Por Juan Salinas
Entre minas y fuego de metralla, donde acecha el peligro y abunda el olor a muerte, la española Alba Sotorra (Tarragona, 1980) planta el trípode de su cámara, su arma con la que combatir en Siria. A escasos metros suyos se libra una cruenta batalla contra Daesh. Su objetivo se centra en trasladar la labor que, a través de la lucha, realizan las combatientes de las YPJ (Unidad de Defensa de las Mujeres). En particular una de ellas, Arian –la protagonista del documental: Comandante Arian (2018)–,quien revela los sentimientos que la arrastran a apostar su vida por conseguir la libertad del pueblo sirio. Pero su determinación va más allá, nace de la idea de transformar la sociedad en paritaria, exenta de machismo, sin leyes que amparen las violaciones sexuales, el matrimonio infantil y los crímenes de honor.
En el norte de Siria, en la zona del Kurdistán, las esperanzas de las que luchan por el cambio se consolidan a través de un sistema político llamado Confederalismo Democrático, cuyos pilares defienden la igualdad, la democracia y el ecologismo, dando como resultado avances nunca vistos en Oriente Medio. Las mujeres de Rojava han sustituido el hiyab por el uniforme militar. Sus voluntades pasan por vivir en plenitud de derechos, ahora sepultados bajo los escombros junto a las más de medio millón de vidas que ha enterrado la guerra y el estado autoritario de Bashar Al Assad. Vidas como la de Anna Campbell, una joven inglesa asesinada por el ejército turco. Murió defendiendo la causa, y Alba la guarda en su memoria.
Comandante Arian – Trailer Oficial from Alba Sotorra Clua on Vimeo.
En tu anterior documental (Game Over, 2014), narrabas la historia de un joven que ansiaba convertirse en soldado e ir a la guerra, y cuando lo consigue termina arrepentido al descubrir la cruel realidad alejada de la épica del cine. Sin embargo, en Comandante Arian eres tú la que decides dar ese paso y adentrarte en Siria para contarnos la guerra desde primera línea de combate. ¿Qué te llevó a jugarte la vida por este proyecto?
Como mujer, como feminista y como cineasta me parecía un deber ir a documentar el compromiso de lucha de esas mujeres. Había estado siguiendo la creación de las YPJ, sus avances y sus logros en Kobane. Y, visto desde lejos, me pareció alucinante que fueran ellas las que lideraran esa resistencia. Quería documentarlo pero también poder vivirlo en primera persona y conocerlas. Yo ya había estado por allí visitando diferentes frentes, pero cuando comenzó el rodaje y me dieron el uniforme sentí que el espíritu de Djalal –el protagonista de Game Over–me había poseído. Y pensé: “Qué diría él si me viera así”.
¿Cuál fue tu primera impresión al recalar en plena Guerra de Siria?
Fue muy impactante. Llegué a Kobane por la noche. A la mañana siguiente de cruzar la frontera, cuando salió el Sol y me desperté, pude contemplar una ciudad completamente bombardeada. Las ruinas y las minas impedían caminar, había bombas sin explotar. Es ahí cuando eres consciente de la capacidad de destrucción del ser humano.
Fuiste testigo, y formaste parte, de la operación que puso fin al asedio de Kobane. ¿Qué relevancia tenía esta misión?
Poner fin al asedio de Kobane era muy importante ya que cambiaba el devenir y las posiciones de poder en la Guerra de Siria. Estratégicamente, al obtener el control de esta ciudad asediada por Daesh, se abría un corredor que la conectaba con la otra parte de Rojava, al este. De esta forma se bloqueaba la carretera principal que unía Raqa –que por ese entonces era la capital del Daesh– con Turquía. Una carretera imprescindible ya que por ella pasaban combatientes heridos a los que se trataba en Turquía, además circulaban armas, provisiones…
Convivir con la guerra
¿Hasta qué punto se llega a sentir miedo de poder morir a causa de todas las amenazas que te rodean? ¿Cómo se afronta el peligro?
El miedo es una sensación curiosa. Cuando estás rodeada de gente que está acostumbrada a esa situación lo terminas viviendo como ellos. Yo lo terminé normalizando. Incluso me tenían que recordar varias veces: “cuidado, hay minas”, “no camines por las zonas que están sin pisar”. Cargada con la cámara –como vas mirando el objetivo– no te das cuenta por donde pisas. A veces pierdes la noción de qué tipos de peligros reales tienes alrededor.
En ese lugar, lo más peligroso eran las minas. El Daesh protegía sus territorios poniendo minas por todos lados. Sin embargo, esto no genera miedo porque no las ves. En cambio, los morteros –que no causan muchas bajas– sí generan mucho temor. Vienen por el aire y caen cerca. Lo viví dos veces y me angustiaba mucho la posibilidad de que me pudiesen caer encima. Aunque de lo que viví allí, lo verdaderamente peligroso eran las ofensivas aéreas del ejército turco. Era desasosegante ya que atacaban nuestras bases de forma inesperada.
¿Qué relación tenías con las combatientes de las YPJ? ¿Cómo es la convivencia en un contexto así? ¿De qué se habla en el frente?
La relación con ellas era muy cercana. Eran tías muy duras, muy valientes, muy decididas… Se te olvidaba que eran muy niñas, tenían 18 o 19 años. A veces, cuando había un rato libre más distendido, las veías jugar. Hacían muchas bromas. Recuerdo muchísimo cuando, en una de las casas deshabitadas que ocupamos a medida que avanzamos, nos encontramos unos vestidos de fiesta coloridos, típicos tradicionales kurdos. De repente dos de ellas aparecieron disfrazadas y me causó impresión ya que siempre las había visto con los uniformes verdes. Montaron allí como una especie de teatrillo que fue súper gracioso. “Qué capacidad de desconectarse y hacer bromas en una situación tan complicada”, pensé. Era pasar de un momento de tensión y alerta máxima de la batalla, a la distensión total como si estuviésemos de campamento.
Y también está la disciplina: las horas de guardia, no dormirse nunca por la noche, estar siempre pendientes de la radio. Aunque la parte más interesante nace de las discusiones ideológicas: hablar de qué significa ser mujer, de las emociones y de cómo una se siente allí. Mecanismos esenciales para sostener el equilibrio emocional y racional en un contexto así.
Sentimiento de injusticia
Y de entre todas ellas, sobresale la figura de Arian y su fortaleza. ¿Cómo la conociste?
Conocí a Arian en febrero del 2015 en el cuartel general de las YPJ, la primera vez que llegué a Kobane. En esos dos primeros meses conocí a otras muchas combatientes. Visité varios frentes que había alrededor de la ciudad. En realidad podía haber hecho una o varias películas de todas esas mujeres, todas tenían historias increíbles. Todas habían crecido en un contexto muy machista donde la mujer no tiene ningún rol. Todas habían sufrido situaciones de violencia. Todas habían padecido en sus propias carnes la opresión del sistema autoritario de Bashar Al Assad. Todas habían sido oprimidas por ser mujeres y kurdas.
Lo que me pasó con Arian es que, aparte de que representaba los valores de todas estas mujeres, es que desde el primer momento nos caímos bien. Hubo una confianza mutua que provocó que ella se abriese ante la cámara, mostrándome todo y compartiéndolo todo conmigo. Y yo confíe en ella para irme a un lugar tan peligroso como el frente.
¿Hubo algún detonante en la vida de Arian que la lanzase a querer luchar por los derechos de las mujeres?
Cuando era niña secuestraron y violaron a una vecina suya de doce años. Regresó a casa embarazada y los padres decidieron matarla por salvaguardar el honor de la familia. Eso le generó un miedo muy grande acompañado de una sensación de querer escapar de ese lugar cuanto antes. Pero a medida que fue creciendo, lo que hizo fue canalizar ese miedo y esa angustia por un impulso de querer cambiar las cosas. Cuando tuvo la oportunidad se unió a las YPJ. La guerra de las YPJ no es solo una guerra contra Daesh, va mucho más allá, va de cambiar la mentalidad de la región y evitar que en un futuro fuerzas como el Daesh prosperen.
Revolución feminista en el núcleo del patriarcado
Resulta paradójico que en el núcleo del patriarcado, como es Oriente Medio, la palabra feminismo adquiere su mayor significado. ¿Cómo se explica, y de dónde nace, la revolución feminista de Rojava y su sistema paritario?
Me encanta que me hagas esta pregunta porque la mayoría de medios no lo preguntan y parece que esto salga de la nada. Obviamente esto no nace de que de la noche a la mañana un grupo de mujeres se inspiran y se ponen a luchar contra el patriarcado. Las bases ideológicas sobre las que se sustenta este movimiento tienen sus raíces en décadas de lucha y resistencia en la clandestinidad. Mujeres y hombres kurdos oprimidos por estados totalitarios de todas las regiones del Kurdistán.
La sabiduría de Öcalan
No hay que olvidar que el gran filósofo de los kurdos, Abdullah Öcalan –encarcelado desde 1999 y condenado en Turquía a cadena perpetua–, ha inspirado y ordenado muchas de estas ideas que han ido surgiendo de la práctica revolucionaria. Por tanto, es una conjunción entre la experiencia y la sabiduría de Öcalan, y la reivindicación de estas mujeres que se inician en la resistencia kurda y se dan cuenta de que dentro de estos grupos se repiten las mismas estructuras machistas de la sociedad. Lo que provoca que comiencen a quejarse y a organizarse entendiendo que la mitad de la población vive supeditada y en inferioridad a la otra mitad, sin igualdad de condiciones ni de derechos.
Todo eso va creando un caldo de cultivo en el que finalmente se llega a la conclusión de que cuando uno lucha por la igualdad, la libertad y la justicia, antes tiene que resolver una lacra que lleva 5.000 años instaurada en esa región, concretamente los años que lleva reinando el patriarcado. Además, son ellas las que tienen que liderar esa transformación ya que son las que están más oprimidas. Por tanto, es lógico que en un lugar donde la situación de la mujer es tan desigual a la del hombre se pueda generar también una respuesta mucho más grande. Yo creo que cuando uno tiene más fuerza para levantarse en contra de algo es cuando siente la injusticia. Cuanto más grande sea esa injusticia, más dispuesto estarás a sacrificarte por revertir la situación.
Políticas de igualdad
Incluso esas ideas se han llevado a la praxisa través de una fuerza política llamada Confederalismo Democrático. ¿Cuáles son sus bases?
Se ha implantado en Rojava y, por primera vez, las ideas que parecían utópicas se han materializado. El Confederalismo Democrático nace de la idea de que a partir de la emancipación de la mujer se va a llegar a la emancipación de toda la sociedad. Con una sociedad emancipada no se necesita un estado, porque el estado ya de por sí es un ente represor que lo único que consigue es perpetuar una serie de desigualdades e injusticias provocadas por una jerarquía patriarcal. Lo que se busca es la auto gobernación sin la creación de otro estado. Se cree en el autocontrol de la gente y la autodefensa.
Consta de tres pilares: El primero es la igualdad de género (feminismo y emancipación de la mujer); Otro pilar es la democracia. Para ellos la democracia no es votar al político de turno, sino empoderar a toda la población para que pueda tomar muchas más decisiones. Por eso se forman las asambleas. En los barrios y ciudades de Rojava hay asambleas populares de diferente grado. Además, se han creado asambleas para mujeres donde ellas tienen el poder de tomar decisiones sin la presión de sus compañeros, de sus maridos, hermanos o padres que hasta ahora han estado decidiendo por ellas; Y por último, la apuesta por el ecologismo, por poder crear una sociedad ecológicamente sostenible a través de ecosistemas.
¿Y qué mejoras se han obtenido desde que se instauró este sistema?
Lo que se ha conseguido en Rojava no existe en ninguna otra parte del mundo. Allí hay una paridad total a nivel político. Se han duplicado todos los cargos, por lo tanto hay un hombre y una mujer para cada cargo político. A nivel social, los derechos de la mujer se han incrementado en cuotas nunca vistas en la zona. Lo primero que se hizo es prohibir el matrimonio de niñas, al igual que los matrimonios obligados. Eso ha hecho que la educación femenina crezca en años porque ya no tienen que casarse tan jóvenes. La violencia contra las mujeres está penada, los crímenes de honor están muy controlados.
Se han creado unas instituciones que se llamanMala Jin(Casa de la mujer) en las que las propias mujeres de los barrios, con educación feminista, lidian con casos de violencia doméstica. Es bonito porque ves a madres y abuelas musulmanas, tapadas con su velo y portando su Kalashnikov,haciendo patrulla por la noche. En los momentos de tensión son ellas mismas las que se defienden. La sensación de que seas tú la que te defiendes es muy empoderante porque igual que te defiendes del Daesh te puedes defender de tu marido.
¿Arian y las demás mujeres de las YPJ comulgarían con la conciencia feminista de Occidente?
El análisis que ellas hacen es que estamos muy mal en términos de cuota de poder. Dicen que aunque hayamos alcanzado altas cuotas de igualdad, la cuota de poder es muy baja ya que las grandes instituciones siguen lideradas por hombres. Los cabeza de estado son hombres, el ejército está en manos de los hombres, las grandes multinacionales las lideran hombres. Incluso en la ciencia, los grandes científicos y Premios Nobel siempre son hombres blancos de clase alta. Ellas reivindican que los logros conseguidos por las mujeres a lo largo de la historia han estado olvidados. Por eso han creado su propia ciencia, Genealogy, que enseñan en las escuelas y en la universidad de Rojava. Con ella pretenden hacer una revisión de la historia para situar a la mujer al lugar que le corresponde.
La batalla contra Daesh
El documental nos muestra el contraste entre las mujeres tapadas con hiyab, al cuidado de sus hijos, y las mujeres soldado que han elegido un destino completamente diferente. ¿Es cuestión de valentía elegir un camino y no otro?
Es una elección muy personal. Es alucinante la cantidad de mujeres que han elegido este otro camino cuando han estado formateadas y educadas para todo lo contrario. Cuando una mujer decide unirse a las YPJ, está yendo en contra de muchas cosas. Va a luchar contra el Daesh, va a luchar contra el patriarcado. Pero también contra una serie de condicionantes y valores mal entendidos que habitan dentro de su conciencia, como el deber de quedarse en casa y cuidar de los críos. ¿Por qué algunas mujeres “cambian el chip”? Creo que, al igual que Arian, no han podido aguantar más.
Es bastante llamativo que, de todos los enemigos a los que se enfrenta Daesh, a los que más temen son a las mujeres. Para ellos, morir a manos de una mujer es lo más indigno que pueden sufrir. Tú que los has tenido tan cerca, ¿cómo son realmente?
Yo los he visto muertos y prisioneros. Son muy jóvenes y no parecen tan agresivos como se presentan en los vídeos. Lo que hacen es propaganda del terror, son brutales a la hora de ejercer la violencia. Sin embargo, en el cuerpo a cuerpo se les veía bastante poco profesionales. Yo sentí que por nuestra parte la fuerza era mayor, nosotras teníamos todo mucho más bajo control que ellos.
La mayoría de combatientes del Daesh son chavales jóvenes que les han comido la cabeza. Verdaderamente no sabían muy bien dónde se metían. Lo que les mueve es un sentimiento de injusticia. En Siria se han cometido atrocidades tremendas contra la población musulmana –las bombas químicas de Bashar Al Asad, por ejemplo– y eso ha generado en ellos la necesidad de querer unirse para luchar junto a sus hermanos. Pero a mí me cuesta mucho entender qué mueve a un joven que ha crecido en Europa y lo deja todo para unirse a una fuerza tan criminal. Hay una parte que entiendes pero que no justifica lo que hacen.
Morir por la causa
El documental está dedicado a todas las mujeres que luchan por el cambio, y a Anna Campbell en particular, asesinada durante un ataque aéreo turco. ¿Quién era ella?
Anna Campbell era una chica que cuando murió tenía 27 años. Era de Inglaterra, feminista y anarquista. Decidió marcharse a Rojava para unirse a las YPJ con el fin de luchar por los derechos de las mujeres y apoyar el Confederalismo Democrático. Yo la conocí antes de eso, en el norte de Irak, en 2017. Era súper dulce, llevaba pantalones anchos, vestía como hippie. Enseguida le cogí mucho cariño, nunca había estado allí, no conocía a nadie, no hablaba el idioma. Los primeros días estuve mucho con ella para guiarla: hicimos el cruce de frontera juntas, el día que le dieron su primer uniforme… Sentí como algo maternal hacia ella, quizá por la diferencia de edad.
Fue muy duro cuando me dijeron que la habían asesinado. Yo no estaba allí cuando pasó, y vivirlo desde aquí fue muy raro ya que no puedes compartir esa pena con nadie de tu alrededor. Estuve durante unos meses muy mal, como si tuviese una piedra en el estómago. Sólo de pensar en ella me ponía a llorar. Cuando pude, lo primero que hice es ir a ver a su padre, pensé que quizá necesitaba hablar con alguien que la conociera de allí. Creí que yo lo iba a consolar a él y acabó él consolándome a mí. Llorar con él fue liberador. Hace poco he vuelto a Rojava, le han plantado un limonero muy bonito en su memoria.
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