El 92 % de españoles admite que utiliza jerga coloquial diariamente al conversar. Los sonidos «Lol», «quedar» o «guay» no son ajenos para el 36% de ellos en su conversación con amigos y extraños. Pero en una consulta a más de 1.500 residentes en España las cifras no son tan demoledoras.
Al preguntarles que términos sabían utilizar sin problema en una oración, casi dos tercios (el 62 %) conocían y entendían «quedar», mientras que al 60 % les sonaba «vale» y al 59 % «¡qué fuerte!».
Los diez términos que usan los españoles con más frecuencia
Puesto | Término o frase coloquial | % de participantes que los usan con confianza |
1 | Quedar | 62 % |
2 | Vale | 60 % |
3 | ¡Qué fuerte! | 59 % |
4 | Me sabe mal | 59 % |
5 | Guay | 58 % |
6 | Flipar | 58 % |
7 | Currar | 58 % |
8 | Tío/tía | 58 % |
9 | Por la cara | 57 % |
10 | Cotilla | 56 % |
Al 44% les molesta la jerga coloquial
Por cada término de jerga española que alguien adora hay otro que lo odia, pero unos son odiados más que otros. Al 44 % de España les molesta que alguien los utilice hablando. Los disgustados aumentan si quien los usa es un locutor, presentador o participante en un programa de radio o televisión. Mucho más si son tertulianos o se presentan como expertos en algún tema de interés. El colmo es que aparezcan esas voces aparezcan en los subtítulo en español de las películas extranjeras.
«Churri» (con el 30 %) encabeza la lista de términos coloquiales más odiados, seguido de «tío/tía» con un 26 %. Cerrando los tres más odiados aparece «guarro» (23 %). Pese a que la mayoría de España usa jerga en mayor o menor medida, el 15 % opina considera que siempre es inapropiado utilizarla.
Redes sociales fomentan la jerga
Los amigos (67 %), Internet y las redes sociales (44 %) son los grandes impulsores de la jerga coloquial. Más de la mitad aprende los términos en TikTok (el 45 %) e Instagram (el 39 %).
El 21 % han consultado Internet para averiguar el significado de un término coloquial. Sin embargo, a la mitad de las personas encuestadas (exactamente al 50 %), no les preocupa utilizarlos mal y el 12 % confiesa haberlos utilizado sin saber su significado. El esnobismo se impone a la claridad y al rigor.
A Coruña es la capital de la jerga; Madrid, la menos propensa
De las 10 ciudades más grandes de España, la jerga coloquial se utiliza más en A Coruña. Aproximadamente el 22 % de la población coruñesa utiliza argot español en la mayoría de las conversaciones, y el 9 % lo utiliza en todas.
Madrid es la ciudad española menos dada a la jerga: un 11 % de residentes manifiestan que no utilizan nunca jerga coloquial en sus conversaciones.
Puesto | Ciudad | % de encuestados que utilizan jerga |
1 | A Coruña (96 %) | 96% |
2 | Murcia (96 %) | 96% |
3 | Zaragoza (96 %) | 96% |
4 | Sevilla (94 %) | 94% |
5 | Barcelona (94 %) | 94% |
6 | Valencia (93 %) | 93% |
7 | Málaga (92 %) | 92% |
8 | Bilbao (91 %) | 91% |
9 | Alicante (90 %) | 90% |
10 | Madrid (89 %) | 89% |
Solo el 6 % de trabajadores usa jerga coloquial delante del jefe
Los trabajadores son reacios a utilizar jerga delante del jefe, solo el 6 % se arriesga, mientras que un abrumador 90 % coincide en que es inapropiado el lenguaje coloquial en el trabajo. Con la familia y los amigos, se pierde el respeto y predomina el comportamiento confianzudo.
El 81 % utiliza la jerga coloquial entre amigos y el 49% con la familia. Dicen que se siente más cómodos si además sueltan algunos tacos. Pero no ocurre en los momentos románticos, mucho menos en una primera cita. Menos del 6% lo ven aceptable.
Tacos, insultos y palabrotas a los cuatro vientos
La psicóloga Mercedes Valladares considera una absoluta falacia afirmar que el uso de los tacos es una singularidad española. En todos las lenguas y países existe un vocabulario específico de lo peyorativo o vulgar. Mientras en la mayoría de los países se utilizan dentro de un entorno privado o de confianza, en España se utilizan en público y sin vergüenza alguna.
Argumenta Valladares que algunos lingüistas apuntan que con la democracia la gente interpretó que podía expresarse de forma abierta lo que durante tanto tiempo había reprimido en el franquismos. Algunos políticos relajaron –ensuciaron– su vocabulario para estar en el mismo carril que sus votantes. La retroalimentación funcionó y todos sueltan tacos. Fueron normalizados. Los humoristas sueltan palabrotas sin sentir la más mínima vergüenza, bien en la tarima de un teatro o en un plató de televisión.
En el mundo laboral sucede algo parecido. Los tacos aparecen de forma espontánea en los momentos cotidianos y también de enfado, júbilo, pesar o indignación.
Valladares se afianza en el filólogo José Antonio Millán para señalar que Madrid y Barcelona son las ciudades en las que se usas más expresiones groseras e innecesarias. Tanto que a falta de tacos propios para expresar sus carga emocional, echan mano a las palabrotas extranjeros. Millán explica que «la palabrota no tiene destinatario, es algo neutro, mientras que el insulto va dirigido a alguien”, pero casi siempre la frontera es imperceptible y a veces no basta con el guiño.
Pobre vocabulario rico en malsonancia
Cada persona tiene libertad de expresarse como mejor le guste, pero debe atenerse a las consecuencias de no ser bien entendido o que alguien se sienta herido en su honor. Pero cuando se utilizan la palabrotas de forma indiscriminada, devienen en muletillas y el vocabulario se reduce a menos de cien palabras y varios centenares de palabrotas.
Decir tacos no es malo ni bueno. En algunas ocasiones nos permiten desahogarnos y tienen una función catártica y saludable. Sin embargo, su uso excesivo puede incomunicarnos con nosotros mismos y con los demás por no verbalizar nuestra identidad, juicios, valores, pensamientos, sentimientos y expresar a través de la palabra hablada nuestro respeto a los demás, a su dignidad.