Sessions, el nuevo FisKKKal General del Estado que algunos así lo escriben por su radical oposición hacia las minorias, el perfil que más se acomoda al trumpismo, a medio camino entre el populismo primario, el triunfo empresarial y el liderazgo mediático, es el de Linda McMahon, cofundadora de la Liga Nacional de Lucha Libre, World Wrestling Entertainment (WWE), que es la nueva titular de la Agencia para el Desarrollo de la Pequeña Empresa (SBA), encargada de enseñar las llaves más efectivas pressing catch a las pymes estadounidenses.
Sirva este ejercicio para saber si podemos vivir en los próximos meses una nueva revolución americana o, por el contrario, la llegada de Trump y de su peculiar equipo, es la principal consecuencia del declive estadounidense y de la progresiva falta de credibilidad en la que siempre ha sido catalogado como el modelo más acabado de democracia, pero que camina de forma inexorable y a pasos agigantados hacia el populismo autoritario.