POR ANDRÉS TOVAR
02/05/2017
El «Panel de cuantificación del desperdicio alimentario en hogares» llevado a cabo por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente continúa revelando importantes datos sobre el despilfarro de alimentos en España. Este jueves, el ministerio publicó su «Informe del consumo de alimentación en España 2016» que revela que, en relación al pasado 2015, una mayor concienciación de las familias en la lucha contra el desperdicio alimentario ha logrado reducir un 6 por ciento el desperdicio alimentario, disminuyendo en 80,1 millones de toneladas los alimentos que se tiran a la basura al tiempo que incrementaron su gasto en alimentación.
No obstante, las cifras generales continúan siendo alarmantes: los hogares de España siguen tirando a la basura cada semana 24 millones de kilos de alimentos, lo que totaliza unos 1.245,9 millones de kilos de alimentos «en condiciones de ser consumidos» en el período en estudio. (en el período anterior 2014-2015, se contabilizaron 1.325,9 millones de kilos de comida a la basura de los hogares españoles, cifra que equivale a 25,5 millones de kilos de comida desperdiciados a la semana).
El estudio apunta que los alimentos que más se tiran a la basura, con el 85,6 por ciento son los alimentos sin procesar, que se desperdiciaron por los hogares tal cual los compraron. Entre estos destacan las frutas, las verduras y hortalizas y el pan, como los más desechados. Todas estas categorías, excepto las frutas, han reducido la cantidad tirada a la basura.
Asimismo, el 14,4 por ciento del total de alimentos tirados a la basura procede de las recetas cocinadas por el propio hogar y tiradas directamente del plato o de la nevera. En este grupo destacan los platos a base de legumbres, los platos con base de carne y las sopas, cremas o purés. En este caso, también ha disminuido el desperdicio alimentario excepto los platos con base de verdura y los que llevan por base la carne. El informe refleja que la excepción de los platos base verdura y platos base de carne, se reduce a la mitad la cantidad de recetas tiradas a la basura.
Por otro lado, el informe ha subrayado que el gasto total de los hogares españoles subió hasta los 67.096,5 millones de euros, es decir, un incremento del 0,1 por ciento.
Por categorías destaca la importancia de productos frescos, que suponen el 41 por ciento del volumen total consumido y el 44 por ciento del presupuesto total destinado a la alimentación. Entretanto, por productos, el informe indica el aumento del consumo de alimentos como platos preparados (+4,2%); las patatas (+1,2%); la bollería, pastelería cereales y productos navideños (+0,6%); frutos secos (+0,3%), mientras que las legumbres se han mantenido estables.
Sin embargo, ha disminuido el consumo de otros alimentos como aceite, leche, derivados lácteos, la carne, pescado, frutas frescas, hortalizas frescas, frutas y verduras transformadas, pan, pasta y huevos.
Un estudio realizado en 2016 por la Asociación de Empresas de Gran Consumo (AECOC), citado por El País, refiere que el consumidor español no siempre es capaz de “interpretar correctamente” las fechas de caducidad y de consumo preferente, aunque se trate factores secundarios a la hora de decidir si consumir el producto o desecharlo. En concreto, siete de cada 10 españoles creen que, una vez pasada la fecha de caducidad, el producto ya no es seguro, mientras el 17% afirma consumirlo de todos modos. Por otro lado, el 9% de los consumidores cree que una vez pasada la fecha de consumo preferente ya no es seguro consumir el producto y el 5% decide desecharlo.
La alarma por los desperdicios es global. A nivel mundial un tercio de todos los alimentos acaban desperdiciados y según la Comisión Europea, España es el séptimo de la UE que más comida tira, después de Reino Unido, Alemania, Holanda, Francia, Polonia e Italia.
El despilfarro de alimentos es un mal que afecta a un tercio de la producción mundial de comestibles y que equivale a 1.300 millones de toneladas al año, de acuerdo con los cálculos de la FAO —agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura—, cantidad que sería suficiente para dar de comer al menos a unas 2.000 millones de personas, sin contar con los perjuicios al medio ambiente derivados del exceso de desperdicios.