El presidente Donald Trump afirmó en una rueda de prensa que desde hace semana y media está tomando hidroxicloroquina, más un suplemento de zinc. La decisión surgió luego de que dos empleados de la Casa Blanca resultaron positivos en la prueba de la COVID-19.
A pesar de que no se ha confirmado la eficacia de la hidroxicloroquina para impedir el contagio del coronavirus, Trump contó que había comenzado a tomarla, porque creía que era buena: «He escuchado muy buenas historias». Después aclaró que no se la había recomendado su médico, sino que se la había solicitado al médico de la Casa Blanca.
Efectos secundarios en la salud y en la política
Por supuesto, las declaraciones de Trump causaron revuelo. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, señaló que preferiría que el presidente no tomara un medicamento que no está aprobado por los científicos, «especialmente por su edad y su peso».
Trump tiene 73 años de edad y de acuerdo con su último chequeo médico supera el umbral para ser considerado obeso, de acuerdo con su índice de masa corporal.
Pero más allá de las preocupaciones de edad y peso de Pelosi, preocupa a muchos el impacto que la afirmación puede tener entre los ciudadanos. De acuerdo con la Asociación Estadounidense de Centros de Control de Envenenamiento las llamadas a los centros relacionados con la hidroxicloroquina han aumentado por problemas que incluyen ritmos cardíacos anormales, náuseas, convulsiones y vómitos.
De hecho el 28 de abril la asociación emitió una alerta relacionada con los desinfectantes y la COVID-19, luego de que Trump aludiera a la lejía como posible cura para la enfermedad.
Ni probada ni aprobada
A los expertos médicos estadounidenses les preocupa de que el público deduzca a través de su ejemplo que la hidroxicloroquina protege de la COVID-19.
Patrice Harris, presidenta de la Asociación Médica Americana, señaló que no hay evidencia de que la hidroxicloroqruina sea efectiva en el tratamiento de la enfermedad. «Los resultados de los estudios no son prometedores», agregó.
El British Medical Journal publicó un editorial que titula «Falta de eficacia de hidroxicloroquina en COVID-19». En el texto señala que sobre la base de resultados de ensayos no controlados se ha impulsado el uso de medicamentos antipalúdicos como la hidroxicloroquina contra la COVID-19, a pesar de la creciente evidencia científica de que carecen de eficacia virológica o clínica en el tratamiento de la enfermedad.
Agrega el escritos que los políticos sin experiencia en ciencia, medicina o salud pública han retomado el uso de antipalúdicos como píldoras mágicas para la pandemia de COVID-19. Afirma que un estudio observacional de pacientes de varios hospitales en Francia con neumonía producto de la COVID-19 mostró que la hidroxicloqroquina no era útil en pacientes moderadamente enfermos y que incluso podría ser dañina.
Dudan de Donald Trump
La hidroxicloroquina es un medicamento antimalárico que se usa para prevenir y tratar ataques agudos de la enfermedad. También se administra para tratar el lupus eritematoso sistémico y discoide y la artritis reumatoide.
Algunos de sus efectos secundarios son dolor de cabeza, mareos, malestar estomacal, pérdida del apetito, diarrea, vómitos y salpullido. Advierten llamar inmediatamente al médico en caso de presentar convulsiones, somnolencia, palpitaciones irregulares, problemas de visión y de audición, debilidad muscular, silbidos en los oídos, hemorragias o moretones en la piel, entre otros síntomas.
David Aronoff, jefe de enfermedades infecciosas del Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt, Nashville, las personas no deberían inferir que el medicamento antimalárico está probado y aprobado.
El líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, opina que puede ser que Donald Trump no esté tomando el medicamento, pero que sí está siendo «imprudente, imprudente, imprudente».
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