Por Andrés Tovar
28/06/2017
Después de más de 50 años de sangrienta guerra con el gobierno, la mayor fuerza guerrillera de Colombia, las FARC, decide entregar armas. La ONU dijo que la cooperación entre las dos partes para redondear las armas era notable y lo calificó como un ejemplo internacional. El total de armas recogidas equivale a más o menos un arma por cada combatiente, una proporción inusualmente alta para los procesos de desarme.
Pero aún queda tarea todavía: aún la ONU tiene que reunir otro armamento almacenado por las FARC en lugares escondidos en todo el país -ya han asegurado que la guerrilla ha proporcionado los lugares- y, por otro lado, aún hay indicios que puede haber algunos combatientes que se niegan a abandonar las vías violentas, aunque la mayor parte de los combatientes se han reunido voluntariamente, buscando ser incluidos en una transición a la vida civil.
El presidente Juan Manuel Santos dio por cerrado hoy el conflicto armado de más de medio siglo y acotó que el país está hoy emocionado al constatar “el fin de esta guerra absurda que no sólo duró más de cinco décadas”, sino que dejó más de ocho millones de víctimas, entre ellas “más 220.000 compatriotas muertos (…) Hoy 27 de junio para mí y creo que para la inmensa mayoría de los colombianos es un día muy especial, un día que jamás olvidaremos, ¡el día en que las armas se cambiaron por las palabras!»
Pero el futuro del camino iniciado este martes apenas comienza y tiene -y tendrá aún- mucha tela que cortar. Con su nuevo lema, «nuestras únicas armas son las palabras», el máximo jefe de las FARC, Rodrigo Londoño «Timochenko», aseguró que con el acto del martes «no termina la existencia de las FARC, en realidad a lo que ponemos fin es a nuestro alzamiento armado de 53 años pues seguiremos existiendo como un movimiento de carácter legal y democrático que desarrollará su accionar ideológico, político, organizativo y propagandístico por vías exclusivamente legales, sin armas y pacíficamente».
El Partido Farc y las advertencias de Uribe: tres puntos
En el acto simbólico realizado este martes, los miembros de las FARC concluyeron el proceso de entrega de las armas individuales a las fuerzas de paz de la ONU, donde el número de armas entregadas es un punto a tomar en cuenta: un total de 7, 132 armas. El caché supone un hito clave en el proceso de paz que emprende el acuerdo de las FARC y el gobierno colombiano firmado en noviembre pasado, y se convierte en el argumento de los sectores colombianos pro-acuerdo para convencer a los escépticos de que la guerra civil ha terminado de verdad.
El otro factor importante a tomar en cuenta es que la desarticulación de las FARC como guerrilla no es sólo una cuestión simbólica. De acuerdo a lo pactado, ese movimiento político tendrá asegurada una representación, al menos, de cinco escaños en el Senado y cinco en la Cámara para los comicios de 2018. El día en que, oficialmente, podrán empezar a conformarse como movimiento político será el próximo 31 de julio, fecha en la que se extraerán las armas recolectadas en el proceso comandado por Naciones Unidas.
No todos los factores políticos reciben con júbilo la noticia. La oposición a Santos, encabezada por el Centro Democrático que lidera el expresidente Álvaro Uribe, ha sido reacia a la idea de darle campo a las FARC en la política. Es más, su dirigencia ha prometido dar al traste con lo pactado en La Habana. Uno de los puntos más espinosos es el esgrimido por Uribe, quien asegura que el grupo no entregó todo su arsenal. En las redes sociales, el ahora senador escribió: «bien que entregen las armas, pero en qué quedan las 14.000 de las que habló el presidente?».
Bien que entreguen armas, mal que no haya desarme total. pic.twitter.com/F5aQCqU8tl
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) June 27, 2017
Bien que entreguen armas, pero: 3. En qué quedan las 14 mil de que habló el Presidente?
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) June 27, 2017
Uribe precisó en una entrevista este martes que “el comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, dijo que 10 mil personas estaban entregando su arma de dotación personal, entregan 7 mil y en qué queda el resto, dónde están los misiles de tierra aire y las 900 caletas de las Farc”.Reiteró además que desde el Centro Democrático no comparten la idea de las Farc como un movimiento político. «No estamos de acuerdo con los beneficios políticos que se le han dado a las Farc, eso les permiten disfrutar de beneficios y derechos políticos sin haber pasado por la justicia».
Estas apreciaciones son un ejemplo de que el tema no está saldado, y con razón. La polarización actual de la sociedad colombiana sobre el tema, a un año de los próximos comicios presidenciales y la diatriba política que se ha abierto alrededor del posible sucesor de Santos, pone en la lupa la trascendencia de los acuerdos. Y ciertamente saber si las armas que entregaron son todas las que se hallaban en poder del grupo guerrillero no tiene aún una respuesta certera.
Pero, dentro de la polémica, lo más grave y complejo será superar las heridas de dolor de una guerra civil de más de medio siglo, que deja más de 250 000 muertos. Muchos consideran que sin justicia no habrá paz viable en Colombia y para otros no era posible un acuerdo de paz sin hacer concesiones. La diatriba sigue.
Los otros armados: otra tarea pendiente
Desde que iniciara el proceso de desmovilización de las FARC en Colombia ha bajado la conflictividad. Las cifras demuestran que el número de muertes «en combate» entre insurgentes y el ejército es mínimo. Sin embargo, lo que preocupa es el surgimiento de nuevos actores armados que tratan de usurpar el «vacío» que deja la guerrilla en sus antiguas zonas de influencia.
Un hecho que da cuenta de esa realidad es el asesinato, en los últimos meses, de unos 156 líderes sociales, comunales y activistas de derechos humanos, según cifras de la Defensoría colombiana: «una de las principales causas de este fenómeno es la pretensión de los grupos armados ilegales por copar los espacios del territorio de los que se han retirado las FARC», dijo en marzo pasado el Defensor, Carlos Alfonso Negret.
Las FARC, además, no son el único actor armado. La existencia de grupos paramilitares, también llamados «bacrim» (bandas criminales), así como la presencia en algunos territorios del Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuyas conversaciones con el gobierno están en fase incipiente y frágil, impiden abrir hablar, por ahora, del fin de la guerra. Las tareas siguen pendientes