Este domingo el número de fallecidos por COVID-19 establecía un nuevo récord, 838 muertes en 24 horas. También advertía Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Emergencias Sanitarias, que la clave en la actual situación no es controlar el número de contagios, sino evitar la saturación de las UCI. Saturación que de no atajarse, podría agravar más aún la acumulación de cadáveres en los hospitales.
Es tanta la presión sobre los centros de salud, que el Gobierno autorizó a las Fuerzas Armadas para el transporte de cuerpos. En la tarea también participan los bomberos y las funerarias, pero no es suficiente, pareciera que el colapso es inminente.
Acumulación de cadáveres, la lucha en los hospitales
La comunidad más afectada por la acumulación de cadáveres de fallecidos por COVID-19 es Madrid. Otros lugares de España, como Cataluña también resienten el impacto. Los hospitales están desbordados por la gran cantidad de pacientes de COVID-19 y lamentan la falta de medios para abordar la atención.
El drama de los hospitales consiste en la acumulación de cadáveres durante horas y hasta días a la espera de la Unidad Militar de Emergencias, los bomberos o los servicios funerarios para que recojan los cuerpos. Por ejemplo, en el Ramón Cajal el viernes por la mañana se acumulaban 31 cuerpos de fallecidos.
El problema de la acumulación de cadáveres se suma al de la falta de material sanitario y de equipos de protección personal para los trabajadores de la salud. En el Hospital Gregorio Marañón -hospital que tiene la mayor cantidad de pacientes en UCI en Madrid-, las enfermeras amenazaron con un motín por la falta de equipos de protección personal.
Cruz Roja, Infanta Leonor de Vallecas, Hospital Universitario Fundación de Alorcón son los hospitales que lamentan la acumulación de cadáveres y califican la situación como muy grave.
Cadáveres de fallecidos por COVID-19
El tratamiento de los cuerpos de fallecidos por COVID-19 presenta un gran reto, ya que tienen un protocolo especial. El cadáver se debe introducir en una bolsa biodegradable y de traslado con ataúd. El ataúd debe reunir condiciones técnicas sanitarias como resistencia a la presión de gases, estanqueidad e impermeabilidad.
El proceso de introducir el cadáver en la bolsa mortuoria debe hacerse en la habitación de aislamiento. Luego, la bolsa se debe pulverizar con desinfectante hospitalario o con una solución de hipoclorito sódico que contenga 5.000 ppm de cloro activo. La recomendación más puntual es no realizar la autopsia a los cadáveres de fallecidos por COVID-19, dados los riesgos que entraña la actividad.
Los riesgos incluyen infectarse con materiales contaminados -especialmente por salpicaduras- e inhalar material infeccioso. Además, los pulmones y otros órganos de los pacientes fallecidos por la enfermedad aún pueden contener el virus vivo, por lo tanto, es especialmente importante tomar medidas preventivas de índole respiratoria
La disposición final del cadáver puede ser el entierro o la cremación. El Ministerio de Sanidad advierte que una vez que el cadáver fue dispuesto en una bolsa impermeable e introducido en un féretro normal se puede velar, pero con el féretro cerrado. El cadáver puede ser enterrado o incinerado, sin que la manipulación de las cenizas comporten riesgo alguno.
Contagios, UCI, fallecidos
La acumulación de cadáveres de fallecidos por coronavirus se está convirtiendo en un problema de salud pública en España. Hace un par de días el Ministerio de Sanidad autorizó a través de medidas excepcionales a las Fuerzas Armadas para hacerle frente a la situación. Mientras que disponía del edificio de la Ciudad de la Justicia como morgue para 200 cadáveres.
Desafortunadamente, la enfermedad no muere con el paciente, por lo que se debe tener mucho cuidado con la disposición de los cuerpos. La acumulación de cadáveres de fallecidos por COVID-19 se proyecta como un problema que puede desbordar aún más al sistema sanitario. De allí la importancia de atajar los contagios y reducir el número de ingresos a las UCI. Es una cadena y la tarea es de todos.
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