No fue amor a primera vista. Cuando aparecieron los automóviles, los estadounidenses mostraron un rechazo rotundo. Una imagen muy lejana del símbolo de libertad, autonomía y estatus de la ha gozado. El transporte centrado en el automóvil no es normal y es necesario un cambio en el modelo de movilidad. La ONU señala que la población mundial aumentará de 8.000 millones actuales a 9.700 millones en 2050. Las previsiones apuntan a que las zonas urbanas alcanzarán el 68% de la población mundial para esa fecha, frente al 55% actual.
Un incremento que vendrá acompañado de mayor demanda global de transporte y movilidad. La ONU calcula que la flota mundial de vehículos pasará de los 1.200 millones actuales a 1.600 millones para 2040. La época de los automóviles como medio de transporte predilecto parece entrar en su ocaso. La forma como fue su entrada puede dar una idea de cuál sería la salida ante el inevitable cambio a transportes más respetuosos con el clima.
Producto de una campaña
Los vehículos con motor de combustión interna son los principales causantes del efecto invernadero. La ONU, EPA, ONG ambientalistas, los amantes de la vida sana y hasta los organismos encargados de la regulación del transporte en cada país constantemente recomiendan usar menos el coche. Sin embargo, aún no ha sido atendido. Un análisis publicado en Yale Climate Connections lo deja claro.
El historiador Peter Norton, profesor de la Universidad de Virginia, hurgando en los inicios del mundo automotríz encontró lo que puede ser la vía para dar el salto a nuevas formas de desplazarnos. Norton discrepa de quienes creen que los usuarios no abandonarán los automóviles por el amor que sienten por él. Dice que el sistema de transporte enfocado en el automóvil resultó de una campaña impulsada por un reducido grupo con intereses personales en la industria automotriz.
Norton afirma que la movilidad centrada en el automóvil no es la única opción lógica. Las fotos de principios del siglo XX enseñan que en las calles convivían varias modalidades de transporte: coches a caballo, tranvías, ciclistas, peatones y automóviles.
Norton afirma que la historia predominante dice que la dependencia del automóvil se debe a que los «estadounidenses siempre han querido». Y no es cierto ni nunca fue cierto. «Nunca hubo un momento en el que muchos estadounidenses no lucharan contra la dominación del automóvil», afirmó.
En el libro Fighting Traffic: The Dawn of the Motor Age in the American City, el historiador sostiene que la cultura del automóvil fue impuesta por la industria automotriz y otros partidarios a un público poco dispuesto a ser esclavo del automóvil.
Automóvil, una opción cara
Dilucidar cómo los automóviles dominaron el transporte estadounidense tiene un interés especialmente cuando la humanidad entra en un período de transición a modelos de transporte sustentables. El transporte mediante automóvil resulta extremadamente costoso. El Departamento de Transporte calcula que cada hogar estadounidense gastó 12.295 dólares en transporte en 2022, sobre todo en vehículos. Mucho más que en cualquier otro rubro después de la vivienda,
Los precios de los autos también aumentan: Kelley Blue Book, una empresa de investigación automotriz, reportó que en 2022 el precio promedio pagado por un auto nuevo alcanzó un máximo histórico de 48.000 dólares. Construir y mantener la vasta infraestructura necesaria para el uso masivo de automóviles también consume grandes cantidades de recursos. Solo en autopistas, el gobierno federal gastó 46.000 millones de dólares en 2019.
Malo para la salud
Los sistemas de transporte centrados en el automóvil dificultan (o imposibilitan) desplazamientos activos, como ir caminando o en bicicleta a lugares habituales. El uso del automóvil se relaciona con la «epidemia de sedentarismo» y al aumento del riesgo de cáncer, enfermedades cardíacas, diabetes e ictus, entre otros.
Los accidentes de tráfico también plantean un importante problema sanitario. Cada año, mueren 1,3 millones de personas en el mundo. Son la principal causa de muerte entre los 5 y 29 años. Solo en 2021, 42.916 personas fallecieron en Estados Unidos.
Ineficiente
Menos conocido que los riesgos para la salud del transporte el automóvil, es que el coche no ayuda a realizar las actividades diarias de forma eficiente, agradable y económica. Asumir que todos los adultos necesitan vehículos privados para cualquier desplazamiento, implica dedicar enormes superficies exclusivamente para conducir y estacionar, lo que genera paisajes expansivos e inhóspitos.
Cuando se producen los atascos de tráfico, la solución típica -ampliar la vialidad- rara vez funciona. A través del fenómeno conocido como «demanda inducida», la expansión vial solo atrae más conductores y provoca otros atascos.
Riesgo de repetir los errores
Los expertos y estudiosos insisten en que se corre el riesgo de repetir errores si se mantiene el transporte centrado en el automóvil. Algo que luce posible en una transición a gran escala a los vehículos eléctricos que dejaría sin resolver muchos problemas y hasta los empeoraría. Existen buenas razones para mostrarse escéptico ante las promesas impulsadas por la industria (como vehículos compartidos y automatizados, túneles de alta velocidad) puedan resolver estos problemas.
El problema del sesgo
Además de los vehículos eléctricos, vehículos híbridos, de pila de combustible, transporte compartido, aerotaxis, bicicletas y patinetes eléctricos, se exploran tecnologías y soluciones para el transporte sostenible, como el hidrógeno renovable y los combustibles alternativos. La inversión en infraestructura de transporte sostenible puede generar ahorros sustanciales a largo plazo y reducir la congestión del tráfico y los costos operativos de los vehículos. No obstante, la transición hacia sistemas de transporte energéticamente eficientes requiere un esfuerzo colaborativo de los formuladores de políticas, las autoridades de transporte y, sobre todo, de los ciudadanos.
Modificar los paradigmas que priorizan el transporte centrado en el automóvil no resulta sencillo. Un estudio liderado por Ian Walker, psicólogo ambiental de la Universidad de Swansea. en Gales, mostró que los habitantes de países con alta densidad de autos como el Reino Unido tienden a obviar los efectos negativos.
En el estudio, citado por Yale Climate Connections, al comparar las actitudes hacia los impactos sociales negativos de conducir versus beber alcohol o fumar, identificó una tendencia desproporcionada a ignorar aspectos negativos de los vehículos. Los autores acuñaron un término para este sesgo a favor de los autos: «motornormatividad».
«La forma en que definimos la motonormatividad en nuestro informe fue como una suposición automática compartida de que viajar es fundamentalmente una actividad motorizada y debe seguir siéndolo».
Ian Walker, Universidad de Swansea
Cambiar el enfoque
Las políticas que priorizan vehículos eléctricos sobre otros modos de transporte bajos en carbono son ejemplos del sesgo. Walker indicó que el estudio sobre la «motornormatividad» buscaba ayudar a las personas a lidiar con la perpetuación de la dependencia de autos. Pero el objetivo no es hacer sentir culpables a quienes dependen de conducir, sino ayudarlos a exigirles más a los políticos y a la industria a que impulsen opciones que beneficien al planeta y a las personas.
Walker afirma que el ciudadano medio recibe cada día mensajes que refuerzan la «motornormatividad», desde el diseño vial hasta el sistema jurídico, pasando por los medios, el cine y la televisión, que lo empujan a priorizar el automóvil sobre sus impactos.
Los expertos consideran que Países Bajos es un buen paradigma para emular. Cuenta con un avanzado sistema de transporte activo y público que fomenta los desplazamientos a pie, en bicicleta y en transporte público. Un modelo impulsado por la ciudadanía contra la alta siniestralidad registrada en los años setenta. Hoy los niveles de tenencia de autos siguen siendo altos, pero pocas personas mueren en accidentes viales. En 2019, unas 4 personas por cada 100.000 fallecieron en carreteras holandesas. En Estados Unidos, donde las comunidades dependen más de los autos, 12,7 personas por 100.000 murieron ese año.
Mirar el pasado para mejorar el futuro
Afortunadamente, cada vez más funcionarios apoyan la transición a otro modelo, como se ve en Oregón y California, donde se facilitan los desplazamientos en bicicletas y transporte público.
Para Norton, que el sector estadounidense del transporte experimentara un drástico y deliberado cambio hacia el automóvil en el siglo XX ofrece esperanzas para una segunda revolución en la actualidad que reduzca la primacía del vehículo. «Si, eso suena descabellado, esa primera revisión radical fue increíblemente descabellada, y fue profundamente resistida», dijo Norton.