Finalizada la guerra de Ucrania, la comunidad internacional se encontrará en un nuevo contexto marcado por un nuevo paradigma regional y mundial. Según Alejandro López Canorea, la única certeza en la ruptura Occidente-Rusia, tanto desde la neutralidad como desde la parcialidad, es un mundo sumido en una crisis global que se materializa en todos los ámbitos. Un conflicto que evoca la Guerra Fría, disputas inacabadas y consecuencias terribles.
En la contraportada del libro Ucrania, el camino hacia la guerra (La Esfera de los Libros, 2022), escrito por Alejandro López Canorea, se afirma que la guerra de Ucrania no es algo nuevo, aunque sí ha adoptado una dimensión totalmente diferente por los actores que la desarrollan y por representar la ruptura del orden internacional vigente.
“La Unión Europea lleva mucho tiempo enfrascada en los debates sobre qué modelo representa esos valores de libertad y democracia liberal al estilo occidental, pero la realidad es que ha mantenido importantísimas relaciones con gobiernos que nada tienen que ver con esos ideales”
El autor analiza con precisión y claridad el camino recorrido por Rusia, Ucrania y Occidente para comprender que se ha puesto en juego en el tablero global, por qué no se solucionó a tiempo y, sobre todo, las consecuencias que se derivarán para la nueva geopolítica mundial y sus repercusiones globales en todos los ámbitos, fundamentalmente en el político y económico.
Alejandro López Canorea es antropólogo y analista de política internacional. Desde el año 2020 forma parte del equipo de Descifrando la Guerra, medio en el que es coordinador. Ha participado en distintas investigaciones culturales, científicas y socioeconómicas, y se ha embarcado en viajes y expediciones por diferentes países.
Entre ellos destaca su experiencia en convivencia con pueblos indígenas en América. Su visión y capacidad de análisis geopolítico, con especial enfoque en las redes, le han llevado a ser una voz reconocida y a que le inviten a ponencias universitarias y a distintos medios de comunicación, tanto en prensa como en radio y televisión.
Descifrando la Guerra es un medio de comunicación digital de referencia, fundado en 2017, dedicado al seguimiento y análisis de la política internacional. Su equipo está compuesto por un grupo de historiadores, politólogos y periodistas especializados en el ámbito de la política. Cuentan con una comunidad de más de 350.000 seguidores en todas sus plataformas.
¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, tras la salida de Estados Unidos de Afganistán que puso fin a una era y a la pax americana, se dé en Europa una guerra de la dimensión de que la se está viviendo en Ucrania, que implica a toda la comunidad internacional?
La guerra en Ucrania es un conflicto que comenzó en 2014, cuando Kiev lanzó una operación contra los gobiernos autoproclamados del Donbás, por lo que no es algo que sea ajeno a la historia de Europa durante este siglo.
Aquel choque se trató de paralizar con los Acuerdos de Minsk en 2015 y ante la falta de materialización del arreglo político que contemplan, Rusia reaccionó. La cuestión cambia cuando Moscú lanza su invasión en 2022, trasladando el enfrentamiento a una nueva dimensión que internacionaliza el conflicto y donde Occidente no duda en participar como actor ausente.
La pandemia, la guerra y la crisis económica apuntan a un nuevo orden internacional con un nuevo equilibrio de poderes. ¿Se está gestando un orden multipolar con Rusia y China tratando de ganar espacio frente a Estados Unidos y Europa?
Desde antes de la pandemia y la guerra de Ucrania ya se estaban viendo pasos hacia la transformación de un mundo unipolar dominado por Occidente hacia uno multipolar. Durante la etapa de Donald Trump se aceleró este proceso junto con la reorientación de Estados Unidos hacia Asia-Pacífico para contener el ascenso de China. Moscú y Pekín han visto una confluencia parcial de intereses con la posibilidad de ganar peso a nivel mundial en un escenario en el que Estados Unidos y sus aliados ya no pueden, o incluso no quieren según qué actor, imponer su visión única del mundo.
¿Es el comienzo de una reedición de la guerra fría en la que emergen nuevos actores como Turquía, Arabia Saudí, Pakistán, Brasil, Israel o India?
El nuevo escenario geopolítico que se estaba abriendo ha recibido un shock con la guerra de Rusia y Ucrania. La ruptura de puentes entre Occidente y Rusia ha sido más grande de lo que se decía antes de 2022 y eso está empujando a los países a posicionarse o no hacerlo de manera tan clara. Estados Unidos trata de mejorar sus relaciones con varios de estos países, pero desde la salida de Trump algunos se han alejado sensiblemente, como Arabia Saudí, Brasil o Israel.
El papel de la India es probablemente el más importante de todos y en el libro se explica por qué cada uno de los países mencionados es clave para la conformación de un nuevo orden, el sostenimiento de alguno de los bandos o la confrontación entre los mismos.
En lo económico, ¿asistimos a un proceso de desglobalización?
De nuevo, vemos un proceso creciente de defensa de las identidades nacionales, la economía regional y las tensiones intercomunitarias en gran parte del mundo. Los ecos que pueda tener cualquier proceso de fortalecimiento nacional a nivel económico se ven desde la guerra comercial desatada desde Estados Unidos hasta las consecuencias de las sanciones masivas contra Rusia o Bielorrusia. Las grandes implicaciones de una desglobalización acelerada por la guerra quedan explicadas en un capítulo completo por su gran relevancia.
Si el interlocutor hubiese sido la Unión Europea en lugar de la OTAN, ¿se habría evitado la invasión?
Muchos de los países que no querían ningún acercamiento a Rusia o la conformación de un espacio de seguridad común en Europa del Este son tanto miembros de la OTAN como de la Unión Europea. De hecho, Estados Unidos mostró en su respuesta escrita a Rusia una mayor predisposición al diálogo que la OTAN, que incluye a estos países, con Polonia y los Bálticos a la cabeza.
Si la Unión Europea hubiese liderado las conversaciones probablemente habrían acabado igual, por eso los garantes del arreglo político en Ucrania eran Alemania y Francia, pero no toda la UE. La otra opción que podría haber mostrado más disposición al pacto era la que suponía un enfrentamiento mayor entre las élites de Bruselas y las de estos países, que ya eran tensas antes de la guerra, especialmente con Polonia. Pero en lugar de ello, ambas han cerrado filas entre sus conflictos para acercar posturas en torno a la OTAN.
¿Por qué Rusia no fue integrada en el orden liberal occidental? ¿A qué ha conducido la política de seguridad de la OTAN?
Es una buena pregunta. Rusia quería entrar en el orden de seguridad de la OTAN en los 90 cuando Occidente apostilló el sistema presidencial de fuerte autoridad de Yeltsin que hoy se refleja en la figura de Putin. Si aquello hubiera sido aceptado, como trato de explicar con importantes declaraciones de la época en el libro, quizá Rusia no habría visto como una amenaza la continua expansión de la OTAN y la fortificación militar occidental en sus fronteras como parte de esa política de seguridad. Y esta tendencia, aún hoy, sigue en expansión y ha conducido a una reacción belicista que vemos más claro con la invasión rusa de Ucrania.
¿Cuál debe ser el papel de la Unión Europea en el nuevo orden?
La Unión Europea se encuentra ante un dilema que quizá ahora no se perciba ante el cierre de filas en torno a la OTAN, incluso de países supuestamente no alineados. Pero una ruptura con Rusia tendrá grandes consecuencias energéticas, económicas o comerciales. La previsión de buscar alternativas a la interdependencia actual aboca a Rusia a sufrir consecuencias internas y a un acercamiento potencialmente ventajoso para otros actores como China, pero también podría empujar a la Unión Europea a la inflación o al desabastecimiento, lo cual suele implicar el ascenso de movimientos que capitalicen el descontento y el desgaste político en torno al orden liberal.
¿Y el de las instituciones supranacionales como Naciones Unidas o el Banco Mundial?
La ONU es uno de los grandes organismos en juego. Su bajo peso efectivo se compensa con el gran simbolismo de algunas resoluciones, donde Occidente está moviendo a sus socios contra Rusia. Pero cualquier extralimitación en el partidismo que ya se vio en conflictos como Libia o la dejadez de otros como Ruanda podría poner en jaque a la organización.
Por lo pronto, la presencia de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU evita que ocurra lo sucedido en Libia, pero en general se están revolucionando las relaciones internacionales y es importante entender la geopolítica de todos los actores para ver cómo puede acabar el mundo tras este conflicto. Por eso reincido en la importancia de los capítulos que tratan el nuevo enfoque geopolítico mundial y el funcionamiento de la comunidad internacional en torno al conflicto, así como en las últimas décadas.
Esta guerra se libra en multitud de frentes: bélico, económico, industrial, energético, financiero, informativo, empresarial, social, y hasta religioso. ¿Así se concibe la guerra total?
Diría que sí porque todos esos componentes forman parte de una guerra total. Pero hay que entender que dentro de la gravedad que tienen todas las guerras, siempre hay espacio para una escalada mayor. Por lo que también siempre cabe una desescalada y una negociación. Estos frentes por ahora se pueden concebir así entre Rusia y Ucrania. Occidente está participando mediante varios de ellos. Existe el peligro de que también se extienda a otros países si alguien más decide intervenir, a buen seguro llevaría esta guerra de Ucrania a frentes mucho más peligrosos.
¿Cómo puede la Unión Europea ser un referente de libertad, valores, democracia, Estado de Derecho y derechos humanos cuando es incapaz de resolver las amenazas declaradas en su propio territorio?
La Unión Europea lleva mucho tiempo enfrascada en los debates sobre qué modelo representa esos valores de libertad y democracia liberal al estilo occidental, pero la realidad es que ha mantenido importantísimas relaciones con gobiernos que nada tienen que ver con esos ideales bajo la percepción de Bruselas, aunque intermitentemente haya habido tensiones, destacando Egipto, Emiratos Árabes, Catar, Arabia Saudí, Israel, Turquía o incluso China.
Pero las amenazas de las que hablan poco tienen de relación con los valores que defiendan o no. Es una cuestión de geopolítica, la cual se veía con pragmatismo en algunos puntos del mundo, pero no así en la Europa del discurso democrático liberal que no se aplicaba realmente en sus relaciones internacionales. El mismo grupo de Visegrado dentro de la UE suponía un reto en ese contexto. Bruselas no ha tardado mucho en olvidar los problemas con los valores, la libertad y la democracia liberal de Polonia cuando la geopolítica ha impuesto la realidad.
¿Se hace necesaria una defensa común europea o seguiremos dependiendo de la política exterior y de seguridad de Washington?
Lo que sea necesario para la seguridad de Europa no está tanto en debate ahora mismo, aunque pueda volver eventualmente. Lo que se debate es de qué manera realizar distintas transiciones internas para permitir el mayor desacople de Rusia, es decir, ningún tipo de pragmatismo económico.
Este debate no se escucha claro en los países que más han vinculado su política exterior a la política estadounidense, pero si miramos a Alemania, Austria o Hungría se verán más dudas que en España, Rumanía o República Checa y, por supuesto, los que hemos ido mencionando en la entrevista como Polonia, Estonia, Letonia o Lituania.