Por Jesús Ossorio
23/10/2015
s sábado por la noche y Marta no tiene ninguna intención de unirse a su grupo de amigas para salir de fiesta. Ha tenido otra jornada interminable en la publicación para la que trabaja y mata el rato con su teléfono móvil. Me gusta, no me gusta. Este no, este puede, este sí. Las caras de los pretendientes de esta joven de 25 años vuelan a toda velocidad por la pantalla, como si de un catálogo de muebles se tratara. “Me lo tomé como un juego para conocer gente nueva, me atraía la posibilidad de acceder a ese tonteo previo sin salir de casa”, recuerda. Al otro lado del teléfono estaba esa noche Germán, 28 años, otro joven profesional, soltero entonces y sin mucho tiempo libre. “La falta de tiempo tiene mucho que ver con el uso de estas aplicaciones para conocer gente. Llega un punto en el que te quitas los prejuicios de encima y dices: ¿Por qué no va a haber alguien normal, como yo, en esta red social? Además, cada vez más gente las usa”, justifica Marta.
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La periodista recuerda que tras una breve temporada de conversaciones en Tinder, su relación con Germán pasó por todos los trámites de una “pareja normal”: citas, cenas con amigos, cine… Ambos viven juntos desde hace unos meses, se consideran una pareja estable y no esconden que su flechazo fue primero virtual. “Nunca hemos notado rechazo al contar que nos conocimos así. Al contrario, incluso hay gente que tiene envidia sana”.
Su historia con final feliz es cada vez más frecuente. O menos rara. En 1940, el 24% de las parejas de EEUU se había conocido gracias a sus familias, el 21% por amigos en común, el mismo porcentaje que encontró a su media naranja en el colegio. El trabajo, los bares y las visitas a la iglesia eran los otros lugares para emparejarse, según las estadísticas recopiladas por el sociólogo de la Universidad de Stanford Michael J. Rosenfeld. En 2009 estas variables ya recogían un destacado 22% de parejas nacidas en las red de redes. Una cifra que crece hasta el 70% si se trata de personas del mismo sexo.
Números aparte, basta darse una vuelta por las conversaciones de un grupo de amigos y amigas para constatar que internet ha cambiado por completo las relaciones de pareja. Desde el cortejo a la ruptura, pasando por el sexo, todas las etapas de una relación tienen ahora un componente digital.
Aunque las webs para conocer gente y buscar pareja no son un fenómeno reciente, sí que es relativamente nueva la aceptación y normalización de esta forma de iniciar un encuentro que puede terminar en un par de citas de sexo sin compromiso o hasta en algo más estable. Según las estadísticas del INE, sólo en España, más de la mitad de las personas sin pareja admite usar estos métodos para tratar de cambiar su estado civil o, al menos, animar su soltería.
Las cifras de visitas de estos sitios webs y aplicaciones también ayudan a medir la envergadura de esta tendencia. Según las estimaciones del portal de citas eDarling, estas agencias matrimoniales online tienen más de 49 millones de usuarios al mes en el ámbito europeo. En España, un 85% de los solteros interactúa con estas redes a través del móvil, lo que los convierte en los más conectados del continente, según una encuesta de TNS para Meetic. Este sondeo también revela que sólo la app de este portal veterano en la industria del online dating se descarga hasta 660 veces al día sólo en España.
Al otro lado del charco, en EEUU, los números prueban que el romance entre los solteros y este tipo de servicios pasa su mejor momento. Estas webs tienen allí una media de 40 millones de usuarios únicos, según ComScore. Los datos de este medidor de audiencias digitales han registrado un importante cambio en la forma en la que se consumen estas aplicaciones para ligar. Desde 2014 la mayor parte de las visitas llegan desde dispositivos móviles. Concretamente, en julio del año pasado un 60% de los internautas prefería el móvil frente a un 40% que accedía al online dating desde el ordenador. La brecha sigue creciendo a favor del teléfono.
Si hablamos del teléfono como la ventana preferente para acceder al mercado de la soltería, no podemos dejar de explicar la importancia de Tinder en este negocio. Con un funcionamiento fácil y rápido, esta aplicación parece haber borrado el estigma que suponía para muchos el hecho de quedar con desconocidos. Los usuarios se registran con su cuenta de Facebook y eligen a sus pretendientes con sólo un clic. Si hay flechazo al otro lado ambas partes pueden iniciar una conversación privada. El invento ha convencido ya a más de 50 millones de personas.
Carme Sánchez Marín, directora del Instituto de Sexología de Barcelona, asegura que las citas online están totalmente “normalizadas” en nuestra sociedad. “Hace no mucho había reparos en animarse a entrar en este mundo y muchas más reticencias a la hora de confesar ser usuario. Ahora está asumido que es una manera más de conocer a otras personas. Estas redes sociales no son más que herramientas de comunicación y socialización”, explica.
Sin embargo, otras voces sí creen que los clichés sobre los usuarios de estas webs no han desaparecido por completo. Cristina de Miguel, profesora de comunicación digital en la Universidad de Leeds, opina que perdura un “estigma social en torno a las personas que conocen gente nueva online, ya que se considera que no son capaces de hacer amigos de otras maneras”. De Miguel, que prepara una tesis sobre la intimidad en internet, enumera una serie de “características” que se atribuyen a las personas que usan sitios de citas. A saber: timidez, torpeza social, soledad, ansiedad social, estar interesado sólo en el sexo e identidad potencialmente engañosa. Contra este retrato robot de los usuarios, Sánchez Marín opina que no existe un perfil tipo de los solteros y solteras que recurren a esta forma de ampliar su círculo: “Quizá al principio sí tenían personalidades más extremas: o muy extrovertidas o muy tímidas. Ahora no, cualquier persona puede buscar pareja sexual o emocional por la vía virtual. Cada uno usa estas redes de una manera y los diferentes perfiles que se encuentran no varían mucho de los que encontramos en la vida presencial”.
Los responsables del negocio del online dating insisten en la normalidad de esta forma de conocer gente. “Las nuevas tecnologías forman parte de nuestra vida cotidiana. Nosotros sólo ofrecemos más oportunidades para ampliar el entorno habitual. No tiene por qué ser menos romántico contactar con otras personas a través del móvil o el ordenador”, defiende José Ruano, director general de Meetic para España y Portugal. No en vano, estas empresas han abandonado la clandestinidad dejando de anunciarse en la sección de clasificados para realizar grandes campañas de publicidad en los medios.
Las experiencias de los usuarios de Tinder confirman que los perfiles que se encuentran en este supermercado de la soltería no distan mucho de lo que hay en cualquier bar o discoteca. “Me ha pasado de todo y me he encontrado de todo. Antes de entrar pensaba que estaba lleno de tíos desesperados, pero no. Hay gente con ganas de conocerte y algunos hasta buscan una relación”, explica Sara Carrasco. Esta ingeniera informática de 30 años se estrenó en las citas online tras terminar con una relación de varios años, animada por una amiga. “Probé otras aplicaciones y redes al principio pero, aunque suene frío, prefiero Tinder porque te decides por unas fotos y una breve descripción. Suelo hablar con los chicos que me gustan un par de días y prefiero quedar cuanto antes en persona para no generar expectativas ni llevarme chascos”.
Aunque las sorpresas existen, muchos usuarios coinciden en señalar que ligar por internet puede incluso ayudar a evitar malentendidos y decepciones. “Según transcurra la conversación a través del chat ya se intuye qué ocurrirá en la primera cita real”, asegura Raúl. Este cocinero madrileño de 37 años sabe de lo que habla. Lleva un par de años soltero y en los últimos 12 meses su actividad y éxito en estas redes ha aumentado. Tiene perfiles en varias aplicaciones y las consulta con frecuencia. Sabe qué buscar y encontrar en cada una de ellas. “Últimamente me está gustando mucho Happn”, cuenta. Creada en París hace un año, esta app parece dispuesta a competir con Tinder en el trono de las citas por GPS. Una vez registrados, los usuarios pueden saber con quién se han cruzado en el metro o en un restaurante. Si los dos pretendientes tienen este servicio y se pulsa el botón de Me gusta pueden iniciar una conversación. “La manera de flirtear que nosotros vendemos es distinta, no es como ir de compras. Sólo damos una segunda oportunidad virtual a los encuentros que ocurren en la vida real”, explica Marie Cosnard, directora de comunicación de Happn.
“Genera más confianza eso de hablar con alguien con el que ya te has cruzado”, añade Raúl, quien aclara que intenta llevar siempre la misma estrategia. “Si las primeras fotos no me convencen, paso y cuando consigo un match -dos pretendientes se gustan- espero a que hable ella primero… quizá por hacerme el castigador me pierdo alguna oportunidad, pero hasta ahora me funciona así”. Este cocinero de un restaurante de Madrid decidió recurrir a lo virtual para ampliar su círculo de posibilidades con las chicas. “Por mi horario es difícil compaginar con la vida social y de esta forma encuentro gente que se puede adaptar a mi tipo de vida”. Y es que este bar no cierra nunca.
Sólo Tinder, la aplicación que ha hecho explotar definitivamente el mundo de las citas online, genera cada día 26 millones de matches. Esto es, dos personas se gustan e inician una conversación. Después, lo que surja. “Eso son 8.000 millones de potenciales citas desde que arrancamos”, calcula un portavoz de esta empresa para Cambio16.
El éxito de Grindr, con más de cinco millones de usuarios activos, también explica el auge de esta forma de relacionarse. Pero esta aplicación dirigida al público homosexual es mucho más directa. “Aquí no hay rodeos. Lo enchufas y te muestra otros chicos conectados en las cercanías, incluso te marca la distancia a la que están. Cualquiera puede hablar con cualquiera y a partir de cierta hora la gente suele ir al grano”, explica Fran. Según este usuario, el “furor” por esta red es tal, que es “habitual ver a todo el mundo usándola en los locales de ambiente”.
Pero no todos los flechazos acaban bien. La mayoría ni siquiera llegan a empezar con buen pie. “Recuerdo un chico que en el primer minuto de la conversación ya me estaba proponiendo ir a su casa. Demasiado rápido y demasiado obvio”, recuerda Sara. En sus múltiples citas, Raúl también se ha encontrado con algunos comportamientos extraños. “He dado con alguna chica que se obsesiona y te acosa a mensajes”, recuerda. Pero entre los clásicos básicos del online dating destacan las mentiras.
“Puedes encontrar desde perfiles claramente falsos, chicas que resultan ser profesionales… pero sobre todo, muchos fraudes con la edad y fotos que no se corresponden con la realidad”, advierte Raúl. La sexóloga Carme Sánchez prefiere hablar de “exageraciones en positivo” antes que de mentiras y aconseja que “la vida virtual y la presencial sean lo más parecidas posibe” porque ambas “se intercalan en un todo real de cada uno de nosotros”. Para Cristina de Miguel, experta en comunicación digital, las fotos retocadas o las imágenes de hace unos años forman parte del juego. “Los usuarios de estos sitios deben saber que participan en una marketización de sí mismos”. Muchos ya conocen estas reglas y se marcan filtros a la hora de seleccionar posibles pretendientes: “Chicos sin camiseta en la foto de perfil, no; con mascotas en plan sensible, tampoco; junto a amigos para despistar, tampoco. Quiero normalidad”, explica Sara. Para Raúl, no hay una “fórmula infalible” para triunfar con la foto de perfil: “No hay teoría ninguna para esto, yo sigo un sistema de prueba-error…”.
El anonimato que proporcionan las redes sociales atrae a muchos tímidos pero puede ser también el refugio perfecto para timadores profesionales. Es el caso de Rodrigo Nogueira Iglesias. Buena presencia, gafas de pasta y atractivos tatuajes son su carta de presentación en distintas aplicaciones para ligar, donde se le contabilizan hasta 19 identidades. Las víctimas ya se han organizado para alertar de sus prácticas y han reunido en un blog algunas de las historias: “Estuvo en mi casa una temporada y desapareció después de robarme un equipo de música, una cámara de fotos y 300 euros”, narra una de sus ex en los comentarios de la bitácora.
Otra cara de la presunta discrección y anonimato es la inevitable exposición y vulnerabilidad que supone abrirse un perfil en una de estas redes sociales. Acceso a los sistemas de geolocalización, a las fotografías del móvil y sincronización con las cuentas de Facebook o Instagram son algunas de las concesiones que se hacen al entrar en este mundo. Las empresas prometen confidencialidad absoluta, pero se han producido algunos incidentes que pueden dejar al descubierto datos sensibles de miles de usuarios. El mejor ejemplo es el ataque informático del pasado mes de julio a Ashley Madison, una agencia de citas especializada en facilitar encuentros a personas infieles. Chema Alonso, hacker y CEO de la empresa de seguridad informática ElevenPaths, asegura que algunas de estas webs tienen sistemas de seguridad “frágiles”. “En Badoo, por ejemplo, muchos datos de las configuraciones por defecto son públicos. Con una búsqueda avanzada en Google se puede saber hasta la orientación sexual de los usuarios”, advierte.
Pero los riesgos de estar en estas plataformas no parecen frenar a los usuarios. Gran parte de ellos han crecido con las nuevas tecnologías muy cerca y encontrar una cita a través de ellas ni siquiera supone un dilema moral. Las voces que alertan de la pérdida de habilidades sociales y del abandono del encanto del contacto humano casi no son escuchadas. Tampoco parece preocupar la amenaza de crear una generación dependiente o incluso adicta a este tipo de relaciones. La sexóloga Sánchez cree que no se puede hablar todavía de un trastorno por el abuso de estas redes. Sí subraya que podría ser “negativo” trasladar ciertos hábitos “de la vida virtual a las relaciones afectivas presenciales, hay una delgada línea entre ambos mundos, pero las conductas en las redes suelen ser mucho más compulsivas”. Esa impulsividad provocada por la facilidad que dan estas aplicaciones para conseguir parejas puede acomodar a los usuarios y “alejarlos de una relación de pareja convencional”, apunta Sánchez. “A mí no me importaría encontrar novia estable, pero reconozco que es complicado centrarse con tantas opciones… Salvo que te borres”, admite Raúl.