El final del siglo pasado nos llenó de esperanzas. Creíamos que el mundo había cambiado. Que éramos más humanos, más solidarios y humanitarios. Pero, desde el ataque a las Torres Gemelas, poco a poco, todo se ha ido derrumbando. Los principios del humanitarismo, esa ideología centrada en el trato digno y la asistencia a los demás, parecen haber perdido su fuerza. La agonía del autoritarismo queda desnuda en Ucrania y Gaza.
Hoy en día, a nadie parece importarle la carnicería, las matanzas y las torturas que ocurren en otros países. Los derechos humanos ya no prevalecen sobre la soberanía nacional. Las naciones anteponen sus intereses y su seguridad por encima del bienestar de la humanidad. El sueño de un mundo más justo, equitativo y libre de discriminación se desvanecen. El humanitarismo, esa filosofía que abogaba por salvar vidas y promover la dignidad humana, ha sido relegado a un segundo plano. En su lugar, impera una lógica de confrontación y de «nosotros contra ellos» que amenaza con socavar los avances logrados en materia de derechos humanos.
Filosofía que se desvanece
El humanitarismo es una filosofía de acción informal que se enfoca en el trato humano y la asistencia a los demás. Promueve el bienestar de la humanidad como un deber. Es una ideología que se basa en el respeto y la dignidad inherentes a todos los seres humanos, y que aboga por un trato equitativo y sin discriminación por el color de piel, religión, origen o lugar de nacimiento.
En el contexto actual, el humanitarismo se utiliza para describir la respuesta a las crisis humanitarias. Enfocada en proporcionar asistencia en situaciones de emergencia, como desastres naturales o conflictos armados, con el objetivo de salvar vidas y aliviar el sufrimiento de las personas afectadas.
Los humanitarios se oponen a la esclavitud y la violación de los derechos fundamentales y humanos. Su misión es salvar vidas, aliviar el sufrimiento y promover la dignidad humana en situaciones de desastres naturales o causados por el hombre. El humanitarismo es inclusivo, acepta a personas y movimientos de todo el espectro político. Albert Schweitzer resume su esencia: «El humanitarismo consiste en no sacrificar jamás a un ser humano por un objeto».
Creímos que todo cambiaría
En su artículo titulado “La muerte del humanitarismo. Cómo Occidente está pagando el precio del momento unipolar”, la periodista experta en geopolítica, Lily Lynch, ofrece una mirada crítica a como se ha desdibujado la bandera de los derechos humanos y de su defensa por encima de los principios de soberanía en beneficio de los pueblos.
Recuerda la periodista estadounidense que la intervención humanitaria de la OTAN en la guerra de Kosovo en 1999 fue vista de manera optimista como un hito que marcaría el inicio de una nueva era en la que los derechos humanos prevalecerían sobre la soberanía nacional. Ese enfoque, respaldado por figuras influyentes como Václav Havel y Bernard Kouchner, sugería un futuro en el que las democracias occidentales, lideradas por Estados Unidos, se comprometerían a proteger a las poblaciones de las violaciones a sus derechos humanos en cualquier parte del mundo.
Se trataba de un internacionalismo diferente del de Kouchner. Como escribe Kristin Ross en May ’68 and Its Afterlives (2002), “El otro, colonial o tercermundista de la década de 1960, [fue] refigurado y transformado de luchador y pensador militante y articulado a ‘víctima’ por una defensa de los derechos humanos estrictamente identificados como los derechos de la víctima, los derechos de aquellos que no tienen los medios para argumentar sus derechos, o crear una solución política a sus propios problemas”.
Nunca llegó
La solidaridad con el subalterno significaba ahora ayuda y rescates occidentales, pero siempre con condiciones políticas. Pero ese nuevo mundo utópico, previsto en el apogeo del momento unipolar, nunca llegó. Ahora parece más lejano que nunca. Se suponía que la administración de Joe Biden representaba una vuelta a la “normalidad” tras cuatro años de Donald Trump,-apunta Lynch- una mano firme guiando el orden liberal liderado por Estados Unidos, basado en los derechos humanos y la democracia. “Pero todo eso se ha desmoronado en Gaza, haciendo que las invocaciones occidentales a los “derechos humanos” resulten huecas”, afirma.
Además, las leyes internacionales de derechos humanos y la Convención contra el Genocidio se están aplicando a Israel, el aliado más cercano de Estados Unidos. Occidente está experimentando las consecuencias de su propia creación. Los principios e instituciones que alguna vez se consideraron árbitros exclusivos, ahora se vuelven en su contra.
EE UU luce aislado
Lynch destaca que, en lugar de liderar al mundo hacia un futuro más humano, Estados Unidos luce aislado. Desde el 7 de octubre, en las sucesivas resoluciones de la ONU sobre las obligaciones humanitarias en Gaza, votó en contra. A menudo en solitario. Las más de 24.000 muertes que se han producido han sido posibles gracias a la amplia ayuda militar estadounidense y a su activismo en el Consejo de Seguridad. Cuyo objetivo, para la periodista estadounidense, es garantizar que la guerra de Israel continúe.
En las cercanías del año 2000, se abrigaba la esperanza de que el debilitamiento de la soberanía estatal crearía un mundo mejor y más interconectado. Actualmente, puede resultar difícil entender por qué hubo alguna vez tanta fe en semejante orden. La celosa retórica que acompañó a las intervenciones humanitarias lideradas por Estados Unidos en la década de 1990 ha sido sustituida por débiles llamamientos estadounidenses a favor de “pausas humanitarias”.
Efecto internet
Se creía que la televisión y la incipiente Internet llevarían noticias e imágenes de sufrimientos lejanos a las audiencias occidentales. Quienes presionarían a sus gobiernos para intervenir en conflictos extranjeros. Como ocurrió con la guerra de los Balcanes. Pero las redes sociales han roto el monopolio de las cadenas de televisión en la difusión de imágenes de horrores lejanos.
Mientras CNN transmitía noticias e imágenes de atrocidades masivas perpetradas por los enemigos de Occidente, las redes sociales han expuesto las brutalidades de las que es cómplice Occidente.TikTok, acusada de fomentar el sentimiento “antiisraelí” entre los “zoomers” occidentales, revela cómo la nueva tecnología han trastornado la guerra de la información tradicional. Las redes sociales han permitido que las propias víctimas luchen en esa guerra. La abogada irlandesa Blinne Ní Ghrálaigh, lo expresó con crudeza: “[Este es] el primer genocidio de la historia en el que sus víctimas retransmiten su propia destrucción en tiempo real. Con la desesperada esperanza de que el mundo pueda hacer algo”.
Lynch sostiene que las redes sociales han destapado lo que gran parte del mundo siempre ha sabido. Las invocaciones de los derechos humanos y la intervención humanitaria son selectivas. La invasión de Irak dejó claro que no habría reparación para las víctimas de los crímenes de guerra perpetrados por Occidente. Estados Unidos y sus aliados de la OTAN por mucho tiempo parecían estructuralmente protegidos de la rendición de cuentas. Para Occidente, el “ídolo de la soberanía” ha permanecido intacto. Como dijo Carl Schmitt, “soberano es quien decide la excepción”.
Justicia Penal Internacional
En la década de 1990, se estableció el sistema de justicia penal internacional para abordar los abusos contra los derechos humanos. El Tribunal Penal Internacional ad hoc para la ex Yugoslavia (TPIY) se creó en 1993 durante la guerra de Bosnia. En 1994 se estableció un tribunal para el genocidio de Ruanda. Cuatro años más tarde se adoptó el Estatuto de Roma, que dio origen a la Corte Penal Internacional (CPI). Pero la CPI enfrenta desafíos de legitimidad fuera de Occidente.
La controvertida Ley de Protección de los Miembros del Servicio Estadounidense, también conocida como Ley de Invasión de La Haya, dejó en evidencia que el tribunal penal “internacional” no es tan internacional como se esperaba. Esa ley de 2002 autoriza el uso de la fuerza militar para liberar a ciudadanos estadounidenses o de países aliados detenidos por la CPI.
Los acusados africanos han denunciado a menudo a la CPI como un “tribunal de blancos”. Lynch reconoce que aunque estas críticas son claramente interesadas, no carecen de fundamento. Varios países involucrados en conflictos importantes, como Estados Unidos, Rusia e Israel, no reconocen la jurisdicción de la CPI. La Corte además es vulnerable. En 2015, Israel presionó a los Estados miembros de la CPI para reducir drásticamente su financiación. Después de que iniciara una investigación sobre los crímenes de guerra israelíes.
Suráfrica un paso adelante
Para Lynch el caso de genocidio de Sudáfrica contra Israel, ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ), refleja un cambio global. Un país del llamado Sur Global, “está utilizando las herramientas del amo para desmantelar la casa del amo”, apunta. Sea cual sea el resultado, en el mundo multipolar emergente, las normas liberales de Occidente deberán coexistir con un Sur Global más asertivo y político.
Además, Occidente enfrenta desafíos al orden internacionalista liberal por parte de competidores como China. País que expande rápidamente su influencia diplomática y económica en el mundo en desarrollo. A diferencia de Occidente, su ayuda humanitaria y al desarrollo se basa en la “cooperación Sur-Sur”. Aún más importante: no está condicionada al cumplimiento de normas liberales como los derechos humanos. China está construyendo un orden alternativo basado en el respeto a la soberanía. Lo que podría afectar las relaciones con gran parte del mundo en desarrollo.
Responsabilidad de proteger
Otro “desaparecido en acción” en los escenarios actuales es la “responsabilidad de proteger” (R2P). Una reliquia de la década de 1990 que ha estado notablemente ausente en las guerras recientes. En 2005, los Estados miembros de la ONU adoptaron esta doctrina como una norma no vinculante que establecía la “responsabilidad” de los Estados de proteger a la población del genocidio, la limpieza étnica y otros crímenes. Sin embargo, ningún gobierno occidental ha invocado la R2P en respuesta a las campañas de limpieza étnica en Sudán, Nagorno-Karabaj o Gaza. La muerte de la R2P parece haber comenzado en 2011 en Libia, cuando el Consejo de Seguridad aprobó resoluciones que citaban este principio por primera vez. La intervención militar de la OTAN exacerbó la guerra civil en Libia.
Rusia aprendió la lección. Ejerció su derecho de veto cuando Estados Unidos buscó autorización para intervenir en Siria. Pero luego invocó el R2P en agosto de 2008. Como justificación para intervenir en la guerra de Osetia del Sur contra Georgia (alegando que se trataba de evitar un “genocidio”). En febrero de 2022, Putin invocó la intervención de la OTAN en Yugoslavia en 1999 para legitimar la invasión a gran escala de Ucrania. Alegó que Moscú estaba tomando medidas militares para prevenir un “genocidio”.
La aversión de Putin a la R2P no se debe a que su “defensa del principio de soberanía», sino al despliegue selectivo de la misma por parte de Occidente. Según Lynch la R2P persiste principalmente entre los enemigos de Occidente. Como un retroceso ideológico del humanitarismo de los años noventa.
Adiós al sueño
Lynch cita a Richard Sakwa quien en “La paz perdida” (2023), argumenta que el orden liberal liderado por Estados Unidos buscaba reemplazar el sistema internacional de posguerra basado en la Carta de la ONU y en el “internacionalismo soberano” establecido en 1945. Sakwa define el sistema de la Carta como una combinación de “respeto a la soberanía y fomento del multilateralismo a través del internacionalismo soberano”.
Al final de la Guerra Fría, -destaca Lynch- muchos en Washington creían que este sistema debía ser sustituido por un orden triunfante liderado por Estados Unidos. La intervención humanitaria liderada por Estados Unidos revitalizó la OTAN que parecía destinada a la obsolescencia.
La periodista estadounidense resalta además la pérdida de la “credibilidad occidental” debido a sus contradictorias respuestas ante los crímenes de guerra en Ucrania y Gaza. Rusia violó el Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra al atacar infraestructuras civiles en Ucrania, “fue tratada como un inequívoco crimen de guerra por los líderes occidentales”. El mismo crimen, perpetrado por Israel contra la población de Gaza, “fue recibido con un silencio total”.
Para Lynch ese silencio tendrá un costo. “Es probable que las normas liberales occidentales tengan ahora aún menos peso en el Sur Global, y que competidores como China parezcan un socio más honesto”. El caso de genocidio de Sudáfrica contra Israel en la CIJ podría transformar el papel del Sur Global y cuestionar la justicia internacional. El humanitarismo agoniza. La desaparición del sueño de un orden humanitario liderado por Estados Unidos, plantea dudas sobre el futuro del mundo. ¿Será más democrático y responsable? o ¿Uno más autocrático despojado de principios?