Por Efe
Tras un apagón nuclear de dos años, Japón ha reactivado la central de Sendai, la primera que empleará nuevas medidas de seguridad, algo que no evita el rechazo mayoritario de una ciudadanía temerosa de revivir otro desastre como el de Fukushima.
Kyushu Electric Power, propietaria de la planta, ha retirado las barras de control -que interrumpen el proceso de fisión- del reactor 1, que se espera empiece a generar electricidad en fase de prueba a partir del 13 de agosto y a suministrarla ya en septiembre.
Semanas después, en octubre, está prevista la reactivación de la unidad 2 de Sendai, otro de los cinco reactores que han cumplimentado los nuevos estándares de seguridad en Japón.
Para llegar hasta aquí tras Fukushima, Japón ha tenido que disolver el antiguo cuerpo regulador que durante décadas apoyó descaradamente al «lobby» nuclear y quedó retratado en el accidente de 2011, y establecer la Autoridad de Regulación Nuclear (NRA), que depende de la cartera de Medio Ambiente y no de la de Industria.
Durante este tiempo, el país ha vivido dos apagones nucleares, el último concluyó en 2013, siendo el más largo en la historia japonesa desde que el archipiélago empezó a producir energía nuclear en 1966.
En dicho lapso también ha cambiado de Gobierno y ha pasado de uno comprometido a abandonar la energía nuclear para la década de 2030 al actual, liderado por el primer ministro, Shinzo Abe, y decidido a resucitar a toda costa el músculo económico japonés, algo que requiere un suministro abundante y barato de energía.
Tras el relevo en el poder, la NRA estableció que las centrales que quieran volver a operar deberán activar defensas más sólidas (desde muros antitsunami más altos a mayor número de generadores auxiliares) de cara a protegerse contra fenómenos naturales como el terremoto y tsunami que causaron el desastre de 2011 en Fukushima.
No obstante, el gasto millonario en materia de seguridad no se antoja suficiente para una mayoría de japoneses -en torno al 60% según las encuestas- que entienden que no volver a activar jamás un reactor es la mejor manera de no reeditar la tragedia.
Hasta un tribunal ha optado por bloquear el reinicio de los reactores 3 y 4 de la central de Takahama (oeste del país), dos de los cinco a los que la NRA ha dado luz verde, por considerar que se desestima el daño que pueda provocar un terremoto en esta central.
Hoy mismo, cientos de personas se dieron cita ante las instalaciones de Sendai pidiendo que se dé marcha atrás y recordando la falta de protocolos en caso de que entre en erupción el Sakurajima, un volcán activo situado a 50 kilómetros de distancia. La escena se repitió también ante el Parlamento en Tokio.
Sigue adelante la lucha para desmantelar Fukushima Daiichi y por contener sus fugas de agua radiactiva al mar, así como los 110.000 vecinos que vivían junto a la planta y aún no pueden retornar a sus casas mantienen muy vivo cuatro años después el peor accidente nuclear que ha vivido el mundo desde el de Chernóbil (Ucrania) en 1986. Pero no es solo la sombra de este desastre la que planea hoy sobre la reactivación de Sendai.
Ésta llega apenas dos días después de que Japón recordara 70 años del bombardeo atómico de la ciudad de Nagasaki -tan solo a 100 kilómetros al norte de la propia central- en un ambiente marcado por otra polémica medida del Gobierno, una reforma militar que para muchos acaba con el espíritu pacifista de la Constitución.
Para los más críticos con la administración Abe, la medida erosiona lo que ha sido seña de identidad del país en las siete últimas décadas y hasta ahora había alejado la posibilidad de revivir un drama nuclear como el de 1945.
De cualquier modo, el Ejecutivo sigue adelante con su idea de que para 2030 en torno a un 20% de la electricidad provenga de centrales nucleares, un nivel cercano a la época anterior al accidente de Fukushima.
De los 43 reactores en condiciones operativas que posee actualmente el país, 25 unidades de 15 centrales distintas han solicitado ya una supervisión de la NRA para su futura reactivación.
Entre tanto, el Ejecutivo seguirá subrayando el efecto del apagón nuclear sobre la balanza comercial de Japón, una potencia exportadora que encadena ahora saldos negativos condicionada por la compra de hidrocarburos (que constituyen una cuarta parte de las importaciones) necesarios para producir electricidad.
También sobre la factura de la luz (que se ha encarecido entre un 25 y un 40% para hogares y empresas desde 2011), algo que ilustra bien el pronóstico de la propietaria de Sendai, que espera ganar unos 15.000 millones de yenes (unos 110 millones de euros) más al mes cuando sus dos reactores estén operativos.