Además puede ayudar en condiciones como la ansiedad, el cáncer y la abstinencia de drogas sin alterar la percepción
El aceite cannabidiol se ha convertido en una opción prometedora para tratar diversas afecciones, en especial el dolor crónico. Ha demostrado ser eficaz no solo para aliviar el dolor, sino también para reducir la inflamación. Proviene de una variedad de la planta Cannabis sativa conocida como cáñamo. Es una hierba que contiene fibra, semillas y aceite que se usan para fabricar múltiples productos industriales y de consumo, como textiles, materiales de construcción, papel, telas, jabón, alimentos, suplementos alimentarios y cosméticos.
Aunque pertenece a la misma especie que la marihuana, contiene concentraciones muy bajas de delta-9-THC, la principal sustancia química activa que produce efectos alucinógenos y euforia. Esta característica es la que hace que se maneje como alternativa natural frente a los medicamentos tradicionales. Los beneficios del aceite de CBD son amplios y continúan siendo objeto de investigación.
Además de su efectividad en el tratamiento del dolor crónico, se ha observado que puede ayudar en condiciones como la ansiedad, el cáncer y la abstinencia de drogas. Su capacidad para interactuar con los receptores del cuerpo sin alterar la percepción lo convierte en una opción viable para quienes buscan alivio sin los efectos secundarios de los opioides.
El cannabis que llevamos dentro
Tal vez muchos desconozcan que el cuerpo humano produce naturalmente sustancias químicas similares al CBD y al THC, los compuestos del cannabis usados como medicina terapéutica. Estas sustancias, conocidas como endocannabinoides, están presentes en todas las especies de vertebrados y desempeñan un papel determinante en la regulación de diversas funciones biológicas, como el estado de ánimo, el apetito, el dolor y la memoria.
Es como si contáramos en nuestro interior con una versión propia de una planta de cannabis, que produce constantemente pequeñas cantidades de endocannabinoides. Estos compuestos no solo son importantes desde una perspectiva evolutiva, sino que también tienen un potencial terapéutico significativo que podría revolucionar el tratamiento de muchas enfermedades en el futuro.
Los endocannabinoides fueron descubiertos en 1992, mucho después de la identificación del THC en 1964. Desde entonces, la investigación ha revelado que son fundamentales para muchas funciones fisiológicas importantes. Un desequilibrio en su producción o en la capacidad del cuerpo para responder a ellos puede provocar trastornos clínicos significativos, como obesidad y enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares e inflamatorias.
Los endocannabinoides tienen un nombre similar al cannabis porque ambos comparten una estructura química parecida y actúan sobre los mismos receptores en el cuerpo humano, llamados receptores cannabinoides (CB1 y CB2). Esto significa que los compuestos del cannabis pueden interactuar con el sistema endocannabinoide natural del cuerpo humano.
Nos mantinen vivos
Los endocannabinoides son uno de los sistemas menos comprendidos de nuestro cuerpo, pero dependemos mucho de este para mantenernos vivos. Sin él, el cuerpo no podría adaptarse a los cambios del entorno y no sobreviviríamos mucho tiempo. Por ejemplo, cada vez que sale de su casa al frío o al calor, ayuda a adaptarse instantáneamente al cambio de temperatura y evitar un desmayo.
Se les puede describir como una red de comunicación que consta de tres partes. Los endocannabinoides, que son los mensajeros que llevan información por todo el cuerpo a los receptores correspondientes. Los receptores cannabinoides, que actúan sobre esta información y realizan cambios en las funciones biológicas. Y por último las enzimas metabólica, que descomponen los endocannabinoides una vez que se realiza el trabajo.
El sistema es responsable de regular otras funciones vitales, como el sueño, el dolor, el estado de ánimo, el apetito, la memoria, el estrés, la función inmunológica y más. Su objetivo es mantener el equilibrio. Se asegura de que todas las funciones corporales estén sincronizadas.
Una de las mayores amenazas para los endocannabinoides es la vida moderna. La falta de sueño, la mala alimentación, los altos niveles de estrés y el estilo de vida sedentario los debilitan hasta el punto de que no pueden regular los sistemas vitales de nuestro cuerpo como deberían. El cuerpo comienza a producir enzimas en exceso para descomponer los endocannabinoides antes de que puedan completar su trabajo. ¿La consecuencia? Pierden el poder de comunicarse correctamente y nuestras funciones fisiológicas individuales se desequilibran.
El CBD respalda el sistema de muchas maneras, pero en especial al promover la producción de endocannabinoides naturales para que puedan comunicarse mejor. Es decir, el CBD anima al cuerpo a hacer lo que ya hace: mantener el equilibrio.
Diferencias entre CBD y THC
El aceite cannabidiol interactúa con el sistema endocannabinoide de manera única. A diferencia del THC, que activa directamente los receptores CB1, el CBD se convierte en modulador alostérico, lo que significa que puede influir en la actividad de estos receptores sin activarlos directamente. Esto permite que el CBD tenga efectos terapéuticos sin las consecuencias psicoactivas asociadas con el THC.
Los receptores CB1 se encuentran en el cerebro y el sistema nervioso central, mientras que los receptores CB2 están más presentes en los sistemas inmunológico y nervioso periférico. Pueden ayudar a mantener el equilibrio en el cuerpo al interactuar con los endocannabinoides, lo que puede resultar en beneficios potenciales para la salud, como la reducción de la ansiedad, el alivio del dolor y la mejora del sueño.
Actualmente se usa una forma recetada para trastorno convulsivo como la epilepsia. También para la ansiedad, el dolor, un trastorno muscular llamado distonía, Parkinson, la enfermedad de Crohn y muchas otras afecciones, pero no existe una buena evidencia científica que respalde estos usos.
Efectos secundarios
El cannabidiol es generalmente bien tolerado, pero puede causar algunos efectos secundarios en ciertas personas. Los más comunes incluyen somnolencia y fatiga, especialmente en dosis altas. Esto puede ser beneficioso para quienes buscan mejorar el sueño, pero puede ser un inconveniente para otros. Además, el CBD puede causar sequedad en la boca, también conocida como “algodón en la boca”, ya que puede afectar la producción de saliva.
Algunas personas pueden experimentar mareos, una disminución de la presión arterial o sensación de aturdimiento. También se han reportado cambios en el apetito y el peso, con una disminución del apetito en algunas personas, lo que puede llevar a la pérdida de peso. El CBD puede causar malestar estomacal, diarrea y otros problemas digestivos en algunas personas.
Hay diferencias entre los efectos secundarios del aceite de marihuana y del aceite de cáñamo, principalmente debido a las diferencias en sus compuestos activos. El primero contiene tanto tetrahidrocannabinol (THC) como cannabidiol (CBD). El THC es el compuesto psicoactivo que puede causar euforia y otros efectos mentales. Puede causar somnolencia, mareos, sequedad en la boca, cambios en el apetito, y en algunos casos, ansiedad o paranoia. El de cáñamo contiene principalmente CBD y muy poco THC (menos del 0,3%). Esto significa que no produce efectos psicoactivos. Los efectos secundarios son generalmente más leves.
Interactuar con medicamentos
El aceite cannabidiol puede interactuar con otros medicamentos, por lo que es fundamental consultar con un profesional de la salud antes de comenzar su uso, especialmente si se están tomando otros tratamientos. Esta característica es debido a su influencia en el sistema enzimático del hígado, específicamente la enzima citocromo P450 que metaboliza muchos medicamentos. Cuando el CBD la inhibe puede ralentizar el metabolismo de ciertos fármacos, lo que lleva a niveles más altos en el torrente sanguíneo y, potencialmente, a un aumento de los efectos secundarios.
Por ejemplo, los anticoagulantes como la warfarina pueden tener una interacción significativa con el CBD, y aumentar el riesgo de sangrado. Los antiepilépticos, como el clobazam, también pueden verse afectados. Podría intensificar sus efectos sedantes. Además, medicamentos como antidepresivos, antipsicóticos e inmunosupresores pueden experimentar cambios en su eficacia y seguridad cuando se combinan con el CBD2.
El profesional de la salud puede ajustar las dosis o monitorear más de cerca los efectos secundarios para asegurar un tratamiento seguro y efectivo. La comunicación abierta con el médico es clave para evitar interacciones adversas y maximizar los beneficios del CBD. A pesar de estos posibles efectos secundarios, muchos usuarios encuentran que los beneficios del CBD superan con creces cualquier inconveniente menor, especialmente en el manejo del dolor crónico y la ansiedad.
Dosis recomendadas
La dosis recomendada de aceite cannabidiol para tratar el dolor crónico puede variar significativamente según varios factores, incluido el tipo de dolor, la gravedad de los síntomas, el peso corporal y la tolerancia individual. No existe una dosis única que funcione para todos, por lo que es importante comenzar con una dosis baja y ajustarla gradualmente según sea necesario.
Se sugiere comenzar con 5 a 10 mg de CBD al día. Esta dosis inicial permite al cuerpo adaptarse y minimizar el riesgo de efectos secundarios. Si no se experimenta alivio del dolor con esta cantidad, se puede aumentar gradualmente de 5 a 10 mg cada semana. Es crucial monitorear cómo responde el cuerpo y ajustar la dosis en consecuencia.
Por ejemplo, durante la primera semana se puede comenzar con 5 mg de CBD al día. Si después de una semana no se observa una mejoría significativa, se puede aumentar a 10 mg al día durante la segunda semana. Este proceso de ajuste gradual puede continuar hasta encontrar la dosis adecuada que proporcione alivio del dolor.
Es importante tener en cuenta la forma de administración del CBD. El aceite cannabidiol puede tomarse sublingualmente (debajo de la lengua), en cápsulas, o mezclado con alimentos y bebidas. Además, la calidad es fundamental; es esencial usar productos de alta calidad y de fuentes confiables para garantizar la seguridad y eficacia.