Los milagrosos fármacos adelgazantes como ozempic y wegovy tienen el potencial de mejorar la salud de la humanidad, pero su alto coste actual no lo hace factible
Todos los focos de la industria están puestos en los milagrosos fármacos contra la obesidad. Hay enormes expectativas sobre la transformación que, como efecto dominó, pueden generar, no solo en los pacientes, sino en la sociedad misma. Pero, por los momentos todo se reduce al ámbito especulativo.
Imaginar un mundo sin obesos parece tan difícil, como debió ser en el siglo XIX creer que era posible acabar con la mortal viruela. Pese a lo cual se logró, gracias a Luis Pasteur y su vacuna, 184 años después de descubierta, en 1980. La historia de la medicina está llena del descubrimiento de fármacos milagrosos que permitieron cambiar el destino de la humanidad.
Como la penicilina que marcó el inicio de la era de los antibióticos y la insulina que transformó el tratamiento de la diabetes mellitus, enfermedad que antes era considerada mortal y analgésicos como la aspirina y la morfina.
Son logros de la ciencia que salvaron millones de vidas. Su capacidad transformadora se debió a que estuvieron al alcance de todos. Privó el interés humano y sanitario. No el empresarial.
La gran interrogante es si la nueva ola de medicamentos desarrollados por la industria farmacéutica, increíblemente eficaces para perder peso, conocidos como agonistas del GLP-1, puede tener el mismo impacto, o incluso mayor. Transformar la sociedad y ahorrar billones de dólares a largo plazo a los países es un lindo objetivo. Pero ¿Cuán realista?
Mortal epidemia
La epidemia de obesidad es un fenómeno global que alcanza proporciones alarmantes en las últimas décadas. En 2022, aproximadamente 1 de cada 8 personas en el mundo tenía obesidad. El 43% de los adultos tenía sobrepeso.
La Organización Mundial de la Salud estima más de 1.900 millones de adultos tienen exceso de peso. Aproximadamente 300 millones son obesos. Se estima que 42 millones de niños menores de cinco años también padecen sobrepeso.
La OMS calcula que más de 2,8 millones de personas mueren cada año como resultado de problemas relacionados con el sobrepeso y la obesidad. Un informe de la OCDE predice que, en los próximos 30 años, las enfermedades relacionadas con la obesidad podrían causar más de 90 millones de muertes en los países miembros.
Alto costo
La obesidad es un problema significativo en países desarrollados y en desarrollo. En Estados Unidos, por ejemplo, más del 42% de los adultos son obesos. Es evidente que no solo afecta la salud individual, también representa un serio problema para los sistemas de salud pública y tiene un alto coste para la economía a nivel global.
La obesidad cuesta aproximadamente el 2,2% del PIB mundial cada año. Incluye gastos directos en atención médica y costes indirectos relacionados con la pérdida de productividad debido a enfermedades asociadas con la obesidad.
Es responsable del 71% de todos los costos de tratamiento de la diabetes y del 23% del gasto en enfermedades cardiovasculares. En algunos países, como España, se estima que la obesidad reduce el PIB en un 2,9%. Equivale a una pérdida de productividad comparable a la de cientos de miles de trabajadores a tiempo completo.
Se prevé que, si las tendencias actuales continúan y no se toman medidas efectivas, para 2035, más del 51% de la población mundial vivirá con sobrepeso u obesidad. Su costo económico podría ascender los 4,32 billones de dólares anuales, cerca del 3% del PIB mundial.
Un mundo feliz
Sara Reardon analiza en Nature, el posible impacto futuro de los “milagrosos” fármacos adelgazantes y su potencial efecto transformador en la sociedad.
Parte de que las agonistas del GLP-1, liderados por la semaglutida (comercializada como Ozempic para la diabetes y Wegovy para la pérdida de peso), está revolucionando el mundo de la salud y el bienestar.
Para el doctor Chin Hur, gastroenterólogo de la Universidad de Columbia en Nueva York, «A menos que surja algún desafortunado efecto secundario, cambiará el mundo».
La visión más optimista prevé en 2030 un mundo feliz. Miles de millones de personas esbeltas disfrutan de una mejor calidad de vida, con mejoras en su salud mental y física. Los infartos de miocardio y los accidentes cerebrovasculares han descendido un 20%. A menos consumo de alimentos más dinero disponible. Y pasajeros más ligeros ahorran 100 millones de litros de combustible al año a las aerolíneas.
En Estados Unidos, donde el 12% de la población adulta ha probado ya los fármacos, los medios comienzan a vislumbrar una posible disminución de las tasas de obesidad. Aunque los científicos advierten que los datos aún no son concluyentes. Si la tendencia se consolida, podría marcar un antes y un después en la batalla contra una epidemia que amenaza a más de la mitad de la población mundial.
Especulaciones
«Los efectos indirectos de la obesidad son colosales», advierte Alison Sexton Ward, economista de la Universidad del Sur de California. Las implicaciones económicas de combatir la obesidad son inmensas. Desde la reducción de los costes sanitarios hasta un aumento de la productividad laboral.
A pesar del optimismo, persisten muchas incógnitas. Los esfuerzos por predecir el impacto futuro de estos medicamentos son especulativos. Hay un poderoso “pero” en el camino. Su elevado coste, efectos a largo plazo e incertidumbre sobre cómo modificarán los hábitos de las personas, son solo algunas de las variables que dificultan avizorar con exactitud su impacto futuro.
Por ello, la comunidad científica y las farmacéuticas se encuentran inmersas en una carrera contrarreloj para recopilar más datos y desarrollar herramientas que permitan evaluar con mayor exactitud cómo los fármacos adelgazantes podrían transformar la sociedad.
Enorme potencial
Por décadas la obesidad ha representado un reto para la salud pública. Los investigadores han recurrido a modelos matemáticos para simular diversos tipos de intervenciones. Desde impuestos a las bebidas azucaradas hasta programas de ejercicio escolar, con el objetivo de predecir su impacto en la prevención y el tratamiento de la enfermedad. Pero, suelen tener limitados resultados en la práctica.
Los fármacos agonistas del GLP-1, como la semaglutida, podrían cambiar las reglas del juego. Según Theo Vos, epidemiólogo del Instituto de Métrica y Evaluación Sanitarias (IHME), ofrecen resultados verdaderamente prometedores. «Funcionan de verdad, y de forma bastante espectacular», afirma. Los ensayos clínicos demuestran que pueden inducir una pérdida de peso de hasta un 15% en solo 16 meses.
Predecir sus repercusiones inmediatas en una persona es relativamente sencillo. La pérdida de peso se traduce en una significativa mejoría en la calidad de vida. Alivia problemas como la apnea del sueño, acidez estomacal o dolor articular.
Además, reduce el estigma social asociado a la obesidad. «Si pierdes peso, tu calidad de vida mejora inmediatamente», afirma Chin Hur, gastroenterólogo de la Universidad de Columbia.
Los ensayos clínicos indican que los fármacos GLP-1 podrían tener beneficios más allá de la pérdida de peso. Podría utilizarse en el tratamiento de la adicción, enfermedad de Parkinson o infertilidad. Pero, a juicio de Hur es necesario realizar más investigaciones.
Siempre hay un pero
Aunque los agonistas del GLP-1, como la semaglutida, han demostrado ser eficaces en la pérdida de peso, no todo es color de rosa. Náuseas, problemas gastrointestinales y atrofia muscular son algunos de los efectos secundarios más comunes reportados por quienes los consumen. Además, suele revertirse la pérdida de peso una vez que se suspende el tratamiento.
Pese a lo cual Nicolas Rasmussen, historiador de la ciencia de la Universidad de Nueva Gales del Sur, considera que los GLP-1 son distintos a los fármacos para adelgazar del pasado. Como el fen-phen, también considerado “milagroso” en su momento, cuya comercialización fue prohibida debido a sus graves efectos secundarios.
«Los GLP-1 se han utilizado durante años para tratar la diabetes y parecen ser seguros para la mayoría de las personas», afirma Rasmussen. Aunque advierte que «la historia nos dice que, probablemente, se utilizarán en exceso».
Los especialistas advierten que, aunque los fármacos pueden ser claramente beneficiosos para las personas cuya obesidad está perjudicando su salud, quienes los toman simplemente para perder unos kilos deben sopesar los efectos secundarios.
No obstante, la demanda sigue en aumento, impulsada en gran medida por los influencers de las redes sociales y las celebridades. La alta demanda incluso ha generado algunos casos de escasez.
Impacto económico
Los analistas prevén que el mercado global de los agonistas del GLP-1, como la semaglutida, valorado en 47.000 millones de dólares en 2023, se multiplicará por diez en 2032. Tendencia que ya causa preocupación en algunos sectores, como el alimentario.
Un análisis de Morgan Stanley predice que el consumo de calorías en Estados Unidos podría caer un 1,3% de aquí a 2035. El director ejecutivo de Walmart US, John Furner, atribuye la caída en las ventas de alimentos a los fármacos adelgazantes. También podría disminuir la demanda en empresas que fabrican dispositivos médicos como implantes de rodilla para la artritis o máscaras para la apnea del sueño.
Sus efectos pueden ser menos evidentes en otros sectores. Por ejemplo, la empresa de inversión Jefferies predijo que, si cada pasajero perdiera aproximadamente 4,5 kilos, una aerolínea estadounidense ahorraría más de 100 millones de litros de combustible al año. Otros informes sugieren que la demanda de coches más pequeños podría aumentar. Y que el sector inmobiliario y la educación también podrían verse afectados.
El efecto dominó en la economía global podría ser aún mayor. Si el ritmo de aumento de la obesidad se frenara repentinamente en un 5%, con respecto a las tendencias actuales, entre 2020 y 2060, los países ahorrarían más de 429.000 millones de dólares cada año. Aunque los análisis no toman en cuenta los costes de los fármacos o de cualquier otra intervención que pudiera reducir las tasas de obesidad.
Predicciones prematuras
Algunos expertos advierten que las predicciones sobre sus repercusiones económicas y sanitarias podrían ser prematuras. Ross Hammond, científico de sistemas de la Brookings Institution, un think tank de Washington DC, advierten sobre la complejidad de predecir sus efectos.
«Afirmar que los costes estimados podrían ahorrarse si todos tomaran Ozempic es de una excesiva simplificación», señala Hammond. La pérdida de peso inducida por fármacos no garantiza automáticamente la mejoría general de la salud.
El riesgo moral, un concepto económico según el cual las personas tienden a asumir comportamientos más arriesgados si no enfrentan a ninguna consecuencia, es una preocupación relevante en este contexto. Aún no está claro si las personas que tomen los milagrosos fármacos adelgazantes adoptarán estilos de vida más saludables al despreocuparse por ganar peso.
Hammond señala que el ejercicio y las dietas sanas tienen beneficios que van más allá del mantenimiento del peso. Reducir la ingesta calórica por sí solo no resolverá problemas como la debilidad ósea o muscular. Provocada por el sedentarismo y las carencias de micronutrientes.
«Me preocupa un poco que la búsqueda de una solución farmacéutica no aborde algunos de los grandes problemas sistémicos a los que realmente nos enfrentamos», afirma. Theo Vos, epidemiólogo del IHME, comparte su preocupación. Predecir los efectos a largo plazo de la pérdida de peso inducida por fármacos es complejo. Factores como la duración de la obesidad pueden influir significativamente en el desarrollo de enfermedades crónicas.
Ausencia de datos a largo plazo
Michele Cecchini, médico y economista de la OCDE, añade que aún existen muchas incógnitas. Cita como ejemplo que la recuperación del peso tras tratamientos, como la cirugía bariátrica, plantea dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo de los resultados obtenidos con los fármacos para adelgazar.
Lo mismo podría ocurrir con las personas que toman medicamentos para adelgazar por décadas. «Son cosas que pueden tener un impacto enorme en la población», afirma. Para Cecchini el problema es la falta de datos a largo plazo. En particular, de estudios independientes porque muchos están financiados por los fabricantes de los fármacos.
El grupo de Cecchini ya ha estudiado los efectos de la obesidad en factores como la educación, la participación laboral, el gasto sanitario y el calentamiento global. La OCDE tiene previsto publicar un informe sobre las repercusiones económicas de los GLP-1 en 2025.
Resultados desiguales
Los estudios iniciales muestran resultados prometedores en poblaciones de mayor edad con obesidad severa. Pero existen dudas sobre su impacto en diferentes grupos demográficos.
Zachary Ward, investigador en ciencias de la decisión de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, afirma que los investigadores podrían proyectar con seguridad el impacto del fármaco en personas de sesenta y setenta años con índices de masa corporal (IMC) elevados. Grupos de edad que suelen padecer enfermedades como diabetes, enfermedad de Alzheimer y ciertos cánceres relacionados con la obesidad.
En noviembre se publicó un estudio de más de 17.000 personas. Estimó que Wegovy reducía el riesgo de infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares en un 20% en personas que padecían enfermedades cardiovasculares y además tenían sobrepeso.
Otro equipo de investigación calculó que 93 millones de personas en Estados Unidos podrían beneficiarse de Wegovy. Si todas lo tomaran se evitarían 1,5 millones de episodios cardiacos en diez años.
Para Ward extrapolar los resultados a poblaciones más jóvenes y con un IMC más bajo es un riesgo. Porque es poco probable que los jóvenes que toman agonistas del GLP-1 se enfrenten a esas enfermedades en muchos años.
Además, factores como el estilo de vida y la exposición ambiental pueden cambiar a lo largo de décadas. Lo que dificulta la predicción de los efectos a largo plazo de estos fármacos. «Cuanto más tiempo pasa, más suposiciones se hacen», afirma.
Mejor entre más jóvenes
Un estudio realizado por el equipo de Alison Sexton Ward, economista de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles, descubrió que, contrariamente a lo que se pensaba, los fármacos son menos rentables para las personas con un IMC muy elevado.
En cambio, pueden prevenir más enfermedades en jóvenes con IMC entre 30 y 40, el extremo inferior del rango de obesidad. «Es el intervalo en el que es lo bastante eficaz como para que una reducción de peso del 20% reduzca el riesgo de comorbilidades», afirma.
Según su análisis, si todos los habitantes de Estados Unidos tuvieran acceso gratuito a la semaglutida, el consiguiente descenso de las enfermedades asociadas a la obesidad ahorraría a los contribuyentes 24.500 millones de dólares al año, (aunque no incluye el coste de los propios fármacos).
Pero la efectividad de los fármacos a largo plazo y su impacto en la salud pública dependen de varios factores, como el acceso a los medicamentos. Los costos asociados pueden limitar su accesibilidad para ciertos grupos poblacionales.
Reducir desigualdad
Sexton Ward está de acuerdo en que debido a la escasez de datos es difícil predecir las repercusiones sanitarias y económicas en la población. En un informe financiado por Novo Nordisk, fabricante de semaglutida, del que es coautora, su equipo descubrió que los GLP-1 podrían producir beneficios económicos mucho mayores para la población negra e hispana de Estados Unidos que para la población blanca.
Los estudios demuestran que las poblaciones negra e hispana de Estados Unidos son más propensas a la obesidad, y a las enfermedades relacionadas con ella, que las poblaciones blancas. Debido a desigualdades sociales, como unos ingresos medios más bajos, y dificultades concomitantes para acceder a alimentos sanos. La obesidad, a su vez, agrava otras disparidades sanitarias causadas por la exposición ambiental y la discriminación en la atención sanitaria.
Sexton Ward cree que los agonistas del GLP-1 podrían desempeñar un papel importante en la reducción de las desigualdades en salud. «Con el tiempo, el acceso a los medicamentos podría empezar a reducir algunas de estas disparidades», afirma. «Podría ser un paso en la dirección correcta.»
Milagro solo para ricos
A pesar de su potencial para transformar la salud pública, los beneficios de los milagrosos fármacos adelgazantes están lejos de ser universales. Son demasiado caros para la mayoría de las personas.
Una pluma de Ozempic, (dura como un mes) tiene un costo que oscila entre 936 y 1,368 dólares (depende de la dosis y la presentación del medicamento). Mientras que Wegovy cuesta unos 1,349 de dólares por un suministro mensual. Sólo pueden permitírselos las personas relativamente ricas.
Nicolas Rasmussen cree que las celebridades y los influencers pueden podría agravar las desigualdades existentes al perder peso fácilmente con el uso de los fármacos. “Podría aumentar el estigma contra la obesidad”. Ya que las personas con bajos ingresos tendrán menos probabilidades de acceder a los tratamientos.
El elevado costo de los agonistas del GLP-1 también es un obstáculo significativo, en países de bajos y medianos ingresos, donde la carga de la obesidad es mayor. Como reconoce Adeyemi Okunogbe, investigador de políticas sanitarias de la corporación sin ánimo de lucro RAND de Santa Mónica (California). El elevado coste es un problema, afirma.
Incluso en países con sistemas de salud universal, el acceso está limitado por los altos costos. En el Reino Unido, por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud financia el tratamiento con semaglutida por un tiempo limitado. En Estados Unidos, la legislación no exige que los programas de seguros, financiados por los contribuyentes, cubran los tratamientos de adelgazamiento.
Reducir drásticamente su precio
Los fármacos ni siquiera están cerca de ser asequibles. Un análisis realizado el año pasado por el grupo de Hur concluyó que el coste de la semaglutida tendría que bajar un 85% para que fuera rentable para los adolescentes.
«Tal y como están las cosas, no va a haber mucho impacto en los resultados sanitarios globales», afirma Zachary Ward. Para que estos fármacos tengan un impacto real a nivel mundial, es necesario reducir drásticamente su costo.
La aparición de medicamentos genéricos y biosimilares podría reducir los precios y ampliar el acceso a estos tratamientos. La presión de la opinión pública podría impulsar cambios en las políticas de cobertura de los seguros médicos.
En Estados Unidos algunos legisladores están empezando a oponerse a los elevados costes. Un análisis reveló que Novo Nordisk podría vender Ozempic por 5 dólares al mes y seguir obteniendo beneficios. «Estos medicamentos son muy prometedores, pero [el mundo] tiene que tener acceso a ellos para poder hacerlos realidad», afirma Alison Sexton Ward.
Hasta que no haya más gente que pueda permitirse los medicamentos, los economistas y los investigadores de salud pública que pretendan analizar las repercusiones globales se verán obligados a recurrir a predicciones virtuales. Una manera elegante de especular con el futuro.
Para que los “milagrosos” fármacos adelgazantes, realmente puedan transformar la sociedad como lo hicieron la penicilina o la aspirina, deben ser accesible a todos. A un coste de más de 1,000 dólares mensuales, de por vida no parece posible.