La pandemia nos ha despertado de un largo letargo en el que creímos que el hombre era el centro del universo y podía dominar la naturaleza. En una coyuntura de emergencia climática, crisis económica y fractura social, con una revolución tecnológica en progreso que amenaza las libertades y derechos fundamentales y anuncia una automatización tanto del sistema como de los modelos de producción, los diseñadores de futuros alternativos se atreven a plantear las preguntas claves que es preciso responder. La prospección se basa en la creatividad, el pensamiento crítico y la resolución de problemas complejos
En la antigüedad clásica, los griegos fueron los primeros en referirse al destino como una fuerza ineluctable, el símbolo de la fatalidad que moldea el futuro sin ninguna posibilidad de cambiarlo. La astrología, como hoja de ruta de la historia, certificaba que la libertad del hombre solo podía consumarse en la suprema elección entre la vida y la muerte más allá de cualquier designio.
Sócrates apuró la cicuta ante el verdugo después de pronunciar su discurso sobre la inmortalidad del alma en contra de los dioses. El filósofo de la esperanza, acusado de corromper a los jóvenes, eligió la muerte consciente de que había cambiado las prioridades, anteponiendo la inteligencia y la investigación filosófica a la divinidad. El resto no eran sino mitos y leyendas para sostener la memoria del pasado, el recuerdo de un mundo inveterado que fenecía.
Newton fijó las leyes de la física clásica que permitieron al hombre dominar el mundo, construir carreteras y puentes, conquistar el espacio y navegar por los océanos. La revolución industrial inició la era moderna, y evidenció que ciencia y técnica, como expresiones de la cultura, al igual que el arte y la filosofía, forman parte de la conciencia social y se erigen en motores del cambio.
Como elementos diferenciadores y exclusivos de la humanidad, cada una de estas disciplinas es clave en los procesos de transformación que impulsan el nacimiento y consolidación de nuevos paradigmas.
La máquina (de vapor) fue la sublimación de la técnica y consagró la revolución, alumbrando un nuevo modo de vivir y de pensar, un nuevo ordenamiento social, una nueva civilización.
Hoy, la física cuántica es capaz de someter la materia a escala atómica. Su mecánica controla las comunicaciones, el láser, la fibra óptica o el GPS. La computación cuántica creará inteligencia artificial en la que delegar todas las decisiones.
Pero el futuro ya no es lo que era y hoy sabemos que es posible domesticar el azar y que una causa puede tener múltiples efectos y viceversa. Que todo cambie para que todo siga igual. El gatopardismo es la paradoja de Lampedusa que convierte el cambio en un ejercicio de cinismo, pero las épocas de crisis han devenido en tiempos para la incertidumbre y la duda. Una volatilidad que alimenta la urgente sospecha de que es posible un nuevo orden.
Basta con diseñarlo, no para planificar el riesgo, sino para abrir las posibilidades. Construir futuros alternativos. Para ello solo se precisa comprender el mundo que nos rodea, los retos que se plantean, los desafíos que hay que afrontar y las preguntas que es preciso responder.
La tecnología permite un cálculo infinito de posibilidades para descubrir dónde se esconde la oportunidad, la fuerza irresistible y transformadora, el ímpetu capaz de anticiparse al porvenir, la visión positiva que transforma una alternativa posible en una realidad cierta.
La inteligencia artificial insufla el alma en la máquina y convierte la estadística en una experiencia vital, una opción de futuro, una conciencia heurística al servicio del conocimiento y la evolución. La inteligencia artificial certificará la extinción del Homo sapiens. No es que los androides sean el futuro, sino que, en cierta medida, los replicantes somos nosotros.
Jim Dator, un referente en la prospección, asegura que el futuro no existe porque no se puede predecir ni conocer, fundamentalmente porque no existe un único futuro, sino tantos como seamos capaces de imaginar.
Para Alberto Barreiro, el mundo necesita replantearse sus modelos de crecimiento. Desde el conocimiento y la experiencia acumulada en dos décadas de análisis y propuestas que aportan valor a las empresas, este diseñador de futuros cree que el mundo está falto de significado.
“Mi trabajo es entender cuáles son los retos, declarar la intención de transformación para mejorar la relevancia y el impacto positivo que tienen todas nuestras acciones. Esto es lo que yo llamo transformación. De hecho, es un cambio radical: pasar de imponer nuestra voluntad sobre el mundo a construir una relación significante con el mundo. Se trata de crear un modelo nuevo que no sea el modelo psicópata, sino uno entre personas. Crear vínculos, interdependencia, entre nosotros y el mundo. Hay que cambiar el lenguaje, pensar menos en resultados y más en consecuencias positivas”.
Alberto Barreiro desarrolla estrategias, narrativas e identidades capaces de transformar empresas en agentes de cambio positivo. Su herramienta son los datos. Los interpreta, los cruza, los valida y los traduce a un lenguaje asequible para la máquina, un ingenio de inteligencia artificial que puede realizar millones de operaciones de forma potencialmente ilimitada y tendencialmente simultánea, pero que es incapaz de saber por qué lo hace, no tiene conciencia de sí mismo ni puede discernir entre conceptos morales y éticos.
RIESGOS GLOBALES QUE AMENAZAN EL FUTURO
Para crear un espacio donde sea posible plantear alternativas y elegir impulsar nuevos diseños, hay que identificar los riesgos globales críticos y emergentes que plantean desafíos inaplazables a la humanidad. Entre ellos destacan la aceleración de la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, las zoonosis que causan pandemias, la desigualdad y la pobreza, los movimientos migratorios y las contingencias asociadas a las nuevas tecnologías.
Probablemente, la emergencia climática es el riesgo más acuciante. Estamos al borde de la sexta extinción masiva del Holoceno, la última y actual época posglacial del período Cuaternario. Los defensores del medio ambiente prefieren utilizar el término Antropoceno, creado ex profeso para designar las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad tanto la rápida acumulación de gases de efecto de invernadero como los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales.
Los diseñadores de futuros van más allá y se refieren al Psicopatoceno, cuyas reglas describen una realidad marcada por el individualismo, el interés propio, la cosificación, la cuantificación ontológica, el binomio mecanismo-utilitarismo, el extractivismo y la transaccionalidad.
Esta es la realidad que estamos viviendo y en esta realidad solo es posible construir ruinas. No hay espacio para inventar ningún futuro. La periodista Naomi Klein, autora de La doctrina del shock, cree que las élites utilizan la crisis del coronavirus como excusa para avanzar en su excluyente propuesta. Y así estamos. Debatiendo sobre cuándo volveremos a la normalidad, cuando la normalidad no es otra cosa que la crisis. Se habla continuamente de la vuelta a la normalidad.
“Lo normal es mortal. La normalidad es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida. El coronavirus nos da una lección sobre los valores de la naturaleza, los fundamentos de la economía del cuidado. Nos está diciendo que paremos, que reduzcamos la velocidad para detener esta situación”, dice Klein.
El concepto de transformación profundiza en la idea del cambio, y cambiar significa evolucionar en nuestra forma de ser, crear y hacer, incorporar los retos y los desafíos que enfrenta el mundo a nuestro trabajo diario, declarando nuestra intención transformadora para mejorar radicalmente la relevancia y el impacto de nuestros resultados, las consecuencias de lo que hacemos.
“Estamos en un momento de transición en el que, si no cambiamos la conciencia de lo que hacemos, solo conseguiremos acumular basura –insiste Alberto Barreiro–. Aunque hagamos cosas nuevas, aunque innovemos y utilicemos tecnología punta, estamos diseñando ruinas, herramientas y útiles obsoletos. En este punto estamos ahora. No se puede luchar contra la realidad existente, su inercia es muy fuerte, hay que construir un nuevo modelo que convierta en obsoleto al anterior”.
La idea de un mundo en ruinas la comparte con Stef Silva, fundadora y directora creativa de Invisible, una estratega del diseño centrada en el pensamiento de futuro que trabaja desde una perspectiva crítica sobre el impacto y las consecuencias que el diseño, los negocios y la tecnología tienen sobre nosotros como sociedad y naturaleza.
El objetivo es ayudar a las organizaciones a transformarse partiendo de la sensibilidad y los procesos creativos que el diseño y el arte nos brindan para mutar y replantear el mundo de la empresa. En esta idea insiste el diseñador, arquitecto e inventor estadounidense Buckminster Fuller, conocido como el hombre que inventaba el futuro. Bucky fue un innovador fuera de lo común, imposible de etiquetar porque escapaba de cualquier convencionalismo.
Se definía a sí mismo, y a todo su trabajo, con una palabra que se había inventado: dimaxion, una mezcla de dinámico, máximo y tensión. Su propuesta es radical: “Tú nunca cambias las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construye un nuevo modelo que convierta en obsoleto el existente”.
DE ECONOMÍAS DE CRECIMIENTO A ECONOMÍAS QUE ALIMENTEN
La estrategia de negocio, para ser relevante, tiene que ser transformadora. Según Alberto Barreiro, si no transformas estás diseñando ruinas. Toda estrategia de negocio, todo ejercicio de diseño, toda construcción de una propuesta de valor o es transformadora o no es relevante.
Para mejorar la relevancia y el impacto de nuestros resultados, hay que pasar de organizaciones reactivas a organizaciones conscientes, de economías de crecimiento a economías que alimenten; de ecosistemas extractivos a ecosistemas regenerativos; de estilos de vida productivos a estilos de vida esenciales; de sociedades competitivas a sociedades inclusivas; de educación utilitaria a una educación crítica; de ciudades para trabajar a ciudades para vivir; del consumo compulsivo a un cuidado meditativo; de los trabajos eficientes a dedicaciones que nos llenen; de individuos independientes a comunidades interdependientes; de futuros de innovación a futuros más amables.
¿Cómo empezar a actuar? La respuesta la pone Alberto Barreiro en boca de Engerraund Serac, uno de los personajes de la tercera temporada de la serie Westworld, interpretado por Vincent Cassel, cuando señala que “hay momentos en los que el azar interactúa con tu vida, creando un auténtico espacio de libertad en el que puedes elegir”.
Para Alberto Barreiro, “aquí es donde estamos, en medio de una pandemia, encerrados en casa, con miedo y toda esa inquietud, un momento muy especial en que la dinámica en las inercias del día a día ha desaparecido”.
EL GATO DE SCHRÖDINGER
El gato de Schrödinger es una de las paradojas de la física cuántica que ilustra su cualidad más característica y, a su vez, incomprensible y contradictoria: la dualidad onda-partícula, por la cual esta puede existir en dos estados a la vez hasta que es observada.
En 1935, Erwin Schrödinger intentó desentrañar esta característica de la física cuántica realizada por la denominada interpretación de Copenhague. Este experimento mental es tan popular que incluso lo explica el personaje de Sheldon Cooper en la serie The Big Bang Theory.
La paradoja de Schrödinger enuncia una de las propiedades de la desintegración radiactiva: aunque somos capaces de saber si un átomo se va a desintegrar o no, no podemos predecir cuándo lo hará. Como mucho, es posible afirmar que, por ejemplo, transcurrida una hora, hay un 50 % de probabilidades de que un átomo se desintegre.
Ahora, imaginemos que tomamos ese átomo y diseñamos un dispositivo de manera que, si se desintegra, se rompe una ampolla rellena de un gas venenoso. A continuación, metemos en una caja este dispositivo junto a un gato vivo. Pasada una hora, somos de nuevo incapaces de decir si el gato está vivo o muerto. Al igual que el átomo, tiene un 50% de probabilidades de estar vivo, y otro tanto de estar muerto.
Según la teoría cuántica, el gato se encuentra, literalmente, vivo y muerto a la vez. Solo al abrir la caja, pasará a estar vivo o a estar muerto. Dicho de otro modo: lo que nos dice la física cuántica es que el gato ‘no existe’ hasta que lo observamos. Es en el momento de abrir la caja cuando su existencia, que hasta entonces era una especie de limbo entre la vida y la muerte, se concreta. Mientras que la interpretación de Copenhague establece que cada resultado posible de una decisión o acción da lugar a universos paralelos, la ortodoxia cuántica confirma que una vez observado el resultado este colapsa en un solo universo.
“Así estamos en esta pandemia –concluye Alberto Barreiro–, vivos y muertos a la vez, no sabemos si la transformación ha sucedido o no, si nuestros negocios serán relevantes, si tendremos trabajo o la automatización y la crisis nos arrastrará, si los valores que considerábamos válidos seguirán siendo los mismos. No sabemos nada. Estamos saliendo poco a poco, pero no conocemos hacia dónde. La diferencia entre el gato de Schrödinger y nosotros es que nosotros podemos elegir entre dejarnos llevar por el miedo o levantarnos con esperanza, podemos mirar hacia atrás, intentando volver a lo que había, o proyectarnos hacia delante en forma de revolución”.
La palabra revolución es muy importante como definición. La diferencia entre evolución y revolución es que una evolución es una mejora sobre unas condiciones existentes. Sin embargo, una revolución es la necesidad de hacer nuevas preguntas. Desde una perspectiva revolucionaria, la transformación necesita ciertas preguntas nuevas para empezar a replantearnos y construir un mundo nuevo.
Para ello es preciso incorporar el futuro como práctica fundamental para la nueva generación de organizaciones, inspirarlas para que imaginen y diseñen mejores futuros para las personas y el planeta aprovechando y utilizando las tensiones creativas que se encuentran en la interrelación entre los negocios, el diseño, la cultura, la tecnología y el arte.
El chileno afincado en Copenhague Nicolás Arroyo, uno de los socios fundadores y director de prospectiva de Bespoke, la empresa de estudios de futuro y diseño de experiencias que capacita a organizaciones e individuos valientes para utilizar el futuro como fuente de esperanza e inspiración para el presente, afirma que “soñar el futuro es un acto de esperanza en sí mismo. Cuando declaramos nuestra intención estamos abriendo una realidad que aún no existe, ayudándonos a marcar el rumbo que vamos a tomar”.
LOS CUATRO FUTUROS DE DATOR
Los diseñadores son capaces de cambiar una situación preexistente, de actuar sobre el mundo para mejorar las condiciones. En este escenario de hibridación para la construcción de futuros alternativos, destacan los cuatro futuros de Jim Dator, basados en cuatro arquetipos: continuidad, transformación, disciplina y colapso.
La interpretación de Alberto Barreiro incide en que estos escenarios pueden devenir en una vuelta atrás si nos dejamos llevar por la nostalgia, es decir, vamos al mundo en el que estábamos, lo cual no es posible porque si seguimos haciendo las cosas como las hacíamos acabamos en un escenario de colapso, que se produce cuando nos dejamos llevar desde la nostalgia al miedo.
Si desde el miedo nos movemos hacia delante, estamos en un escenario de disciplina y control que puede llegar a ser dictatorial. Esto ocurre, por ejemplo, ante el pánico que genera el cambio climático y la adopción de políticas muy radicales para frenar el consumo desaforado y las emisiones. Este escenario es posible.
En Europa se visualiza de una forma light con los fondos Next Generation y sus exigencias de control y restricciones en base a la sostenibilidad. Finalmente, está la idea de que si nos dejamos llevar por la esperanza y la revolución estamos ante un escenario de transformación en el que se asume que hay que trabajar desde la esperanza para que nos hagamos las preguntas que cambien el marco sobre el que construimos nuestra realidad.
¿Qué necesitamos en realidad? La transformación consiste en tomar decisiones conscientes basadas en la esperanza, la imaginación y la intención revolucionaria de dar al mundo más de lo que se toma de él. Durante la pandemia, la humanidad ha tenido la oportunidad de pensar sobre estas cuestiones, un tiempo de reflexión ciertamente obligado en el que hemos identificado qué es lo que hemos echado de menos y, por el contrario, qué es lo que más apreciamos.
El estadounidense Douglas Rushkoff, profesor de cultura virtual en la Universidad de Nueva York, psiconauta y uno de los principales teóricos del cyberpunk, afirma que “lo peor que le puede pasar a las marcas es que la gente se quede bloqueada durante meses pensando en lo que realmente necesita”, que no comprenda el mensaje.
Identificar lo que de verdad valoramos es esencial. Durante la pandemia ha desaparecido todo lo que implica actividad económica y de consumo. En esta coyuntura, resulta muy complejo para una empresa generar valor significante. Y este es precisamente el objetivo de la transformación: generar valor significante.
Alberto Barreiro lo ejemplifica con una frase del capitán Jean-Luc Picard, personaje ficticio en el universo de Star Trek, comandante de la nave USS Enterprise, para quien “la adquisición de riqueza ya no es el motor de nuestra vida: trabajamos para mejorarnos a nosotros mismos y al resto de la humanidad”.
EL IMPACTO SOCIAL
La transformación consiste en aportar un valor significativo que responda a las necesidades profundas de las personas, la sociedad y el planeta. Todos tenemos una responsabilidad para generar valor que aporte de la forma más significante posible. Cada vez son más las empresas que son conscientes de esta responsabilidad y que, en consecuencia, apuestan por el cambio. Así, han comprendido que es necesario incorporar el impacto social a su propósito de negocio. Admiten la necesidad de transformarse.
Los líderes de la economía global también lo han entendido así. En el World Economic Forum han propuesto el gran reset del capitalismo, un reinicio que implique un cambio de paradigma.
Sencillamente ya no se creen que “la mano invisible del mercado” propicie que toda la sociedad se beneficie del hecho de que los individuos busquen su propio beneficio particular.
Esto es Adam Smith puro y duro, perpetuando el mito de que la única razón de ser de una empresa es el interés propio, esto es, extraer y maximizar el retorno de la inversión en la relación transaccional con los clientes: “No es de la benevolencia del carnicero, cervecero o panadero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses”.
Este modelo transaccional, según Alberto Barreiro, emerge de una dinámica divergente entre las partes, de intereses que van en sentido opuesto.
“Si voy a tomar un café, espero el mejor café al menor precio, mientras que quien me lo vende espera darme el café más barato al mejor precio posible. El modelo que propongo pregunta: ¿Qué pasaría si en lugar de trabajar desde una transacción buscamos la creación de una relación basada en intereses compartidos y beneficio mutuo y mutua dependencia? La dinámica es simple: girar las flechas de divergentes a convergentes. Este es el ejercicio, buscar cuál es la intención significante. ¿Cómo se puede crear un modelo de relación basado en el interés común con los clientes, con la sociedad, con el planeta? A esto le llamo el propósito o la intención significante. Un propósito no es más que definirte a ti mismo en base al impacto positivo que tienes en los demás. Un impacto que, además, sea significante porque en el significado está la base de toda relación. Hay que conseguir generar valor que signifique, que sea importante y relevante. Entonces consigues que esos resultados significativos acaben generando una relación a largo plazo de confianza, duradera, constructiva, regenerativa”.
ECONOMÍA DE LA TRANSFORMACIÓN
Si escalamos este proceso llegamos a la economía de transformación, una fase del desarrollo económico en la que el mayor activo de las organizaciones radica en su capacidad para generar cambios positivos en las personas, la sociedad y el entorno natural.
Se trata de empresas que tienen en su corazón el hecho de generar impacto y relación positiva. Este cambio de paradigma se basa en el principio de que las personas prefieren consumir productos y servicios que respeten y satisfagan significativamente su vida y la de quienes les rodean. En la economía de la experiencia el trabajo es teatro, y la empresa, un escenario donde los bienes y servicios ya no resultan suficientes para los consumidores.
B. Joseph Pine es autor, conferenciante, y consultor de compañías de Fortune 500. Fundó con James H. Gilmore Strategic Horizons, una empresa de consultoría dedicada a ayudar a los negocios a concebir y diseñar nuevas formas de añadir valor a sus ofertas económicas.
El análisis de Pine se resume en que los productos son tangibles, los servicios intangibles y las experiencias memorables. Los clientes quieren experiencias, es decir, acontecimientos memorables que les involucre de una manera personal y emocional. Han de ser capaces de proporcionar momentos inolvidables vinculados a su producto o servicio y que el consumidor desee adquirirlos. A través de eventos únicos se conecta con las emociones del cliente generando un vínculo totalmente personal y difícil de romper.
De esta manera se pasa de una economía extractiva, de commodities, de materias primas, a una de productos, servicios y experiencias. Pine apunta a una nueva fase, la economía de la transformación:
“Las experiencias nos modifican como seres humanos, nos cambian la vida. Cuando una compañía diseña experiencias para cambiar al cliente, lo que busca es producir transformaciones. La transformación es un ofrecimiento económico distinto; en ella, el verdadero producto es el cliente. Para las organizaciones, las consecuencias potenciales son enormes”.
Alberto Barreiro precisa: “La forma de pasar de la economía de la experiencia a la economía de la transformación es aportando significado, añadiendo la cualidad transformadora al tipo de experiencias, productos y servicios que se ofrecen. Y este es el viraje que hay que hacer”.
EL MOTOR DE LA TRANSFORMACIÓN ES EL BIENESTAR
El objetivo de la transformación es crear un mejor bienestar social e individual. Alberto Barreiro se pregunta: ¿Qué pasaría si ponemos el concepto del bienestar en el centro de la economía? “Cuando se introduce el concepto de crear productos, servicios y experiencias capaces de generar bienestar haces que el propio mercado genere bienestar que cambie y transforme la economía y la sociedad, que a su vez demanda más bienestar que genera mayores oportunidades para el mercado. Este proceso se centra en la empresa, pero si se escala acaba siendo un motor transformador de la economía y de la sociedad”.
La transformación trata de construir una nueva relación con el mundo basada en un interés compartido de beneficio mutuo. El vuelo aparentemente errático y, al mismo tiempo, coordinado de los estorninos es como un ballet perfectamente sincronizado y ejemplifica el trabajo en redes de relación interdependiente en la que nos beneficiamos cuando colaboramos.
Los procesos de diseño y estrategia tienen mucho que ver con la idea de introducir un objeto de significado, de hacer cosas que tengan sentido, tanto para las personas como para la sociedad o el planeta a la hora de decidir nuestras propuestas de valor.
“Cuando trabajo como diseñador –explica Alberto Barreiro– lo hago desde una perspectiva sistémica, no centrada en el usuario, sino en el usuario en relación con el mundo. Me desenvuelvo como un artista con sensibilidad para entender lo que está sucediendo. Paso de un modelo market drive a un modelo de impacto, y de hablar de resultados a hablar de consecuencias y de significados. Este es el proceso que yo sigo a escala de diseño. Empiezo con un análisis sistémico de la realidad de una empresa o de un proyecto y, a partir de ahí, determino cuáles son las áreas en las que se puede incidir, cuáles son las fortalezas, dónde se puede producir un impacto, defino propósitos y trabajo con propuestas de resultados y de impacto en el propio sistema a nivel transformador”.
Las experiencias nos modifican como seres humanos, nos cambian la vida. Cuando una compañía diseña experiencias para cambiar al cliente, lo que busca es producir transformaciones. La transformación es un ofrecimiento económico distinto, en ella el verdadero producto es el cliente.
Para las organizaciones, las consecuencias potenciales son enormes. Una cosa es diseñar para la economía de la experiencia, que exige una actitud afirmativa y centrada en el usuario a instancias del mercado para obtener los resultados deseados, y otra muy distinta es diseñar para la economía de la transformación, que precisa abordar el cambio desde un punto de vista crítico y sistémico, con un propósito consciente que conduzca a resultados significativos.
En este sentido, Alberto Barreiro se define como un conspirador que instiga para que esta transformación de nuestra manera de hacer, de ser y de crear, sea irresistible para las empresas, que las arranque de esa idea psicopática que acaba por frenar cualquier propuesta de cambio.
Según el diseñador de experiencias Andy Sontag, “crear una experiencia transformadora consiste en hacer evolucionar la forma en que las personas le dan sentido”.
La escritora afroamericana y activista social Toni Cade Bambara añade que “el papel del artista es hacer la revolución irresistible”.
“Todo esto depende de nosotros –concluye Alberto Barreiro–. Para transformar un sistema, sabiendo que los sistemas están ultraconectados, y que un efecto pequeño puede crear, si está bien orientado, ondas de cambio a su alrededor, tenemos que aprender a tomar decisiones a escala individual que nos hagan en nuestro día a día responsables, guardianes de la Tierra, y que contribuyan a su transformación. La idea de transformación incide en el desarrollo personal, en quién quieres llegar a ser. Si lo vemos desde una perspectiva corporativa podemos pensar que lo que estamos proponiendo es un trabajo de madurez intelectual, de responsabilidad, de conciencia. Podemos ver que todo lo que estamos sufriendo y las consecuencias que tiene es un problema de locura juvenil de la civilización que se ha venido arriba. Se trata de eso, de llegar a ser las personas y las empresas que merezcan la pena ser”.
Para la antropóloga y economista costarricense Christiana Figueres, coautora con el estratega político y especialista en cambio climático Tom Rivett-Carnac del libro El futuro está por decidir, transformar es convertirse: “No sabemos qué va a marcar la diferencia, pero sí que al final los sistemas cambian y todas las pequeñas acciones se suman a un mundo nuevo. Cada vez que tomas la decisión individual de ser un custodio responsable de esta hermosa Tierra, contribuyes a grandes transformaciones”.
LOS 10 PRINCIPIOS DE LA TRANSFORMACIÓN
Alberto Barreiro, en colaboración con Carola Verschoor y Andy Sontag
PRINCIPIO 1. LA ESTRATEGIA SINO ES TRANSFORMADORA NO ES ESTRATEGIA
En el contexto actual, toda estrategia, para ser relevante, tiene que ser transformadora. Tenemos capacidad de elección, y la forma en que ejercemos esta capacidad influye en nuestro mundo y determina las consecuencias con las que todos debemos vivir. Es fundamental que incorporemos un sentido de agencia en la manera en que damos forma y aplicamos nuestras estrategias porque a través de ellas codiseñamos nuestro futuro.
PRINCIPIO 2. DAR MÁS DE LO QUE TOMAMOS
La transformación consiste en tomar decisiones conscientes basadas en la esperanza, la imaginación y la intención revolucionaria de dar al mundo más de lo que tomamos de él. Por tanto, debemos ser conscientes de nuestras decisiones, incorporando tanto una visión a largo plazo como una visión integral. Es decir, asegurarnos de que tenemos en cuenta el impacto a medio y largo plazo, sin dejar fuera a ninguno de los stakeholders.
PRINCIPIO 3. CREAR VALOR CON SENTIDO Y PROPÓSITO
La transformación implica ofrecer un valor significativo que responda a las necesidades profundas de las personas, la sociedad y el planeta. El verdadero propósito es uno que nos pertenece a todos, sencillamente porque el valor que creamos es, en última instancia, un valor compartido. A la hora de la verdad, como hemos visto a través de la pandemia, no necesitamos mucho. El valor no proviene necesariamente de las cosas. Lo que realmente anhelamos es significado, propósito y pertenencia. Esto nos lleva a replantear la idea de valor, más allá de su expresión monetaria y simplista, en forma de valor auténtico, capaz de dotar de propósito y sentido a nuestras vidas.
PRINCIPIO 4. COOPERAR RESPETANDO LA RECIPROCIDAD
La transformación requiere construir una relación renovada con el mundo basada en el interés compartido de beneficio mutuo. La cooperación, como sugiere la palabra, consiste en operar conjuntamente. Entender que estamos todos juntos en esto y que las acciones de cualquiera afectarán a los demás. Es una invitación a ser amables y a considerar todas las relaciones como mutuamente beneficiosas.
PRINCIPIO 5. EL LIDERAZGO TRANSFORMACIONAL ES UN LIDERAZGO INSPIRADOR
Nuestro papel principal es co(i)nspirar para que la transformación sea irresistible. No es necesario imponer nuestros puntos de vista a los demás, ya que ello impediría crear la energía necesaria para una verdadera transformación. Los líderes transformadores escuchan. Están atentos, son resistentes y se adaptan tanto como están conectados. El principal motor es la inspiración, que es la verdadera fuerza que crea movimientos.
PRINCIPIO 6. ENCONTRAR NUEVAS METÁFORAS
El camino trillado no nos ha llevado a ningún sitio nuevo. Si seguimos haciendo lo que siempre hemos hecho, seguiremos teniendo lo que siempre hemos tenido. El momento de reconstruir la narrativa es ahora. Aquí es donde entra en juego el poder transformador de la imaginación. Debemos cambiar la retórica y el vocabulario, debemos reinventar nuestros discursos para dar vida al futuro que imaginamos. El poder de la historia es infinitamente convincente, así que utilicémoslo sabiamente.
PRINCIPIO 7. LA TRANSFORMACIÓN ES CÍCLICA Y REGENERATIVA
A medida que nos alejamos de las visiones reduccionistas y fragmentadas del mundo, debemos comprometernos con los ciclos regenerativos. Si empezamos por nosotros mismos, inevitablemente nos comprometemos con el sistema. Si empezamos por el sistema, siempre nos afectará a nosotros mismos. El yo y el sistema están interconectados en un bucle continuo.
PRINCIPIO 8. LA ECONOMÍA DE LA TRANSFORMACIÓN VALORA EL CAMBIO POSITIVO
La economía de la transformación es una fase del desarrollo económico en la que el mayor activo de las organizaciones reside en su capacidad para generar un cambio positivo en las personas, la sociedad y el entorno natural. Este cambio de paradigma se basa en el principio de que las personas prefieren consumir productos y servicios que respeten y realicen de forma significativa su vida y la de quienes les rodean. Así que ¡diseñemos exactamente para eso!
PRINCIPIO 9. FRENAR Y ANTES DE ACELERAR
La necesidad de transformación es urgente, los signos de ello son inequívocos en nuestro mundo. Sin embargo, la idea estúpida de “ir deprisa y romper cosas” está tan desfasada como la del individualismo o la de salvarnos a nosotros mismos por encima de todo y de todos los demás. Reflexión antes de la acción como hábito fundamental para que la transformación sea profunda, resistente y duradera. La transformación es un esfuerzo concertado, y una vez que se vuelve irresistible, se acelera a través de la energía que se pone en movimiento, convirtiéndose en una fuerza orgánica, evolutiva y desplegada.
PRINCIPIO 10. TRANSFORMAR ES LLEGAR A SER
El trabajo nunca termina. Siempre estamos en un proceso de transformación. La transformación es un verbo. Un proceso continuo de toma de conciencia y desarrollo de capacidad de impacto.
Lea también en Cambio16.com: