Por Álvaro Guerrero Mayo*
01/10/2017
*Director del Hospital de Fauna AMUS
En el mundo contemporáneo parece que no hay cabida para la vida salvaje. Los escenarios naturales y sus moradores cada día que pasa, cada minuto, son desplazados, contaminados, transformados y sitiados por el progreso del bienestar y por un mal entendido desarrollo que las sociedades humanas parecen no querer invertir a pesar del momento actual, que es crucial e irrepetible en la historia de este planeta. La pérdida de biodiversidad, la desaparición de especies de animales y plantas adquiere cotas sin parangón desde que el hombre se descolgara del árbol evolutivo.
Sobrevivir siendo un animal salvaje ya no depende solo de un disparo, un tóxico, un tendido eléctrico, una carretera, la pérdida o fragmentación del hábitat o un vallado con el que se colisiona. Permanecer sano, que también vivo, depende de algo mucho más complicado que tiene que ver con la temperatura, las precipitaciones, el espacio en donde se habita, la calidad del alimento, el contacto con especies no precisamente vecinas –exóticas– y el resurgir de enfermedades.
La globalización ha generado también problemas globales. Entre tanto, en Extremadura, en un territorio aún excelso por sus comunidades biológicas, nació un fuerte pedal para frenar en lo posible esta tendencia. Nació AMUS como respuesta, con una labor independiente que, lejos de volverse innecesaria y caduca, se ha convertido en una imperiosa necesidad. La trayectoria de AMUS está vinculada a su Hospital de Fauna Salvaje en el que se atienden a más de mil ejemplares anualmente con el objetivo de devolverlos sanos a la naturaleza.
La actividad
Esta entidad, declarada de utilidad pública, con una trayectoria de más de veinte años, desarrolla actuaciones sobre el terreno en España y participa en proyectos internacionales con especies extintas o con poblaciones reducidas en países europeos. Su gran objetivo es generar y velar por la biodiversidad con especies amenazadas, diseñando estrategias que sean sostenibles y acordes con el desarrollo y crecimiento de la población endógena allí donde actúa.
Garantizar la conservación de la fauna, del territorio y de los recursos en la sociedad actual no es un objetivo, es “el reto”. Y en esta descomunal responsabilidad el tercer sector, es decir, el tejido social organizado, no es un complemento. Es la matriz para que instituciones y gobiernos asuman sus grandes y serias responsabilidades ambientales.