La Amazonía es la selva tropical más grande del mundo, la mayor reserva forestal, pues se extiende a lo largo de 7,4 millones de km2 y la mayor fuente de oxígeno. Es patrimonio natural internacional. Gran cantidad de distintas especies, así como tribus, plantas, árboles y frutas conviven en ella. Concentra el 60% de la biodiversidad del planeta.
Es clave para frenar el calentamiento global, ya que tiene una importancia vital en la regulación del clima y el mantenimiento del medio ambiente no sólo en Brasil, sino también en todo el planeta. Gracias a sus miles de millones de árboles se absorben grandes cantidades de CO2 . De esta forma, se evita que el CO2 quede en la atmósfera produciendo el aumento continuo de las temperaturas globales. No es casualidad que llamen a la Amazonía ‘el pulmón del mundo’.
Fuente de agua dulce
Asimismo, es un área rica en materias primas. Esta gran cantidad de recursos es lo que genera grandes intereses en las industrias por explotarla económicamente. De este modo, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro se refiere a ella como una potencia agrícola exportadora más que como el pulmón del planeta. La industria maderera, mineral, ganadera y petrolífera son las más interesadas en abrirse paso en el territorio tropical para su beneficio financiero. De prevalecer los intereses económicos, las esperanzas por salvar el planeta disminuirían exponencialmente.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe -CEPAL- representa el 4,9% del área continental mundial, y cubre extensiones de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela. La cuenca del río Amazonas es la más grande del mundo con un promedio de 230.000 m3 de agua por segundo, que corresponde aproximadamente al 20% del agua dulce en superficie terrestre mundial.
Sin embargo, la explotación minera que se lleva a cabo de forma ilegal de mano de los garimpeiros -que amenazan continuamente a las poblaciones indígenas- en las diferentes zonas de la selva amazónica, daña gravemente sus aguas y la flora que hay alrededor, sobre todo con la extracción de minerales como el uranio o mercurio que yacen en el subsuelo de la Amazonía.
Es importantísimo cuidar toda esta cantidad de metros cúbicos de agua, pues permiten regular las lluvias que mantendrán el ciclo de todos los ecosistemas que alberga la enorme selva tropical en su interior.
Tratado Mercosur-UE en juego
En la última cumbre del G-20 celebrada en Japón, la Unión Europea y Mercosur cerraban su primer acuerdo comercial tras 24 años de negociaciones. Un acuerdo histórico para los dos continentes. Un borrador que aún tiene que ser aprobado en el seno de la UE y por los países restantes de Mercosur y en el que pueden cambiar aún muchas cosas. El pasado 31 de julio, el Ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Yves Le Drian, teñía previsto reunirse con el líder brasileño Jair Bolsonaro para tratar de forma explícita sobre los compromisos firmados en materia medioambiental, Acuerdo de París, mediante el cual Brasil se comprometía a reforestar 12 millones de hectáreas del Amazonas hasta el año 2030, sin embargo, Bolsonaro prefirió faltar a la cita por cortarse el pelo. Si el presidente de Brasil continúa en su firme actitud podría quebrar lo que tanto trabajo ha costado acordar.
Emergencia por la deforestación
El pasado 4 de julio uno de los tres sistemas de monitorización del Instituto Nacional de Pesquiças Especiáis -INPE-; el Sistema de Detecção do Desmatamento em Tempo Real -DETER- publicaba unos datos que evidenciaban las alarmas por peligro de deforestación en tiempo real durante los tres últimos meses de abril, mayo, junio de 2019.
- En el mes de junio los datos de áreas de alerta de deforestación suman 2.072,03 km², siendo 920,21 km² de eliminación total.
- Las áreas de deforestación de corte raso en los últimos tres meses -abril, mayo y junio de 2019- acumulan un total de 1.907,1 km2. En 2018 fueron registrados 1.528,2 km2 en el mismo periodo, es decir, se observa un crecimiento del 24,8%. Analizado el año calendario de la deforestación – agosto de 2018 a junio de 2019- el DETER apunta 4.574,9 km2, valor 15,1% superior al del periodo de agosto de 2017 a junio de 2018, que apuntaba 3.975,5 km2.
Datos que no gustaron al líder brasileño; ya que declaró que podían poner en riesgo las relaciones internacionales, como por ejemplo el ya citado ‘tratado Mercosur-UE’. Y que, según informa Greenpeace Brasil, demostraban que la deforestación se incrementaba en un 40% en los últimos 12 meses -agosto de 2018 y julio de2019-. “El área total de deforestación solo será conocida cuando se divulguen los datos de del sistema PRODES -otro de los sistemas de monitorización del INPE- al final del segundo semestre”, aseguran desde la organización internacional.
Conflicto con los datos publicados
En los días siguientes, el 31 de julio, Ricardo Salles, ministro de medio ambiente de Brasil, designado por Jair Bolsonaro, salía a desmentir estos datos que según él se publicaron “para crear polémica en torno a la deforestación”.
Márcio Astrini, coordinador de Políticas Públicas de Greenpeace, arremetía contra las descalificaciones de Bolsonaro y Salles por criticar los datos proporcionados por el INPE asegurando que “es una institución mundialmente reconocida, que hace más de 30 años ofrece servicios de excelencia en el monitoreo de zonas de deforestación. Con poner en duda los datos del Instituto, el gobierno solo intenta esconder la verdad”.
La Amazonía no pasa por sus mejores momentos. Entre 2017 y 2018 se talaron casi ocho mil kilómetros cuadrados del bosque tropical, según informan desde Greenpeace Brasil.
“Se ha deforestado cerca del 20% de la selva. En los últimos seis meses la imposición de multas por delitos contra la fauna dentro de la selva ha caído un 23% en comparación con la media registrada en el mismo periodo en los últimos cinco años”, afirman desde la organización internacional, una de las razones por la cual ha aumentado la presencia de los garimpeiros.
Emergencia climática
Cada área eliminada en el Amazonas impacta en la disponibilidad de agua dulce y el equilibrio climático en Brasil y en todo el planeta. La propia producción de alimentos quedaría drásticamente impactada, así como los ecosistemas y su gran cantidad de especies que alberga -conocidas y que aún quedan por conocer-. Con la deforestación de la Amazonía se perdería la mayor fuente de absorción de CO2. Sin ella no se puede frenar el cambio climático. No hay opción, proteger el pulmón del planeta es una emergencia climática.
Lea también:
https://www.cambio16.com/especial-c16alerta/