Entrevista a JOSÉ MARTÍ | Periodista
Por Paula Corroto | Foto: Youtube
02/04/2016
El periodista José Martí Gómez (Morella, 1937), considerado uno de los mejores de nuestra historia, con varios premios en su haber y que aún sigue impartiendo buenas lecciones en el programa A vivir que son dos días de la Cadena Ser, tiene la voz suave y habla despacio. Paladea las frases y las palabras mientras saborea un whisky con hielo a las cuatro de la tarde en la cafetería de un hotel de la Gran Vía madrileña. Allí es donde hemos quedado para esta entrevista y desde el primer minuto se hace evidente que Martí Gómez se fajó en redacciones de otra época. “¿No quieres beber un whisky?”, me insiste. Lo rechazo y le comento que hace tiempo que dejó de haber alcohol en las redacciones. Es más, casi podemos rezar ya un réquiem por las redacciones, le señalo. Asiente.
Comienza así una charla sobre esta profesión periodística en la que Martí ha trabajado durante más de cincuenta años y cuyas experiencias ha trasladado ahora al libro El oficio más hermoso del mundo (Clave Intelectual). Son una especie de memorias dispersadas en las que aparecen recuerdos de sus primeros años en el Diario de Barcelona y perfiles de multitud de personajes de la política de la era del franquismo, la Transición, el felipismo y el aznarismo. Los años que le tocó vivir como periodista. Un buen reclamo para adentrarse en nuestra historia más reciente con la mirada de alguien que estuvo muy cerca del poder y que observó lo que se pudo hacer bien, los errores y cómo fue manejado todo aquello por el periodismo.
¿Cómo decide ser periodista?
No lo sé. Yo soy maestro y siempre me gustó ser periodista. No hay nadie en la familia que lo haya sido. Me gustaba que me contaran historias, leer periódicos, oír la radio y un día en Barcelona entré a trabajar de corrector en el Diario de Barcelona. Después me presenté a un ingreso en la Escuela Oficial de Periodismo que estaba en Madrid. Éramos 30 y aprobamos 12. Veníamos a Madrid una semana tres veces al año. Era un desastre. Había una asignatura que era ‘normas para ser director de un periódico’ en el segundo año. En fin, lo dejé. El director del periódico en Barcelona me dijo que necesitaba el carné y me matriculó cuando había allí la escuela oficial de la Iglesia. Uno de los que daba clases era mi mejor amigo, Josep María Huertas, y un día me examinó y la pregunta del examen era, ¿cómo se debe comportar un periodista el día 1 de mayo? Y yo contesté: “Mira que tienes cojones de preguntar eso”. Era la época de la dictadura. Por la noche llegó exaltado y me dijo: “te apruebo porque te tengo que aprobar, pero ha habido un chico que ha contestado nueve folios a esa pregunta”. Y yo le dije: “porque no trabaja en el periódico. Si trabajara aquí sabría que el uno de mayo lo máximo que podíamos decir era ‘obreros que meriendan en Las Planas’”. Total que dejé la Escuela, pero me dieron el carné.
¿Y qué le parece cómo se estudia periodismo ahora?
Yo creo que las escuelas de periodismo son un fraude. Matriculan a miles de chicos que no encontrarán salida, el 90% de los profesores no han ejercido el periodismo, son teóricos. Yo siempre he defendido que el periodismo debería tener una carrera y seis meses de prácticas. Se aprende en la redacción, en la calle. Enric González me dijo que el problema en las redacciones es que se han perdido los jefes intermedios que te corregían. A mí me dieron este consejo: “cuando escribas una cosa vuélvela a leer. Si te aburre a ti aburrirá al lector así que vuélvela a escribir”.
¿Cuándo empieza la crisis del periodismo?
Años después de la Transición. Durante la dictadura aguanta porque hay mucha publicidad institucional. Hay muchos periódicos, y con la democracia cierran casi todos. Después eso se va acentuando porque no hay una adaptación a las tecnologías y, en vez de reaccionar haciendo buenos periódicos, optan por la táctica de ahorrar despidiendo a los seniors porque son más caros, suprimir corresponsalías… Y eso bajo la influencia del poder empresarial. Hay también una adulación excesiva al poder. Yo digo medio en broma que todo empieza cuando se deja de beber alcohol en las redacciones y fuera de ellas. Porque, por ejemplo, si yo voy contigo a comer y me has insinuado una confidencia si te tomas un whisky empezarás a largar… El problema con el tercer whisky es que si yo también lo bebo ya no me acuerdo. Ahora ves a la gente entrar con una botella de agua, se sientan enfrente del ordenador y no ven más allá de la pantalla. En mi opinión, un periódico es como una orquesta, tiene que tener un director que tenga dominio de la sinfonía y sepa dirigir a todos los músicos. Y ha de haber un equilibrio: el que toca el violín, la guitarra y el piano. Y todo se ha de conjuntar.
Alguien dijo una vez que el problema llegó cuando desapareció el editor, el director de orquesta.
El Correo Catalán se hunde sobre todo porque contrata a un gerente que viene de una fábrica de calcetines, que iba a muy bien, era una gran fábrica, pero claro, el tío tenía la mentalidad de la gerencia de esa fábrica y la quería aplicar al periódico: he gastado tanto dinero este mes en reportajes, tengo que recuperar ese dinero. En la época del franquismo la censura era lo que era. En la democracia es otro tipo de censura más sutil, pero existe. Si a mí me la explican, yo lo acepto; el problema es cuando nadie da explicaciones.
¿Era más fácil hacer periodismo esquivando esa censura que la de ahora? La famosa frase de ‘Contra Franco vivíamos mejor”, vaya.
En el periodismo había un ansia de libertad. Nos creímos que como todos estábamos contra Franco, todo el país era de izquierdas, y no era verdad. Lo que ocurre es que cuando murió Franco muchos se colocaron honestamente y otros por prebendas, porque eran dóciles… En tiempos de Franco, sí, colabas cosas, pero eran cosas de complicidad de barrio, un poco infantil… Y el público lector ni se enteraba.
Y con la democracia también llega el periodista convertido en comisario político.
Eso empieza con el socialismo. Con la UCD… Quizá ha sido el mejor Gobierno que hemos tenido en la democracia porque tenían tantos problemas cada día que no tenían ni tiempo para robar. En mi experiencia profesional ha sido la época de mayor libertad informativa. Con el socialismo la cosa se empieza a envenenar… Yo siempre he votado socialista hasta hace poco. Y me sugirieron ser del partido, del PSC, pero nunca quise porque en el momento en el que tienes el carné te implicas en la disciplina del partido y eso como periodista no lo he querido hacer nunca.
¿Le decepciona que esta nueva época política no haya traído una nueva época en el periodismo? Lo digo porque siguen existiendo comisarios políticos en la profesión.
Sí, sí. Por ejemplo, veo que Podemos empieza a tener tics de partido viejo, de egos… Y eso empieza decepcionarme. Creo que la gente está harta ya de las negociaciones. Eso es politiquería no política. Que se reúnan ya de una puta vez y nos lo digan. Pero no, se pelean. Y los periódicos, en lugar de decir, vamos a parar y cuando ustedes se pongan de acuerdo seguiremos informando, no, venga páginas que no lee ni dios.
Un compañero me contaba hace unos días que estaban bajando las visitas a los periódicos en Internet porque estaban abriendo con política y, precisamente, la gente estaba bastante harta del asunto.
Claro! En lugar de contar historias… Se podría decir: los partidos se deberían poner de acuerdo en esto, y hacer un gran reportaje sobre la pobreza, la sanidad… Los problemas que afectan a los ciudadanos. Y hacerlo por comunidades, un chequeo a toda la sociedad. Pero eso no se hace. El periodismo político se ha convertido en un ‘maricón tú, maricón tú más’. Es falta de calidad ya. Y luego los propios políticos. Tú como concejal no puedes decir que Ada Colau se debería dedicar a fregar suelos. ¿Cómo puedes pedirle a la gente educación democrática si el que te la ha de dar se comporta así?
Ya parece un lugar común, pero ¿usted también diría que es más mediocre ahora la política que hace 30 años?
Desde luego. Lo tengo clarísimo. Tú coges el primer gabinete de Suárez y había gente de peso, el primero de González y también, el primero de Jordi Pujol… Ahora coges el de Cataluña y son todos mediocres. O el del PP de aquí… Lo que ha pasado es que cuando empezó la Transición la gente con peso ideológico estaba ilusionada con la política y cuando les llamaban para formar parte del Gobierno tenían ilusión. Ahora esa gente de peso no quiere. Un empresario de éxito, o un abogado no va a dejar su trabajo… Los que quieren entrar en política son los mediocres. Igual hay algunos que van con buena fe y creen que hacen un servicio, pero el bajón de calidad ha sido tremendo. Si comparas un Maravall, ministro de educación con el PSOE, con Wert… Pues no hay color. O si comparas un ministro de exteriores como Fernández Ordoñez con Ana Palacio…
Una de las funciones del periodismo es la del control al poder… ¿Qué responsabilidad tiene en todo esto?
Pues sí, tendría la responsabilidad de controlarlo pero es que creo que las empresas periodísticas han dimitido de esta función. Periodismo bueno hay, y periodistas buenos. Lo que falta es la empresa periodística. Esa empresa que se asusta cuando pierde dinero y no tiene vocación de empresa periodística como tuvo Polanco cuando lanzó El País, por ejemplo.
Uno de los personajes de su libro es Jordi Pujol. Después de décadas en el poder, los escándalos de corrupción saltaron hace cuatro días. Ahí se observa la responsabilidad de la prensa, particularmente de la prensa catalana.
Bueno, no toda. Hubo algunos intentos, pero muy pocos. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, cuando yo expliqué la quiebra del Banco de Girona él me llama y me dice que no puedo publicar eso porque va contra Cataluña. Por tanto, vendió a la sociedad que hacer crítica a la política catalana era hacer crítica a Cataluña. Y a partir de ahí se fue creando ese entramado de corrupción que ha llevado a su autoeliminación. Es una pena, porque como estadistas de la democracia los dos que hemos tenido son Pujol y Felipe González. Otra cosa son sus derivas ya después… Pero los dos han tenido el Estado en la cabeza. Yo nunca voté a Pujol, pero siempre le respeté porque lo veía como un hombre con capacidad de Estado, un hombre muy culto… En la distancia corta, si te plantabas te respetaba… La última vez que le vi fue en el entierro del doctor Broggi. Y le dije que quería hacerle una entrevista larga pero hablando de la vida no de política. Y me contestó que ese era el tema que le interesaba y que le llamara cuando quisiera. Pero a la semana estalló el primer escándalo con el hijo pequeño y ya no se la hice porque claro, podríamos hablar de la vida, pero teníamos que hablar también de la corrupción.
¿Creía que había toda esa corrupción detrás de Pujol y la familia?
No. No creí que llegara a ese nivel. Que había corrupción sí, pero que era más del partido, como también la ha tenido el PSC, como la tienen todos. Pero esa corrupción… Nunca lo creí. Yo creo que la responsable realmente es su mujer.
¿Por qué?
Porque él se ha dedicado toda su vida a la política. No ha pensado en otra cosa. Salía de casa a las siete de la mañana, se iba a los pueblos… Y eso antes ya de ser presidente. Conocía toda Cataluña. La mujer cuidaba a los hijos y supongo que en un momento dado hubo una deriva en plan, “aquí todo el mundo está ganando dinero menos nosotros”.
¿Y él no se enteraba de nada? A ver si va a ser como la Infanta…
Sí, sí que se enteraba, pero no se atrevió. Yo sé que una vez dijo: “Es duro llegar a casa por la noche”.
Vaya con la señora Ferrusola. ¿Existe el periodismo de investigación en España?
No, eso es un camelo. Si no es por filtraciones… ¡cómo te vas a enterar! ¿Y por qué se dan? Pues por venganza muchas veces, por dinero o por buena fe. Pero según la policía, la mayoría de las veces es por venganza. Ahora, aparte de eso, mi experiencia es que la mayoría de las veces me han pasado la información, si no, no me hubiera enterado.
Usted ha sido un gran especialista de sucesos. ¿Cómo llegó ahí? Además, en una época en la que había mucho interés con periódicos como El Caso.
Tiene morbo. A la gente le fascina el horror. Aquí sí que ha habido un punto de inflexión que llegó con el caso Alcasser, que fue vergonzoso el tratamiento televisivo. A partir de ahí las televisiones vieron la posibilidad de la crónica negra y esa cosa deprimente del periodista que le enchufa el micrófono a la madre preguntándole como se encuentra cuando su hija acaba de ser asesinada. Ahí hay una responsabilidad de los directores. Yo una vez lo dije delante de José Manuel Lara que era el editor de Antena 3, La Sexta…
Entonces, como periodista, ¿cómo hay que acercarse al suceso?
El delincuente simpático no es; el estafador, sí, por eso puede estafar. Es pícaro. Antes había aquí una elite que eran los atracadores, gente seria, porque coger una metralleta no la coge cualquiera, pero las mafias han acabado con ellos. Al suceso hay que acercarse desde un punto de vista muy sociológico. No diciendo esa frase excesiva de que el culpable de la delincuencia es la sociedad, pero sí sabiendo ver que la sociedad tiene cierta responsabilidad. La marginación es el problema que se debe atajar. Hay que tener cierta comprensión hacia el delincuente. Yo he estado mucho en el Palacio de Justicia y ahí ves a la sociedad pobre. Yo he visto nacer la primera banda juvenil que hubo en España, en Barcelona, y a lo largo de los años todos murieron por enfrentamientos con la policía, por el sida… He visto mujeres que han muerto por abortos clandestinos en cuchitriles inmundos. Y eso te golpea y te hacer ver que muchas veces no nos damos cuenta de que aunque lo pasemos mal tenemos suerte porque podíamos haber caído en eso.
¿Qué es lo que más le ha impactado?
Los abortos. Sobre todo los acabados en muerte. Ver llorar a una madre que no se enteró de que su hija había abortado hasta que la vio desangrarse… Me ha marcado la delincuencia juvenil. Hay policías muy honestos que lo sienten y que cuando los detienen te dicen, ‘pobre chaval, si es que estaba condenado desde que nació a ser carne de prisión”.
Quería terminar preguntándole por el periodismo y las redes sociales…
Yo soy un negado. Hay una experiencia negativa. Durante tres o cuatro años me han invitado al Congreso de Huesca, que es muy bueno, pero he estado allí en el anfiteatro viendo a los estudiantes todos tecleando sin parar mientras ven al conferenciante. Y piensas, quizá tendrían que parar, escuchar y después hacer una reflexión sobre lo que les ha interesado o están en desacuerdo. ¿Para qué vas a escuchar a un tío? ¿Para tuitearlo? Escúchalo, ¿no?
¿Y en cuanto al futuro del periodismo?
Yo no estoy capacitado para hablar del futuro, pero tengo tres nietos de 14, 18 y 20 años y no cogen un periódico. Están informados de titulares, pero de reflexiones de artículos… Pero quiero pensar que hay una generación de periodistas que sí sabrán utilizar esos soportes. Creo que la generación intermedia todavía no sabe. Tú sí porque ya estás metida en ello, pero hay periodistas que no… Tengo claro que la prensa en papel está condenada a morir. Los grandes diarios tendrán una edición dominical. Se pueden salvar también los diarios de comarcas. Y se salvarán únicamente aquellos diarios que sean muy serios, los que vayan a un público de alto consumo, con una publicidad de lujo. Es el modelo de The Economist, Financial Times.
¿Y los periodistas sobreviviremos?
[resopla] Serán plantillas cortas. Lo que sí creo es que si se opta por la frivolidad, eso no puede sobrevivir. El periódico ha de dar calidad no suplementos infames. Los nuevos soportes crearán un nuevo periodismo, ahora, ¿cómo será ese nuevo periodismo? Yo creo que puede ser bueno, quizá ahora no lo es porque le falta… No sé, me abruman por ejemplo experimentos como ese de las cinco noticias que tienes que leer antes de dormir. Son cinco chorradas. Es una mala copia de una cosa que hizo el Financial Times sobre 10 noticias que usted ha de saber mientras come. Pero, claro, para hacer esas noticias había una redacción enorme. Tienes que vender cinco exclusivas y no cosas que ya sabes… Pero creo que sí habrá buen periodismo, hay que confiar en la gente joven. Los mayores ya solo estamos para recuerdos.