Por Cambio16
14/01/2017
De las calaveras de cristal que fueron «descubiertas» en las selvas de Belice en la década de 1920 se dice que eran artefactos mayas de unos 3.600 años de edad , pero en realidad fueron tallados en la década de 1840. Y del Gigante de los campos de Cerne Abbas en Reino Unido -un enorme gigante con un palo y luciendo un enorme falo- dicen quen se trata de una figura neolítica, pero mucho más probable que haya sido la invención de algunos bromistas en 1600.
Lo que hace tan atractivos estos «engaños» de la arquitectura es precismente lo oculto de su historia real y el arte que logran sus creadores para que una estructura hecha en un década determinada parezca de 200 y 300 años más atrás.
Algo así ocurre con el astronauta en la Catedral Nueva de Salamanca, que no es en realidad un «engaño arquitectónico», sino una adición aprobada a la catedral, pero tiene toda la pinta de algo que tuviese alrededor de 500 años. Construida entre 1513 y 1733, más de un despistado ha inventado historias de viajes en el espacio en la edad antigua, o intervenciones alienígenas.
La verdad es más sencilla. En 1992 se llevó a cabo una restauración de esta catedral gótica. Es una tradición entre los constructores y restauradores de las catedrales añadir detalles o grabados a las fachadas, como si fuese una firma.
En este caso, a Jerónimo García se le concedió la aprobación de incluir al astronauta que flota entre unas vides. Un recurso que algo tiene de retórico, aunque se trate de una escultura, un oxímoron o un anacronismo que sorprende al observador atento.
Otras adiciones, todas ellas aprobadas, son un lince, un toro, un crustáceo y un dragón-demonio que come un helado.