Los científicos están aterrorizados. Sus mediciones les indican que la anhelada meta del 1,5 °C no se alcanzará. Por el contrario, la superaremos ampliamente. Pero no se dan por vencidos ante el cambio climático y siguen en pie de lucha. Lo hacen porque creen en las nuevas generaciones. Aunque avizoran unos escenarios muy difíciles y complejos. Especialmente para los países más pobres y desfavorecidos.
Los científicos climáticos están delineando futuros posibles ante la crisis climática, que ya ha elevado la temperatura global en 1,2 °C sobre el promedio preindustrial en los últimos cuatro años. Las acciones políticas, financieras, tecnológicas y sociales determinarán la gravedad de los impactos futuros. El IPCC, creado en 1988 por la ONU, ha compilado informes cruciales con la colaboración de miles de expertos. Reflejan un consenso global. El organismo ha producido seis evaluaciones exhaustivas en 35 años, un hito en la investigación científica.
El medio británico The Guardian decidió enviar el 31 de enero de 2024 una encuesta a los científicos que desde 2018 colaboran con el IPCC. Logró que 380 de lo 843 expertos le respondiera. La mayoría de los encuestados, 68% hombres y 28% mujeres, expresaron un pesimismo profundo. Anticipan hambrunas, migraciones y conflictos. Las respuestas revelan perspectivas informadas sobre el calentamiento global y preocupación por la la falta de acción urgente. Cuestionan si aún hay tiempo para cambiar el curso o si la lucha ha terminado. Sus opiniones también ofrecen una mirada a la carga emocional de vivir con este conocimiento.
Inalcanzable
Según la encuesta realizada por The Guardian a miembros del IPCC, un 77% de los expertos proyecta un aumento de la temperatura global de al menos 2,5 °C. Casi la mitad, un 42%, anticipa que el calentamiento superará los 3 °C. En contraste, solo un 6% mantiene la esperanza de que se respetará el límite internacional de 1,5 °C1. La climatóloga mexicana Ruth Cerezo-Mota, resume la opinión de muchos. “A veces es casi imposible no sentirse desesperado y destrozado”. Predice un aumento de 3 °C este siglo, lo cual considera su visión optimista. “Realmente pensé que los gobiernos estaban dispuestos a escuchar a la ciencia, a actuar en beneficio de la gente”.
Los datos demuestran una tendencia pesimista entre los científicos más jóvenes y las mujeres. El 52% de los encuestados menores de 50 años espera un aumento de al menos 3 °C, comparado con el 38% de los mayores de 50 años. Entre las científicas, el 49% cree que la temperatura mundial aumentará al menos 3 °C, en comparación con el 38% de los científicos hombres. Para Lisa Schipper, de la Universidad de Bonn, parece realmente sombrío, “pero creo que es realista. Es sólo el hecho de que no estamos tomando las medidas que necesitamos”.
Peter Cox, de la Universidad de Exeter, coincide en que el cambio climático ya es peligroso y que es probable que superemos los 2 °C. “No se volverá peligroso de repente, con 1,5 °C: ya lo es. Y no se acabará el juego si superamos los 2 °C, algo que bien podría ocurrir”. Nathalie Hilmi, del Centro Científico de Mónaco, es tajante: «No podemos quedarnos por debajo de 1,5 °C».
Futuro distópico
El panorama futuro descrito por expertos en cambio climático alarma. Con previsiones de hambrunas, migraciones masivas y conflictos. Un experto anónimo lo calificó de “exasperante, angustioso, abrumador”. Otro,ante lo que se avecina, se mostró aliviado por no tener hijos. Los sentimiento que predominante son el miedo y la frustración por la falta de acción gubernamental frente a la crisis climática.
Gretta Pecl, de la Universidad de Tasmania, predice “un grave trastorno social en los próximos cinco años”. Con eventos extremos que sobrepasarán a las autoridades y afectarán la producción de alimentos. Un científico sudafricano espera un “futuro semidistópico” para el hemisferio sur. Califica la respuesta del mundo como censurable. “Vivimos una época de tontos”.
Mientras que Leticia Cotrim da Cunha, de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, enfatiza la importancia de prepararse para las catástrofes climáticas inminentes, preocupada por el “coste en vidas humanas”. Sostiene que a pesar de que el objetivo de 1,5 °C fue establecido para mitigar los peores efectos del cambio climático, las políticas actuales apuntan a un aumento de 2,7 °C. Jesse Keenan, de la Universidad de Tulane, advierte que esto es sólo el principio. «Abróchense los cinturones”.
Acuerdo político
En la lucha contra el cambio climático, cada fracción de grado cuenta: un incremento de tan solo una décima de grado puede exponer a 140 millones de personas adicionales a un calor extremo y peligroso. El umbral de 1,5 °C fue establecido por naciones insulares pequeñas y vulnerables durante negociaciones internacionales. Un límite de 2 °C podría significar su desaparición debido al ascenso del nivel del mar y tormentas intensificadas.
La meta de 1,5 °C, adoptada en la cumbre climática de la ONU en París en 2015, se convirtió rápidamente en el estándar para minimizar daños climáticos. Con el lema “¡Mantengamos vivo el 1.5!” resonando en las cumbres subsiguientes. Sin embargo, para la mayoría de los expertos del IPCC, este objetivo parece inalcanzable.
“La humanidad se dirige hacia la destrucción. Tenemos que apreciarnos, ayudarnos y querernos”, se lamenta un científico de una nación insular del Pacífico. Pese a lo cual, hay voces como la de Schipper que rechazan la idea de que sea demasiado tarde para el objetivo de 1,5 °C. Jonathan Cullen de la Universidad de Cambridge, difiere y lo considera un “juego político” inalcanzable.
Impacto devastador
La realidad de la emergencia climática ya se manifiesta. Con 1 °C de calentamiento, desencadena fenómenos meteorológicos extremos y olas de calor sin precedentes. Con 2 °C, eventos como la ola de calor del noroeste del Pacífico en 2021 serían hasta 200 veces más probables. Mirando hacia un futuro con 2,5 °C a 3 °C o más de calentamiento, como anticipan la mayoría de los expertos, nos adentramos en un territorio desconocido con impactos globales impredecibles.
Un estudio sugiere que con un aumento de 2,7 °C, dos mil millones de personas podrían quedar fuera del “nicho climático” humano. Las condiciones bajo las cuales se desarrolló la civilización en los últimos 10.000 años. La última evaluación del IPCC advierte sobre impactos devastadores. Como la pérdida de la selva amazónica y el aumento de enfermedades como el dengue. Con 3 °C de calentamiento, ciudades enteras podrían quedar bajo el nivel del mar.
Punto de inflección
James Renwick, de la Universidad Victoria de Wellington, advierte sobre la magnitud del peligro. “Es la mayor amenaza a la que se ha enfrentado la humanidad, con potencial de destrozar nuestro tejido social y modo de vida”. Temor compartido por Tim Benton, experto en seguridad y sistemas alimentarios de Chatham House. “Estoy muy asustado: no veo cómo seremos capaces de salir de este lío”. En su opinión, el coste de proteger a la población y recuperarse de las catástrofes climáticas será enorme, con más discordias y retrasos sobre quién paga las facturas. Muchos fueron los expertos que se mostraron preocupados por la producción de alimentos. «Apenas hemos empezado a ver los efectos», dijo uno de ellos.
Su preocupación se extiende a los puntos de inflexión climáticos. Cuando pequeños aumentos de temperatura pueden desestabilizar componentes críticos del sistema climático. Como la capa de hielo de Groenlandia y la selva amazónica. Wolfgang Cramer, del Instituto Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología, resalta la falta de conciencia pública y la necesidad de una mayor comprensión y acción frente a la crisis climática. «La mayoría de la gente no es consciente de la magnitud de los riesgos», afirma.
Falta de voluntad política
Frente a la magnitud del cambio climático, los expertos del IPCC identifican unánimemente un gran impedimento: la falta de voluntad política. Casi tres cuartas partes de los encuestados señalan este factor. Un 60% adicionalmente responsabiliza a los intereses empresariales. Lorraine Whitmarsh, de la Universidad de Bath, refleja una preocupación personal: “Me preocupa el futuro que heredarán mis hijos”.
La financiación no parece ser el problema. Solo el 27% de los científicos lo menciona. Aseguran que los recursos para la transición ecológica están disponibles. La tecnología y el conocimiento científico les preocupan aún menos. Apenas un 6% y 4%, respectivamente, los ven como obstáculos. Dipak Dasgupta, economista y ex asesor del Gobierno indio, critica la visión a corto plazo de gobiernos y empresas, que choca con la necesidad de planificación climática a largo plazo.
Para muchos científicos un mundo de caos climático exigiría centrarse mucho más en proteger a las personas de los impactos inevitables. Louis Verchot, del Centro Internacional de Agricultura Tropical de Colombia, insiste en que la unidad global es necesaria. “Toda la humanidad tiene que unirse y cooperar. Es una oportunidad monumental para dejar a un lado las diferencias y trabajar juntos”. Pero de nuevo la política se interpone en el camino. Shobha Maharaj, investigadora de Trinidad y Tobago, apunta a la contradicción en la asignación de fondos: “Parece que no hay suficiente voluntad política para destinar varios miles de millones de dólares a la financiación de la adaptación”.
Otros factores de perturbación
El control ejercido por las empresas de combustibles fósiles y los petroestados es frecuentemente citado como un factor clave en la inacción climática. “Los intereses económicos de las naciones suelen tener prioridad”, comenta el brasileño Lincoln Alves. Stephen Humphreys, de la London School of Economics, advierte sobre las consecuencias de esta inacción.
“El cálculo tácito de los responsables políticos (…) nos está llevando a un mundo en el que los más vulnerables sufrirán. Mientras que los más adinerados esperarán mantenerse a salvo por encima de la línea de flotación”.
Incluso con el catastrófico aumento de 3,5 ºC que él prevé. Responsabiliza directamente a los de la anglosfera (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia). Pero también a Rusia y los grandes productores de combustibles fósiles de Oriente Próximo. A la pregunta sobre acciones individuales efectivas, la respuesta es clara y contundente: “La desobediencia civil”.
La desinformación es otra preocupación global entre los científicos encuestados. Quienes opinan que, desde Brasil hasta Ucrania, polarizan a la sociedad y oscurecen la comprensión del riesgo climático. Peor aún, ciegan a la gente ante el hecho de que casi todas las soluciones climáticas necesarias están al alcance de la mano. Para Ralph Sims, de la Universidad Massey, no se comprende bien la magnitud del problema. «Escasez de alimentos y agua, antes de que la mayoría acepte la urgencia de reducir las emisiones. Para entonces será demasiado tarde”. Por lo que prevé millones de refugiados medioambientales y una escalada de fenómenos extremos.
Brecha entre ricos y pobres
La brecha entre ricos y pobres es vista como un obstáculo significativo para la acción climática. Un científico francés insta a “Luchar por un mundo más justo”. Esteban Jobbágy, de la Universidad de San Luis, señala que la solidaridad mundial podría superar cualquier crisis, pero las desigualdades actuales lo impiden.
Aditi Mukherji, del CGIAR, apunta a la inequidad. “Los países ricos han acaparado todo el presupuesto de carbono, dejando muy poco para el resto del mundo». El Norte- afirma- tiene la enorme obligación de solucionar un problema que él mismo ha creado. Reduciendo sus emisiones y aportando fondos para el clima al resto del mundo. El gobierno indio acaba de ponerle precio: al menos 1 billón de dólares al año.
Pese a todo optimistas
No todo es desesperanza. Maisa Rojas, del IPCC y Ministra de Medio Ambiente de Chile, cree que enfrentar el cambio climático puede ser beneficioso con el apoyo estatal adecuado. La vicepresidenta del IPCC, Aïda Diongue-Niang, tambié es optimista. “Creo que se tomarán medidas más ambiciosas para evitar entre 2,5C y 3C”.
Los científicos, en cambio, son más cautos en su optimismo frente al cambio climático, cuya base es el avance de las tecnologías verdes. “Salvar el clima es cada vez más barato”, afirma Lars Nilsson, de la Universidad de Lund. “Abre posibilidades apasionantes”, afirma Mark Pelling, del University College de Londres. Ve en la adaptación al cambio climático una oportunidad para avanzar hacia una sociedad más inclusiva y equitativa. Michael Meredith, del British Antarctic Survey, comparte esa reservada pero esperanzadora visión. “La buena noticia es que el peor de los escenarios es evitable”. Elena López-Gunn, de Icatalist, cree en “los puntos de inflexión sociales” que pueden desencadenar cambios significativos. “Por desgracia, también creo en los puntos de inflexión climáticos físicos”.
“Estoy convencido de que tenemos todas las soluciones necesarias para una trayectoria de 1,5C y de que las pondremos en práctica en los próximos 20 años”, opina Henry Neufeldt, del Centro del Clima de Copenhague de la ONU. Confía en su implementación futura. Su optimismo se ve matizado por la preocupación de que “nuestras acciones lleguen demasiado tarde y crucemos uno o varios puntos de inflexión”.
Fe en los jóvenes
Lisa Schipper encuentra una fuente de esperanza en los jóvenes. “Mi única fuente de esperanza es el hecho de que, como educadora, veo que la próxima generación es inteligente y entiende la política”. Esa visión se hace eco de la determinación y el compromiso de los jóvenes con el futuro climático. Un sentimiento que comparte la mexicana Cerezo-Mota. “Veo a las generaciones más jóvenes luchar y vuelvo a tener un poco de esperanza”.
Camille Parmesan, del CNRS, comparte su experiencia personal sobre la lucha contra el cambio climático y cómo estuvo a punto de abandonar su carrera científica hace 15 años. “Había dedicado mi vida a la investigación [climatológica] y no había cambiado nada”, explica. Sin embargo, la pasión y el compromiso de los jóvenes activistas en la cumbre climática de la ONU en Copenhague 2009 la inspiraron a continuar. “Todos estaban tan cargados, tan apasionados. Así que me dije que seguiría haciendo esto. No por los políticos, sino por ellos”.
Humanos muy humanos
Para Joeri Rogelj, del Imperial College de Londres, el cambio climático es una ‘realidad ineludible’. “Huir de él es imposible y sólo aumentará los retos de afrontar las consecuencias y aplicar soluciones”. Henri Waisman, del IDDRI, reconoce que se mueve entre la desesperación y culpabilidad. Pero encuentra consuelo en el progreso realizado y la importancia de cada décima de grado. “En esos momentos, me ayudan dos cosas: recordar lo mucho que se ha avanzado desde que empecé a trabajar en el tema en 2005 y que cada décima de grado importa mucho. Lo que significa que sigue siendo útil continuar la lucha”
Quizás quien mejor expresa los sentimientos de los encuestados sea Lisa Schipper. «Los científicos somos humanos. También somos personas que viven en esta Tierra, que también estamos experimentando los impactos del cambio climático, tenemos hijos y también preocupaciones sobre el futuro. Hicimos nuestra ciencia, elaboramos este informe realmente bueno y -vaya- realmente no marcó la diferencia en la política. Es muy difícil ver eso, siempre”.