El seísmo electoral que se ha producido en Andalucía ha cogido a todos con el pie cambiado. Y obliga a todos los partidos políticos a hacer una profunda reflexión.
A pesar de ganar las elecciones los socialistas salen como los grandes perdedores de estos comicios con la pérdida de 14 escaños en el Parlamento andaluz y con la alta probabilidad de dejar el gobierno tras 36 años de hegemonía.
Ha quedado claro que la derecha ha ganado, que el PP a pesar de bajar 300.000 votos y obtener siete escaños menos, ha logrado que no se produzca el sorpasso de Ciudadanos.
Sin embargo, lo sorprendente y lo preocupante ha sido la irrupción de VOX, nadie ni los más optimistas vaticinaron que iban a conseguir 400.000 votos y 12 parlamentarios.
La entrada de la extrema derecha en las instituciones es un hito en nuestra España democrática. No en vano la primera en felicitar a VOX ha sido Marine Lepen desde París.
Es evidente, y a pesar de una fuerte abstención que los andaluces, con su votos, han pedido un cambio. Un cambio que se presenta complicado donde todas las miradas estarán puestas en Santiago Abascal, presidente de VOX, que tiene la llave del nuevo gobierno andaluz.
España y, en este caso Andalucía, se semeja a Europa donde la extrema derecha va cosechando éxito tras éxito. Pero todavía no somos Francia, donde todos los partidos constitucionalistas han establecido un cordón sanitario democrático.
El radicalismo convoca al radicalismo y habrá que estar muy atentos a la evolución de VOX.
Ahora bien, es seguro que la derecha va a gobernar en Andalucía. El gran enigma es quien presidirá la Junta, y que están dispuestos a ceder los unos y los otros. Las conversaciones y las negociaciones van a ser complicadas y complejas y nos van a tener en vilo las próximas semanas.
El efecto del Procés catalán y la inmigración han influido de forma notable en estas elecciones. También Pedro Sánchez deberá tomar buena nota de esta derrota, porque lo que ha ocurrido en Andalucía afecta a toda España.
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