Las sondas espaciales más distantes de la Tierra se preparan para su inevitable larga noche
Después de las históricas pisadas en suelo lunar de Neil Armstrong y Edwin «Buzz» Aldrin, otro de los descollantes avances de la ciencia-astrofísica ha sido el lanzamiento de las dos sondas Voyager en 1977. Su larguísima travesía por el universo ha proporcionado innumerables conocimientos, impresionantes imágenes y datos científicos que alteraron la comprensión del cosmos. Aunque las Voyager de la NASA se están debilitando, todavía tienen fuerzas para proseguir un viaje de 40.000 años luz hacia las estrellas y adentrarse, aún más, en el espacio infinito.
Más de 45 años después de su lanzamiento, las Voyager son las misiones más longevas de la agencia espacial estadounidense y las que más lejos han llegado desde la Tierra. Pronto se desconectarán y se desplazarán silenciosamente hacia la última frontera, tal vez por la eternidad.
La NASA ha estado apagando progresivamente los instrumentos y las cámaras de la nave espacial durante décadas, para extender su vida útil al límite utilizando la menor cantidad de electricidad posible. Por ahora, se encuentran en el espacio interestelar y son las únicas naves que operan fuera de la heliosfera, el límite exterior teórico del sistema solar. La burbuja del campo magnético y las partículas solares que se extienden más allá de la órbita de Plutón.
Estas sondas funcionan con el calor del plutonio en descomposición, que se convierte en electricidad. Estos satélites artificiales pierden cerca de cuatro vatios de energía cada año, el equivalente a una pequeña bombilla de bajo consumo. En las últimas semanas la Voyager 1 perdió contacto con nuestro planeta. Pero solo fue un susto.
Voyager de nuevo conectada a la Tierra
La nave espacial sufrió un apagón durante varias semanas debido a la reducción del suministro de energía, pero ahora está funcionando con normalidad, anunció la agencia. El problema salió a la luz en octubre, cuando la Voyager 1 cambió automáticamente del transmisor de radio principal de banda X al transmisor de radio de banda S, mucho más débil, para comunicarse con el equipo de su misión en la Tierra.
El intercambio de transmisor se realizó de forma autónoma cuando se determinó que a la Voyager I le quedaba poca energía porque el equipo de la misión envió una orden para encender uno de los calentadores de la nave. Sin embargo, este intercambio inesperado impidió a los ingenieros recibir información sobre el estado de la nave espacial. Incluidos los datos científicos recopilados por sus instrumentos, durante un mes.
El director de la misión Voyager, Karim Badruddin, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA dijo que las sondas “no estaban realmente diseñadas para funcionar así, y el equipo está aprendiendo cosas nuevas todos los días. Afortunadamente pudieron recuperarse”.
Las Voyager han proporcionado grandes conocimientos a la humanidad. Con las sondas aprendimos sobre la atmósfera turbulenta de Júpiter. El campo magnético inclinado de Urano. Una tormenta giratoria en Neptuno llamada la Gran Mancha Oscura y los anillos dinámicos de Saturno. También descubrió 23 nuevas lunas de los planetas exteriores y encontró que estas lunas no eran los mundos muertos y helados que los científicos habían sospechado, recordó Nautilus.
Las dos naves espaciales explorarían no sólo los cuatro planetas gigantes, sino 48 de sus lunas, así como los anillos, las atmósferas y los campos magnéticos que poseen esos planetas.
Estela de descubrimientos
Una vez que la gira de las Voyager por los cuatro planetas se completó en 1990, la atención mundial se desvaneció. Pero las sondas continuaron proporcionando información notable sobre la dinámica del sistema solar. Incluidas las fuentes ultravioleta entre las estrellas y el límite entre la influencia del Sol y el espacio interestelar. Hoy, ambas sondas continúan enviando datos sobre el medio interestelar, el espacio entre las estrellas, dice Linda Spilker, científica del proyecto para las misiones Voyager.
Según la NASA, la Voyager 1 se encuentra ahora a más de 24.000 millones de kilómetros de la Tierra. Aproximadamente tres veces la órbita media de Plutón, donde las señales de radio tardan unas 23 horas en llegar a ella. Mientras que su gemela, la Voyager 2, se encuentra a casi 21.000 millones de kilómetros de distancia. Las sondas aún mantienen un frágil contacto por radio con la Tierra, y sus instrumentos muestran que ambas han pasado la heliopausa, donde finalmente termina el viento de partículas cargadas procedentes del Sol. Ahora están a la deriva por el espacio interestelar.
Pero las sondas se están quedando sin electricidad de las llamadas «baterías nucleares», que en realidad son generadores termoeléctricos de radioisótopos que generan electricidad a partir de la desintegración radiactiva del plutonio. La disminución de la potencia de las sondas y las dificultades para establecer contacto a más de 16.000 millones de kilómetros significan que, un día no muy lejano, una u otra de las Voyager no responderá a la NASA. Y la comunicación no será posible a través de la Red de Radio parabólicas del Espacio Profundo.
Embajadoras de la humanidad ante las estrellas
El científico espacial de Johns Hopkins, Ralph McNutt, comentó que es una “sorpresa agradable” que las Voyager sigan funcionando después de todos estos años. “Bromeo con la gente: si uno vuelve a leer los documentos originales, las Voyager fueron diseñadas para funcionar durante cuatro años y medio”, afirmó. “Hemos sobrevivido a la garantía por un factor de 10”.
Advirtió que aunque las Voyager ya no puedan comunicarse con la Tierra, no será el fin de su misión. Ambas sondas llevan el famoso “disco de oro ” de 12 pulgadas con los sonidos de la Tierra, saludos en más de 50 idiomas, música de Mozart y Chuck Berry. Y un mapa estelar que muestra cómo llegar hasta aquí. Los diseñadores de la sonda esperaban que algún día estos discos pudieran ser reproducidos por viajeros espaciales extraterrestres lejos de la Tierra.
Sus esperanzas pueden hacerse realidad algún día, señala Tom Metcalfe para Nautilus. La Voyager 1 se acercará relativamente a una estrella de la constelación Camelopardalis dentro de unos 40.000 años. Mientras que la Voyager 2 se acercará a una estrella de la constelación de Andrómeda aproximadamente al mismo tiempo. Es posible que algún día las Voyager sean superadas por sondas más nuevas procedentes de la Tierra.
Por ahora son embajadoras de la humanidad en las estrellas. Cuando cesen sus comunicaciones con la Tierra, esa será su última misión.
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