POR ANDRÉS TOVAR
24/06/2017
«No soy el mejor. Pero los otros son muy malos. Intentan dominarme, pero sigo subiendo en las encuestas«. No, no es algo que Donald Trump haya dicho durante la campaña presidencial del año pasado. Estas palabras provienen de un hombre que podría ser el próximo presidente de Brasil: Jair Bolsonaro. Y mientras que en EEUU y en Europa podrían no saber quien es, la historia de su ascenso político seguro les sonará muy familiar.
Jair Bolsonaro representa a Río de Janeiro en la Cámara de Representantes de Brasil y es conocido en el país suramericano por hacer afirmaciones racistas, homofóbicas y xenofóbicos desde que entró en la política en 1988. «Esta idea de ‘oh pobre persona negro, oh pobre pobre, oh pobre mujer, oh pobre indígena, todo el mundo tiene sus males’«, dijo a vice Noticias.
“No trato de complacer a todos» afirma. Sin embargo, ya es un «fenómeno popular» en la política brasileña, y ya ha sido comparado con Trump un puñado de veces. Y justo cuando uno podría pensar que su última afirmación ha cruzado la línea que le hará daño en las encuestas, su popularidad aumenta.
El discurso de campaña de Bolsonaro se centra en sus puntos de vista conservadores sobre una serie de cuestiones sociales. «Más vale tener un hijo muerto que homosexual» es una de las más polémicas. A su juicio -lo ha dicho públicamente– «grupos homosexuales fundamentalistas están tratando de hacerse cargo de la sociedad» brasilera y esos grupos «quieren llegar a nuestros hijos con el fin de convertirlos en adultos homosexuales«, argumentando además que la homosexualidad es el resultado del uso de drogas.
Bolsonaro es candidato a presidente en las elecciones brasileñas de 2018. Y dada la actual hecatombe de actos de corrupción que involucran a casi todos los políticos con posibilidades de postularse a la presidencia el próximo año, las posibilidades de Bolsonaro comienzan a verse mejor.
El polémico legislador está tomando ventaja de dos fuerzas separadas empujándolo hacia arriba en las encuestas. En primer lugar, las revelaciones en curso y las acusaciones de una investigación de corrupción histórica que ha llevado a un sacrificio de políticos del establishment brasileño; y el espacio creado para que los candidatos no tradicional, como Bolsonaro, llenen ese vacío.
Los brasileños, al igual que los estadounidenses, están sedientos de cambio. La inflación es alta, la delincuencia es alta, el desempleo es alto y sólo unas pocas élites poseen los beneficios de la economía de Brasil. Bolsonaro tiene un mensaje diferente que se adapta a esos tiempos: “Soy una persona auténtica. Mis propuestas… son diferentes a todo lo que hay ahí fuera» dice .
Para Bolsonaro, un retorno a la ley y el orden significa cambiar la política de derechos humanos en Brasil, ya que «no podemos tratar a los delincuentes como víctimas (…) la violencia se combate con violencia», afirma. «Si el criminal está llevando una pistola, uno debe tener un rifle; si tiene un rifle, hay que tener una bazuka o un tanque de guerra. No es un asunto de paz y amor. Nadie puede soportar más la incorrección política«.
La segunda fuerza propulsora de Bolsonaro es nada menos que el movimiento evangélico de Brasil, uno de los movimientos más grandes del país, y cuya principal objetivo político es ganar la presidencia. En el Congreso, el bloque evangélico se ha vuelto cada vez más potente y la mayoría de sus miembros con derecho a voto prácticamente llevaron al juicio político a Dilma Rousseff el año pasado dedicando sus votos “a Dios” en el procedimiento televisado a nivel nacional. En 30 años, el porcentaje de brasileños que se identifican como cristianos evangélicos pasó de 6,6% a 22,2%, el mayor crecimiento entre las diferentes denominaciones religiosas. En un país donde el voto es obligatorio, es fácil ver cómo la base de Bolsonaro podría crecer. El apoyo de los líderes clave de la comunidad evangélica también ha solidificado su candidatura.
Pero Bolsonaro puede ampliar su atractivo fuera de la base evangélica a un creciente segmento social conservador de la población brasileña que siente que su país ha perdido su camino con políticas demasiado liberales socialmente. En un país donde el aborto es ilegal y donde casi la mitad de la población está en contra del matrimonio entre personas del mismo sexo (a pesar de ser legal en Brasil desde 2013), los ultra-conservadores fácilmente pueden identificarse con las opiniones de Bolsonaro.
Brasil se enfrenta a su peor recesión económica desde la década de 1930. Cuatro de cada 10 brasileños citan el desempleo como uno de los dos mayores problemas en el país en este momento (el otro es la salud). Pero Bolsonaro parece pasar más tiempo en sus discursos hablando de lo que los libros de educación sexual deben enseñar (afirma que los libros actuales son «homosexualizantes»). Su ascenso ha sido muy popular en la televisión brasileña y en las publicaciones impresas, que le han dado una plataforma para compartir su visión de gobierno. «Yo hago las noticias, por lo que por supuesto las personas vienen después de mí”, dice. El tiene razón. Los medios de comunicación le ha dado publicidad gratuita a causa de sus polémicas posturas.
Pero Bolsonaro todavía cree que los medios de comunicación lo retratan injustamente. Asegura que una componenda entre medios y oposición están tratando de reprimir su movimiento, una historia con la que los estadounidenses están familiarizados. Se compara a sí mismo con otros candidatos de extrema derecha: «De la misma manera que la oposición está tratando de sofocar el movimiento de (Marine) Le Pen en Francia, están tratando de hacer daño a mis posibilidades en 2018.”
Las posibilidades políticas de Bolsonaro para hacerse de la presidencia en Brasil en 2018 han comenzado a subir. El 30 de abril, Luis Inacio Lula Da Silva anunciaba su postulación, pero actualmente se encuentra bajo investigación por siete cargos de corrupción y 64 cargos de lavado de dinero. En similar situación se encuentran Aecio Neves, un senador que quedó en segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2014, y Geraldo Alckmin, gobernador de Sao Paulo, cuya popularidad cayó después de haber sido acusado de haber recibido unos 3,3 millones de dólares) en sobornos de un conglomerado empresarial brasileño. Sin esos nombres en la carrera, Bolsonaro tiene reales posibilidades.
Incluso si Bolsonaro no ganara el próximo año, no se descartarían futuras campañas. Su página de Facebook tiene más de 4 millones de seguidores, más que los ex presidentes Dilma Rousseff y Lula juntos. Al igual que Marine Le Pen y Donald Trump, se ha convertido en la cara de un movimiento.
A principios de este año, Bolsonaro fue recibido en un aeropuerto en Paraiba, un estado en el noreste del país, con cantos: “Um, dois, três, quatro, cinco mil, queremos que Bolsonaro sea presidente de Brasil!». A lo que Bolsonaro respondió: «Brasil por encima de todo. Dios por encima de todo».
Los brasileños están sedientos de cambio y están buscando a alguien diferente. Sin duda, Bolsonaro seguirá dando mucho de qué hablar.