Son numerosas las razones por las que el alcohol puede ser peligroso para los más jóvenes, incluso después de haber superado la edad mínima legal para beber. Durante este período crítico, el consumo de alcohol puede tener consecuencias a corto y largo plazos para el desarrollo cognitivo. Principalmente alteración de la concentración, la memoria y el aprendizaje, lo que disminuye el rendimiento escolar y la funcionalidad en tareas propias de la edad. El cerebro del adolescente aún se encuentra en proceso de maduración. El alcohol al ser un inhibidor del sistema nervioso central genera alteración en la toma de decisiones, las emociones y la conducta.
Un adolescente no alcanza su altura adulta hasta los 21 años de edad. Es posible que una vez que dejó de crecer, no tenga el volumen corporal de alguien de entre 30 y 40 años. Esta complexión delgada se caracteriza por una mayor proporción cabeza-cuerpo. «Por tanto, beber un vaso de alcohol provoca un mayor contenido de alcohol en sangre en los jóvenes que en los adultos», afirma Ruud Roodbeen, investigador postdoctoral de la Universidad de Maastricht (Países Bajos).
Cuando bebes a esa edad el alcohol ingresa al torrente sanguíneo y se propaga rápidamente por el cuerpo. En cinco minutos llega al cerebro, cruzando fácilmente la barrera hematoencefálica que generalmente protege el cerebro de sustancias nocivas. «Una parte relativamente grande del alcohol termina en el cerebro de los jóvenes, y esa es otra razón por la que tienen más probabilidades de sufrir intoxicación», dice Roodbeen.
Un cuarto de siglo
Antes se pensaba que el desarrollo neuronal se detenía en la adolescencia. Pero investigaciones recientes han demostrado que el cerebro sufre un complejo recableado que no termina hasta al menos los 25 años de edad. Entre los cambios más importantes está la disminución de la «materia gris». Esto pasa a medida que el cerebro elimina las sinapsis que permiten que una célula se comunique con otra. Al mismo tiempo, tiende a proliferar la materia blanca, que son conexiones de larga distancia cubiertas por una grasa aislante. El resultado es una red neuronal más eficiente que puede procesar información con mayor rapidez.
El primero en madurar es el sistema límbico, relacionado con el placer y la recompensa. No así la corteza prefrontal, que se encuentra detrás de la frente, cuyo proceso es más lento. Esta región es responsable del pensamiento de orden superior, que incluye la regulación emocional y la toma de decisiones. Lo que explica por qué los adolescentes asumen más riesgos que los adultos. El alcohol afecta al cerebro de forma general, interrumpiendo la interconexión neuronal. Específicamente en dos áreas cerebrales: el cerebelo, que nos ayuda a controlar el movimiento, el equilibrio y la coordinación; y el lóbulo frontal, responsable de aspectos como la memoria y el aprendizaje. La ingesta a temprana edad puede tener efectos irreversibles en el sistema nervioso.
Las neuronas del lóbulo frontal se encuentran recubiertas por mielina, una sustancia que ayuda a acelerar la conducción de los impulsos nerviosos. Esta zona es la responsable de funciones como la organización, el control de los impulsos y la planificación. El alcohol puede causar daños en la mielinización, alterando la funcionalidad de las células nerviosas.
Alcohol social
En países como Francia, los menores de edad pueden tomar una copa de vino o cerveza para acompañar una comida familiar. Muchos padres tienen la creencia de que una lenta introducción al alcohol en un contexto controlado enseña a los jóvenes a beber de forma segura y a reducir los riesgos, mientras que la restricción lo convierten en una tentación.
Especialistas aseguran que todo esto es un mito. Investigaciones han demostrado que cuanto más permisivos son los padres con el consumo de alcohol, más probabilidades hay de que un niño tenga problemas con este en el futuro. Mientras que cuando ocurre todo lo contrario y hay imposición de reglas estrictas sobre la bebida, los adolescentes consumen menos y se reducen las conductas de riesgo relacionadas.
La reforma de leyes para elevar la edad para la ingesta legal de alcohol puede ser un debate polémico. Sin embargo, la mayoría de las pruebas sugieren que leyes más estrictas fomentan un consumo más responsable. Expertos ponen de ejemplo a Austria, donde cualquier persona mayor de 16 años puede comprar cerveza o vino legalmente. Si unas leyes más restrictivas aumentaran el deseo de beber, Austria debería tener una cultura de consumo de alcohol más sana que la de Estados Unidos, donde la edad mínima legal para beber es 21 años. Pero no es así.
Aseguran que la percepción de los austriacos sobre los peligros asociados con la bebida cambian cuando cumplen 16 años. Y es que cuando el alcohol se vuelve legal, los adolescentes lo siente como algo menos riesgoso. Sin embargo, esa falsa sensación de seguridad podría ser peligrosa a los 16 años.
¿Qué buscan?
Hay variados factores que impulsan el binomio alcohol-adolescencia. El principal son las relaciones sociales y la necesidad de los adolescentes de pertenecer a un grupo. El problema estriba en el grupo al que quiera adherirse. Si en este el alcohol forma parte de su ocio, incluso lo determina, beber será un requisito para encajar y ser aceptado o aceptada.
El miedo al rechazo, la presión grupal y la necesidad de aceptación llevan a los adolescentes a caer en el consumo abusivo. Aunque el consumo de alcohol promueve la desinhibición, se convierte en un “falso facilitador” de las relaciones sociales. Supone un mecanismo más sencillo para afrontar las carencias de habilidades sociales o los síntomas de ansiedad social.
Estas supuestas ventajas se unen a la baja percepción de peligrosidad, la falta de conocimiento o la información errónea sobre el alcohol, su naturaleza y los efectos sobre la salud física y psicológica. También contribuyen otros factores como algunas características de personalidad, la necesidad de experimentar sensaciones nuevas o de exponerse a riesgos físicos y sociales. Asimismo, una baja capacidad para afrontar las adversidades o baja resiliencia. El alcohol funciona a veces como un refugio ante problemas familiares, pérdidas o duelos, fracasos académicos o dificultades sociales. Por el contrario, en vez de alejarte o resolver esos problemas, los agravan y complican.
Una forma de maltrato
Especialistas consideran que tan grave como el maltrato físico es ofrecerle un trago de licor a un niño o a un adolescente, dejarle probar “un poquito” o pensar que “ya está grandecito para tomar”. Todas actitudes erróneas que asumen algunos padres, madres y cuidadores quienes, a simple vista, las ven como inofensivas cuando en realidad se trata de hechos que atentan contra el bienestar de las niñas, los niños y los adolescentes.
“Ofrecerle licor a un menor de edad, además de ser ilegal, es un acto que constituye una vulneración tan grave como el maltrato físico. El alcohol genera consecuencias negativas a nivel biológico, psicológico y emocional. Por tanto, es una forma de ejercer violencia hacia los niños y los adolescentes y una vulneración a sus derechos”, explica la trabajadora social Gina Paola Díaz Lemus.
Asegura que el problema radica en que “muchos padres no creen que ofrecerles alcohol a sus hijos sea grave”. Basta con revisar la evidencia científica para conocer los profundos riesgos que genera el consumo de alcohol a temprana edad y comprender por qué constituye una vulneración a los derechos de las niñas, niños y adolescentes.
De acuerdo con un estudio de la Corporación Nuevos Rumbos que analiza el consumo de alcohol en menores de 18 años en Colombia, los niños que empiezan a tomar licor antes de los 14 años de edad tienen hasta 10 veces mayor probabilidad de desarrollar consumos problemáticos y dependencia o adicciones al llegar a la adultez, así como mayor posibilidad de consumir otras sustancias psicoactivas, que aquellos que empiezan a tomar después de los 18 años.