En las últimas décadas la empresa 3M ha tenido que enfrentar una serie de demandas por su responsabilidad en la contaminación del medio ambiente con productos químicos eternos. Algunos traspiés judiciales le han hecho que desembolse unos miles de millones de dólares. También se vio obligada a descontinuar algunos de sus productos más contaminantes, medida que está prevista alcance el próximo año. Los demandantes siempre argumentaron que la empresa tenía conocimiento de los daños ambientales y de salud pública que estaba causando. Sin embargo, en la mayoría de los casos siempre 3M defendió su inocencia. Aseguró no estar al tanto de los perjuicios y haber cumplido con los estándares de control. En las querellas que perdió, pagó lo que el tribunal decidió o llegó a acuerdos judiciales. Nunca aceptó algún grado de responsabilidad.
Pero ni tan inocente parece ser el proceder de la empresa a la luz del extenso artículo de Sharon Lerner en el diario The New Yorker. En este se explora a fondo la intrigante historia detrás de los productos PFAS y PFOS, comúnmente conocidos como «productos químicos eternos», que la empresa ha producido durante décadas. Con datos de exempleados de la compañía, revela que durante todo ese tiempo se benefició de la fabricación y venta de estos compuestos altamente tóxicos, a pesar de conocer los riesgos asociados con su uso.
La narrativa de este cuento, que no es precisamente de hadas, comienza con la creciente preocupación de científicos y activistas sobre los efectos nocivos de los PFAS y PFOS en la salud humana y el medio ambiente. A medida que los estudios evidenciaron la presencia de estos en el agua potable, el suelo y organismos vivos, surgieron alarmantes indicios de sus efectos negativos.
Capítulo 1: El descubrimiento
En 1997 a Kris Hansen, quien llevaba un año como química en 3M Corporation, le asignaron una extraña tarea. Su jefe Jim Johnson quería que analizara sangre humana para detectar contaminación química. Varios de los productos más exitosos de 3M contenían compuestos artificiales llamados fluoroquímicos. Johnson le explicó que uno, el PFOS (ácido perfluorooctanosulfónico), a menudo llegaba a los cuerpos de los trabajadores de la fábrica. Aunque dijo que estos estaban sanos, recientemente había contratado un laboratorio externo para medir los niveles en sangre. Sin embargo, el laboratorio informó sobre una anomalía.
Por eso le pidió que averiguara si se había cometido un error. Para Hansen, detectar trazas de sustancias químicas era su especialidad. El equipo de técnicos de laboratorio y científicos jóvenes a cargo de Hansen tomó una muestra de sangre de una empresa de suministros de laboratorio y la preparó para su análisis.
El espectrómetro de masas con el que la analizaron sugirió que había un compuesto en la sangre que podría ser PFOS. Hansen pensó que era extraño que una sustancia química producida por 3M apareciera en personas que nunca habían trabajado para la empresa. Por lo que decidió hacer más pruebas, pero en todas seguía apareciendo lo mismo. Entonces utilizó la técnica de cromatografía líquida y su presentimiento se hizo realidad. La sustancia química era PFOS.
Capítulo 2: La «sorpresa»
Hansen asumió que sus jefes al saber del hallazgo responderían con diligencia y cuidado, pero cuando lo compartió con Johnson su respuesta fue escueta: “Esto lo cambia todo”. Aunque esperó ansiosamente que reaccionara a su investigación, nunca lo hizo. Lo que sí anunció fue su jubilación anticipada. En los días siguientes, Hansen sintió que Johnson había notificado a algunos de sus superiores sobre la presencia de químicos eternos. Otro de sus jefes, Dale Bacon, se detuvo en su escritorio y le sugirió que había cometido un error. En las semanas siguientes estudió muestras de sangre fresca de los proveedores de 3M. Todas dieron positivo para PFOS.
Lo que no sabía la química era que hacía dos décadas 3M ya había realizado estudios en animales. Estaba demostrado que el PFOS era tóxico, pero los resultados permanecieron en secreto. A finales de los años setenta, un grupo de científicos de 3M alimentó diariamente a ratas con el químico. A partir de la segunda dosis más baja probada, unos diez miligramos por cada kilogramo de peso corporal, las ratas mostraron signos de posible daño hepático y la mitad de ellas murió. En dosis más altas, ninguna sobrevivió. Poco después, descubrieron que una dosis diaria relativamente baja, 4,5 miligramos por cada kilogramo de peso corporal, podía matar a un mono en cuestión de semanas.
En 1979, un informe interno de la empresa consideró que el PFOS era “ciertamente más tóxico de lo previsto” y recomendó estudios a más largo plazo. Ejecutivos de la empresa consultaron a Harold Hodge, un respetado toxicólogo. Pero le contaron solo una parte de los experimentos. Según un documento de 3M marcado como «confidencial», Hodge instó a los ejecutivos a estudiar si los fluoroquímicos causaban problemas reproductivos o cáncer. Después pidió que averiguaran si estaban presentes en las personas. “Si los niveles son altos y generalizados y la vida media es larga, podríamos tener un problema grave». La empresa desoyó la advertencia y, por el contrario, aumentó la producción de fluoroquímicos.
Capítulo 3: Sembrar la duda
Una vez que Johnson se marchó comenzó un nuevo nivel de escrutinio sobre el trabajo de Hansen. Uno de sus superiores sugirió que su equipo podría estar contaminado con químicos eternos, por lo que limpió el espectrómetro de masas y luego todo el laboratorio. Sus resultados no cambiaron. Otro la animó a analizar repetidamente sus jeringas, bolsas y tubos de ensayo, por si habían contaminado la sangre. A veces dudaba de sí misma, pero continuó sus experimentos. Estudió la sangre de cientos de personas, de más de una docena de bancos de sangre en varios estados. Cada una contenía PFOS. La sustancia parecía estar por todas partes.
Otro estudio confirmó que dos de los productos del consorcio, Scotchban y Scotchgard, eran fuentes de la sustancia química. El PFOS no era un ingrediente oficial en ninguno, pero ambos contenían otros fluoroquímicos que, según demostró el estudio, se descomponían en PFOS en los cuerpos de ratas de laboratorio. Hansen y su equipo finalmente los encontraron en águilas, pollos, conejos, vacas, cerdos y otros animales. También hallaron catorce fluoroquímicos adicionales en la sangre humana, incluidos varios producidos por la empresa. Algunos estaban en las aguas residuales de una fábrica de 3M.
Capítulo 4: De vieja data
Hansen sabía que si podía encontrar una muestra de sangre que no contuviera PFOS, podría convencer a sus colegas de que las otras muestras sí lo contenían. Ella y su equipo comenzaron a estudiar la sangre histórica de las primeras décadas de producción de PFOS. Por primera vez desde que inició su trabajo, algunas de las muestras no registraron rastros. No había nada malo con su equipo o metodología. El PFOS, la sustancia química artificial producida por su empleador, realmente estaba en la sangre humana. Las muestras de sangre eran de Suecia de 1957 y 1971.
Después de eso, su laboratorio analizó la sangre que se había recolectado antes de que 3M creara el PFOS. Dio negativo. Al parecer, los fluoroquímicos habían entrado en los humanos después de que la empresa comenzó a vender productos que los contenían. Se habían filtrado de los aerosoles, revestimientos y fábricas de 3M.
Richard Newmark, un científico que todavía trabajaba para 3M, le dijo a Hansen que, más de veinte años antes, dos científicos académicos, Donald Taves y Warren Guy, habían descubierto un fluoroquímico en la sangre humana. Se preguntaron si Scotchgard podría ser su fuente, por lo que se acercaron a 3M. Newmark le dijo que sus experimentos posteriores habían confirmado sus sospechas (la sustancia química era PFOS), pero los abogados de 3M habían instado a su laboratorio a no admitirlo.
Capítulo 5: El rechazo
Después de que Hansen comenzó su investigación sobre químicos eternos, sus relaciones con algunos colegas parecieron deteriorarse. No importó que su padre fuese uno de los ingenieros estrella de la empresa e incluso estuviera en su salón de la fama. También había ayudado a crear los estropajos Scotch-Brite y la envoltura Coban, una alternativa suave a las vendas adhesivas. Una vez moldeó fibras para hacer copas para sostenes, pero eran tremendamente incómodas. Sin embargo, él y sus colegas se los colocaron como juego sobre la boca, lo que le dio la inspiración para crear la característica máscara N95.
A principios de 1999, Bacon la invitó a una reunión extraordinaria para que presentara sus hallazgos al director ejecutivo, Livio D. DeSimone. Casi tan pronto como Hansen empezó su exposición, los asistentes comenzaron a reclamarle por los motivos de su investigación y sus alcances. Los ejecutivos parecieron verla como una traición. Consideraron que sus datos podrían ser perjudiciales para la empresa.
Después de esa reunión, Bacon le dijo que su trabajo cambiaría. Solo se le permitiría realizar experimentos que un supervisor hubiera solicitado específicamente, y debía compartir sus datos únicamente con esa persona. Pasaría la mayor parte de su tiempo analizando muestras de estudios que otros empleados estaban llevando a cabo y no debería hacer preguntas sobre el significado de los resultados. También estaban reasignando a varios miembros de su equipo.
Capítulo 6: Hacerse de la vista gorda
Un año después de la reunión, bajo presión de la EPA, la empresa tomó una decisión muy costosa: iba a descontinuar toda su cartera de productos relacionados con químicos eternos, específicamente con PFOS. En mayo de 2000, por primera vez, funcionarios de 3M revelaron a la prensa que habían detectado la sustancia en los bancos de sangre. Un ejecutivo afirmó que el descubrimiento fue una «completa sorpresa». El director médico de la empresa dijo al New York Times : «Esto no es un problema de salud en este momento, ni lo será».
Hansen ahora estaba embarazada de gemelos. Aunque el anuncio de 3M la animó (lo vio como una prueba de que su trabajo había obligado a la empresa a actuar), también estaba dispuesta a abandonar el laboratorio ambiental, donde se sentía marginada. Después de dar a luz, se unió al equipo de dispositivos médicos de 3M. Durante los siguientes diecinueve años, evitó el tema de los fluoroquímicos con la misma intensidad con la que antes lo había abordado. Se centró en criar a sus hijos.
En 2002, cuando 3M anunció que reemplazaría el PFOS por otro fluoroquímico, el PFBS, Hansen sabía que también este químico eternos haría estragos por siempre en el medio ambiente. Aun así, decidió no involucrarse. Sus superiores siempre le habían dado la misma explicación que le dieron a los periodistas. Que los trabajadores de las fábricas estaban bien, por lo que las personas con niveles más bajos también lo estarían. Su especialidad era la detección de sustancias químicas, no sus daños. “Literalmente el director médico de 3M dice: ‘Estudiamos esto, no hay efectos”. «No estaba dispuesta a desafiar eso». Sus ingresos habían ayudado a mantener a una familia de cinco y tal vez realmente no había querido saber si su empresa estaba envenenando al público.
Capítulo 7: El cierre
La periodista Sharon Lerner pudo contrastar el relato de Hansen con el de Johnson. El ahora viudo de 81 años de edad, le aseguró que hizo gran parte del trabajo original y que cuando vio la estructura del producto químico comprendió “en veinte minutos” que no se descompondría en la naturaleza. Poco después, uno de sus experimentos reveló que el PFOS se unía a las proteínas del cuerpo, lo que provocaba que la sustancia química se acumulara con el tiempo. Le dijo que también buscó PFOS en un análisis de sangre informal de la población general, alrededor de finales de los años setenta, y no se sorprendió cuando lo encontró allí.
En un experimento a principios de los años ochenta, Johnson alimentó a ratas con un componente de Scotchban y descubrió que el PFOS se acumulaba en sus hígados, un resultado que sugería cómo se comportaría la sustancia química en los humanos. En ese momento, Johnson no creía que el PFOS causara problemas de salud importantes, pero que “obviamente era malo”, porque los compuestos artificiales de productos domésticos no pertenecían al cuerpo humano.
Johnson le dijo a la periodista, con aparente orgullo, que una de las razones por las que no hizo más investigaciones fue que era un “soldado leal”, comprometido a proteger a 3M. Algunos de sus encargos procedían directamente de los abogados de la empresa. Le comentó a Lerner que si le pidieran que testificara en una demanda relacionada con el PFOS, probablemente sería de poca ayuda. «Soy un hombre viejo, así que creo que se darían cuenta de que de repente me volví extremadamente olvidadizo», dijo de manera sarcástica.
Epílogo: To be continued
Johnson expresó que finalmente se cansó de discutir con los pocos colegas con quienes podía hablar abiertamente sobre el PFOS. “Ya era hora”, dijo. Así que contrató un laboratorio externo para buscar la sustancia química en la sangre de los trabajadores de 3M, sabiendo que también analizaría muestras de bancos de sangre, para compararlas: la primera pieza de dominó en una cadena que finalmente sacaría el compuesto del mercado.
Curiosamente, comparó al jefe del laboratorio con una máquina expendedora. “Él me dio lo que pagué”, dijo Johnson. “Sabía lo que pasaría”. Luego, Johnson encargó a Hansen algo que había evitado durante mucho tiempo: ir más allá de sus experimentos iniciales y documentar meticulosamente la ubicuidad de la sustancia química. Mientras Hansen soportaba la presión, se jubiló anticipadamente. Johnson describió a Hansen como si ella también fuera una máquina expendedora. “Ella hizo lo que se suponía que debía hacer con las herramientas que le dejé”, dijo.
Después de abandonar 3M, Hansen comenzó a ser voluntaria en una reserva natural local, donde trabaja para despejar caminos y proteger las plantas nativas. Cerca hay un arroyo donde a menudo pasa tiempo. También está contaminado para siempre por productos químicos que 3M una vez se vertió aguas arriba.
En blanco y negro
- Entre 1951 y 2000, 3M produjo al menos cien millones de libras de PFOS y productos químicos que se degradan en PFOS. Esto es aproximadamente el peso del Titanic. Después de finales de los años setenta, cuando 3M científicos establecieron que el químico era tóxico en animales y se estaba acumulando en humanos, producía millones de libras por año.
- Los fluoroquímicos tuvieron su origen en el esfuerzo estadounidense por construir la bomba atómica. Durante la Segunda Guerra Mundial, los científicos del Proyecto Manhattan desarrollaron uno de los primeros procesos seguros para unir carbono con flúor, un elemento peligrosamente reactivo.
- A principios de los años cincuenta, 3M empezó a vender uno de sus fluoroquímicos, el PFOA, a la empresa química DuPont, para utilizarlo en teflón. Luego, un par de años más tarde, una cucharada de sustancia fluoroquímica cayó sobre el zapato tenis de un empleado de 3M, donde resultó impermeable a las manchas e imposible de limpiar. 3M tuvo ahora la idea de Scotchgard y Scotchban.
- Recientemente, 3M resolvió la demanda presentada por ciudades y pueblos con agua contaminada. Pagará hasta 12.500 millones de dólares para cubrir los costos de filtrar PFAS, dependiendo de cuántos sistemas de agua necesiten eliminar los químicos. Se calcula que al menos 45% del agua del grifo en Estados Unidos contiene uno o más productos químicos eternos y eliminarlos costaría 100.000 millones de dólares.