El arte, como herramienta de transformación social, no va a cumplir su cometido encerrado en un museo. El comisario Adonay Bermúdez, director artístico de la XI Bienal de Arte de Lanzarote, considera necesario dinamitar los sistemas tradicionales del arte. Romper relaciones con lo académico, con todos los procederes habituales, con el canon histórico y con todo lo que nos han dicho que es correcto dentro del propio sistema del arte. “Creo en el poder del arte –afirma– y en sus posibilidades en la esfera pública. Creo en su capacidad de generar la reflexión y en su potencial para concebir cambios, aunque muchos sean imperceptibles
La isla de Lanzarote acoge hasta el 31 de marzo de 2023 su XI Bienal de Arte, ‘Como la liebre en el páramo’, en un homenaje a Leandro Perdomo y a sus textos al coincidir con el 30 aniversario de su muerte. Una Bienal de fuerte contenido social, que, en palabras de la Presidenta del Cabildo de Lanzarote, María Dolores Corujo, “apuesta por el arte fronterizo, desde una isla de migrantes que se ha forjado en la interculturalidad”. Con perspectiva activista, inclusiva y democrática, la Bienal otorga un fuerte protagonismo a las mujeres, con un 58% de artistas femeninas y refuerza sus lazos con Latinoamérica, con más de un 30% de proyectos artísticos latinoamericanos.
Su director artístico, Adonay Bermúdez, concibe esta cita como una “reflexión del mundo que habitamos” con una programación articulada como un relato social y político en defensa del pueblo y de los derechos ciudadanos, por y para la ciudadanía. Además, aborda temáticas vinculadas al compromiso social y a las prácticas disidentes, como los flujos migratorios, la memoria histórica o el arte y la mujer, que serán asimismo los tres ejes centrales de su programación. Este encuentro que nace en Lanzarote sale de la isla como una Bienal de proyección nacional e internacional con el foco puesto en lo colaborativo, el territorio, la esfera pública y el paso del tiempo.
Tres discursos representados por artistas nacionales y también internacionales de gran relevancia procedentes de México, Colombia, Ecuador, Venezuela, Cuba, Chile, Argentina, Estados Unidos, Marruecos, Rumanía, Reino Unido e Irán. Además, no olvida el contexto lanzaroteño que no puede entenderse sin la presencia de Latinoamérica, una relación crucial en la construcción económica y cultural (pasado, presente y futuro) de la sociedad de Lanzarote.
«El arte adquiere vida propia y se convierte en el grito que el ser humano necesita para despertar»
Comisario y gestor cultural independiente, Adonay Bermúdez cuenta con más de 15 años de experiencia. Su creatividad, su valentía y su mirada crítica frente a los sistemas “opresores y opresivos” tradicionales impuestos le han abierto las puertas de las principales museos y centros de arte del planeta con muestras que recogen su pensamiento acerca de temáticas relacionadas con el racismo, el androcentrismo, el (post) colonialismo, la crisis del territorio, los roles de poder, las consecuencias del turismo y los flujos migratorios.
Entre sus últimas exposiciones comisariadas se encuentran las del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de Costa Rica; el Centro de Cultura Contemporánea Conde duque de Madrid; el Instituto Cervantes, de Roma; Artpace, en San Antonio de Texas; MUDAS, de Portugal, y el ExTeresa Arte Actual de México. Su labor le ha llevado a comisariar muestras en más de una treintena de museos de Ecuador, Italia, EE UU, México, Haití, Nicaragua, Cuba, Chile y República Dominicana.
Además, fue director del Festival Internacional de Videoarte Entre islas; comisario invitado de PlanoLisboa 2016 (Portugal); Scientific Committee de Over The Real International Videoart Festival (Italia); director de Espacio Dörffi (Lanzarote), comisario Contemporary Art Month de San Antonio de Texas en 2018; profesional invitado dentro del Programa de Visitantes del Sector Cultural de la Real Academia de España en Roma (Italia), comisario colaborador del Centenario de la Fundación César Manrique y comisario de las Ayudas INJUVE para la Creación Artística (Gobierno de España). En los últimos dos años ha ganado cinco premios como comisario, como los Tabakalera (País Vasco) y Casal Solleric (Mallorca). De igual forma, ha publicado tres libros. En la actualidad, ejerce como crítico de arte.
Bermúdez ha recibido becas de residencia en México, Colombia y Ecuador. Imparte conferencias para la Universidad del Atlántico (Colombia), MACRO Museo d’Arte de Contemporanea di Roma (Italia), Universidad Complutense de Madrid (España), la Universidad de La Laguna (Tenerife, España) o E.N.P.E.G. La Esmeralda (México), entre otros.
‘Como la liebre en el páramo’ es el título de la Bienal de Arte de Lanzarote 2022-2023. Un homenaje a Leandro Perdomo, cronista de la calle, en el 30 aniversario de su muerte. Perdomo buscaba la verdad hasta descubrir a una sociedad ingenua manipulada por los poderes fácticos. ¿Así se siente hoy la humanidad: desprotegida, vulnerable, buscando refugio?
Homenajear a Leandro Perdomo para mí era una necesidad. Sus textos encarnaban una realidad: una sociedad hastiada con las desigualdades y con el abuso de poder. Recuperar unas palabras que tienen más de treinta años es una forma de incidir en una situación que, aunque pasen los años, sigue siendo completamente actual. Nos encontramos con una humanidad desprotegida y vulnerable, pero también desesperada y completamente anestesiada. Leer a Perdomo es recibir una bofetada de las que dejan una marca en la cara, y reflexionar sobre el mundo que queremos y, especialmente, sobre el mundo que no queremos. Ese ha sido mi propósito, poner sobre la mesa una serie de cuestiones y proponer al museo como un espacio para el diálogo y para el debate.
¿Es la cultura un catalizador social para el cambio?
A lo largo de la historia podemos encontrar numerosas manifestaciones culturales que han generado cambios sociales, menos de los que me gustaría, también debo admitirlo. Siempre digo que utilizo el arte como excusa para poner el foco sobre toda una serie de situaciones o hechos que me preocupan como ciudadano. Hacer herida y luego ya veremos qué ocurre, al fin y al cabo, es algo que no se puede controlar ni planear.
El arte no deja de ser, entre otras cosas, una manifestación de la propia sociedad y, con suerte, esa manifestación adquiere vida propia y se convierte en el grito que el ser humano necesita para despertar. Tener la oportunidad de presenciar algo así es algo indescriptible. Mi función como comisario o, por lo menos, la función que he decidido tomar va por ese camino, por formar parte, como uno más, de un movimiento que busca un cambio social, que defiende un modelo más inclusivo, respetuoso y amable entre humanos, pero también con el entorno.
Usted concibe esta cita como una reflexión del mundo que habitamos. ¿Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta la humanidad?
Creo que la humanidad se enfrenta a muchos desafíos y cada vez más, solo hay que echar un vistazo a lo ocurrido en los últimos años: guerras, apogeo de la extrema derecha, pandemias, auge de los populismos, sobreinformación, cambio climático, migraciones masivas humanas, aumento de las desigualdades sociales, deterioro de la calidad de vida y bienestar… Seguramente es una lista es inabarcable aunque, si tuviera que seleccionar uno, me quedaría con las políticas económicas nacidas en el neoliberalismo: son las que provocan de manera directa o indirecta casi todos los males de este mundo.
La bienal abordará temáticas y discursos vinculados al compromiso social y a las prácticas disidentes. ¿Sobre qué ejes pivota su programación?
La XI Bienal de Arte de Lanzarote se centra en tres grandes bloques: memoria histórica, flujos migratorios y mujer y feminismo. Luego, todos ellos, se desglosan en otros tantos, como es el caso del derecho al aborto, los estereotipos de género, de la necropolítica, de los movimientos ciudadanos o de las dictaduras, entre otros. Preferí centrarme únicamente en tres para poder dedicarles el tiempo y el espacio necesario para la reflexión. Temas, por cierto, que son atravesados por la relación pasada, presente y, por ende, futura de Canarias con Latinoamérica, una forma de recordar quiénes somos y de dónde venimos.
Centrada en la memoria histórica, los flujos migratorios y la mujer, algunos de los artistas visuales más reconocidos de España y Latinoamérica expondrán sus propuestas. ¿Nuevos relatos para viejos problemas?
Seguramente, vivimos en un sistema cíclico, (sobre)vivimos en un planeta donde la humanidad una y otra vez se tropieza en la misma piedra. El arte tiene la capacidad, entre otras cosas, de poder ofrecer una infinitud de lecturas de un mismo tema o acontecimiento. En este caso, para la Bienal, ofrecemos una serie de relatos basados en un compromiso social y siendo conscientes del contexto histórico y espacial donde está emplazada.
Abordamos un conjunto de preocupaciones propias de Lanzarote, pero que son extrapolables a cualquier otro frente geográfico, es decir, de lo local a lo global. En el momento en el que los comisarios proponemos relatos y artistas que están infrarrepresentados, silenciados o en los márgenes de lo académico obligamos a las instituciones públicas a mirar en esa dirección que, con suerte, se verá traducido en un cambio en las exposiciones, proyectos y colecciones de los museos y centros de arte. Por el contrario, si continuamos ofreciendo el mismo relato una y otra vez difícilmente habrá cambio.
“El arte no deja de ser, entre otras cosas, una manifestación de la propia sociedad y, con suerte, esa manifestación adquiere vida propia y se convierte en el grito que el ser humano necesita para despertar. Tener la oportunidad de presenciar algo así es algo indescriptible. Mi función como comisario o, por lo menos, la función que he decidido tomar va por ese camino, por formar parte, como uno más, de un movimiento que busca un cambio social, que defiende un modelo más inclusivo, respetuoso y amable entre humanos pero también con el entorno”
Todas las propuestas tienen un vínculo político y social. ¿Se trata de dar voz a los que han sido silenciados, arrojar luz sobre la oscuridad o reivindicar el papel de los vencidos?
Supongo que un poco de todo. Como comisario y, en este caso, como director artístico de la Bienal, tengo una responsabilidad, especialmente cuando se trata de instituciones o dinero público. Las instituciones han entrado en una rutina infinita donde no se (auto)cuestionan, viviendo cómodas en un sistema que les beneficia. Por ello, es necesario dinamitar los sistemas tradicionales del arte: romper relaciones con lo académico, con todos los procederes habituales, con el canon histórico y con todo aquello que nos han dicho que es correcto dentro del propio sistema del arte. Estoy muy en la línea de la historiadora, comisaria y crítica de arte estadounidense Maura Reilly, que defiende el ‘activismo comisarial’, asumiendo que dentro de un espacio legitimado y legitimador como lo es el museo se puede ejercer activismo, es decir, que se puede dinamitar desde dentro y proponer otros relatos y artistas.
El 60% de los participantes son mujeres. ¿El compromiso con la igualdad va más allá de un porcentaje?
Sí. Para mí, ese 60% solo es un número, pero entiendo y asumo que todo acto o decisión que se toma es un mensaje que se envía. Y más aún si tenemos en cuenta el megáfono con el que cuenta un proyecto de la magnitud de una bienal. Esto no va de llamar a muchas mujeres artistas para cubrir una cuota, tiene que ver con compensación histórica, con ofrecer otras perspectivas y con abordar temáticas que afectan al 50% de la población, como puede ser el aborto, la maternidad o el cáncer de mama. Es curioso, estamos hartos de ver exposiciones con un 80-90% de hombres y a nadie le llama la atención ese dato, pero cuando se hace lo contrario saltan las alarmas.
Afirma que es necesario pasar de la multiculturalidad a la interculturalidad. ¿Cómo se materializa este tránsito? ¿Qué caracteriza el arte fronterizo?
El tránsito de la multiculturalidad a la interculturalidad es un trabajo de fondo y tremendamente complejo, hay quien diría que utópico. Vivimos en una sociedad que relaciona lo colectivo o comunitario con la rivalidad. Para empezar, habría que revisar el concepto de colectividad, seguramente mancillado por la historia, la religión, el mercado o la política (por poner algunos ejemplos), que propone un modelo comunitario con pensamiento único y jerarquizado. Confundimos ‘comunidad’ con ‘rebaño’ y he ahí la raíz de la urticaria que provoca pensar en colectivo. Necesitamos un mundo que piense menos en el ‘yo’ y más en el ‘nosotros’, pero un ‘nosotros’ que no piense en luchar contra los ‘otros’. Ahí es cuando de verdad necesitamos a las instituciones pero, en general, es un tema que no les interesa.
¿Es necesaria una educación intercultural?
Totalmente. La discriminación tiene una base en el miedo que genera lo desconocido, si educamos con una perspectiva intercultural muchos problemas se diluirían.
Postula un arte democrático, inclusivo, horizontal, político, transparente, justo, feminista y plural. ¿No estamos más cerca de un futuro distópico que de utopías inalcanzables?
Seguramente, pero prefiero luchar por una utopía inalcanzable que quedarme sentado esperando la llegada de un futuro distópico. Creo en el poder del arte y en sus posibilidades en la esfera pública, creo en su capacidad de generar la reflexión y en su potencial para concebir cambios, aunque muchos de ellos sean imperceptibles.
¿Debe ser el arte subversivo?
Creo que debe haber arte de todo tipo y en ese abanico de opciones definitivamente hay hueco para la subversión. Por eso mismo propongo dinamitar los sistemas tradicionales del arte, para que las opciones se multipliquen, para que se pueda ofrecer una gran diversidad de propuestas artísticas. Por tanto, no creo que todo el arte deba ser subversivo, solo me gustaría que la subversión estuviera más presente en los museos o centros de arte.
Admite que nunca ha sido un comisario políticamente correcto. En una sociedad hastiada por la política, ¿se considera un activista antisistema?
Fue Thoreau en su mítico libro Desobediencia civil quien dijo que “el ser humano no está obligado a hacerlo todo, solo tiene que hacer algo”. Pues bien, yo hago. A mis ritmos, a mis tiempos y utilizando el arte como vehículo, defendiendo un mundo más justo, plural, democrático e inclusivo, un mundo en el que me gustaría vivir como ciudadano. No sé si eso se puede definir como activista antisistema. Si es así, con mucho gusto y orgullo llevo la etiqueta, aunque por lo general no me gustan mucho las etiquetas, siempre encorsetan y yo aspiro a ser libre.