Por Javier Aznar | Fotos: Jerónimo Álvarez
Lo primero que llama la atención al entrar en casa de Alba Galocha (Santiago de Compostela, 1990) son los libros. Están por todas partes. En la mesa, contra la pared, en las escaleras. Parece casi como si tuvieran una función arquitectónica en este piso del barrio de La Latina de Madrid. Alba acaba de volver de hacer un catálogo en Niza y nos pide disculpas por el desorden. Nos reciben sus dos gatos: Gus, el hombre de la casa, y Ada, pequeña, atigrada y tímida. Se sirve con elegancia té en un vaso con hielo. Estrena este viernes El hombre de las mil caras, película dirigida por Alberto Rodríguez (La isla mínima) en la que interpreta a Beatriz, la sobrina del escurridizo espía Fernando Paesa.
Este año parece que ha sido importante en tu carrera.
Sí. He podido combinar el trabajo como actriz con hacer catálogos de forma más esporádica. Desfilar en semanas de la moda ya me resulta demasiado agotador y poco gratificante. Es algo que te consume. Llevo trabajando como actriz todo el año. Fue al vivir en París cuando me di cuenta de que ya no tenía el espíritu necesario para estar en un casting de moda durante horas con otras 150 niñas. Con 22 años es algo que haces. Con 26 ya buscas otro tipo de cosas.
Me hace gracia porque las modelos sois un poco como futbolistas: apenas tienes 26 años y ya hablas de retiradas, tras haberte recorrido medio mundo.
[Se ríe]. Es verdad que con el trabajo de modelo de vez en cuando te entran crisis sobre la edad. Te metes en esa burbuja y a veces te cuesta ver las cosas con perspectiva. Sobre todo tras estar viviendo en Tokio, donde con 23 años ya te tratan como si estuvieras mayor para trabajar en esto. Es una idea que se te mete de algún modo en la cabeza porque es la que te venden.
¿Y siempre te ha atraído la posibilidad de trabajar como actriz?
Siempre me atrajo la idea y al mismo tiempo me producía muchísimo respeto. Pero cuando empecé como modelo me pasaba exactamente lo mismo al principio. Yo siempre he sido muy tímida, pero te toca trabajar con alguien y no te queda más remedio que darlo todo porque si no te quedas fuera. Y hace tiempo decidí que no iba a dejar de intentar nuevas cosas por miedo.
Uno de los actores de moda, Adam Driver (Girls, Star Wars) dice que nunca ve nada de lo que rueda porque le angustia el no poder cambiar algo que ya es permanente.
No lo sabía. Qué curioso. No, a mí creo que no me pasará eso. Por el momento sólo he podido ver montada entera El hombre de las mil caras y esa no es una sensación que haya tenido. Pero sí que puede pasarme en otras películas. Estoy empezando, así que soy consciente de que lo normal es que haya aspectos susceptibles de mejora. Pero lo importante precisamente es darme cuenta de ellos y hacer hincapié en esos puntos para la próxima.
El otro día leía que somos una generación muy preparada pero muy frágil porque no aceptamos el rechazo y vivimos permanentemente necesitados de la aprobación del resto.
Puede ser. Es cierto que siempre buscamos la aprobación del que nos ve. Esto se ha incrementado con las redes sociales. Y en una profesión como la mía, más aún si cabe. Sí que creo que hay mucha gente que no está hecha para este tipo de vida porque le cuesta digerir un “no”. Si cometo errores, los cometo. No creo que sea sano mentalmente fustigarme con ellos. Y luego trato de hacer el menor caso posible a las críticas malas. Las constructivas sí que te ayudan. Pero recuerdo hace unos años que estaba en un pueblo perdido de Suecia, muertísima del asco, cansada de currar, y leí un comentario malo, ofensivo, creo que en mi blog, y en aquel momento me afectó muchísimo. Al día siguiente recuerdo que me puse a pensar que no podía permitir que algo así me afectara, sobre todo al no conocer a esa persona de nada. Y llega un día en el que te das cuenta de que como dejes que esas cosas te afecten, te puedes volver cucú. Entonces es cuando te das cuenta de que no vas a gustar a todo el mundo. Y que es mejor así, es sano.
¿Qué personas te inspiran a la hora de hacer cine?
De todo. Cuando hice Plan de Fuga, en la que interpretaba a una stripper, vi Frances Ha, que no tiene necesariamente mucha similitud con el personaje a simple vista. Pero sí que te puede inspirar por otras cuestiones. O luego por ejemplo veo lo último que ha hecho Spike Jonze para Kenzo y me encantaría hacer algo así. Ya en España me gustaría trabajar con gente a la que admiro como Carmen Maura o repetir con Alberto Rodríguez y su familia del cine, que es maravillosa.
¿Cómo es trabajar con un actor como Eduard Fernández?
Si tuviese que elegir una palabra sería templanza. Es alguien que da mucha calma en el rodaje. Es como uno de esos profesores que controlan tanto una materia que te dan seguridad. Hace de tío mío en la película, y yo se supone que soy su aprendiz, así que esta relación de complicidad entre los dos tal vez haya podido ayudar. Tiene una presencia que eclipsa, pero que a la vez te hace sentir muy cómoda.
¿Cómo te preparas para interpretar una historia basada en hechos reales como el caso de Roldán y Paesa? ¿Te documentas mucho sobre el tema?
Sí, pero el director tampoco quería que fuésemos una copia exacta de los personajes. Intentar convertirte al cien por cien en una persona real es bastante difícil, por no decir imposible. Sobre todo con personajes que muchas veces son muy misteriosos y oscuros como los de esta historia. Prefiero desmontar a los personajes, ver sus motivaciones, y establecer patrones comunes con personas parecidas en la actualidad. Te fijas en qué es lo que hace que gire su mundo. Y trabajas a partir de eso.
El 11 de noviembre estrenas No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas, una comedia. ¿Cómo te has visto?
Sí, terminamos de rodarla en junio. Es la última que he hecho y no la he podido ver entera todavía. La comedia depende mucho del montaje así que tengo muchísima curiosidad por ver el resultado. Ver a Verónica Echegui en acción siempre merece la pena. Es una bestia de actriz. Realmente increíble.
¿Se puede ser feminista y vivir de tu imagen al mismo tiempo?
Gracias a trabajar como modelo en sitios como Tokio, donde en ocasiones desprecian a las niñas y las tratan como mercancía, vas queriendo intentar cambiar cosas que ves a tú alrededor y que te chirrían. En Japón están muy avanzados tecnológicamente. Pero luego te meten en una furgoneta con otras seis o siete niñas y estás yendo de casting en casting de lunes a sábado tratándote como mercancía. Son cosas que, al haberlas vividor desde dentro, puedes hacer más por cambiarlas.
¿Dónde más has vivido?
En París dos años seguidos. Y luego en Londres de manera interrumpida. París puede ser una ciudad agresiva y algo fría. No es fácil. En Madrid, al contrario, sí que tengo la sensación de que todo es más sencillo y relajado. Pero te diré que siempre he tenido la tentación de irme a vivir a algún sitio perdido en el norte y bajar de vez en cuando para trabajar. Tal vez dentro de unos años.
¿Cómo llevas el tema de las redes sociales?
De una manera sencilla. Sé que tengo una pequeña cuota de influencia e intento hacer con ella lo que me gusta ver a mí en otras personas. Si me estoy leyendo un libro, me gusta compartirlo con la gente que me sigue, del mismo modo que hago con amigos. No quiero mostrar que mi vida es perfecta las 24 horas de la vida. Tuve la oportunidad de hacerlo viviendo de la publicidad. Pero no quise. Lo respeto pero no lo comparto.
¿Tienes muchas ofertas de publicidad?
En Instagram, sobre todo al principio, me ofrecían pinchar música. Pero es que yo no soy Dj. Me encanta la música, y si quieres te pongo mi lista de reproducción y bailamos un rato (se ríe), pero no sé hacer nada de Dj. Hacer el paripé con los auriculares como si supiera lo que estoy haciendo es algo que no va demasiado conmigo. No puedo vender algo que no soy.
¿Así que no eres It girl, modelo y Dj? Pensaba que eso era un todo inseparabale.
[Se ríe]. No. De momento me ciño a lo que sé y me interesa. También me han llegado a ofrecer prestarme un coche durante unos días. Cuando les digo que no sé conducir, me dicen que da igual. ¿Pero cómo te voy a vender algo que no sé ni poner en marcha? No quiero renunciar a mi independencia ni perder mi credibilidad. No quiero perder el respeto a lo que soy.
Siendo tan apasionada de los libros, ¿tienes algún proyecto de libro en mente?
Sí. Siempre que viajo hago fotos. Me gusta mezclar las instantáneas con las historias de los viajes. Tengo dos libros medio montados en el ordenador. Pero es algo que sólo hago cuando tengo tiempo libre. Sí que me gustaría sacar algo, pero pequeñito. Más como un álbum de fotos.