Texto y fotos Manuel Fernández
Hay pocos lugares en el mundo en los que uno se pueda sentir como un explorador descubriendo lo desconocido. En AlUla, el primer Patrimonio de la Humanidad por la Unesco de Arabia Saudí, en medio del desierto, en la región noroccidental del país, nos esperan tumbas que son el legado de 7.000 años de civilización humana, cañones y formaciones rocosas asombrosas.
lmunawarah (Medina) dentro del Reino de Arabia Saudí, un país joven políticamente, con apenas nueve décadas desde su fundación, pero cuyas tradiciones y cultura se remontan a miles de años.
Recientemente, un equipo de arqueólogos saudís e internacionales comisionados por al RCU (Royal Commission for AlUla), anunció el descubrimiento asociado a unas construcciones denominadas Mustatil (cuadrado en árabe), donde restos de animales domésticos y ganado con una antigüedad de 7.000 años confirmaban que esta zona era más verde y húmeda que en la actualidad, lo que convierte esas construcciones en posiblemente los monumentos rituales más antiguos del mundo incluso más que las pirámides o Stonehenge.
AlUla fue durante mucho tiempo lugar de paso de las caravanas que llevaban, entre otros enseres, el incienso proveniente de las regiones al sur de Arabia y que surtiría al Mediterráneo. Este flujo comercial dejó la impronta de diversas civilizaciones en la zona, desde Dadanitas a Nabateos, quienes esculpieron en la roca hasta 110 tumbas en el sitio arqueológico de Hegra, catalogado por la UNESCO como el primer Patrimonio de la Humanidad de Arabia Saudí, y que podría competir en relevancia arqueológica con la misma Petra, en la vecina Jordania.
Muchos de estos yacimientos están apenas siendo explorados, ya que durante años el reino de Arabia Saudí ha preservado sus fronteras del acceso de visitantes, pero el compromiso existente de diversificación económica, preservación y desarrollo del programa Visión 2030 auguran un crecimiento sostenible y responsable en un país en donde dos tercios de la población tiene menos de 35 años. Iniciativas dedicadas a la arqueología, turismo, cultura, educación y artes conforman el presente y futuro inmediato de esta y otras regiones del reino de Arabia Saudí.
AlUla es un auténtico museo al aire libre rodeado de naturaleza donde se encuentran formaciones rocosas, cañones y barrancos que compiten con los majestuosos tesoros tallados por sus antiguos pobladores. AlUla sigue siendo en gran medida una desconocida para el turismo global
Pero la relevancia de la región de AlUla no se limita a su legado arqueológico, sino que se completa con un vasto patrimonio natural y paisajístico.
Al llegar a AlUla, descubres un mar de islas de roca, principalmente arenisca, que brotando del desierto conforman un sinfín de cañones. Con paredes que parecen derretirse y que recuerdan a un cuadro de Dalí. Se crean cuevas, y forman pliegues dibujando verdaderas arquitecturas en su interior, que algunas aves convierten en su hogar.
Las formaciones rocosas son imponentes. El paso del tiempo y la erosión han creado y continúan creando verdaderas obras de arte. Estos valles y cañones han dado cobijo a lo largo de la historia a diferentes civilizaciones a su paso por AlUla, las cuales dejaron su huella en las paredes a través de inscripciones repletas de historias, animales, cacerías y una gran cantidad de vestigios arqueológicos que, junto con los yacimientos anteriormente mencionados, permiten a los expertos poner en pie la historia del lugar. Todavía hoy en día sus habitantes continúan haciendo uso de la protección de los cañones para reuniones familiares, encontrando sombra o congregándose alrededor de una fogata.
Sorprende la paleta de colores de estos cañones. Inicialmente compuesta de ocres y rojos, se complementa al observar la arena sobre la que caminamos, donde aparecen piedras basálticas, negras y verdes, que caen de las capas superiores de las formaciones rocosas, difíciles de ver si no es desde el aire. Estas, se entremezclan con areniscas, rosas o amarillas y una interminable lista de cantos rodados, atrapados en las capas sedimentarias, descubriéndonos que miles de años atrás hubo agua en este lugar.
El silencio es inmenso, tan solo roto por el sonido de algún ave o por el ulular del viento sobre las hojas de los árboles y arbustos, que a lo largo de los cañones describen fielmente los canales o wadis (ramblas) por los que discurre el agua de lluvia, que acostumbra a llegar en los cambios de estaciones de forma intensa y repentina, pues enormes trombas de agua inundan los valles creando incluso cascadas efímeras durante unas horas.
El viento es el otro gran protagonista de los cañones. Las diferencias térmicas entre las paredes de estos, al estar soleadas o en sombra a lo largo del día, crean potentes corrientes que refrescan y modelan el espacio. Donde en la mañana sopla hacia el este, en la tarde sopla hacia el oeste, creando una mágica confusión para el espectador, que percibe la energía invisible inesperadamente en su piel y a través de sus sentidos con la música que genera su paso a través de las ramas y cavidades.
El inmenso paisaje diurno de arena y roca se completa por las noches con la cúpula celeste, alejados de las luces urbanas, el desierto de AlUla ofrece un espectáculo de estrellas y constelaciones en uno de los cielos más oscuros, pudiendo visualizarse incluso la Vía Láctea. Experiencias organizadas localmente ofrecen la posibilidad de disfrutar, comprender y conectar durante algunas horas con esos astros que de algún modo nos unen a generaciones pasadas, que quizás también se guiaron por esa misma luz que nuestros ojos ven hoy.
Pero no menos importante que el patrimonio arqueológico y natural son los habitantes de AlUla, una generación joven y orgullosa de mostrar su tierra, amable y acogedora, que recibe con una sonrisa, e incluso sorprende cuando hasta discuten sonriendo, y que inspirada por el liderazgo de su país y la proyección venidera del mismo disfruta compartiendo todo aquello que es AlUla, todo aquello que todavía está por descubrir.