Una confluencia de aguas briosas choca en el archipiélago de Bailique, en la costa de Brasil, y hace tambalear a sus pobladores. A pesar de conocer los sorpresivos ambientes acuáticos, están preocupados e incluso, escapan a otras localidades, por la intemperancia del Océano Atlántico que reduce los espacios del imponente río Amazonas. Este desenfreno se ha presentado en otras ocasiones. Pero el avance del Atlántico saliniza el río Amazonas y deja a las comunidades en estado de emergencia.
Bailique se compone de ocho islas principales y limita al norte con el río Araguari, al sur con el Canal do Norte y al este con el Océano Atlántico.
Donde la madre de todos los ríos se encuentra con el Atlántico en la costa de Brasil, no es un solo canal, sino que entrelaza alrededor de 230 kilómetros de islas, incluido el archipiélago de Bailique.
Nativo de la desembocadura del Amazonas, Elielson Elinho, de 31 años, sabe que la lucha entre el majestuoso río y el océano configura la vida en estas islas. Tanto es así que a principios de este año, su familia intuyó que el mar le ganaba al río, y que era hora de irse.
El río Amazonas descarga una quinta parte de toda el agua dulce del mundo que corre por la superficie terrestre. Pese a esa gigantesca fuerza, el agua de mar hizo retroceder al río que baña el archipiélago durante la segunda mitad de 2021. Dejando a miles de personas luchando por agua potable y sus modos de sobrevivencia. La migración es la alternativa.
El Océano Atlántico vs el Río Amazonas
“Tuvimos que viajar río arriba en bote durante dos horas para traer agua dulce. Y a veces sabía salada incluso yendo tan lejos”, dijo Elinho a The Associated Press en su casa en la ciudad de Macapá. Donde vive desde agosto con su esposa, Sabrina Fernandes, de 25 años, y sus tres hijos.
Las aguas del río Amazonas y del Atlántico se empujan uno contra el otro con diferente fuerza según la estación. Durante la luna llena, el mar invade el río con tal fuerza que, en algunos lugares, se convierte en una sola ola gigante de hasta 4 metros, fenómeno conocido como ‘pororoca’. La voz pororoca, en los países amazónicos, es una onomatopeya de la lengua tupí-guaraní pororó-ká, que significa «gran estruendo».
El avance del agua de mar ocurre típicamente en Bailique durante la estación seca cuando el caudal del río Amazonas disminuye. Pero, año pasado, el agua de mar empujó río arriba durante más tiempo, alrededor de cinco meses. El agua sabía más salada y por primera vez en varias décadas llegó a todo el archipiélago, ocho islas, donde viven unas 14.000 personas repartidas en 58 aldeas.
“Nunca lo había visto así antes. Ni mis padres lo hicieron”, recordó Elinho, quien está fuera de las islas por primera vez en su vida.
Las autoridades de Macapa declararon estado de emergencia en octubre de 2021. Pero la ayuda fue escasa, dicen Fernandes y otros residentes. No hay agua corriente en las islas. Con su agua potable salada, muchos residentes de Bailique no tuvieron más remedio que usar esa agua para lavar la ropa, bañarse, cocinar y cepillarse los dientes.
“Evitábamos limpiarnos la cara. La piel se seca. A mis hijos y a muchas otras personas les producía picazón y tenían que usar un ungüento”, recuerda Fernandes.
Erosión y derrumbes: Atlántico saliniza el Amazonas
La familia de Elinho se mudó por primera vez a una comunidad alejada del océano. Durante la semana, volvió a trabajar en sus plantaciones de palmas de açai, el principal ingreso de cientos de familias Bailique. Gran parte del açai en Estados Unidos proviene de la desembocadura del Amazonas.
La calidad del agua era mejor y los niños asistían a una mejor escuela. Pero seguían enfrentando otro problema crónico en la región: cortes de electricidad durante meses. Las líneas eléctricas que abastecen a Bailique están colgadas de postes a lo largo de la orilla del río. Y como la erosión se ha intensificado, muchos postes han comenzado a hundirse en el agua.
Lleva semanas o incluso meses restaurar la energía. La familia de Fernandes y Elinho gastaba alrededor de 300 dólares al mes en gasolina para el generador. Así que tomaron la dolorosa decisión de mudarse de nuevo. Cuando la familia partió hacia Macapá en agosto, aún no se había restablecido la iluminación.
Además de las líneas eléctricas, la erosión del mar también se está tragando casas, escuelas y otras instalaciones. Uno de los lugares más visibles es Progresso, el pueblo más grande de la región de Bailique, ubicado cerca de donde el río Amazonas toca el Atlántico. Una mañana de septiembre, el equipo de AP llegó después de un viaje de 14 horas por el río rodeado de una exuberante selva tropical. La parte delantera de un mercado acababa de caer al agua.
La erosión del mar ni siquiera perdonó a la escuela principal. En febrero, parte de sus edificios se derrumbó.
“Primero, la gente vino a vivir aquí. Ahora se van”, dice el dueño del mercado, Manoel Pantoja. Después de 20 años en Progresso, planea mudarse cerca de Macapá. “El pueblo se acerca a su fin”.
Cambio climático presente y otros factores
Los cambios en la región también son una amenaza creciente para las omnipresentes palmeras açai. En muchos lugares, la erosión del mar se los está llevando. Y en áreas más cercanas al mar, las bayas de açai comenzaron a tener un sabor diferente.
“Algunos açai tienen un sabor salado y las bayas tienen un color más débil. Ya no es un morado oscuro. La copa es más delgada y los racimos son más pequeños”, narró Alcindo Farias Júnior, de 24 años, quien trabaja como “peconheiro” o recolector de açai.
Según el geólogo Valdenira dos Santos, que ha estudiado la región durante más de dos décadas, varias cosas contribuyen al daño. Incluido el pastoreo de búfalos, las centrales hidroeléctricas cercanas, la dinámica natural del estuario y, además, el cambio climático.
“Estamos en un sistema costero, que está influenciado por lo que sucede tanto en el mar como en tierra. Es un sistema que cambia rápido por sí solo. Y ahora las actividades humanas están cambiando ese sistema”, dijo Santos. Investigador del Instituto de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Amapá.
Los datos son limitados: No hay monitoreo en la desembocadura del río Amazonas. La estación de monitoreo oficial más cercana está en Obidos, a unos 700 kilómetros río arriba.
“Brasil no tiene la información más básica para enfrentar los desafíos del cambio climático en las áreas costeras y marítimas”, agregó. “Necesitamos un monitoreo continuo para tener un flujo constante de información para planificar la mitigación y la adaptación”.
Cambio de vida, ¿para mejor?
Uno de los pocos estudios de la región sobre el cambio climático es liderado por el oceanógrafo Wilson Cabral, del Instituto Tecnológico de Aeronáutica. La investigación de campo de su equipo se centra en Marajo. Ubicada al sur de Bailique, es la isla fluvial más grande del mundo, aproximadamente del tamaño de Suiza.
Con base en los escenarios del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) su análisis es pesimista. Estima que al menos la mitad del municipio de Marajo más expuesto al mar, Soure, debería estar bajo el agua para fines de este siglo.
La disminución proyectada de las lluvias en la región significa un menor caudal para los ríos que rodean las islas y vierten sus aguas en la bahía de Marajo, según el estudio. Además, es probable que el aumento del nivel del mar aumente el avance del agua de mar hacia el interior de la isla. Las consecuencias son más suelos salinos y agua dulce cerca de la costa. El resultado del choque del río Amazonas y el Atlántico.
Para aquellos que dejan atrás Bailique, una vida completamente diferente en la ciudad de Macapa, la capital del estado de Amapá, es la opción obvia, pero también difícil. Una cuarta parte de sus 520.000 habitantes vive en barrios marginales. Tiene el peor sistema de alcantarillado entre las ciudades más grandes de Brasil y es la capital más violenta del país.
Viviendo comprimido en un tercio del espacio de su casa en Bailique, Elinho, que ahora trabaja como técnico eléctrico, dice que se preocupa a diario por la seguridad de su familia. En lugar del río Amazonas, las aguas residuales abiertas ahora pasan por su porche en un vecindario de clase trabajadora.
Lee también en Cambio16.com: