Pocas mujeres han hecho tanto mérito para ganarse el respeto como generadores de aportes a la ciencia, a la condición humana, al auténtico patriotismo y al realce de virtudes ciudadanas
A Patricia Gabriela Sarcos Álvarez
La humanidad necesita seres humanos prácticos que aprovechen al máximo su trabajo, que sin olvidar el bien general salvaguarden sus propios intereses. Pero también necesita soñadores, para quienes el desarrollo desinteresado de una empresa sea tan cautivador que le resulte imposible dedicar cuidado a su propio beneficio material.
Marie Curie
Cuando llegó a París –después de duros años de trabajo en Polonia, pactados en familia para ayudar a graduar a su hermana Bronia de médico primero, y luego de haber ahorrado lo suficiente para iniciar sus estudios universitarios con la ayuda de su padre–, al descender de un ómnibus tirado por caballos frente al Palacio de la Sorbona la invadió una emoción contenida durante años. Recogió su pesada falda de lana y caminó precipitada para pararse deslumbrada frente a una enorme pared blanca con un inmenso cartel donde se leía:
La vida de una de las mujeres más admirables de la historia del quehacer científico comenzaba para llevar adelante la más prodigiosa cadena de realizaciones, y solo verá su final cuando la abandone definitivamente la vida.
Con el poco dinero que había reunido rublo a rublo –según su hija menor Eva, autora de una de sus biografías– tenía derecho a estudiar las clases que deseara y a utilizar la sala de manipulaciones para experimentos.
Su hija Eva la imagina ese día del inicio, en la primera fila, interrogándose en silencio cuando escuchó la primera clase:
¿Cómo puede decirse que el estudio de la ciencia es árido? ¿Hay algo más apasionante que las reglas inmutables que gobiernan el universo, y nada más maravilloso que la ciencia humana, capaz de descubrirlas?
Pocas mujeres en la historia han hecho tanto mérito para ganarse el respeto como generadores de aportes a la ciencia, a la condición humana, al auténtico patriotismo y al realce de virtudes ciudadanas que solo llegan a poseer los seres excepcionales, cuyo trabajo y sensibilidad queda grabado para siempre en el libro donde solo caben los de alma grande. Madame Curie es uno de esos seres especiales.
Se licenció en Ciencias Físicas en 1893 y en Matemáticas en 1894. Pionera en el campo de la radiactividad, ha sido la primera y única persona en recibir dos premios Nobel en distintas especialidades científicas: Física (1903) y Química (1911).
La primera mujer en ocupar el puesto de profesora en la Universidad de París y la primera en recibir honores en el Panteón de París por méritos propios en 1995.
Nace María Sklodowska en Varsovia
Debemos tener perseverancia y sobre todo confianza en nosotros mismos
Marie Curie
María Salomea Sklodowska-Curie (conocida como Marie Curie), nació el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia (Imperio Ruso). Era la hija menor de Wladyslaw Sklodowski, profesor de enseñanza media en física, matemática y química, y de Bronislawa Boguska, maestra, pianista y cantante. Tuvo cuatro hermanos: Sofía (1862- 1876), Josef (1863-1937), Bronislawa (1865-1939) y Helena (1866-1961).
La vida no fue nada fácil en una Varsovia que hacía que los polacos extrañaran su identidad. La familia de Marie era uno de esos núcleos que resentía la opresión zarista. Sin muchos recursos y con una familia numerosa, los padres se habían venido a menos porque ambas familias, la de su padre y la su madre, habían perdido sus propiedades y el capital que habían cosechado financiando las sublevaciones nacionalistas polacas destinadas a restablecer la independencia del país.
Su padre dirigió dos gimnasios para varones en Varsovia. Cuando los rusos prohibieron a los polacos el uso de laboratorios, su padre se llevó gran parte del instrumental de los gimnasios que dirigía y montó uno en su casa donde dio clases a sus hijos. Pero finalmente lo despidieron y fue obligado a dedicarse a trabajos menores mal remunerados. Su madre, que dirigía un prestigioso internado para niñas en Varsovia, renunció luego del nacimiento de Marie.
De católica a agnóstica
Me enseñaron que el camino del progreso no era rápido ni fácil.
Marie Curie
Cuando Marie tenía 9 años de edad, murió Sofía, la mayor de las hermanas, a causa del tifus. Más adelante falleció su madre en 1878, a los 42 años por tuberculosis, lo que provocó grandes cambios en sus creencias. Gracias a la educación materna era una católica devota, pero la tragedia se declaró agnóstica, o atea, como su padre. Según Eva, no podía entender por qué dos de sus seres más queridos fallecían ante los ojos del supuesto Salvador.
Marie termina en 1883 la secundaria con medalla de oro, título que recibe con desagrado de los rusos. En Polonia estaba prohibido el ingreso de las mujeres en la universidad. Toda la familia tiene que salir a trabajar para dar el frente y ayudar a su padre en las clases particulares. Mientras, las mujeres complementan su formación en universidades flotantes, centros clandestinos donde se dictan cursos de anatomía e historia natural y otras materias so pena de ir a la cárcel si son descubiertos.
Josef encaminado para graduarse de médico en Varsovia y Helena entre la docencia y el arte parecen no tener problemas, pero Bronia quiere ser médico y Marie, que es la menor, quiere seguir estudios de ciencia en Francia. Generosa, noble y desprendida propone un plan a su hermana. Se compromete a trabajar para completar los recursos para que haga la carrera de cinco años. A cambio, Bronia cuando termine, completa la asistencia para que ella estudie la licenciatura en ciencias.
Una institutriz distinguida y su primera decepción amorosa
No se puede aspirar a construir un mundo mejor sin mejorar a los seres humanos
Marie Curie
Luego de un colapso provocado por una seria depresión, su padre la envió de reposo a la campiña con unos parientes y en el siguiente año, en 1885, volvió a Varsovia, donde recibió algunas tutorías. En 1886, a través de una agencia especializada en colocaciones, Marie consigue un puesto de institutriz en casa de una familia acomodada, pero insoportable. Le resultaba imposible. La casa era un verdadero infierno, un hervidero donde no había respeto entre sus miembros y se ofendían de la forma más grotesca.
Su padre por medio de unos familiares le consigue un trabajo por 500 rublos al año en casa de la familia Zorawski, en Szczuki un sitio bien alejado, en la provincia. Marie piensa que el pago lo compensa.
Asiste a una familia numerosa en el proceso de orientación y educación, pero saca tiempo para darles clase a 10 de los hijos de los campesinos en una escuela clandestina que creó con una de las mayores de la familia. Es un peligroso desafío, si las descubren podrían terminar en Siberia.
Llega el primer amor
La mejor vida no es la más larga, sino la más rica en buenas acciones.
Marie Curie
El hijo mayor de la familia, Casimiro, conoce en unas vacaciones a la bonita institutriz de la familia, que baila encantadoramente, rema, patina, monta a caballo, maneja coches, escribe versos y es culta; inmediatamente queda prendado de ella y ella del guapo y elegante caballero. Para ambos tuvo que ser un movimiento encendido y a dos el transcurso del romance. Pronto hicieron planes para matrimoniarse.
Sería una de las pocas en que su voluntad fue quebrantada por el destino. Ambos enamorados no se imaginaban que sus deseos no eran compartidos por la familia del novio. Cuando Casimiro habló con sus padres, estos se indignaron. La respuesta de sus padres –según Eva–, sería desconsoladora para Marie:
¡Casimiro, el hijo preferido, elegir a una persona que no tiene un centavo, que está obligada ‘‘a colocarse en casa de otros’’! No importaba que su padre fuera un profesor honorable reconocido en Varsovia. ¡No es posible casarse con una institutriz!
Casimiro pide prórroga. Cree que puede cambiar el rumbo de los acontecimientos, pero la respuesta del sí nunca llega y el amor se va enfriando hasta que el noviazgo se vuelve recuerdo. Ella deja correr su profunda decepción cuando, llena de fortaleza filial, le escribe a su hermano Josef una hermosa carta en la que le confiesa herida:
Es necesario que estos dones que sin duda existen en nuestra familia no desaparezcan jamás y que triunfen a través de alguno de nosotros. Mientras más decepciones tengo de mí, más confío en vosotros.
Después de tres años sirviendo de manera impecable en su rol de institutriz, en 1889 los Zorawski le anuncian que ya no la necesitan. Trabajará con otra familia que la acoge muy bien en las playas del Báltico, en Zoppot. Al año retorna a Varsovia. Aprovecha el año para dar clases particulares, reforzar sus conocimientos de química y realizar experimentos en el laboratorio del Museo de Industria, donde habían nombrado director a su primo José Boguski.
En los comienzos, París no era una fiesta
Uno nunca se da cuenta de lo que se ha hecho; uno solo puede ver lo que queda por hacer
Marie Curie
La historia de estudiante de Marie en París, a pesar del soporte de su hermana Bronia y su cuñado, no es nada fácil. En el piso donde vive en la calle Alemania es imposible la concentración para resolver los cálculos de álgebra y las fórmulas de química; la campanilla suena a toda hora en solicitud de los dos médicos que viven con Marie.
Además, la invitada no puede evitar que Casimiro Dluski convoque a sus amigos a compartir. Todos acuerdan que se mude a la buhardilla de la calle Flatters #3 del Barrio Latino, cerca de la universidad. Su vida será muy dura, con un mobiliario elemental y haciendo un gran esfuerzo para proveerse de los servicios básicos.
Con apenas cuarenta rublos mensuales para libros, ropa, comida, pasajes y matrícula, tuvo que hacer un esfuerzo extraordinario para igualarse en el francés y, a pesar de que tenía buenos conocimientos autodidactas en matemáticas y física, tuvo que redoblar sus horas de estudio para estar a nivel de sus compañeros de curso.
Estudiaba de día y daba clases por las noches. Con una dieta de pan, mantequilla y té, pronto se puso flaca y ojerosa y sufrió un desmayo en una de sus clases. Tuvo que ser llevada de nuevo al apartamento donde estuvo unos meses reponiéndose, bajos cuidados de sus dos familiares.
Sus exigentes profesores eran reconocidos científicos de su época, como Paul Appell, Henri Poincaré y Gabriel Lippmann. En 1893 no solo recibió el título de Licenciada en Física –un título un paso más allá que simple Bachelor of Science– sino que también fue la primera de su clase y comenzó a trabajar en el laboratorio industrial del profesor Lippmann.
Volvió a Varsovia, como se lo había prometido a su padre, pero le confesó a su hermano que se había percatado de la importancia de las matemáticas para la física y la química y que iba a regresar al año siguiente a trabajar las matemáticas en un grado adicional.
En 1894 terminó su licenciatura en matemática, que aprobó en el segundo lugar entre los estudiantes, y fue contratada por la Sociedad para el Fomento de la Industria Nacional, una organización creada para promover la ciencia francesa. Su tarea incluía estudiar las propiedades magnéticas de los distintos aceros, pero se veía seriamente limitada por la falta de espacio en el laboratorio en el que trabajaba.
Aparece el gran amor de su vida, Pierre Curie
Si algo vital veo a mi alrededor es precisamente ese espíritu aventurero, que parece indestructible y afín a la curiosidad.
Marie Curie
Mientras buscaba como resolver el problema de espacio para poder dedicarse al trabajo encomendado, se encontró casualmente con un físico polaco de apellido Kowalski y su esposa –a quien había conocido mientras trabajaba de institutriz– que se encontraban de luna de miel en París.
Kowalski la puso en contacto con Pierre Curie (1859-1906), el hombre que no solo le cedería las instalaciones para realizar su trabajo, sino que también se convertirá en el ser humano ideal para compartir su vida, sus investigaciones y la fundación de una bonita familia, de la cual nacerán dos hermosas niñas: Irene (1897-1956), que seguirá sus pasos como científica y Eve (1904-2007) más inclinada al arte, que escribirá una biografía de su madre, María Curie, descubridora del radium (1937), aunque bien escrita y con mucha carga emotiva, hará omisiones muy importantes que le restan calidad como género.
Ambos venían de dos experiencias frustrantes. Ella después del fracaso con Casimiro Zorawski, se había prometido no volver a enamorarse y dedicarse completamente a sus estudios. Él, luego de la muerte prematura de una dama de la que estaba locamente enamorado, había limitado a la nada sus encuentros con mujeres; muy pronto una empatía natural y el desarrollo del trabajo conjunto y de compartir puntos de vista similares hizo que en ambos prendiera la llama del amor.
Después de mucha insistencia –ya él había escrito antes de conocerla: las mujeres geniales son extrañas–, no se sorprendió de que la respuesta anhelada llegara después de una carta en la que le decía:
Sería una cosa preciosa, una cosa que no me atrevería a esperar, si pudiéramos pasar nuestra vida cerca uno del otro, hipnotizados por nuestros sueños: tu sueño patriótico, nuestro sueño humanitario, y nuestro sueño científico.
Esta vez funcionó. Marie terminó cediendo. Se casaron en el ayuntamiento de Sceaux en julio de 1895, en una sencilla ceremonia y como obsequio de boda se regalaron dos bicicletas para explorar Bretaña.
Comienza la carrera científica de Marie Curie
Los científicos creen en las cosas y no en las personas.
Marie Curie
Después que Pierre aprobó en la Sorbona, en marzo de 1885, su tesis doctoral, le fue creada la catedra de Física y Química. Marie tiene dos licenciaturas y un estudio sobre la imantación de los aceros templados para 1897. Ahora con su esposo, le toca a ella optar por su doctorado. Tras discutirlo con Pierre, resolvió concentrarse en los trabajos físicos de Henri Becquerel, quien había descubierto que las sales de uranio emitían unos rayos de naturaleza desconocida.
Este trabajo estaba relacionado con el descubrimiento de los rayos X por el físico Wilhelm Roentgen, aunque las propiedades detrás de ese fenómeno no se entendían todavía. Un compuesto de uranio, colocado sobre una placa fotográfica envuelta en papel negro la impresionaba lo mismo que los rayos X. Becquerel descubrió el fenómeno al que más tarde Marie daría el nombre de radiactividad. El origen de la radiactividad era un misterio.
El 25 de junio de 1903, Marie Curie defendió su tesis doctoral: Investigaciones sobre las sustancias radiactivas, dirigida por Becquerel ante un tribunal presidido por Lippmann, Obtuvo el doctorado mención cum laude. Ese año, los Curie fueron invitados a dar un discurso sobre la radiactividad, pero solo le permitieron hablar a su marido, a ella le estaba prohibido por su condición de mujer.
Una cadena de aportes a la ciencia y al progreso
No teníamos dinero, ni laboratorio, ni ayuda para llevar a cabo esta importante y difícil tarea. Fue como crear algo de la nada.
Marie Curie
Marie Curie experimentaba desde 1898, la inflamación de las yemas de los dedos, uno de los primeros síntomas de la radiación que la acompañará toda la vida. En 1903, los Curie empiezan a padecer los primeros problemas generales de salud por su trabajo con la radiactividad.
El 5 de noviembre de 1903, la Real Sociedad de Londres premia a la pareja Curie con la medalla Davy, y el 10 de diciembre la Academia Sueca otorga el Premio Nobel de Física a Henri Becquerel por el descubrimiento de la radiactividad espontánea, y a Pierre y Marie Curie, por sus investigaciones conjuntas sobre los fenómenos de la radiación descubiertos por el profesor Becquerel.
En enero reciben los esposos Curie la recompensa de su duro y creativo esfuerzo: sesenta mil francos oro. La parte monetaria del premio que les corresponde. Consideran que recibirlo no está en contra del sano espíritu científico y a esto se agrega que la salud de Pierre ha comenzado a mostrar síntomas preocupantes.
Pronto, con la generosidad y desprendimiento que los caracteriza, lo distribuyen entre familiares, amigos y colaboradores:
A su hermana y su cuñado, la pareja de médicos Dluski, les asignan 20.000 francos para la construcción de su sanatorio; regalos y préstamos al hermano de Pierre, Jackes; donación a las hermanas de María, y a los ayudantes de laboratorio. Por suerte, entran 50.000 francos de oro más del premio Osiris, concedido a Marie Curie y a Eduardo Branly.
La noticia del nobel hace de la pareja de esposos las celebridades del momento. Es el gran triunfo, la exaltación del esfuerzo, el camino a la gloria. Estos reconocimientos y aplausos, un par de años más tarde se verán empañados por una grave tragedia.
La muerte desconcertante de Pierre Curie
Así pereció el ser maravilloso que así dejo de ser. En la sala del estudio a la que nunca volvería, los ranúnculos de agua que había traído del campo todavía estaban frescos.
Marie Curie
La muerte artera, ruin, fea, cobarde y anónima asechaba a la familia Curie. Eva, en la biografía de su madre, dibuja el accidente que le costó la vida a su padre de una forma precisa. Un 19 de abril, Pierre Curie, temprano inocente, como todo aquel a quien sorprende la muerte en la plenitud de sus facultades, regresaba de una comida en la Asociación de Profesores de la Facultad de Ciencias:
Cuando termina sale a la calle, advierte que está lloviendo. Abre su gran paragua y comienza a caminar. Va detrás de un coche por el medio de la calzada, para evitar los codazos de los que caminan por la acera. De pronto da unos pasos hacia el costado para cruzar la calle y tropieza con un caballo de un camión que pasa en sentido opuesto. Sorprendido trata de tomar las riendas del animal que se encabrita. El profesor resbala y cae. Entonces se oye un grito:
–¡Alto, alto!
El conductor tira de las riendas, pero es en vano: el camión sigue rodando. Una de las ruedas pasa por sobre el cuerpo, avanza un poco más y malogra la cabeza del infortunado sabio.
Inmóvil, anonadada, sin palabras ni lágrimas, escucha el terrible relato que le transmite el decano Paul Appell. Solamente atina a preguntar: ¿Muerto, muerto? ¿Muerto del todo? El dolor es indecible, afirma Rosa Montero en su libro La ridícula idea de no volver a verte.
El gobierno propone a la viuda una pensión nacional. Ella responde.
–No quiero pensión de ninguna clase –dice–. Soy muy joven y me sobran fuerzas para ganarme la vida y la de mis hijas.
La primera mujer titular de una cátedra en la Sorbona
Primer principio: nunca dejarse vencer por las personas o los acontecimientos.
Marie Curie
Marie Curie es la única persona en Francia familiarizada y con suficiente autoridad científica para continuar las labores e investigaciones que el profesor Curie había iniciado, y por esta razón, luego de muchas resistencias e intrigas propias de todas las instituciones donde se compite por méritos, y rompiendo usos y costumbres, el cuerpo directivo de la facultad decide nombrar a la señora Curie, única mujer, profesora de la Sorbona.
El 13 de mayo de 1906 recibe el nombramiento de encargada del curso de Física de dicha facultad, con un sueldo anual de 10.000 francos.
La prensa reseña: la señora Curie, viuda del ilustre hombre de ciencia muerto trágicamente, ha sido nombrada titular de la cátedra que dictaba su esposo en la Sorbona. Dictará su primera clase el día 15 de noviembre.
Ese día había mucha expectativa y mucha gente distinguida, además de los estudiantes. La costumbre había impuesto a los profesores nuevos la obligación de hacer elogios de su antecesor. Son la 1:30 pm del día de noviembre acordado para el debut de la docente. Se abre la puerta del fondo y entra. Se escucha una salva de aplausos.
Según Eva, Marie se adelanta hacia la cátedra. De pie, sus manos se apoyan en el filo de la enorme mesa llena de aparatos. Con la cabeza inclinada espera que cesen los aplausos. Alza la cabeza, y mira hacia el público, donde seguramente no distingue a nadie, y comienza:
–Cuando se observan los progresos que se han realizado en física desde hace una década, sorprende el movimiento que se ha producido en nuestras ideas sobre la electricidad y el magnetismo.
¡Gran sorpresa, para un auditorium conmovido! La señora Curie ha continuado el curso con la frase precisa en que lo había dejado su esposo Pierre. Con la misma voz suave y uniforme, la ilustre profesora habla sobre electricidad, acerca de la desintegración de los átomos, sobre campos radiactivos, accionando sus manos que ya exhiben las huellas indelebles positivas y negativas de la radiación.
El Premio Nobel de Química y el escándalo Paul Langevin
Creo que no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico y mi vida privada.
Marie Curie
No me cabe duda de que, a las mujeres muy inteligentes, que han cosechado un prestigio como creadoras, les está negado cualquier desliz amoroso en una sociedad milenariamente machista, que se le sigue tolerando a los hombres y que cada día se persigue más a las mujeres, aunque se hayan logrado muchos avances en la conquista de derechos igualitarios.
Con el auge de las redes y los gobiernos populistas-espectáculo, parecen haber revivido no solo los nacionalismos más oscuros, sino también con fuerza inusitada los odios raciales y de género.
Quizás, si alguien muy mal intencionado no roba la correspondencia que sostenían Madame Curie y Paul Langevin en agosto de 1911 y la entrega a la prensa, jamás se hubieran conocido las relaciones adúlteras que mantenía el discípulo de Pierre Curie con su viuda cinco años después de fallecido.
El matrimonio de Langevin era una relación en fase terminal, ya estaba separado, pero se trataba de una de las mujeres más celebradas de Francia. La esposa de Langevin tomó ventaja de ese prestigio para ganar terreno en los litigios de separación.
No hay duda de que el escándalo afectó sensiblemente a las tres integrantes de la familia Curie. Sin embargo, contra la intriga, la mezquindad y la envidia de los detractores, el prestigio internacional de Marie Curie había crecido y la Academia de las Ciencias Sueca omitió el escándalo Langevin. Se impuso la sensatez
El 10 de diciembre de 1911 (en solitario) fue galardonada con el Premio Nobel de Química, en reconocimiento por sus servicios en el avance de la Química, por el descubrimiento del radio y el polonio, el aislamiento del radio y el estudio de la naturaleza del radio y los componentes de este elemento.
Estalla la Primera Guerra Mundial
Un científico en un laboratorio no es solo un técnico: es también un niño colocado frente a fenómenos naturales que le impresionan como cuentos de hadas.
Marie Curie
Dos años antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, el gobierno francés notificó a Marie Curie que ha autorizado la construcción de un laboratorio que llevará el nombre María Sklodowska-Curie, en una calle bautizada Pierre Curie, el cual fue terminado en julio de 1914.
Solo falta el radio, los trabajadores y la directora. Madame Curie con su hija Irene llevará adelante una iniciativa histórica de mucha utilidad para el ejército aliado.
No puede ayudar a Polonia, pero con su hija se hace cargo de un programa de unidades móviles de radiología que estarán disponibles en el frente de batalla y podrán desplazarse fácilmente hasta los centros de atención de los heridos.
Marie Curie investiga cómo están organizados los servicios sanitarios para la guerra y se percata que se ha olvidado la instalación de los rayos X. Francia tiene muy poca cantidad de aparatos Roentgen, que son imprescindibles para localizar de forma inmediata la bala, la esquirla de granada y extraerlas con precisión.
Madame Curie conoce admirablemente los rayos X. Piensa que es indispensable crear muchos puestos de radiología y en paralelo crea instalaciones volantes que sigan los movimientos del ejército. Reúne todos los aparatos existentes en las universidades y los técnicos, ingenieros y profesionales que sepan manejarlos. Pero los heridos que llegan en cantidades enormes, superan con creces la capacidad de los hospitales de campaña.
Conjuntamente con la Unión de Mujeres de Francia, se le ocurre la idea de crear el primer coche radiológico. En un automóvil ordinario instala un aparato Roentgen completo y un dinamo que, accionado por el motor del coche, le suministra la corriente
Ese mes viaja a Burdeos, donde funciona clandestinamente el gobierno y personalmente deposita en un banco el costoso gramo de radio con el que ha venido trabajando. La guerra continua y Marie Curie se ha transformado en una mujer exigente y rigurosa que dirige eficientemente y con mucho rendimiento 20 unidades móviles de radiología.
Los últimos años de una gran mujer
Cuanto más envejece uno, más siente que el momento presente debe ser disfrutado comparable a un estado de gracia.
Marie Curie
En su noble propósito tiene una titánica tarea: conseguir los dos gramos de radio que necesitan el laboratorio de Francia y el de Varsovia para dejarlos funcionando para la posteridad. El Espíritu Santo, al que ella guarda reservas por diferencias en el pasado, le pondrá en el camino a una mujer honorable, íntegra y admiradora de su trabajo: la periodista estadounidense Marie Mattingly Meloney, a la que –ironías de la vida– se había negado a conceder una entrevista durante años.
Gracias a la intermediación de un amigo mutuo, consigue acceder a ella y será factor determinante para que Marie haga real su sueño.
En 1920 se cumplían 25 años del descubrimiento del radio. Los inventarios del instituto se habían reducido drásticamente a causa de los tratamientos terapéuticos en la Primera Guerra Mundial.
El precio de cotización del gramo de radio era de 100.000 dólares. María Mattingly Meloney se ofreció a recaudarlos entre algunas americanas: 3 dieron 10.000, los otros fueron recaudados en colectas públicas con las que se completaron los 100.000 del primer gramo para el laboratorio de Francia.
Marie Curie, sus dos hijas y Marie Mattingly Maloney partieron el 4 de mayo de 1921 a Estados Unidos con el propósito de recaudar fondos para la investigación sobre radio. En Nueva York las esperaba un recibimiento apoteósico de una multitud.
Marie era el emblema de la cura del cáncer. El presidente Warren G. Harding la recibió en la Casa Blanca y le entregó simbólicamente el gramo de radio pagado con la recolecta. En Estados unidos recibió nueve doctorados Honoris Causa, pero se negó con su honestidad característica a aceptar el de Harvard en física alegando que desde 1906 no había producido nada útil en esa área.
En octubre de 1929 volvió a Estados Unidos como huésped de honor en la Casa Blanca por varios días. Recibirá de manos del presidente Herbert Hoover un cheque por 50.000 dólares que fueron destinados a la compra de radio para la sucursal del Instituto de Varsovia.
El 29 de mayo de 1932 sería la coronación de Marie, Bronia Dluski y el Estado polaco. En presencia del presidente Ignacy Moscicki, químico como ella, se inauguró el imponente Instituto de Radium de Varsovia.
En ese momento recordó una carta que escribió a su hermano Josef:
Sin la victoria, tras la guerra, Polonia hubiera seguido encadenada y partida en trozos. Tengo mucha fe en el porvenir.
Conmovida, recordaba la imagen –de hacía 50 años– de la pequeña niña polaca que se tragaba sus lágrimas cuando se veía obligada a rezar en ruso.
Unos meses después de su última visita a Polonia, un 4 de julio, en el sanatorio de Sancellemoz cerca de Passy (Alta Saboya), a causa de una anemia aplásica probablemente causada por las radiaciones a las que se vio sometida por su trabajo, falleció Marie Sklodowska-Curie.
Conclusiones
Es cierta la afirmación de Barbara Goldsmith en su libro Marie Curie, genio obsesivo: Un gran descubrimiento no sale preconcebido de la cabeza de un científico, como salió Minerva totalmente armada de la cabeza de Júpiter. Como lo escribe la misma Curie, o como lo decía Luis Pasteur, la suerte sonríe a las mentes más preparadas.
Los grandes logros necesitan algo más –dice Goldsmith–, necesitan una persona especialmente dotada para la tarea. Marie Curie, con un carácter formado por la discriminación y las privaciones, por las presiones y las ambiciones de su padre, por el patriotismo y el disimulo, era una persona de ese tipo.
Pero Goldsmith solo describe la parte del entorno y las exigencias externas, también es vital lo que piensa Curie de sí misma. La obsesión sostenida que provoca la obstinación del genio, dada por el conocimiento que logra temprano y rápidamente su sorprendente paciencia, su fría perseverancia, su aguda capacidad de observación y su inquietante curiosidad, teniendo siempre una adelantada noción del tiempo.
Amo infinitamente el trabajo y la personalidad de Madame Curie. Su vida explica a las nuevas generaciones el mejor modelo de desarrollo humano.
Madame Curie es, de todos los personajes célebres, la única que la gloria no ha corrompido.
Albert Einstein