La realidad de la selva amazónica excede al más sombrío de los pronósticos. El extenso e inestimable Amazonas emite ahora más dióxido de carbono del que es capaz de absorber y en cantidades superiores a las estimadas por los científicos. Los cálculos quedan cortos.
Muchas informaciones sobre la tala indiscriminada en ese rico territorio son desestimadas, abierta o subrepticiamente. Pese a las alertas sostenidas de científicos, ecologistas y organizaciones medioambientales sobre su franco deterioro y el impacto directo en ese pulmón de la Tierra.
Este precioso bosque gigante había sido anteriormente un sumidero de carbono, absorbiendo las emisiones que provocaron la crisis climática. Pero ahora, contrariamente, está provocando su aceleración.
Según el centro brasileño de investigación espacial INPE, las emisiones de carbono en la selva amazónica se dispararon en 2019 y 2020 en comparación con la década anterior. Debido a la mala aplicación de las políticas de protección ambiental.
Especificó que las emisiones de carbono del bosque ascendieron a 440 millones de toneladas en 2019 y 520 millones de toneladas en 2020. Frente a una media anual de 240 millones de toneladas entre 2010 y 2018, advirtió el estudio del INPE publicado en la revista Nature.
Este voraz incremento es atribuido en gran parte a la escalada sostenida de la deforestación, afirmó la investigadora y líder del estudio Luciana Gatti. La deforestación en la selva tropical más grande del mundo alcanzó en 2020 -durante la gestión de Jair Bolsonaro- su máximo anual en 12 años, con 11.088 kilómetros cuadrados destruidos.
Desde que asumió el cargo en enero, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva prometió poner fin a la deforestación para 2030. Y borrar las políticas de su predecesor quien recortó los esfuerzos de protección ambiental.
Emisiones de dióxido de carbono en el Amazonas
El estudio se basó en muestras de dióxido de carbono recolectadas en cientos de vuelos de investigación sobre el Amazonas entre 2010 y 2020.
La mayoría de las emisiones son causadas por incendios. Muchos de ellos provocados deliberadamente para limpiar tierras para la producción de carne y soja. Pero incluso sin incendios, las temperaturas más altas y las sequías significan que el sureste del Amazonas se ha convertido en una fuente de dióxido de carbono (CO2), en lugar de un sumidero.
Los árboles y plantas en crecimiento han absorbido aproximadamente una cuarta parte de todas las emisiones de combustibles fósiles desde 1960. Y el Amazonas desempeña un papel importante como el bosque tropical más grande. La pérdida del poder del Amazonas para capturar CO2 es una cruda advertencia de que reducir las emisiones de combustibles fósiles es más urgente que nunca, señalaron los científicos en 2021, entre ellos Luciana Gatti. Luego de analizar datos de la década 2010-2020.
La investigación utilizó aviones pequeños para medir los niveles de CO2 hasta 4.500 metros sobre el bosque en ese lapso, mostrando cómo está cambiando todo el Amazonas. El hallazgo fue noticia en todo el mundo y sorprendió a muchos científicos. Carlos Nobre, científico climático del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Sao Paulo en Brasil, indicó que el cambio estaba ocurriendo demasiado pronto.
En 2016, utilizando modelos climáticos, él y sus colegas predijeron que la combinación de deforestación descontrolada y cambio climático empujaría al bosque amazónico más allá de un “punto de inflexión”. Transformando el clima en una vasta franja del Amazonas. Entonces, las condiciones que sustentan un bosque exuberante y de dosel cerrado ya no existirían.
Las predicciones futuras suceden hoy
En un último viaje realizado en agosto de 2023, se incorporó un equipo reporteril de Nature para acompañar a Luciana Gatti en sus investigaciones. Despegando desde la ciudad de Santarém, Brasil, en el corazón de la selva amazónica oriental se divisa un tramo de 30 kilómetros de devastación ecológica casi total. Es un mosaico de tierras de cultivo, llenas de tallos de maíz de color verde esmeralda. Y parcelas recién taladas donde una vez estuvo la selva tropical, escribe Daniel Grossman.
Gatti forma parte de un amplio grupo de científicos que intentan pronosticar el futuro de la selva amazónica. Los ecosistemas terrestres del mundo en conjunto absorben alrededor del 30% del dióxido de carbono liberado por la quema de combustibles fósiles
«Lo que predijimos que sucedería quizás dentro de dos o tres décadas ya está sucediendo», asentó Nobre quien también se unió al vuelo.
El equipo intenta determinar si el bosque se dirige a una transformación irreversible hacia una forma degradada de sabana. Otra gran pregunta es si aún se puede salvar el bosque desacelerando el cambio climático, deteniendo la deforestación del Amazonas y restaurando sus tierras dañadas, algo que Nobre sugiere que es posible.
La deforestación a gran escala es la amenaza más visible para el Amazonas. Pero el bosque está sufriendo de otras formas menos obvias. Erika Berenguer, ecologista de la Universidad de Oxford y de la Universidad de Lancaster (Reino Unido), dijo que incluso los bosques intactos ya no son tan saludables como antes. Debido a fuerzas como el cambio climático y los impactos de la agricultura que se extienden más allá de las fronteras agrícolas. A principios de este año, un gran equipo internacional de investigadores, incluido Berenguer, informó que tales cambios estaban teniendo efectos en el 38% de la selva amazónica intacta.
De los pequeños agricultores a la gran devastación
Gatti visitó Santarém por primera vez a fines de la década de 1990. Entonces la mayor parte de la agricultura en esta parte del Amazonas era practicada por pequeños agricultores con fines de subsistencia. Ahora está asombrada por la magnitud de la destrucción que ha devastado la jungla. Mientras pasa sobre una enorme parcela de bosque amazónico recién arrasada. Una vez recolectadas las muestras, Gatti mide la cantidad de CO2 en su laboratorio del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales.
Calcula cuánto absorbe (o libera) el bosque comparando sus mediciones con las tomadas sobre el Océano Atlántico, que está aguas arriba de los vientos alisios que soplan sobre el Amazonas
Se necesita paciencia y perseverancia para monitorear el Amazonas durante largos períodos. Berenguer y su equipo han estado midiendo 6.000 árboles en el Bosque Nacional Tapajós cada tres meses desde 2015. A partir de esto, estiman cambios en la cantidad de biomasa en el bosque y cuánto dióxido de carbono se almacena en esa localidad del Amazonas.
Censos como estos, y mediciones atmosféricas como las de Gatti, son dos técnicas comunes que utilizan los científicos del clima para estudiar la absorción y liberación de carbono. Cada uno tiene fortalezas y desventajas, reseña la revista Nature.
Los censos miden directamente la cantidad de carbono (en forma de madera) en un bosque. Si se combinan con mediciones de los escombros en el suelo y el CO2 liberado del suelo, también pueden tener en cuenta la descomposición. Pero los censos analizan sólo un número limitado de sitios. Las mediciones atmosféricas pueden evaluar el impacto combinado de los cambios en los bosques a escala regional e incluso continental. Pero es difícil descifrar la causa de los cambios que muestran.
El inmenso bosque muere
Algunos de esos desafíos están directamente relacionados con la política en la región. Gatti y sus colegas informaron que los ataques al Amazonas (incluidas deforestación, incendios y degradación) habían aumentado dramáticamente en 2019 y 2020. Resultado de la disminución de la aplicación de la ley. Eso duplicó las emisiones de carbono de la región.
El destino del Amazonas está en la mente de Gatti mientras sube a una torre de celosía en el bosque de Tapajós. Uno de los puntos de referencia sobre los que sobrevuelan sus pilotos mientras recolectan muestras de aire. En la terraza, a 15 pisos del suelo, contempla el bosque que se extiende en todas direcciones hasta el horizonte. Parece impecable. Pero ella dice que está sufriendo. “Estamos acabando con este ecosistema directa e indirectamente”, dice con voz entrecortada y secando unas lágrimas de sus ojos. “Estoy observando cómo el bosque muere”.