Lützerath, un pueblo agrícola en el oeste de Alemania, se ha resistido con gallardía e ingenio, a los proyectos enarbolados por la empresa minera RWE, de proceder a la extracción de carbón en esas tierras. Durante meses, activistas ambientales acérrimos acamparon en esa localidad, para vigilar sus predios. Inclusive, ocuparon los árboles en este pequeño pueblo, con la esperanza de que personas con ideas afines de todo el país llegaran y ayudaran a detener la expansión de una mina a cielo abierto que amenaza con tragarse sus fincas.
También ocuparon las casas abandonadas por el desplazamiento forzado, construyeron barricadas. Y realizaron festivales culturales para concientizar sobre la defensa del territorio, el medio ambiente y la salud.
Las protestas masivas llevaron al gobierno alemán a intervenir y salvar un bosque antiguo de la expansión del carbón hace dos años. Y el Partido Verde obtuvo su mejor desempeño en las elecciones del año pasado. Una señal de cómo la lucha contra el cambio climático se había convertido en un tema político ganador en la economía más grande de Europa.
Pero el esperado aumento de manifestantes de otros lugares de Alemania nunca se materializó, reseñó The New York Times. Y la semana pasada, pese a todos pronóstico, el gobierno selló el destino de Lützerath. Anunció que RWE, la compañía energética más grande de Alemania, necesitaba el carbón para compensar el gas que había dejado de fluir desde Rusia.
La guerra en Ucrania y la perspectiva inminente de un invierno sin combustible ruso barato ha enfriado el entusiasmo en Alemania por políticas más ecológicas, al menos por ahora.
Alemania vuelve a la extracción del carbón
Alemania es uno de los países europeos más dependientes del gas ruso, y su decisión junto al resto de miembros de la UE, de disminuir esa dependencia lo ha llevado a tomar varias medidas. Entre ellas, a aplicar un Plan de Emergencia y a aumentar proyectos de energía renovable.
El descalabro del conflicto ha llevado a esa poderosa nación a otras decisiones que implican un retroceso en su lucha contra el cambio climático. Alemania se comprometió a abandonar la extracción del carbón por completo para 2030. Sin embargo, dio un paso atrás.
Cuando se utiliza carbón para generar electricidad, se produce dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero.
“La guerra de agresión de Putin nos está obligando a hacer un mayor uso temporal del lignito para ahorrar gas en la generación de electricidad”, dijo Robert Habeck, ministro de Economía alemán. Y exlíder del Partido Verde refiriéndose al carbón de baja calidad bajo la aldea.
“Es doloroso, pero necesario ante la escasez de gasolina”
Rusia una vez suministró más de la mitad de las importaciones de gas de Alemania, una fuente importante de combustible para calefacción. Después de que la invasión rusa de Ucrania desencadenó una reacción en cadena de sanciones europeas y contramedidas rusas, el flujo se interrumpió. Desde el comienzo de la guerra, el gobierno alemán sabía que tendría que buscar combustible para pasar el invierno.
Presiones de la guerra y el invierno
En junio, Habeck anunció la reapertura de algunas plantas para la extracción de carbón, en varios puntos de Alemania. Un trago amargo después del éxito de los Verdes, solo unos meses antes, al lograr que el nuevo gobierno acelerara ocho años su salida del carbón.
Cuando una sequía este verano agravó el nerviosismo energético al ralentizar el transporte de carbón por los ríos, el gobierno dio prioridad a los trenes de carga que transportaban carbón y otros combustibles sobre los trenes de pasajeros. Y, sin embargo, hasta ahora, ha habido poca reacción pública, recoge The New York Times.
Una encuesta realizada este verano encontró que el 56% de los alemanes estaban a favor de volver a encender las plantas de carbón, con solo el 36% en contra. Eso se compara con el 73% de la población que apoyó terminar con el uso del carbón «lo antes posible» en una encuesta de 2019.
Parte de la razón de la falta de manifestantes en Lützerath puede haber sido la cautela entre muchos de enfrentarse a una batalla perdida.
“Muchos nos dicen que simplemente no pueden enfrentarlo”, dijo Cornelia Senne, una teóloga que dirigió un servicio religioso nocturno frente a la puerta principal de Heukamp. “Con todo lo que está pasando, algunas personas no pueden soportar ver cómo se desarrolla otra catástrofe”.
Decenas de miles de activistas climáticos marcharon en ciudades de Alemania a fines de septiembre. Centraron sus demandas principalmente en temas como la justicia climática para los países en desarrollo. Y el transporte público accesible, no el fin del carbón en Alemania.
Aumenta el uso del carbón
Desde que comenzó la crisis, Alemania ha visto un aumento de casi el 5% en la electricidad generada con la extracción de carbón. Esta fuente representa casi un tercio de toda la electricidad producida en Alemania.
Gran parte de ese carbón proviene de lugares como la mina Garzweiler cerca de Lützerath, que es propiedad de RWE. Y donde algunas de las máquinas de excavación más grandes del mundo trabajan continuamente en el extenso pozo de 31 kilómetros cuadrados.
Durante décadas, cuando el carbón era una forma de vida en gran parte de Alemania, los residentes de comunidades como Lützerath aceptaron la inevitabilidad de la minería del carbón. Incluido el requisito legal de moverse y dejar paso cuando los gobiernos estatales llegaron a acuerdos con empresas de energía como RWE.
Desde la Segunda Guerra Mundial, unas 300 aldeas alemanas han sido arrasadas por el carbón debajo de ellas. Pero los activistas esperaban trazar la línea en Lützerath y hacer de la lucha climática su bandera, para salvarlo como una causa célebre.
Incluso si fallaban, al parecer, la ciudad podría ser la última aldea alemana en ser aniquilada por la minería del carbón. Muchos activistas climáticos admiten que Alemania necesitará usar más carbón llamado «duro» este invierno. Pero insisten en que eso no justifica la demolición de Lützerath, que se asienta sobre depósitos de lignito, la variedad más contaminante y blanda.
“Estamos en una situación esquizofrénica: vamos hacia una salida para 2030. Pero todavía estamos permitiendo que RWE busque lignito en Lützerath”, dijo Karsten Smid, un activista alemán por el clima y la energía en Greenpeace.
Destrozo de casas en busca de carbón
Conocida la decisión del gobierno en permitir a RWE, la compañía energética más grande de Alemania, a proceder a la extracción de carbón, los vecinos y activistas se resisten.
Mientras Kathrin Henneberger, diputada verde del Bundestag y activista climática en la mina a cielo abierto, ofrecía declaraciones en una parcela, las palas gigantes de RWE destrozaban casas aledañas. El proyecto parece tener prisa y sus operarios se llevan por delante la vida de un pueblo.
Diversas organizaciones como Friday For Future,“Ende Gelände” (Punto final), “Triole gegen Kohle” (Tresillos contra el carbón) y All Villages Remain se han mostrado activos por las redes sociales. Motivando a la resistencia. Con mensajes como: “Aquí también es donde se decide si nuestro planeta sobrevivirá”, o “No hay carbón para RWE – Lützi se queda”.
Cuando se utiliza carbón para generar electricidad, se produce dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, insisten.
Un activista, que se negó a quitarse el cubrebocas blanco o dar su nombre real por temor a represalias legales, ha vivido en una casa en un árbol en Lützerath desde la primavera. Dijo que estaba preparado para un enfrentamiento con la policía cuando las excavadoras finalmente vengan.