Por Cambio16
28/01/2016
Una de las características más únicas del ser humano es su capacidad para desarrollar una serie de emociones durante los primeros años de vida, y la capacidad de empatizar y comprender sus propias emociones y las de las personas que le rodean. Esa capacidad de compresión y empatización se conoce con el nombre de inteligencia emocional y es algo que los padres tienen que trabajar con sus hijos durante sus primeros años de vida para asegurar un correcto desarrollo afectivo y emocional. Esto les permitirá afrontar mejor las situaciones de estrés que puedan tener en un futuro, empatizar mejor con las personas que les rodeen y evitar posibles problemas de conducta.
Buscar psicólogos infantiles que ayuden a los padres a afrontar este reto puede facilitar mucho las cosas, sobre todo en los casos más complicados.
Existen distintas formas de trabajar la inteligencia emocional con los niños, aunque lo más importante es realizarlas en un entorno conocido para ellos, en el que se sientan seguros y relajados. Algunas estrategias, recomendadas por los psicólogos, son:
Asociar los distintos sentimientos y emociones con gestos concretos
Exagerar nuestros gestos de sorpresa, alegría, tristeza, etc… puede ayudar en gran medida a los niños a identificar qué emociones estamos sintiendo en ese momento, lo que les facilitará mucho empatizar con las personas de su entorno. A su vez, es importante enseñarles la importancia de la empatía y que se pongan siempre en el lugar de la otra persona. Otra manera muy efectiva es conversar con ellos sobre las emociones que puedan sentir los personajes de un cuento que estén leyendo o de una serie de televisión que estén viendo.
Hacer que conozcan y nombren sus propios sentimientos
Que conozcan por su nombre la tristeza, el miedo, la alegría, la cólera, etc. y que reconozcan esos sentimientos cuando los están experimentando es lo más esencial para que desarrollen su inteligencia emocional de la mejor manera. Si además de eso son capaces de “verbalizar” esos sentimientos, se sentirán más comprendidos por las personas de su entorno. Una de las mejores maneras para trabajar eso es preguntarles cada día cómo les ha ido su día, ya sea en el colegio, con sus amigos, en alguna actividad extraescolar, de excursión, etc.
Servir de ejemplo para ellos y nunca juzgar sus sentimientos, sólo su conducta hacia ellos
Los padres son la figura de referencia para sus hijos, por lo que si se quiere que reaccionen de forma correcta hacia sus sentimientos y los de los demás los padres también deben hacerlo, para ser un ejemplo para ellos. Además es muy importante no regañarles o corregirles cuando sientan ciertas emociones (enfado, tristeza). Es muy típico el oír “No te enfades, que es una tontería” o “No llores, que no pasa nada”. De esa manera lo único que conseguimos es “bloquear” ese sentimiento en su mente, por lo que lo ideal es corregir la conducta que les genere ese sentimiento. Por ejemplo, si el niño rompe algo por estar enfadado hay que hacerle entender que se comprende que esté enfadado, pero que no puede romper algo por estar enfadado.