La agricultura orgánica es una invitación directa a amar la vida, a entenderla y a vincularnos de forma respetuosa con el entorno. Para el emprendedor colombiano Alejandro Estrada, experto en permacultura, el suelo es el principio de todo, el sistema inmune del planeta, y si respiramos excesos de CO2 y bebemos aguas contaminadas estamos poniendo en riesgo nuestra supervivencia. En pleno corazón de lo que en un tiempo no muy lejano fue territorio narco, gestiona la Finka Sana, un espacio que mediante la agricultura orgánica satisface plenamente las necesidades del hombre sin explotar recursos naturales y sin contaminar
Emprendedor y empresario colombo-estadounidense, Alejandro Estrada es un inversor de capital privado y profesional del marketing. Ha fundado empresas en Latinoamérica en el ámbito de los servicios financieros, cosmética, licores y hoteles, entre otros sectores. Con más de 15 años de experiencia, Estrada ocupo diversos cargos dentro del mundo de las finanzas. En 2006, se asoció con la compañía estadounidense TBK Investments, con sede en Miami. En noviembre de 2007, la sociedad vendió la compañía a GenSpring Family Offices y Estrada asumió el rol de vicepresidente senior. De 2000 a 2006, fue vicepresidente senior de Guggenheim Partners, donde lidero la expansión internacional del negocio en América Latina.
En 1999, Estrada fundó Fusion Networks (FUSN), una de las empresas de contenido web más grandes de América Latina. Nativo de español, inglés y francés, Estrada tiene una licenciatura del Art Center College, Suiza. La permacultura constituye un sistema proyectado sostenible que integra armónicamente la vivienda y el paisaje, ahorrando materiales y produciendo menos desechos, a la vez que se conservan los recursos naturales. Según uno de sus creadores, Bill Mollison, es el diseño de hábitats humanos sostenibles y producción agraria alternativa, que imita las relaciones encontradas en los patrones y procesos de la naturaleza. Constituye la respuesta positiva a la crisis ambiental.
La permacultura reúne las diversas destrezas y formas de vida que se necesitan redescubrir y desarrollar para pasar de ser consumidores dependientes a personas y comunidades responsables y productivas. La Finka Sana es uno de los proyectos de permacultura más ambiciosos de Colombia. Se desarrolla en una zona castigada por el narco que ha conseguido dejar atrás los cultivos de coca. Alejandro Estrada, que gestiona con su familia este espacio, es consciente de que la guerrilla ha quedado atrás, pero estamos inmersos en una guerra bacteriana y climática de efectos aún más devastadores. El único camino es volver a la naturaleza y seguir el ejemplo de los indígenas, para quienes “sanar la tierra y purificar el espíritu son una misma tarea”.
En el área de Rionegro cada vez son más las explotaciones que cambian su forma de sembrado habitual con químicos por una producción orgánica amigable con la salud y el medio ambiente. ¿En qué consiste su proyecto?
La verdad, esperaría que, después de un año pandémico y complejo, finalmente, por fuerza mayor, la gente caiga en la cuenta y se concientice de la importancia de comer saludable y, al mismo tiempo, entienda que, sin armonía medioambiental, nuestra vida en el planeta se nos pone difícil. Esto es fundamental para que la oferta de productos sanos se imponga y, de esta manera, los emprendimientos de cultivos limpios surjan y se multipliquen. Colombia, y en especial Antioquia, está entre los cinco países más contaminados por químicos agropecuarios del mundo, fundamentalmente gracias a la globalización y a las apuestas por la paz en las que el país se vio envuelto.
La Finka Sana es nuestra apuesta para demostrarle a Medellín y a Colombia que si podemos cultivar y restaurar nuestras aguas y nuestros suelos. El proyecto se ubica a 20 minutos del aeropuerto internacional José María Córdoba, en medio de cientos de urbanizaciones nuevas, donde cada vez más familias urbanas sienten la necesidad de vivir en el campo. Esta es una gran oportunidad para que no solo sea un cambio de vivienda, sino un cambio de vida y de consciencia hacia un modelo de vida sustentable, sana y en armonía con la naturaleza.
“En el año 2000 nuestro consumo era un 40% más rápido que la misma capacidad regenerativa de los recursos naturales disponibles”
Obviamente, el riesgo que se corre es grande porque si la gente se viene al campo a vivir como Vivian en las ciudades, volvemos a lo mismo. Ya en los años setenta, el consumo humano de recursos naturales rebasó la capacidad regenerativa del planeta, y en el año 2000 nuestro consumo era un 40% más rápido que la capacidad regenerativa de los recursos naturales disponibles –plantas, recursos hídricos, etc.–. Vi la necesidad de hacer algo que pudiera servir de ejemplo o de inspiración para las personas que aun dudan de que la tierra se puede cultivar orgánicamente, que se puede vivir de forma más sustentable, que necesitamos cambiar la forma en que nos alimentamos y que solo hay una manera de entender la vida desde otros planos.
¿Se puede incluir este proyecto dentro del modelo de negocio implementado en el oriente antioqueño con el programa Transforma-Oriente, que busca integrar a los agricultores en un enfoque diferente de modelo agrario, con un equilibrio entre la competitividad y la cohesión, entre la modernidad y solidaridad, ¿entre la sociedad y los territorios?
No solo se puede, sino que se debe pensar así, de forma incluyente, cocreando y coparticipando. Los modelos económicos en general están cambiando, y en especial los modelos de los campesinos y agricultores. Venimos de modelos poco colaborativos y explotadores en todo el sentido de la palabra. Hoy, necesitamos modelos de desarrollo sustentables y participativos basados en la equidad, mediante mecanismos distributivos que contribuyan a la paz y a la superación de la pobreza.
Si logramos cambiar los patrones de consumo de la población, estoy seguro de que con este tipo de modelos participativos y tecnología podemos producir alimentos mucho más sanos, que impacten en la salud de las personas, la estabilidad del ecosistema, la solidaridad y la cohesión en el corto plazo. Es importante entender el impacto que generan estos cambios si tenemos en cuenta que la agricultura sigue siendo el primer oficio de la humanidad, y más de la mitad de la población son campesinos que aun trabajan la tierra a mano.
La agroindustrialización dependiente del petróleo y de los químicos está destruyendo el gran legado de conocimientos y dejando cada ano a millones de campesinos desplazados a las ciudades y en una situación de pobreza infrahumana. El trabajo en el campo y la permacultura traen paz y grandes beneficios para para todos.
En el fondo subyace un empeño por vincularse más con la vida y el entorno natural. ¿Es posible en una sociedad materialista y en la realidad líquida en la que nos desenvolvemos con una gran volatilidad e incertidumbre?
¡Esa es la apuesta! Las grandes transformaciones planetarias se han dado siempre en grupos de personas pequeños que, poco a poco, inspiran y transforman al resto de la humanidad. En mi opinión, la pandemia acelero esta transformación. Cada día más gente quiere cambiar su forma de consumir y se empieza a resignificar todo: desde la forma de vincularnos con la naturaleza, y con los demás seres, entendiendo la vida desde el microcosmos, el agua y la energía, hasta el macrocosmos. Volvemos a tener en cuenta los ciclos naturales y los tiempos de la naturaleza, la Luna y el clima.
¿Cómo contribuyen estas iniciativas al desarrollo local y regional?
Antes de apostar por los productos y los cultivos esta es una plataforma de transformación de personas como principio fundamental. Perseguimos el desarrollo de los seres humanos y la vida en comunidad, el respeto y la dignidad por lo que hacemos, la disciplina, el aprendizaje continuo y la búsqueda de la excelencia antes de meter las manos en la tierra. Los indígenas dicen que “sanar la tierra y purificar el espíritu son una misma tarea”.
El cambio de mentalidad y de paradigmas que el campesino de hoy necesita es enorme. Venimos de muchos años de dependencia del petróleo y de químicos, de la competencia por el tamaño y la velocidad de producción antes que el contenido alimenticio de los alimentos y la diversidad. Venimos de la falsa creencia de que los monocultivos y los terrenos baldíos tienen más valor que los bosques y la diversidad, si hay un bosque primario su valor está en su potencial maderero para inmediatamente convertirlo en terreno para vacas… Estos son solo algunos de los paradigmas que tendremos que ir derrumbando.
La región fue enormemente castigada por el conflicto armado y el narco, acogiendo a miles de refugiados por la violencia. Huyen de la destrucción y abandonan las zonas rurales devastadas. ¿Se puede hablar en cierto sentido de refugiados climáticos?
Por supuesto que sí, aunque el termino no esté del todo aceptado por el derecho internacional. Hoy, el número de refugiados climáticos crece a niveles nunca antes vistos. Podríamos hablar de desplazados ecológicos, término que abarca más que el cambio climático. Nuestro actual ritmo de vida tiene un impacto brutal sobre nosotros mismos y sobre el planeta, lo cual nos fuerza a entender unas nuevas realidades en lo ecológico y en lo social.
Colombia, y en especial Antioquia, donde estamos ubicados, ha sufrido todo tipo de castigos por su historia bélica y el desplazamiento del campo a las ciudades fue más que necesario para conservar la vida. Sin embargo, esta situación trajo más y más pobreza y una vida infrahumana en las calles de las ciudades. Hoy la realidad es otra, y los castigos por nuestro estilo de vida son enormes. A pesar de que producimos más comida, la gran mayoría esta fumigada con venenos altamente tóxicos, y el impacto de este tipo de producción de alimentos está acabando con el agua, la tierra y todo el patrimonio natural que necesitamos para preservar la salud.
Hace 50 años nuestras cocinas estaban llenas de alimentos frescos y sanos, y hoy las llenamos de latas, paquetes, frascos y todo tipo de comidas rápidas y modificadas genéticamente que están causando todo tipo de enfermedades (alergias, cáncer, problemas cardiacos, virus, etc.), sin que nuestro debilitado sistema inmune pueda combatirlas. Así, poco a poco, acabamos con nuestro patrimonio natural. El no ser conscientes de esta forma de vida genera la realidad ecológica en la que estamos inmersos. En estos 50 años, los humanos hemos provocado la desaparición del 80% de los animales de la tierra, hemos deforestado más del 50% de los bosques del planeta, el 90% de las especies marinas como el atún, el pez espada y las ballenas, y las prácticas de agricultura industrializada han erosionado más del 70% de las tierras cultivables.
“En estos 50 años, los humanos hemos provocado la desaparición del 80% de los animales de la tierra y hemos deforestado más del 50% de los bosques del planeta”
Nuestra dependencia del petróleo está provocando un efecto invernadero y una contaminación de casi el doble de lo que puede absorber la naturaleza, generando todo tipo de inundaciones, sequias, veranos fuertes que hacen cada vez más difícil vivir. De ahí la importancia de entender que habitamos un planeta limitado y finito para sobrevivir en él. Hoy nos castiga la vida misma y nos convertimos en refugiados ecológicos, una guerra tal vez mas permanente que la misma narcoguerrilla y las guerras armadas. Vivimos en una guerra bacteriana y climática. ¿Proyectos como el que impulsa cooperan asimismo con el objetivo de inclusión social? Espero que sí. Por eso hablo de transformación de personas.
Aunque contamos con poco tiempo, tenemos que replantearnos nuestro estilo de vida y nuestros vínculos con la naturaleza. Estos cambios requieren educación y entendimiento más profundos de nosotros mismos, de la salud y de nuestra forma de concebir el bienestar. Para que haya más inclusión debemos primero sanar y controlar nuestra boca. De la misma manera, hay que respetar la naturaleza y todo lo que nos rodea, utilizar los recursos naturales de forma justa y dentro de la capacidad regenerativa del entorno.
En Colombia nos podemos sentir privilegiados por nuestra situación geográfica. El clima permite una gran diversificación vegetal y animal. Podemos rescatar el conocimiento ancestral de vivir en armonía juntos y respetando el entorno natural. En la Finka Sana somos 20 personas que permanentemente estamos trabajando para restablecer el espacio, el suelo, el agua y el bosque. Producimos alimentos sanos y no dependientes de la economía global. Es un pequeñísimo ejemplo de cómo podemos aportar y actuar en pro de tantos cambios que necesitamos implementar en nuestras vidas.
¿Hasta qué punto el desarrollo de la bioeconomía es clave en la regeneración de suelos degradados por los efectos del cambio climático?
En cierta ocasión, me llamo la atención una reflexión que apuntaba: si cada uno de nosotros limpia el frente de su casa, viviríamos en ciudades limpias. La permacultura nos ensena a producir nuestros propios alimentos, a ser eficientes con el uso de la energía, cuidar el agua, a andar a pie y circular en bicicleta y a comprar en establecimientos locales. Estas son algunas de las pequeñas cosas que nos garantizan economías justas y sustentables.
¿Se puede equiparar la emisión de gases de efecto invernadero y la pérdida de biodiversidad a la degradación del suelo?
Está todo amarrado. Humboldt, en el siglo XVIII, ya hablaba de cómo estaba el ecosistema entrelazado. Nuestra dependencia del petróleo y la globalización tan acelerada evidencian cada día que el impacto de la emisión de gases está degradando el agua, el aire y el clima, y estamos observando unas consecuencias alarmantes que se visualizan en suelos pobres, secos, compactados y erosionados. La degradación del suelo se puede equiparar con nuestro organismo: una escasa flora intestinal afecta al estómago y causa un sistema inmune completamente deteriorado e incapaz de defendernos. El suelo es el sistema inmune del planeta, y si respira excesos de CO2 y bebe aguas contaminadas por la lluvia, con los ríos llenos de basura, no veo de qué manera podemos subsistir durante mucho más tiempo.
«Producimos alimentos sanos y no dependientes de la economía global»
¿Existe conexión entre la salud del suelo y la salud humana? ¿Cómo incide en la alimentación y el sistema inmunitario?
La agricultura orgánica es una invitación directa a amar la vida, a entenderla y a vincularnos de forma respetuosa con el entorno. El suelo es el principio de todo. Como acabo de señalar, la salud del suelo está directamente relacionada con la salud del estómago y, por ende, de nuestro sistema inmune. Los suelos con vida son suelos con buena diversidad de microorganismos y, asimismo, para tener un sistema inmune sano se requiere buena flora intestinal. Necesitamos consumir orgánico para que nuestros microorganismos se alimenten y puedan defendernos de las enfermedades. Es el ciclo natural de la vida.
La mala gestión agrícola causa la degradación edáfica, con graves consecuencias en erosión, salinización y sequías. ¿Cómo paliar esta destrucción?
La clave está en la permacultura. Hay que informarnos de todos estos impactos de la dependencia del petróleo en nuestras vidas. Tendremos que prepararnos y mentalizarnos porque podemos ser parte de la solución y debemos actuar. Hay que empezar a generar pequeños cambios en nuestra alimentación, comprar local, exigir lo orgánico y ayudarnos los unos a los otros para que nuestras decisiones impacten positivamente.
Se dice que los gobiernos evidencian una gran capacidad para encajar desastres sin inmutarse. ¿Qué carencias tiene la política climático-agrícola en Colombia?
En realidad, es muy pobre, por no decir nula. Colombia está luchando todavía para acabar con los cultivos ilícitos de coca y, desafortunadamente, el gobierno actual pide a gritos la fumigación masiva con glifosato (un químico muy tóxico). Algo completamente inaudito y descabellado desde un punto de vista ecológico. Estas políticas no son amables ni con el medio ambiente tan deteriorado que tenemos ni con las personas del campo. Son políticas anticuadas e irresponsables.
Las políticas que promueven la ecoagricultura están lejos de verse implementadas nacionalmente porque el gobierno pareciera no entender la vida misma, y los ciudadanos seguimos prefiriendo la comida basura, el confort del supermercado y demás comportamientos que poco promueven los emprendimientos responsables. Nuestras políticas son de ataque, no preventivas.
Necesitamos líderes políticos que entiendan la película completa, que entiendan la economía y, en especial, el agro basado en indicadores de capacidad regenerativa. Hace poco vi que la revista colombiana Semana decía en su portada que la solución de Colombia es la minería y la extracción de petróleo.
¿Cómo vamos a mejorar pensando así? Creo que es por esto que no podemos esperar a que los gobiernos encajen políticas sanas que promuevan la permacultura y una cultura sustentable y de baja energía. Es necesario que seamos nosotros mismos los que encajemos las políticas y cambios de modo de consumir.
¿De qué forma degrada el suelo y contamina el agua y la producción la agricultura química e industrial?
Hay que entender el microcosmos para darnos cuenta de que estas prácticas acaban con la vida y sus ciclos de regeneración. Cuando aplicamos productos derivados del petróleo (herbicidas, fungicidas y fertilizantes) estamos consumiendo compuestos químico-tóxicos para la salud. Estos compuestos contienen altos grados de dioxinas y furanos, que son muy contaminantes y dañinos para el medio ambiente y para nosotros mismos. Proceden de procesos químicos industriales y sus efectos son sumamente peligrosos para la salud. Desafortunadamente, estos compuestos se fijan al suelo por lo que la carga toxica de los alimentos que consumimos es elevada.
¿Qué ventajas se derivan de la regeneración de suelos?
El suelo es la base de la sostenibilidad y sin alimentos no hay sostenibilidad. Suelo sano y gente contenta son condiciones necesarias para la felicidad global. El suelo es un organismo vivo y se debe cuidar como tal. Los suelos muertos generan desesperanza y la agricultura actual no concibe la capacidad productiva de los suelos. Cuidar el suelo es cuidar la vida.
¿Cómo influye la tecnología y la digitalización en la agricultura biológica?
La tecnología se hace indispensable si se busca eficiencia y diría que la permacultura o la agricultura biológica parten de la eficiencia energética. La eficiencia energética no solo se aplica al sol o al viento, sino también al esfuerzo humano. La tecnología nos brinda herramientas de control y de estandarización, nos permite replicar y escalar la producción con precisión y eficiencia.
¿Defiende la colaboración público-privada?
Defiendo todo tipo de colaboraciones. Hoy necesitamos unirnos para lograr los cambios que requiere el planeta. Las asociaciones público-privadas ofrecen ventajas importantes para los desarrollos productivos a gran escala y a largo plazo, aunque por lo general en el sector de la permacultura no he visto ninguna iniciativa de este tipo. Sería interesante pensar en este tipo de asociaciones para la restauración de grandes extensiones de terrenos deforestados, baldíos o que han sido ganaderos para que garanticen sostenibilidad, tecnología, experiencia y recursos del sector privado beneficiando a las poblaciones y la naturaleza. Para proyectos como el nuestro no veo la necesidad.
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