Los expertos señalan que una solución a los problemas energéticos son las fuentes de generación renovables no convencionales. Sin embargo, aún quedan retos por vencer. Por ejemplo, la energía fotovoltaica debe enfrentarse a la agricultura para el acceso a grandes extensiones de tierra que una y otra necesitan para su desarrollo.
Por ello, científicos e investigadores en diversas partes del mundo están haciendo esfuerzos. Todo ello para lograr que la agricultura y la energía fotovoltaica no solo sean capaces de convivir, sino de que logren beneficiarse mutuamente.
Bajo la sombra de los paneles solares, pueden crecer diversos tipos de plantas. De esta manera pueden aportar beneficios múltiples en materia de eficiencia energética, rendimientos agrícolas y ahorro de agua.
#Agricultura fotovoltaica, la forma de ahorrar #agua produciendo energía.
— iAgua (@iAgua) September 3, 2019
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Costa Rica como ejemplo
Tomando ese escenario como base, fue presentado el proyecto “Agricultura fotovoltaica: ahorrar agua produciendo energía”. Esta iniciativa fue financiada por el Fondo de Innovación para la Competitividad de la Región de Coquimbo FIC (Costa Rica).
En ese territorio es posible encontrar alta radiación solar -particularmente en las zonas medias y altas de los valles-.
Este hecho se traduce en estrés por excesos de energía, con el consiguiente mayor consumo hídrico de los frutales y las hortalizas.
Ello puede incluso generar estrés térmico y/o radiactivo en las plantas debido al exceso de radiación, además del riesgo de generar daños cosméticos por ejemplo, golpes de sol.
Se trata de situaciones que incluso pueden acentuarse según las proyecciones de cambio climático.
Estos nudos podrían enfrentarse con el denominado «agrofotovoltismo». Este propone el desarrollo de sistemas de producción de energía sobre la base de tecnología solar fotovoltaica, en combinación armónica y optimizada con la producción agrícola.
De esa forma, durante el desarrollo del proyecto se evalúa la producción de energía, por un lado, y los efectos sobre los cultivos, por el otro. Se estudia por ejemplo, el impacto de la sombra producida por los paneles solares sobre la inducción floral, la fecha de cosecha y la calidad de frutos y hojas.
El proyecto plantea que de forma conjunta se pueden abordar estos obstáculos. También ataca otros retos, como el consumo de agua, la escasez o costo de la energía y el exceso de radiación.
Estados Unidos no se queda atrás
De la misma manera, en Estados Unidos apuestan por un nuevo modelo, que integra la energía solar y la agricultura, que se ha empezado a llamar los “agrivoltaicos”. La propuesta ya se ha puesto a prueba en varias regiones de los Estados Unidos, con el concurso de científicos de los laboratorios del gobierno y varias universidades.
El sistema comprende tres logros claves en un solo momento. Primero, la sombra de los paneles solares mejora los rendimientos agrícolas, en cultivos que sufrirían fuerte estrés a cielo abierto. En estas condiciones requerirían, por lo tanto, más riego.
En segundo lugar, los cultivos enfriarían el ambiente llevando a una mayor eficiencia de las celdas fotovoltaicas, en horas cuando el sol es más intenso.
Y finalmente, se aprovecharían de mejor forma grandes extensiones de tierra, ocupadas por los parques solares, produciendo alimentos.
Para el efecto, se ha incrementado la altura de las estructuras metálicas que soportan los paneles. Con ello se logra dar espacio a las labores manuales de los cultivos. También se facilita el uso de alguna maquinaria, de menor tamaño, que pudiera ser requerida en alguna de las actividades agrícolas.
Mayor rendimiento
Las pruebas sobre las bondades del modelo, arrojan cada vez mejores resultados. En especial, resulta exitoso en las zonas más calientes del país, como es el caso de Arizona.
El ambiente debajo de los paneles solares es mucho más fresco en verano y más cálido en el invierno. Ello permite disminuir, tanto las tasas de evaporación de las aguas de riego, como el estrés de las plantas.
De esa manera se puede disminuir hasta en un 75 por ciento la luz solar directa que llega a las plantas. Gracias a la luz difusa, éstas crecen bastante bien.
El proyecto es impulsado por un grupo de investigadores de la Universidad de Arizona, liderados por el profesor Greg Barron-Gafford.
Así lo han podido comprobar los investigadores en cultivos de frijol, tomate y pimiento. Lo mismo ocurre en plantas de hoja verde como lechuga, acelga y col rizada.
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Otro beneficio extra tiene que ver con la buena y oportuna presencia de las abejas polinizadoras. Estos insectos no han encontrado ninguna perturbación bajo las densas estructuras de los paneles solares.
Se trata de una combinación prometedora, según los expertos. Se espera que para el 2030, la infraestructura de paneles solares esté cubriendo una extensión superior al millón de hectáreas.
En resumen, los investigadores aseguran que se gana en tres áreas: en comida, agua y energía.
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