La Sociedad para la Protección de los Bosque de New Hampshire en Estados Unido, comenzó a sembrar abetos en una granja. Nigel Manley, quien supervisó las operaciones de los cultivos, observó algunas dinámicas interesantes entre las hileras de los fragantes arbolitos que recubrían el terreno.
En los meses de primavera, las áreas alrededor de los árboles más jóvenes, atraían pájaros anidadores en el suelo, como los tordos charlatanes o bobolinks, aves cantoras que migran hacia y desde el sur.
Los ciervos y una especie de perdiz aprovecharon los espacios abiertos para realizar sus vuelos de cortejo, además de otros juegos al aire libre. Los ciervos escondían a sus cervatillos entre las hierbas altas. Otros pájaros como el ampelis americano conocido como el ala de cera y los petirrojos anidaban en los árboles más viejos y sus crías emplumaban bajo el cobijo las ramas de los abetos.
Los ratones de campo y los topillos que vivían en la tierra, atraían a zorros y aves rapaces migratorias como cernícalos y aguiluchos.
Granjas de protección
En estos tiempos de desastres climáticos, es cuando más atención se debe dar a estos lugares verdes y frescos donde la naturaleza es libre. Estas granjas sin duda, oxigenan el medio ambiente. Allí se valora y protege a los árboles han perdido tanto en medio del cemento.
Parece una contradicción apoyar granjas de árboles que serán talados para adornar salones durante las fiestas decembrinas, pero se ha determinado que tienen beneficios ecológicos. Muchos ambientalistas prefieren esta opción frente a la versión plástica que proviene del petróleo que es traída desde el otro lado del planeta consumiendo combustible contaminante.
Hábitat para fauna silvestre
Estas granjas pueden proporcionar hábitats a la fauna silvestre local, especialmente aves y pequeños mamíferos que viven en los bosques. Estos lugares ofrecen un respiro ante la acelerada pérdida de bosques y la presión del desarrollo que tala, quema y destruye.
Un estudio alemán publicado en 2022 encontró que las plantaciones de coníferas podrían proporcionar importantes refugios para cuatro especies amenazadas como el pájaro pardillo común, el bisbita arbóreo, la alondra y el martillo amarillo. También son lugares para que los insectos polinizadores puedan hacer su trabajo libres.
Hace una década, un grupo de investigadores documentó 80 especies de plantas en granjas de árboles en el estado de Carolina del Norte, incluido el algodoncillo que crece hasta la cintura en los bordes de los campos, lo que atrajo a 17 especies de abejas e insectos depredadores que devoraron las plagas de los árboles.
Se tala una pequeña cantidad de árboles
Tom Norby, presidente de la Asociación de Árboles de Navidad del Noroeste del Pacífico, en Estados Unidos afirmó que una pequeña porción de los árboles se tala cada año y dejan aproximadamente el 90% en crecimiento.
Ese 90% se convierte en hábitat para la fauna silvestre. Para muchas especies de aves, ciervos, ratones, topos, zorros, conejos, búhos pigmeos, osos, coyotes y pumas, que siguen a los alces que se alimentan en sus campos cuando las cadenas montañosas están cubiertas en la nieve.
Lo real es mejor que el plástico, pero gana lo artificial
Nathan Donley, director de salud ambiental del Centro para la Diversidad Biológica, aseguró que un árbol real era mucho mejor que uno de plástico, y que las granjas de árboles de Navidad eran ecológicamente superiores al golf.
Se tiene la idea equivocada de que los árboles de Navidad artificiales son más beneficiosos para el medio ambiente, no es así. Cada árbol hecho con materiales como el PVC tiene un costo medioambiental que se mide en emisiones de gases de efecto invernadero y el espacio que ocupan en los vertederos durante muchos años.
Por esta razón los conservacionistas piden a los consumidores a quedarse con la opción más natural y aromática estas fiestas. En los Estados Unidos, más de cien millones de hogares tendrán un árbol de Navidad durante estas fiestas. Solo el 19% serán árboles naturales y el 81% restante, serán artificiales, según British Carbon Trust.
“Todos los grupos medioambientales y los científicos afirman que deberíamos usar un árbol real. No hay debate al respecto”, afirmó Rick Dungey, de la National Christmas Tree Association de Estados Unidos. “Los únicos que todavía hablan del tema son aquellos que intentan vender árboles artificiales”.
No al PVC
Los árboles artificiales se fabrican de un tipo de plástico denominado policloruro de vinilo o PVC, un derivado del petróleo que puede contener plomo y otros tóxicos.
Según datos del Departamento de Comercio estadounidense, cerca del 80% de estos árboles se fabrican en China, donde la mayor parte de la electricidad se genera a partir de la quema de carbón, una de las fuentes de combustible más contaminantes.
Después de fabricarlos, los árboles se venden a muchos países del mundo. Para llegar a su destino los lllevan en barcos con motores de combustibles fósiles, lo que genera más emisiones de gases que producen el calentamiento global.
Una Navidad ecológica
Si bien un árbol artificial puede reutilizarse, tiene una esperanza de vida corta. No más de cinco o seis años y después es lanzado en un vertedero de basura donde no se biodegrada en poco tiempo. Permanece allí muchos años. Tomemos en cuenta que el plástico puede tardar en promedio 150 años en descomponerse.
“La familia media mantiene el mismo árbol artificial durante cinco o seis años y después acaba en un vertedero y sencillamente se queda ahí, porque no se biodegrada”, dijo Bill Ulfelder director de The Nature Conservancy del estado de Nueva York.
Los árboles de verdad son reciclables, aunque Ecologistas en Acción estimó en 2011 que más de dos millones de árboles acabarían en los vertederos tras su uso decorativo en hogares de toda España. Sin embargo, para evitar la tala indiscriminada, cada vez más empresas en España se dedican al cultivo, la venta y el reciclaje de este tipo de pinos o abetos.
Sin sentimiento de culpa
Para el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, Eduardo Rojas, la sensación de proximidad con la naturaleza que ofrece un árbol natural nunca podrá ser replicada por un producto de plástico. En relación al sentimiento de culpa que genere pensar que se ha talado un árbol hay que tener claro es que “ese árbol no viene del bosque, sino que es cultivado y ese cultivo es comparable con cualquier otro cultivo agrícola y nadie se preocupa de comer una lechuga o un tomate”, explicó Rojas.
Esos cultivos que son, mayoritariamente de abetos, están ubicados en zonas de montaña en las que los campos agrícolas tienen muy pocas oportunidades dado que la gente ha emigrado por falta de actividad e ingresos. “Por lo tanto, consumiendo esos árboles, generamos un retorno a esas zonas y evitamos que los últimos campos se abandonen. En definitiva, ayudamos a que se mantenga el bosque, contribuimos con la biodiversidad y fijamos a las poblaciones de esa región”, apuntó
Pasadas las fiestas, estos árboles pueden ser reutilizados. Muchos ayuntamientos en España tienen sistemas de recogida que permiten replantarlos o valorizarlos, ya sea como combustible o para fabricar mulching, ese acolchado para impedir las malas hierbas o mantener la humedad y reducir así el consumo de agua, añadió Rojas.
Cosecha de abetos
Los árboles de Navidad se cosechan, en promedio, 7-8 años después de que se plantan y los árboles más jóvenes secuestran una gran cantidad de carbono de la atmósfera.
Cada año que se cosecha un árbol de una granja de árboles de Navidad, se planta otro en su lugar. Los tocones de los árboles se muelen para dejar espacio disponible para que crezcan nuevos árboles. Las trituraciones de tocones de madera se pueden usar para hacer mantillo de jardín, senderos para pasarelas al aire libre o abono. Las granjas de árboles de Navidad tratan de ser lo más sostenibles y amables con el medio ambiente.